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Estudio de las Obras de Allan Kardec Português   Inglês

Año 9 - N° 454 - 28 de Febrero de 2016

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 
 

Instrucciones Prácticas sobre las Manifestaciones Espíritas

Allan Kardec

(Parte 13 y final)

Concluimos en esta edición el estudio del libro Instrucciones Prácticas sobre las Manifestaciones Espíritas, obra publicada por Allan Kardec en el año 1858. Las páginas citadas en el texto sugerido para la lectura se refieren a la edición publicada por la Casa Editorial O Clarim, basada en la traducción hecha por Cairbar Schutel.

Preguntas para debatir

A. ¿Pueden los Espíritus predecir el futuro?

B. ¿Puede ser remunerado el ejercicio de las facultades mediúmnicas?

C. ¿Por qué Kardec propone que, en el estudio del Espiritismo, debemos comenzar por la teoría y dejar la experimentación para más tarde?

Texto para la lectura

154. El mundo espírita presenta tanta variedad desde el punto de vista intelectual y moral como la Humanidad; debemos incluso decir: mucho más. (Cap. IX, pág. 177.)

155. Hasta hace poco, la suerte que nos estaba reservada constituía, para nosotros, un objeto de simple enseñanza teórica. Las manifestaciones espíritas ponen ese destino al descubierto, nos lo hacen tocar con el dedo y ver con los ojos, a través de ejemplos típicos impresionantes y cuya realidad no puede ser puesta en duda. (Cap. IX, pág. 178.)

156. Si la evocación de los Espíritus de hombres ilustres y de Entidades superiores es eminentemente útil por la enseñanza que nos brindan, la de los Espíritus comunes no lo es menos, porque ellos se describen a sí mismos en su inferioridad y, cuanto menor es la distancia que les separa de nosotros, mayor identificación encontramos con nuestra propia situación. (Cap. IX, pág. 178.)

157. Ellos nos ofrecen, con frecuencia, rasgos característicos del más alto interés y agregaremos que es en ese círculo, de cierto modo íntimo, donde la identidad de los Espíritus se revela de la manera más indiscutible. (Cap. IX, pág. 179.)

158. La manera de hacer las preguntas y de coordinarlas es, como hemos visto, una cuestión esencial. Se encontrarán numerosas ilustraciones al respecto, en los artículos publicados en la “Revista Espírita”, bajo el título de “Conversaciones familiares de ultratumba”. (Cap. IX, pág. 180.)

159. El conocimiento de la ciencia espírita se basa en una convicción moral y en una convicción material. La primera se adquiere por el razonamiento, la segunda por la observación de los hechos. (Cap. X, pág. 181.)

160. Una lectura atenta de nuestras obras será una primera iniciación que permitirá esperar los hechos o dará los medios para provocarlos con conocimiento de causa, si nada se opone a ello. En estas “Instrucciones Prácticas” se encontrarán todos los principios fundamentales necesarios para los principiantes. En la “Revista Espírita”, además de explicaciones extensas, encontrarán una variedad considerable de hechos y observaciones. En fin, en “El Libro de los Espíritus” tenemos la misma enseñanza de los Espíritus sobre todas las cuestiones de metafísica y moral que se relacionan con la Doctrina Espírita. (Cap. X, pág. 182.)

161. Los adversarios del Espiritismo emplearon contra él, al principio, el arma del ridículo y, sin contemplaciones, tacharon de locos a todos sus partidarios. Esa arma no sólo resultó inocua, sino que comenzó a volverse ridícula, en tanto aumenta el número de esos pretendidos locos en todos los países. Cambiaron entonces sus armas y pasaron a resaltar los peligros que supuestamente derivan de él. (Cap. XI, pág. 183.)  

162. Si el Espiritismo es una realidad, es porque está en la Naturaleza, porque no es una teoría, una opinión, un sistema: implica hechos. Si es peligroso, es necesario darle una dirección. No se suprime un río, se dirige su curso. (Cap. XI, pág. 184.)

163. Los adversarios señalan dos peligros en el Espiritismo: a) produciría una impresión perjudicial sobre las facultades mentales; b) destruye la religión. (Cap. XI, págs. 184 y 185.)

164. El mayor enemigo de la religión es el materialismo. Y éste no tiene adversario más rudo que la Doctrina Espírita. El Espiritismo ha conducido ya al Espiritualismo a numerosos materialistas que, hasta entonces, habían resistido a todos los argumentos teológicos. Es que el Espiritismo hace más que argumentar: ¡hace las cosas patentes! (Cap. XI, pág. 188.)

165. El Espiritismo es, así, el auxiliar más poderoso de las ideas religiosas, porque da al hombre la convicción de su destino futuro y, a este título, debe ser acogido como un beneficio para la Humanidad. Él reanimó en más de un corazón la fe en la Providencia, hizo renacer la esperanza en lugar de la duda, arrancó del suicidio a más de una víctima, restableció la paz y la concordia en las familias, calmó odios, apaciguó pasiones brutales, desarmó la venganza y llevó la resignación al alma del que sufre. (Cap. XI, págs. 188 y 189.)

166. ¿Es un subversivo del orden social y del orden público? Una doctrina que condena el odio y el egoísmo, que predica el desinterés y el amor al prójimo, sin distinción de sectas o castas, no puede excitar pasiones hostiles. Y sería de desear, para el sosiego del mundo y la felicidad de género humano, que todos los hombres comprendieran y practicaran tales principios: no tendrían nada que temer los unos de los otros. (Cap. XI, pág. 189.)

Respuestas a las preguntas propuestas

A. ¿Pueden los Espíritus predecir el futuro?

Depende. La Providencia fue sabia ocultándonos el futuro. ¡Cuántos tormentos nos ahorra esta ignorancia! Sin contar que, si lo conociéramos, nos abandonaríamos como ciegos a nuestro destino, abdicando toda iniciativa. Los mismos Espíritus no lo conocen sino en razón de su elevación; he ahí por qué los Espíritus inferiores, en sus sufrimientos, creen que sufrirán siempre. Los que tienen conocimiento del porvenir no lo revelan. Pueden, cuando mucho, levantar una punta del velo que lo cubre. Pero, entonces, lo hacen espontáneamente porque lo juzgan útil, nunca a nuestro pedido. Lo mismo sucede en relación a nuestro pasado. (Obra citada, cap. VIII, pág. 173.)

B. ¿Puede ser remunerado el ejercicio de las facultades mediúmnicas?

No. Nada se prestaría más al charlatanismo y al embuste que semejante tarea. Si se ha visto falsos sonámbulos, se verían muchos más médiums falsos, y sólo esa razón sería un motivo fundado de desconfianza. El desinterés, por el contrario, es la respuesta más perentoria que se puede oponer a los que no ven en los hechos espíritas sino una hábil artimaña. ¡No hay charlatanismo desinteresado! Además, ¿cómo podríamos suponer que un Espíritu, que sea algo elevado, pudiese estar, a cualquier hora del día, a las órdenes de un negociante de consultas y sometido a sus exigencias para satisfacer la curiosidad del primero que llegue? Se conoce la aversión de los Espíritus a todo lo que huela a codicia y egoísmo, o el poco caso que hacen de las cosas materiales. ¿Podríamos admitir que ellos ayuden a comerciar sirviendo de intermediarios? Esto repugna a la razón y sería mostrar que se conoce muy poco la naturaleza del mundo espírita para creer que eso pueda suceder. (Cap. VIII, págs. 174 a 176.)

C. ¿Por qué Kardec propone que, en el estudio del Espiritismo, debemos comenzar por la teoría y dejar la experimentación para más tarde?

Los fenómenos del alcance de la Química y la Física pueden ser reproducidos a voluntad; se puede, pues, hacerlos pasar gradualmente ante los ojos del alumno partiendo de lo más simple a lo más complejo. No sucede lo mismo con los fenómenos espíritas: no los manejamos como una máquina eléctrica. Es necesario tomarlos como se presentan, pues no depende de nosotros determinar su orden metódico. De allí resulta que muchas veces estos son ininteligibles o poco concluyentes para los principiantes y, por lo tanto, pueden causar admiración sin convencer.

Se puede evitar ese inconveniente siguiendo una marcha contraria, es decir, empezando por la teoría y ese es el proceso que aconsejamos a toda persona que desee honestamente esclarecerse. Por el estudio de los principios de la ciencia, principios perfectamente comprensibles incluso sin la experimentación práctica, se adquiere una primera convicción moral que no necesita ser corroborada por los hechos. Ahora bien, como en ese estudio preliminar todos los hechos serán pasados por una revisión y comentados, resulta de ello que cuando los vemos los comprendemos, cualquiera que sea el orden en el que las circunstancias permitan observarlos. (Cap. X, págs. 181 y 182.)

 
 

 


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