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Estudio de las Obras de Allan Kardec Português   Inglês

Año 9 - N° 452 - 14 de Febrero de 2016

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 
   

Instrucciones Prácticas sobre las Manifestaciones Espíritas

Allan Kardec

(Parte 11)
 

Continuamos en esta edición el estudio del libro Instrucciones Prácticas sobre las Manifestaciones Espíritas, obra publicada por Allan Kardec en el año 1858. Las páginas citadas en el texto sugerido para la lectura se refieren a la edición publicada por la Casa Editorial O Clarim, basada en la traducción hecha por Cairbar Schutel.

Preguntas para debatir  

A. ¿Qué recomendaciones hace Kardec acerca del horario y el local de las reuniones mediúmnicas?

B. Kardec dice que podemos evocar a todos los Espíritus. Preguntamos: a) ¿existe una fórmula especial para ello? b) ¿la evocación garantiza su presencia?

C. ¿Conviene dirigir preguntas a los Espíritus?

Texto para la lectura

128. El primer indicio de disposición para escribir es una especie de estremecimiento en el brazo y en la mano: poco a poco la mano es empujada por un impulso que no puede resistir. (En “El Libro de los Médiums”, cap. XVII, ítem 214, vemos que ese indicio es típico de los psicógrafos mecánicos, no de los intuitivos.) (Cap. V, pág. 134.)

129. Si muchos lo experimentaran, casi no se encontrará una familia que no tenga un médium escribiente entre los suyos, incluso aunque sea niño. (Cap. V, pág. 135.)

130. Todo aquél que recibió la facultad de escribir bajo la influencia de los Espíritus, posee un recurso precioso, porque se convierte en intérprete entre el mundo visible y el invisible. Esa es una misión que recibió para el bien, pero de la cual no debe sacar ventaja, puesto que la facultad le puede ser retirada si hace mal uso de ella. (Cap. V, págs. 135 y 136.)

131. ¿Por qué los médiums no escriben en todas las lenguas? El Espíritu extraño comprende, sin duda, todas las lenguas porque las lenguas son la expresión del pensamiento. Pero para transmitir ese pensamiento necesita un instrumento adecuado, que es el médium. El alma del médium no puede transmitir sino por los órganos de su cuerpo; ahora bien, esos órganos no pueden tener para una lengua desconocida, la flexibilidad que tiene para la que les es familiar. Esto constituye una dificultad y crea una resistencia mecánica a la fluidez de la comunicación. A un buen obrero no le gusta hacer uso de malas herramientas. (Cap. VI, págs. 140 y 141.)

132. Resulta entonces que, con algunas excepciones, el médium transmite el pensamiento de los Espíritus por los medios mecánicos que están a su disposición, y que la expresión de ese pensamiento puede resentirse de la imperfección de esos medios. Así, el hombre inculto, el campesino, podrá decir las cosas más hermosas, expresar los pensamientos más elevados, hablando como campesino. Para los Espíritus el pensamiento es todo, la forma nada es. Esto responde a la objeción de ciertas críticas con respecto a las incorrecciones de estilo y de ortografía que les pueden reprochar y que dependen tanto del médium como del Espíritu. (Cap. VI, pág. 142.)

133. La facultad mediúmnica no basta para garantizar las buenas comunicaciones. Es necesario, ante todo y como una condición expresa, un médium simpático a los buenos Espíritus. Ciertas personas están, sin embargo, mal dotadas en lo que se refiere a las comunicaciones. Esto constituye el indicio seguro de la naturaleza de los Espíritus que se agrupan en torno a ellas, pues los Espíritus superiores no transmiten comunicaciones triviales o groseras. (Cap. VI, pág. 143.)

134. No estarán de más todos los esfuerzos que hagan esos médiums para deshacerse de acólitos tan poco recomendables, a menos que se complazcan en esa especie de conversaciones. (Cap. VI, pág. 143.)

135. No es necesario ser médium para atraer a los seres del mundo invisible. El espacio está poblado de ellos: los tenemos sin cesar alrededor de nosotros y a nuestro lado. Ellos nos ven, nos observan, se mezclan en nuestras reuniones, nos siguen o huyen de nosotros, conforme los atraemos o rechazamos. La facultad mediúmnica no desempeña ningún papel en eso: es sólo un medio de comunicación. (Cap. VII, pág. 145.)

136. Consideremos el estado moral de nuestro globo y comprenderemos cuál es el género de Espíritus que debe dominar entre los Espíritus errantes. Los Espíritus no son otra cosa que nuestras almas desprendidas de nuestros cuerpos y que llevan consigo el reflejo de nuestras cualidades y nuestras imperfecciones. El mundo espírita no es, pues, en realidad, sino un extracto quintaesenciado del mundo corporal y que de él transmite los buenos y los malos olores. (Cap. VII, págs. 145 y 146.)

137. No siempre basta que una reunión sea seria para obtener comunicaciones de orden elevado. Hay personas que nunca ríen y no por ello su corazón es más puro. Ahora bien, es el corazón, sobre todo, el que atrae a los buenos Espíritus. Ninguna condición moral puede ser descuidada en las comunicaciones espíritas. (Cap. VII, págs. 146 y 147.)

138. Las reuniones frívolas tienen un grave inconveniente, a saber: ciertas personas pueden tomar en serio lo que la mayoría de las veces no pasa de ser una broma de parte de los Espíritus ligeros, que se divierten a costa de los que les dan oídos. (Cap. VIII, pág. 151.)

139. El silencio y el recogimiento son condiciones de importancia primordial en las reuniones espíritas. Pero también tiene importancia la regularidad con que deben ser realizadas. (Cap. VIII, pág. 151.)

140. De la posibilidad de evocar los Espíritus desencarnados resulta la de evocar el Espíritu de una persona viva. En ese caso, éste responde como Espíritu y no como hombre y, muchas veces, sus ideas no son las mismas. Estas evocaciones exigen prudencia, porque hay circunstancias en que podrían ser inconvenientes. (Cap. VIII, pág. 160.)

Respuestas a las preguntas propuestas

A. ¿Qué recomendaciones hace Kardec acerca del horario y el local de las reuniones mediúmnicas?

Las reuniones deben realizarse en días y horarios fijos. Los horarios distanciados de las ocupaciones cotidianas, y por ello favorecidos por la tranquilidad y la despreocupación, son preferibles.

En cuanto al local, es conveniente mantenerlo y no hacer cambios sin necesidad. El fluido vital de cada Espíritu errante o encarnado es, de cierto modo, un foco que irradia a su alrededor por el pensamiento. Se concibe, pues, que en un local permanente debe haber un efluvio de ese fluido que forma, por así decirlo, una atmósfera moral con la cual los Espíritus se identifican.

El local preferible es aquél que, además de estar exclusivamente consagrado a esta práctica, nunca fuese profanado por preocupaciones vulgares, porque en él tendríamos una especie de santuario del que estarían excluidos los malos Espíritus. Allí los elementos de la atmósfera moral no estarían, por otro lado, tan mezclados como en un local cualquiera. (Obra citada, cap. VIII, págs. 152 a 154.)

B. Kardec dice que podemos evocar a todos los Espíritus. Preguntamos: a) ¿existe una fórmula especial para ello? b) ¿la evocación garantiza su presencia?

No existe una fórmula sacramental o mística para ser utilizada en las evocaciones. Basta hacerlo en nombre de Dios, en los términos siguientes o en otros equivalentes: Ruego a Dios todopoderoso que permita al Espíritu de … comunicarse con nosotros. O sino: En nombre de Dios todopoderoso pido al Espíritu de … que venga a comunicarse con nosotros.

La facultad de evocar a cualquier Espíritu no implica, para él, la necesidad de estar a nuestras órdenes. Él puede venir en un momento y no en otro, con tal médium o tal evocador que le agrade y no con tal otro. Además, causas que dependen o no de su voluntad pueden impedir que se presente. (Cap. VIII, págs. 156 a 161.)

C. ¿Conviene dirigir preguntas a los Espíritus?

Sí. Las lecciones transmitidas por los Espíritus serían, con frecuencia, muy limitadas, si no fuesen estimuladas por nuestras preguntas. Hay casos en los que incluso ellos mismos provocan las preguntas, diciendo: “¿Qué quieres? Pregunta y te responderé”. En otras situaciones ellos mismos nos interrogan, no para instruirse sino para ponernos a prueba o para que expresemos con más claridad nuestro pensamiento. Limitarnos en su presencia a un papel puramente pasivo sería, pues, un exceso de sumisión que ellos no exigen. 

Debemos tener como regla general: Cuando un Espíritu habla, no se debe interrumpirle; y cuando él manifiesta, por un signo cualquiera, su intención de hablar, debemos esperar y no interrumpirle hasta que estemos seguros de que no tiene nada más que decir.

Si, en principio, las preguntas no desagradan a los Espíritus, hay algunas que les resultan soberanamente antipáticas y de las cuales debemos abstenernos completamente, bajo pena de no obtener respuesta o de obtenerlas deficientes. Cuando decimos que ciertas preguntas son antipáticas, queremos referirnos a los Espíritus elevados.

En cuanto a si nos responden o no, debemos entender que los Espíritus pueden abstenerse de responder por varios motivos: 1º) la pregunta puede desagradarles; 2º) ellos no siempre tienen los conocimientos necesarios; 3º) hay cosas que les está prohibido revelar. Si no satisfacen a una pregunta es porque no quieren, no pueden o no deben. Sea cual fuera el motivo, es regla invariable que todas las veces que un Espíritu se rehúsa categóricamente a responder, nunca se debe insistir. (Cap. VIII, págs. 166 y 167.) 

 

 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita