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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 10 - N° 468 - 5 de Junio de 2016

Traducción
Carmen Morante - carmen.morante9512@gmail.com
 

 

El arroyo inteligente

 

Paseando con su madre en un hermoso bosque, el pequeño Mario caminaba sin mucho interés. La madre, notándolo callado, sin prestar atención a la bella Naturaleza, puso la mano sobre su hombro y dijo:

- ¡Hijo, estamos en un lugar tan bonito y tú no ves nada, no prestas atención a la Naturaleza! ¡Mira qué lindo pájaro está posado en ese árbol! ¡Mira qué lindas flores nacen de esa planta!... ¡Mira! ¡Hasta un sapo ha saltado, seguramente buscando comida!...

Pero el niño escuchaba a su madrecita hablar con el pensamiento a la distancia, nada le interesaba. Entonces la madre le preguntó:

- ¿Qué te pasa hoy, Mario? Nada te que interesa o te llama la atención.

El pequeño respiró profundo y explicó:

- Es que estoy preocupado, mamá. Las clases van a volver a empezar y tengo miedo de no poder mantenerme al día con mis compañeros, de aprender cosas nuevas, ¿entiendes?

La madre sonrió ante la preocupación del niño que demostraba inseguridad por la situación nueva que iba a enfrentar, y llena de cariño, le dijo:

- ¡Ah, hijo mío! Pero la vida está llena de situaciones como ésta que vas a enfrentar. ¡Con el tiempo te darás cuenta de que todo en la vida es novedad, es aprendizaje! Y son precisamente situaciones como esas las que nos hacen aprender, crecer. De lo contrario, la vida sería igual, sin las experiencias nuevas que nos traen nuevos conocimientos.

En este momento la madre, buscando algo que pudiera servir de ejemplo para su hijo, escuchó el ruido de un pequeño arroyo que corría a la derecha de donde estaban, y dijo:

- ¡Mario, escucha!... Aquí cerca hay un arroyo, hijo mío. ¿Vamos a ver si lo encontramos?

Y caminó con el pequeño por el bosque y, siempre atentos al ruido del agua, llegaron al arroyo. ¡A él le encantó! Se quitó los zapatos y se sentó a la orilla, mojando sus pies em aquella agua fresca.

- ¡Qué delicia, madre! Aquí el arroyo hizo un pequeño estanque. ¿Puedo entrar en él?

La madre estuvo de acuerdo y el muchacho entró en el agua, jugando alegremente. Golpeaba las manos, los pies, y se divirtió bastante. Cuando la madre notó que ya estaba cansando de ese juego, preguntó:

- ¿Por qué crees que el arroyo es más profundo aquí en este tramo, hijo?

- ¡No sé, mamá! - respondió sorprendido.

- Presta atención. ¿Qué pasó para que el arroyo creciera?
 

¡El niño miró a su alrededor y vio, un poco más abajo, una gran piedra que impedía que el agua pasara! ¡Pero, exactamente en este lugar, la corriente había crecido! Entonces sonrió feliz al ver que había descubierto el misterio:

- Mamá, es porque esa piedra enorme estaba impidiendo el paso del agua. Pero el arroyo fue inteligente: dejó que el agua

aumentara, aumentara, aumentara... ¡y cuando logró sobrepasar a la piedra, el arroyo siguió feliz...!

La madre sonrió, satisfecha:

- Felicidades, hijo mío. Descubriste el misterio. El arroyo, a través de su crecimiento interior, superó un gran obstáculo. Fue inteligente, ¿verdad?

El chico movió la cabeza, asintiendo con los ojos muy abiertos, y añadió:

- Y después, mamá, siguió su curso del mismo tamaño. ¡Quiere decir, sólo en el momento de la necesidad, creció para superar el obstáculo!

Aprovechando el momento, ella asintió y dijo:

- Eso mismo. La Naturaleza es sabia, hijo mío. Si miras a tu alrededor, te darás cuenta de otros ejemplos de la "inteligencia" de la Naturaleza. ¡Observa bien!

Ahora más interesado, Mario miró a su alrededor hasta que notó que una planta, naciendo debajo de una roca a la orilla del arroyo, se esforzó y luchó, ¡hasta que logró salir debajo de la piedra, satisfecha! ¡Todavía era débil, pero había ganado!

La madre sonrió al ver a su hijo descubrir los esfuerzos de esa pequeña planta.

- Tienes razón, hijo, ella fue valiente. ¿Ves alguna otra cosa interesante?

Él miró a su alrededor, luego levantó la cabeza y mirando hacia arriba, buscando algo, hasta que encontró:

- ¡Los pájaros, mamá! ¡Ellos hacen sus nidos en lo alto de los árboles para que los animales no puedan alcanzarlos!
 

- Perfecto, Mario. ¿Viste cómo la Naturaleza es sabia? Ni el arroyo, ni las plantas, ni los pájaros aprendieron cómo actuar en una escuela, pero la Naturaleza les enseñó a defenderse para preservar la vida.

- Es lindo, mamá. Sabes, creo que ya no voy a tener miedo de enfrentarme a esta nueva clase porque voy a aprender mucho este año, ¿verdad?

La madrecita abrazó a su hijo, feliz:

- Así es, hijo mío. La Naturaleza preserva las plantas, los animales, los pájaros y todo lo que existe en ella a través de la escuela de la experiencia; todo lo que existe aprende por error y acierto. Pero nosotros, los seres humanos, aprendemos también a través de las escuelas, cuyos profesores, que tienen más experiencia nos enseñan lo que saben.

Mario volvió a casa feliz. Cuando llegó el momento de ir a la escuela, se despertó muy temprano, se puso el uniforme, tomó la mochila y, después de comer bien, salió despidiéndose de su madre que lo había acompañado hasta la puerta, deseándole un buen día de clases.

MEIMEI

(Mensaje psicografiado por Célia X. de Camargo, el 15/02/2016.)

           
                                                   
 



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