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Estudio de las Obras de Allan Kardec Português   Inglês

Año 9 - N° 450 - 31 de Enero de 2016

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 
   

Instrucciones Prácticas sobre las Manifestaciones Espíritas

Allan Kardec

(Parte 9)
 

Continuamos en esta edición el estudio del libro Instrucciones Prácticas sobre las Manifestaciones Espíritas, obra publicada por Allan Kardec en el año 1858. Las páginas citadas en el texto sugerido para la lectura se refieren a la edición publicada por la Casa Editorial O Clarim, basada en la traducción hecha por Cairbar Schutel.

Preguntas para debatir  

A. ¿Qué medidas debemos tomar, según Kardec, cuando la facultad mediúmnica se desarrolla espontáneamente en un individuo?

B. ¿Cómo se opera la transmisión del pensamiento de los Espíritus que se comunican a través de la escritura?

C. Kardec dice que hay casos en los que el comunicante no es un Espíritu extraño, sino la propia alma del médium. Es lo que se llama fenómeno anímico. ¿Cómo entonces podremos saber si en una manifestación hay la intervención de un Espíritu extraño? 

Texto para la lectura 

102. Ese estado de confusión post-mortem persiste por un tiempo más o menos largo. Hemos visto Espíritus que se habían desprendido completamente a los tres o cuatro días; otros no lo estaban aun después de muchos meses. Cuando la muerte es natural, es decir, cuando sucede por la extinción gradual de las fuerzas vitales, el alma ya está en parte desligada antes de la cesación completa de la vida orgánica, y se reconoce más rápidamente. Lo mismo ocurre con los hombres que, durante su vida, se elevaron con el pensamiento sobre las cosas materiales. (Cap. III, pág. 104.)

103. Desprendida de la vestimenta corporal, el alma se encuentra en su estado normal de Espíritu. Sus cualidades y defectos permanecen con él, siendo necesario que pase de nuevo por el tamiz de la vida corporal para dejar en él algunas de sus impurezas y elevarse algunos escalones. (Cap. III, págs. 104 y 105.)

104. El estado de transición de la vida corporal al mundo espiritual varía conforme al grado evolutivo de las personas. Para el hombre de bien, el despertar siempre es sereno, dulce y aplacible. Para aquél cuya conciencia está cargada de perjuicios, para el hombre materializado que puso todas sus alegrías en la satisfacción de su cuerpo, es terrible. Ellos sufren mucho, y ese padecimiento puede durar tanto como su vida errante: sufren hasta que un rayo de esperanza viene lucir ante sus ojos. (Cap. III, pág. 105.)

105. Los Espíritus pueden comunicarse con nosotros por diferentes medios. Primitivamente se utilizó la mesa para establecer el contacto entre los Espíritus y los hombres, en el fenómeno que se conoció por la expresión danza de las mesas o mesas giratorias. (Cap. IV, pág. 107.)

106. Fuera de la experiencia, no hay diagnóstico que permita hacer reconocer la aptitud para producir este fenómeno. La fuerza física no ejerce ninguna influencia en esto. Las personas frágiles y delicadas pueden obtenerlo, con frecuencia, más que los hombres vigorosos. (Cap. IV, pág. 108.)

107. El más simple de todos estos medios es el lenguaje de los signos. Un Espíritu puede comunicar su pensamiento por el movimiento de un objeto cualquiera. Colocados los dedos sobre el borde, estando presentes una o varias personas, y evocado el Espíritu, si él se encuentra presente y cree conveniente revelarse, la mesa se levanta o se baja, se mueve y, por esos movimientos de vaivén hacia la derecha o hacia la izquierda, responde afirmativa o negativamente. Golpeando con las patas, expresa alegría, impaciencia y hasta su cólera. Algunas veces se da vueltas en el aire o se precipita sobre uno de los asistentes, como si hubiese sido empujada por una mano invisible. A esto le llamamos sematología o lenguaje por signos. (Cap. IV, pág. 110.)

108. Los médiums de influencia física son aquellos que tienen una aptitud especial para la producción de fenómenos materiales. Es en esta clase donde se encuentran principalmente los médiums naturales, aquellos cuya influencia se ejerce sin que ellos lo sepan. (Cap. V, págs. 122 y 123.)

109. La facultad mediúmnica no es, por sí misma, indicio de un estado patológico porque no es incompatible con una salud perfecta. Si aquél que la posee está enfermo, se debe a otra causa. (Cap. V, pág. 123.)

110. La mediumnidad sólo podrá ser inconveniente si el individuo, volviéndose médium facultativo, abusara de ella, porque entonces habrá por parte de él una emisión excesiva de fluido vital y, como consecuencia, debilitamiento de los órganos. (Cap. V, pág. 123.)

111. Se debe evitar con cuidado todo cuanto pueda sobreexcitar la imaginación. Se sabe de los accidentes que puede ocasionar el miedo y seríamos menos imprudentes si conociésemos todos los casos de locura y epilepsia que tienen origen en los cuentos de hombres lobo y fantasmas. Los que garantizan la idea de que el diablo es el autor de las manifestaciones espíritas no comprenden la responsabilidad que contraen. ¡Tales ideas pueden matar! (Cap. V, pág. 124.)

112. La Doctrina Espírita, al esclarecernos sobre la verdadera causa de todos estos fenómenos, dio a la superstición el golpe de gracia. Lejos, pues, de fomentar esa idea, se la  debe combatir. (Cap. V, págs. 124 y 125.)

113. Los seres invisibles que revelan su presencia por efectos sensibles son, en general, Espíritus de un orden inferior, a los que podemos influenciar por nuestro ascendiente moral. Este ascendiente es el que necesitamos adquirir. Es necesario oponer la voluntad y hacerles obedecer, lo que no impide que atendamos sus pedidos justos y legítimos. (Cap. V, pág. 126.)

114. Un Espíritu puede, no obstante, ser inferior pero benévolo, y venir con buenas intenciones. Debemos estar seguros de esto, lo que se reconoce fácilmente por la naturaleza de las comunicaciones. Pero no se le preguntará si es un Espíritu bueno. Sería como preguntarle a un ladrón si es honesto. (Cap. V, pág. 126.)  

Respuestas a las preguntas propuestas 

A. ¿Qué medidas debemos tomar, según Kardec, cuando la facultad mediúmnica se desarrolla espontáneamente en un individuo? 

En tales casos, Kardec dice que es conveniente dejar al fenómeno seguir su curso natural: la naturaleza es más prudente que los hombres. La Providencia, por otro lado, tiene sus propósitos, y el más humilde de los seres puede ser el instrumento de los más grandes designios. Los seres invisibles que revelan su presencia por efectos sensibles son, en general, Espíritus de un orden inferior, a los que podemos influenciar por nuestro ascendiente moral. Este ascendiente es el que necesitamos adquirir. Lejos, pues, de mostrarnos sumisos a sus caprichos, es necesario oponer la voluntad y obligarles a obedecer, lo que no impide la condescendencia con todos  los pedidos justos y legítimos que hagan. (Obra en estudio, cap. V, págs. 125 a 127.)  

B. ¿Cómo se opera la transmisión del pensamiento de los Espíritus que se comunican a través de la escritura? 

El Espíritu tiene una envoltura semimaterial, que llamamos periespíritu. El fluido condensado, por así decirlo, alrededor del Espíritu para formar esta envoltura, es el intermediario por el cual actúa sobre los cuerpos. El Espíritu puede, pues, expresar directamente su pensamiento por el movimiento de un objeto al cual la mano del médium sirve sólo de punto de apoyo; y él puede hacer lo mismo incluso sin que ese objeto esté en contacto con el médium. La transmisión del pensamiento se da también por intermedio del Espíritu del médium, o mejor dicho, de su alma. El Espíritu extraño, en este caso, no actúa sobre la mano para hacerla escribir, como no actúa sobre la cestita. No la sostiene, no la guía. Actúa sobre el alma con la cual se identifica. El alma, bajo este impulso, dirige la mano por medio del fluido que compone su propio periespíritu. La mano dirige la cesta y la cesta dirige el lápiz. El papel del alma, en esta circunstancia, es a veces, completamente pasivo y entonces el médium, si es de incorporación, no tiene ninguna conciencia de lo que escribe o de lo que dice. Pero algunas veces la pasividad no es absoluta; en ese caso tiene una conciencia más o menos vaga, aunque su mano sea arrastrada por un movimiento mecánico ajeno a su voluntad. (Obra citada, cap. VI, pág. 138.)

C. Kardec dice que hay casos en los que el comunicante no es un Espíritu extraño, sino la propia alma del médium. Es lo que se llama fenómeno anímico. ¿Cómo entonces podremos saber si en una manifestación hay la intervención de un Espíritu extraño? 

Hay casos en que la intervención de un Espíritu extraño no es incuestionable, pero basta que en algunos ésta sea patente para llegar a la conclusión de que puede comunicarse otro Espíritu que no sea el del médium. Ahora bien, esa intervención extraña no puede ser dudosa cuando, por ejemplo, una persona que no sabe leer ni escribir, no obstante, escribe como médium. Cuando un médium habla o escribe en un lenguaje que no conoce; cuando, en fin, lo que es más común, no tiene ninguna conciencia de lo que escribe, y los pensamientos que expresa son contrarios a su propio modo de ver, están más allá de sus conocimientos o fuera del alcance de su inteligencia. (Obra citada, cap. VI, págs. 139 y 140.)  

 

 

 


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