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Estudio de las Obras de Allan Kardec Português   Inglês

Año 9 - N° 451 - 7 de Febrero de 2016

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 
   

Instrucciones Prácticas sobre las Manifestaciones Espíritas

Allan Kardec

(Parte 10)
 

Continuamos en esta edición el estudio del libro Instrucciones Prácticas sobre las Manifestaciones Espíritas, obra publicada por Allan Kardec en el año 1858. Las páginas citadas en el texto sugerido para la lectura se refieren a la edición publicada por la Casa Editorial O Clarim, basada en la traducción hecha por Cairbar Schutel.

Preguntas para debatir  

A. La comunicación espírita exige la identificación entre el Espíritu y el médium, lo que se establece por la simpatía o afinidad que existe entre ellos. ¿Qué cualidades del médium atraen a los Espíritus buenos? ¿Qué defectos los alejan?

B. ¿Hay, como algunos pretenden, influencia del medio sobre las manifestaciones? ¿Cómo podemos resumir este asunto?

C. Una reunión mediúmnica, ¿es un elemento decisivo para convencer a las personas que desean afirmar sus convicciones? 

Texto para la lectura 

115. Los médiums facultativos son aquellos que tienen conciencia de su poder y producen fenómenos espíritas por la acción de su voluntad. La facultad mediúmnica, si bien es inherente a la especie humana, está lejos de existir en todos en el mismo grado; pero, si  son pocas las personas en quienes es prácticamente nula, las capaces de producir grandes efectos son aún más raras. (Cap. V, pág. 127.)

116. Los efectos más simples son los del movimiento de objetos, los golpes dados por la suspensión de esos objetos o en su propia sustancia. Pero es necesario notar que la facultad de producir efectos materiales raras veces existe en aquellos que tienen medios más perfectos de comunicación. (Cap. V, págs. 127 y 128.)

117. De todos los medios de comunicación, la escritura es el más simple, el más cómodo y sobre todo el más completo. Hacia él deben dirigirse todos los esfuerzos, pues permite establecer con los Espíritus relaciones tan seguidas y tan regulares como las que existen entre los hombres. Es incluso el medio a través el cual los Espíritus revelan mejor su naturaleza y el grado de su perfección o inferioridad. (Cap. V, pág. 128.)

118. La facultad de escribir es, para un médium, la más susceptible de desarrollar mediante el ejercicio. (Cap. V, pág. 128.)

119. El proceso es de lo más sencillo. Consiste simplemente en tomar papel y lápiz y colocarse, sin mayor preocupación, en la posición de una persona que escribe. Pero para tener éxito, son indispensables ciertas medidas preliminares. (Cap. V, pág. 129.)

120. Es necesario, en primer lugar, evocar al Espíritu que deseamos que se comunique. No existe para esto ninguna fórmula sacramental. Se debe evocar, de preferencia, a un Espíritu que nos sea simpático, un pariente o un amigo. Como puede suceder que él no pueda acudir a nuestro llamado, es siempre útil evocar también a un Espíritu familiar, sea el que fuere, sin que sea necesario saber su nombre porque está siempre con nosotros. (Cap. V, pág. 129.)

121. La pregunta dirigida al Espíritu debe ser simple y directa. Al inicio del desarrollo de la psicografía, es útil que la pregunta suscite una respuesta del tipo sí o no, para facilitar la comunicación. El objetivo es, entonces, establecer una comunicación. Pero es esencial que la pregunta no sea fútil, que no tenga relación con asuntos de interés privado y sea la expresión de un sentimiento de benevolencia y simpatía para con el Espíritu a quien nos dirigimos. (Cap. V, pág. 130.)

122. Otro elemento no menos necesario para obtener el fenómeno, es la calma y el recogimiento, unidos al deseo sincero y una firme voluntad de lograr el contacto espiritual. Queda, entonces, sólo una expectativa: esperar sin impaciencia y renovar todos los días los intentos, durante 10 ó 15 minutos como máximo, cada vez, y esto durante 15 días, un mes, dos meses o más, si fuera necesario. Pero si después de tres meses no se obtiene nada, será inútil continuar. (Cap. V, págs. 130 y 131.)

123. Un medio que generalmente da buen resultado, ya sea para apresurar el desarrollo o para hacer que una persona pueda psicografiar, consiste en emplear como auxiliar momentáneo a un buen médium escribiente u otro ya desarrollado. Si él pone su mano sobre la mano que debe escribir, es raro que ésta no lo haga inmediatamente. (Cap. V, pág. 132.)

124. Es suficiente, algunas veces, magnetizar fuertemente el brazo y la mano de la persona que desea escribir. En algunas experiencias, basta que el magnetizador se limite a colocar la mano sobre el hombro del paciente y éste se pone de inmediato a escribir bajo esa influencia. El mismo efecto se puede obtener sin ningún contacto, y sólo por la acción de la voluntad. (Cap. V, pág. 132.)

125. El poder que permite desarrollar en otros la facultad de escribir constituye una variedad de médiums que denominamos médiums formadores. Y lo más extraño es que esta facultad existe en personas que no son, ellas mismas, médiums escribientes. (Cap. V, págs. 132 y 133.)

126. La fe en el médium aprendiz no es condición de rigor. Sin duda secunda los esfuerzos, pero no es indispensable. El deseo y la buena voluntad son suficientes. Hay personas incrédulas que escriben mediúmnicamente, sin desearlo, mientras que creyentes sinceros no lo consiguen, lo que prueba que la facultad depende de una predisposición orgánica. (Cap. V, pág. 133.)

127. Se recomienda evitar todo lo que puede estorbar el libre movimiento de la mano. Es incluso preferible que ésta no descanse completamente sobre el papel. La punta del lápiz debe apoyarse lo suficiente para escribir, pero no tanto que experimente resistencia. (Cap. V, págs. 133 y 134.)

Respuestas a las preguntas propuestas

A. La comunicación espírita exige la identificación entre el Espíritu y el médium, lo que se establece por la simpatía o afinidad que existe entre ellos. ¿Qué cualidades del médium atraen a los Espíritus buenos? ¿Qué defectos los alejan?

Las cualidades que atraen a los buenos Espíritus son: la bondad, la benevolencia, la sencillez de corazón, el amor al prójimo y el desapego de las cosas materiales. Los defectos que los alejan son: el egoísmo, la envidia, los celos, el odio, la codicia, la sensualidad y todas las pasiones por las cuales el hombre se esclaviza a la materia. Un médium por excelencia sería, pues, aquél que a la facilidad de la ejecución, uniese el más alto grado de las cualidades morales. (Obra citada, cap. VI, págs. 142 y 143.)

B. ¿Hay, como algunos pretenden, influencia del medio sobre las manifestaciones? ¿Cómo podemos resumir este asunto?

Sí. Es enorme la influencia del medio sobre la naturaleza de las manifestaciones inteligentes. En resumen, las condiciones del medio serán mejores cuanta más homogeneidad, cuanto más sentimientos puros y elevados, más deseo sincero de instruirse sin pensamientos preconcebidos existan para el bien. En esa situación, tres elementos pueden influenciar alternada o simultáneamente: el conjunto de los asistentes, por los Espíritus que atraen; el médium, por la naturaleza de su propio Espíritu que sirve de intérprete; y la persona que orienta los trabajos. Ésta puede, por sí sola, dominar todas las otras influencias y, más aún, todas las condiciones desfavorables del medio; puede a veces obtener resultados destacados gracias a su ascendiente, si el objetivo que se propone es útil. Los Espíritus superiores acuden a su llamado y en su favor. Los demás se callan como los alumnos ante sus maestros. La influencia del médium hace comprender que cuanto menos numerosos somos en las reuniones, mejor se desarrollan éstas, porque así es más fácil obtener homogeneidad. Las pequeñas reuniones íntimas son siempre más favorables a las hermosas comunicaciones. (Cap. VII, págs. 147 a 149.) 

C. Una reunión mediúmnica, ¿es un elemento decisivo para convencer a las personas que desean afirmar sus convicciones?

No. La convicción sólo se adquiere con la experiencia. En cuanto a las personas que nunca tuvieron una experiencia, no es allí donde deben recibir las primeras lecciones ni tampoco afirmar sus  convicciones. Correrían el riesgo de concebir una imagen distorsionada de los seres que componen el mundo espírita, un poco más o menos como si se juzgase a toda la población de una gran ciudad por los habitantes de sus suburbios.  (Cap. VIII, págs. 150 y 151.) 

 

 


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