Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 

Tema: Miedo, superación


La garza y el viento


Gaia era una joven garza, linda, de plumas blanquitas y piernas alargadas. Ella vivía en una laguna con otras garzas, parecidas a ellas. Pero ella tenía una diferencia con las demás. A ella no le gustaba el viento.

Mientras todas las garzas aprovechaban el viento para jugar, volar más alto y aventurarse, Gaia se quedaba parada, encogida, de espaldas al viento, con miedo, esperando que pase.

Cuando el viento era fuerte, ella sentía que sus plumas se movían, su cuerpo se balanceaba. Ella odiaba eso. Le parecía una desconsideración. Si no cerraba las alas con fuerza, el viento podía pasar por debajo de ellas y hacerle perder el equilibrio.

Un día, una garza más vieja, dándose cuenta de la aflicción de la joven, fue a conversar con ella:

– ¿Qué pasa, querida mía, por qué estás así?

– El día estuvo genial, pero sentí una brisa fría. Creo que el tiempo va a cambiar y empezará ese ventarrón que no me gusta.

- Gaia, he notado que siempre quieres huir del viento, encogiéndote, escondiéndote, dándole la espalda.

- Claro, si pudiera lo apagaría, eso sí – respondió la joven garza, asustada.

– Pero, ¿sabías que es encarando al viento de frente que podemos despegar o aterrizar mejor, con más seguridad?

Gaia no lo sabía. Para ella, el viento solo confundía. Se quedó mirando a la garza más vieja, esperando más información.

La otra garza continuó:

- Cuando hace viento, si me quedara como tú, de espaldas, toda acurrucada, también me sentiría incómoda. Si quisiera levantar vuelo así, podría incluso perder el equilibrio y lastimarme. Entonces, lo que hago es voltearme hacia el viento, encararlo de frente y extender mis alas. ¡Entonces es una delicia! ¡Ni siquiera necesito hacer fuerza! El viento, me sostiene, bajo mis alas, me levanta y me lleva a pasear. Entonces allá arriba, me doy la vuelta y él me empuja para que pueda volar rápido, a donde quiera. Cuando llega el momento de descender, me doy la vuelta de nuevo, frente a él y él me ayuda a mantener el equilibrio para descender muy lentamente. ¡Es muy bueno! ¡Quisiera que algún día pudieras sentir eso!

- ¡Yo también! – respondió la garza pequeña, entristecida – no sé por qué soy así.

- Todo tiene una razón, una causa, ¿no es así, querida mía? Puede que no lo recuerdes, pero puede que te hayas asustado un poco en algún ventarrón, o te hayas impresionado con la historia de alguien. O incluso haberte lastimado, cuando eras pequeñita. Todo es posible. Pero lo que importa es que, sea lo que fuera, ya pasó. Y lo que tienes que vivir es el ahora, que puede ser diferente y hasta mejor de lo que imaginas. Piensa en esto, amiga mía, y buena suerte con el viento la próxima vez que venga.

La garza más vieja se alejó, fue a pescar un pez para comer. Y Gaia se quedó ahí, pensando en lo que habían conversado.

Tal vez no era lo mejor para ella quedarse intentando evitar el viento, de espaldas a él, por el resto de su vida. Tal vez el viento también tuviera un lado bueno.

Gaia no pudo cambiar de un día para el otro. Pero solo de pensar que el viento podría no ser tan malo, podría no estar queriendo provocarla, sino ayudarla como lo hacía con las otras, ya se sentía más calmada.

Al comienzo, se quedaba de espaldas a él, pero pasó a ya no tener tanto miedo. Después comenzó a abrir sus alas y jugar a que se dejaba llevar, cayéndose de un lado para el otro. Ella pasó a observar también lo que hacían las otras. Eso también ayudó, pues, dándose cuenta de su confianza, ella también se sentía valiente.

Y así, poco a poco, después de un buen tiempo, pero siempre intentando un poquito más, Gaia fue dejando atrás ese sufrimiento. Hasta que un bello día, se dio cuenta de que estaba logrando hacer lo que la garza más vieja hacía.

Ella había encarado al viento de frente, paseando con él y, lo más importante, se estaba sintiendo muy bien. Con empeño, coraje, y la ayuda del tiempo, Gaia consiguió finalmente superar su dificultad.

Todos nosotros podemos hacer como ella, cuando encontramos algún desafío en la vida. Es solo recordar que Dios siempre nos dará los recursos, pero sin olvidar que Él no nos exime de tener la voluntad de vencer.
 


 

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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