WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual Edições Anteriores Adicione aos Favoritos Defina como página inicial

Indique para um amigo


O Evangelho com
busca aleatória

Capa desta edição
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Rádio Espírita
On-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco

Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 9 - N° 457 - 20 de Marzo de 2016

Traducción
Carmen Morante - carmen.morante9512@gmail.com
 

 

La vendedora de flores
 

  

Josecito volvía de la casa de un amigo donde había pasado la mañana. Al cruzar la calle, vio a una joven con algunas flores en el brazo que ofrecía a los caminantes; sin embargo, nadie compraba sus lindas flores.

Entonces, Josecito cruzó la calle y se acercó a la muchacha. Desanimada, sentada en una banca, ella observaba las flores con tristeza. Al acercarse a ella, sonrió:

- ¡Qué lindas flores! Me gustaría comprarte todas, pero no tengo dinero. ¿Me puedes vender una?

- ¡Claro, joven! Cuesta un real cada una. ¡Puedes

escoger! – dijo la joven, más animada.

Josecito, antes de escoger la flor, metió su mano en el bolsillo de su pantalón para ver si tenía dinero alguno. Al sentir la moneda, sonrió y extendió la mano cogiendo una de las flores.

- ¡Escogió bien! ¡Esta flor es hermosa!... – dijo ella entregándole la flor y tomando la moneda de las manos del joven.

Josecito sujetó la flor y le preguntó si ya había vendido muchas, a lo que ella respondió:

- No, es el primero en comprar. ¡Gracias! Espero que le guste a su madre. Las flores son de mi mamá, que las aprecia mucho. Pero como necesitamos dinero, salí para ofrecerlas a quien quisiera comprarlas.

- No te preocupes. Conseguirás venderlas todas. ¿Cómo te llamas?

- Melina. Gracias.

Josecito fue a su casa, pero no lograba sacar a la vendedora de flores de su cabecita. Al llegar a casa, entregó la flor a su mamá:

- ¡Gracias, Josecito! Qué linda flor. ¿Dónde la conseguiste?

- ¡Una joven estaba vendiendo y la compré para dártela, mamá!

- Gracias, hijo mío. ¡Pero no deberías haber gastado tu dinero en mí! – consideró la mamá. – Ahora vamos a almorzar. Lávate las manos y siéntate; tu papá está por llegar.

Después del almuerzo, Josecito pidió a su papá:

- Papá, ¿puedes adelantarme mi mesada este mes?

- Claro, Josecito. Si necesitas, no hay problema, hijo mío.

- Gracias, papá.

Cuando el papá volvió al trabajo, Josecito salió también. Fue hasta la esquina y vio que la vendedora de flores aún estaba ahí. Y las flores también. Entonces compró otra flor, y se la llevó a su mamá. La mamá se extrañó por el nuevo regalo, pero agradeció, sin decir nada. ¡A media tarde, ya había recibido seis flores! Entonces llamó a su hijo, lo sentó en el sofá y le preguntó:

- Hijo mío, ¿qué está pasando? ¡Yo adoro las flores, pero solo hoy me regalaste seis! ¿De dónde las estás sacando? ¿De algún jardín? ¿De alguna plaza?

El muchacho bajó la cabeza y contó la verdad: que las estaba comprando a una muchachita pobre y, con los ojos húmedos, explicó:

- ¡Su mamá necesita dinero para poder comprar medicina para el hijo menor que está enfermo y para comida, pues están pasando hambre!

Con emoción, ella abrazó a su hijo:

- ¿Por qué no me contaste, Josecito? ¡Yo habría ayudado! ¿Dónde conseguiste dinero para comprar las flores?

- De mi mesada, mamá. Aún tenía un poco de monedas y pedí a papá que me adelantara mi mesada del mes.

- ¡Ah, yo estaba juzgándote mal, hijo mío! ¡Pensé que estabas robando de algún jardín o de una plaza! ¡Y estabas ayudando a alguien! – dijo la madre, abrazándolo.

Después de pensar, ella decidió:

- Ve a buscar a la chica de las flores y tráela a casa para almorzar. Voy a ver qué puedo hacer por ella y por su familia.

Contento, regresó corriendo al lugar donde estaba la muchacha y la invitó a almorzar en su casa, porque su mamá quería conocerla.

- ¿Aceptas?

- ¡Con mucho gusto!

Josecito la llevó hasta su casa y la madre quedó encantada al ver a la muchacha, aún tan pequeña y ya ayudando a su familia. Se sentaron con ella, haciéndole compañía mientras almorzaba, y la madre de Josecito se iba informando de la situación en la que ella vivía.

Al terminar de comer, la niña, que se llamaba, Melina, dijo:

- Gracias por el almuerzo, Doña Marta, pero necesito irme porque mi mamá debe estar preocupada por mí. ¡Salí de casa temprano y ya son las cuatro de las tarde!... 

La mamá de Josecito estuvo de acuerdo con ella y se ofreció en llevarla a su casa. Así, Josecito y su madre llevaron a Melina y conocieron a su mamá, quien explicó:
 

- Estoy en casa porque mi hijo menor está enfermo, de lo contrario también estaría trabajando. Estoy contenta de conocerla y a su hijo Josecito. Y, más que nada, les agradezco por la ayuda que le dieron a mi Melina.

- Pues pueden contar con nosotros para lo que fuera necesario, Helena. Traje medicina para la fiebre porque Melina dijo que su hermanito estaba

con fiebre. Pero, si tuviera una receta, compro todo lo que necesite para el pequeño.

- Se lo agradezco mucho. Realmente estamos necesitando todo. No solo de medicina, sino también de comida. Mi marido está desempleado y nuestra situación es muy difícil.

La madre de Josecito la tranquilizó, asegurándole que es nuestra obligación ayudarnos unos a los otros, y completó:

- ¿No nos dijo Jesús debemos amar a nuestro prójimo porque somos hermanos? Entonces, hoy usted necesita ayuda, mañana puedo ser yo. ¡Y entonces usted nos ayudará!...

MEIMEI

(Recibida por Célia X. de Camargo, el 18/01/2016.)


 

                                                                                   



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita