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Año 9 - N° 455 - 6 de Marzo de 2016
Traducción
Elza Ferreira Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 

 


La primera necesidad
de los espíritas
 

En la parte final de su libro Instrucciones Prácticas sobre las Manifestaciones Espíritas, obra publicada en el año 1858, Allan Kardec dice que el Espiritismo es el más poderoso auxiliar de las ideas religiosas, pues que da al hombre la convicción de su destino futuro, y, como tal, debe ser acogido como un beneficio para la Humanidad. Él reanimó en más de un corazón la fe en la Providencia, hizo renacer la esperanza en el lugar de la duda, arrancó más de una víctima del suicidio, restableció la paz y la concordia en las familias, calmó odios, amortiguó pasiones brutales, desarmó la venganza y llevó la resignación para el alma del sufridor.

Dicho eso, concluyó el codificador:

“¿Es él subversivo del orden social y del orden pública? Una doctrina que condena el odio y el egoísmo, que pregona el desinterés, el amor al prójimo, sin excepción de sectas o castas, no puede excitar pasiones hostiles. Y sería de desear, para la tranquilidad del mundo y la felicidad del género humano, que todos los hombres comprendiesen y practicasen tales principios: no tendrían más que temer unos de los otros.” (Obra citada, traducción de Cairbar Schutel, cap. XI, pág. 189.)

Comparando el texto arriba con lo que se observa en las lides espíritas, no es difícil a nadie observar que la práctica ni siempre acompaña la teoría. Y no acompaña porque nosotros, seres encarnados, no tenemos por costumbre dar atención a los innúmeros apuntes que hace mucho tiempo los Bienhechores espirituales nos tienen enviado.

He aquí uno de ellos, que es muy conocido y ciertamente ignorado:

“La primera necesidad del médium es evangelizarse a sí mismo, antes de entregarse a las grandes tareas doctrinarias, pues de otra manera podrá chocarse siempre con el fantasma del personalismo, en detrimento de su misión.” (El Consolador, cuestión 387.)

Uno de los grandes problemas que deparamos en la Casa Espírita y en las lides espíritas en general es exactamente el personalismo, que genera los melindres, la incomprensión y enormes dificultades de relacionamiento, inexplicables cuando los personajes envueltos son espíritas convictos.

Emmanuel, autor del libro El Consolador, explicó en la misma obra, páginas adelante, porque muchos médium han fracasado en su importante tarea – y no nos referimos aquí tan solamente a los médium psicógrafos o psicófonos, pero a todos los médium: intuitivos, pasistas, los que curan, los esclarecedores…

Dos enemigos les aparecen delante.

El primer enemigo, dice Emmanuel, reside dentro de ellos mismos. Es, con frecuencia, el personalismo, la ambición, la ignorancia o la rebeldía en el desconocimiento de sus deberes a la luz del Evangelio, lo que, no raramente, los conduce a la falta de vigilancia, a la liviandad y a la confusión de los campos improductivos.

El segundo enemigo del apostolado mediúmnico se sitúa en el propio seno de las instituciones espíritas, cuando el individuo se convenció cuanto a los fenómenos, pero no se convirtió al Evangelio por el corazón y trae para las hileras del Espiritismo sus caprichos personales, sus pasiones inferiores, sus tendencias nocivas. Hablan de la caridad, humillando todos los principios fraternos. Irónicos, acusadores, proceden casi siempre como niños livianos e inquietos.

Si en el grupo donde actuamos tales cosas aún ocurren, nos acordemos de que las advertencias de Emmanuel, arriba reproducidas, fueron psicografadas por Chico Xavier hace 75 años…





 


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O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita