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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 9 - N° 456 - 13 de Marzo de 2016

Traducción
Carmen Morante - carmen.morante9512@gmail.com
 

 

Voluntad de ayudar
 

  

Lucía, de siete años de edad, fue a visitar a su abuelo Manuel que estaba enfermo y, al verlo, sintió una gran pena. ¿Cómo Dios, que era tan bueno, permitía que su abuelo sufriera tanto? – pensaba ella.  

Al verla con lágrimas en los ojos, su mamá la abrazó, se sentó con ella en el sofá de la sala, y quiso saber:

- ¿Por qué estás tan triste, hijita?

La niña levantó los ojos llenos de lágrimas y respondió:

- ¿Cómo no voy a estar triste, mamá? ¡Mi abuelo, que amo tanto, está enfermo, sufriendo y no puedo hacer nada para mejorar su situación!... ¡¿Por qué Dios, que es nuestro Padre, deja que mi abuelo sufra de esta manera?!...
 

La madre la abrazó con más fuerza, la acunó en sus brazos, y luego respondió:

- Hija, hay situaciones que no podemos evitar. Todos nosotros tenemos que pasar por problemas en la vida, pues son parte de la programación de nuestra existencia aquí en la Tierra. Cada uno enfrentará aquello que merece de acuerdo con sus necesidades de cambio interior, con el fin de convertirse en alguien mejor, más lleno de amor por sus semejantes.

- ¡Ah! ¡¿Quieres decir que, si uno necesita sufrir, es mejor que su sufrimiento sea más rápido para que se libere de esa situación?! ...

La madre entendió la manera de pensar de su hija, pero explicó:

- Hija, entiendo lo que estás pensando, pero no es así como funciona todo. Si alguien está sufriendo, debemos buscar siempre tratar de aliviar su dolor, y no pensar que sería mejor que sufriera rápido para liberarse del problema.

- ¿Por qué no, mamá?

- Piensa conmigo. Si tu perrito Belo estuviera enfermo, ¿qué harías?

- ¡Lo llevaría al veterinario quien, viendo lo que tiene, le daría la medicina para curarlo!

- ¿Y después?

- ¡Luego, al volver a casa, yo cuidaría bien de él para verlo más animado y feliz!

La madre sonrió ante la respuesta de su hija y confirmó:

- Tienes razón, Lucía. Tenemos que cuidar bien de nuestro animalito de compañía. ¿Pero y si fuera Fofo, tu gatito, el que estuviera enfermo? - preguntó la madre.

- ¡Ah, haría lo mismo! ¡Lo llevaría al veterinario y luego cuidaría de él para que pronto se ponga bien!

- Perfecto, Lucía. Entonces, ¿por qué con el abuelo deseas que aumente su sufrimiento,  cuando podemos aliviarlo?

La niña se quedó pensativa por un momento, después respondió:

- Ah, no lo sé mamá. ¡Pensé que el abuelo, pagando pronto su deuda, sería más feliz!

- Sin duda. Pagando sus deudas, tu abuelo será más feliz, tendrá más tranquilidad y paz en esta vida. Pero no podemos pensar que debemos aumentar su sufrimiento para que pague pronto su cuenta con la Justicia Divina. Debemos pensar: ¿Qué colocó Dios en mi ayuda para aliviar el sufrimiento del abuelo?

- ¡Ah, entendí, mamá! Quieres decir que debemos hacer todo para ayudar al abuelo a no sufrir así, ¿verdad?

- Así es, querida. Si el abuelo tiene que pasar por dificultades, ¿qué podemos hacer para ayudarlo a no sufrir tanto?

La niña pensó y pensó... entonces respondió:

- ¡Tenemos que cuidar de él, ayudarlo a comer, darle agua, hacerle caricias y, cuando él quiera dormir, cantarle para que duerma!... Hay una canción que el abuelo siempre me cantaba a la hora de dormir. ¡Ahora, la voy a cantar para él!

La madrecita estuvo de acuerdo, dándole un beso a su hija.

Más tarde, a la hora de dormir, Lucía, que estaba cerca del abuelo Manuel, vio que él tenía sueño y comenzó a cantar la canción de cuna que a ella le más gustaba. Acercó una silla y, subiéndose en ella, estuvo a la altura del abuelo acostado. Entonces, como había visto a su madre hacerlo, extendió los brazos con mucho amor, como si aplicara un pase, y comenzó a cantar...
 

Pronto, el abuelo estaba durmiendo y ellas salieron de la habitación para que se quede tranquilo.

A la mañana siguiente, al despertar, la pequeña Lucía corrió a la habitación del abuelo para ver cómo había pasado la noche, y su abuelo sonrió, diciendo:

- Mi nietita, ¡tú que me ayudaste mucho ayer! Cantaste para mí, pero más que cantar, me aplicaste un pase, y dormí bien, como hacía mucho no lo hacía. ¡Gracias! El abuelo está muy bien hoy gracias a ti! ...

La niña se subió de nuevo a la silla y dio un gran abrazo abuelo, diciendo:

- ¡Que bueno, abuelo! Entonces, ¡todas las noches voy a cantar para ti y aplicarte pases!

La madre, que había entrado en la habitación y había escuchado la conversación, dijo a su padre:

- Papá, ¡así vas a hacer que mi hija piense que realmente te ayudó!... ¡Es una niña y se volverá vanidosa!

El padre miró a su hija y respondió risueño:

- ¡Pues es verdad! Lucinha cantó y me aplico un pase. ¡Hoy no siento dolor y dormí muy bien! ... ¡Créeme, hija mía! ...

La madre, sorprendida, miró a la pequeña que miraba con ojos de sorpresa y dio agradeció:

- Gracias, hijita, por haber ayudado al abuelo. Jesús escuchó nuestras oraciones, atendiéndonos a través de ti! ...

MEIMEI

(Recibida por Célia X. de Camargo, el 19/10/2015.)


 

                                                                                   



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