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Año 9 - N° 449 - 24 de Enero de 2016
ORSON PETER CARRARA
orsonpeter92@gmail.com
Matão, SP (Brasil)
 
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 
 

Orson Peter Carrara

Diferencia y convivencia
 


Sobre las diferentes aptitudes de los seres humanos, los Espíritus fueron claros en la Codificación. A La indagación de Allan Kardec sobre las razones de las desigualdades de esas aptitudes, ellos respondieron que “Dios creó a todos los Espíritus iguales, pero cada uno de ellos tiene mayor o más pequeña vivencia y, así pues, mayor o más pequeña experiencia. La diferencia está en el grado de su experiencia y de su voluntad, que es el libre-albedrío: de ahí, unos se perfeccionan más rápidamente y eso les da aptitudes diversas. La variedad de las aptitudes es necesaria, a fin de que cada uno pueda concursar a los objetivos de la Providencia en el límite del desarrollo de sus fuerzas físicas e intelectuales: lo que uno no hace, otro hace. Es así que, cada uno tiene un papel útil (...)”.(1)

Ahora, la respuesta arriba sondea varios desdoblamientos. La propia indicación de mayor o más pequeña vivencia, de menos o más experiencia, que naturalmente va a determinar el grado de voluntad y libertad, abre inmensos espacios de actuación material y moral. Sí, porque cada uno de nosotros sólo podrá actuar con desenvoltura en el área que conoce, en que tiene experiencia, que domina por vivencia anterior, no necesariamente de existencia pasada.

Eso también lleva a reflejar que no se está impedido de iniciar un campo nuevo de actuación, cuya constancia y perseverancia también llevará las nuevas experiencias y acumulo de otras vivencias, igualmente útiles en todo el proceso evolutivo.

En la misma respuesta igualmente hay la indicación del perfeccionamiento más rápido (que genera nuevas y constantes aptitudes, en las diversas áreas) o mas lento, a depender del esfuerzo despendido y del movimiento de la voluntad en ese objetivo.

Lo que causa los conflictos

Sin embargo, los Espíritus son muy claros. Como enseñan, “la variedad de las aptitudes es necesaria”. Cada uno traerá su cuota de contribución, cada experiencia será utilizada, cada fuerza física o intelectual concursará para el bien colectivo y todos tienen un papel a desempeñar, siempre útil en el conjunto general, siempre bien de acuerdo con la Voluntad Divina, útil y sabia.

Lo interesante, sin embargo, es que no siempre las diferencias – que deben concursar para un objetivo útil, como bien es indicado en El Libro de los Espíritus (1) – consiguen establecer hilos de armonía. Muchas veces las diferencias individuales son causantes de conflictos, fruto, es obvio, de la influencia del orgullo y del egoísmo que aún dominan la condición humana.

Allan Kardec, sin embargo, trae la lucidez de su pensamiento en dos – entre tantas en el mismo sentido – que transcribimos parcialmente a los lectores:

a) “Si un grupo quiere estar en condiciones de orden, de tranquilidad y de estabilidad, es preciso que en él reine un sentimiento fraternal.  Todo grupo o sociedad que se forma sin tener la caridad efectiva por base, no tiene vitalidad; mientras que aquellos que serán fundados según el verdadero espíritu de la Doctrina, se mirarán como miembros de una misma familia, que, no pudiendo todos habitar bajo el mismo techo, viven en lugares diferentes.”.

La observación está dirigida a los grupos espíritas (en respuesta a requerimiento de los espíritas de Lyon, por ocasión del Año Nuevo) y consta de la Revista Espírita de febrero de 1862 (2), pero vale para cualquier agrupación. Donde hay el sentimiento de tolerancia y benevolencia estarán presentes el orden, la tranquilidad, la estabilidad.

La fraternidad y su importancia

De la misma forma, en el ejemplar de diciembre de 1868(2), página 392, en la Constitución Transitoria del Espiritismo (ítem IX – Conclusión), Kardec vuelve a afirmar:

b) “(...) pero pretender que el Espiritismo sea por todas partes organizado de la misma manera; que los espíritas del mundo entero estén sujetos a un régimen uniforme, a una misma manera de proceder, que deban esperar la luz de un punto fijo para el cual deberán fijar sus miras, sería una utopía tan absurda como pretender que todos los pueblos de la Tierra no formen un día sino una única nación, gobernada por un único jefe, regida por el mismo código de leyes, y sujetos a los mismos usos. Si hay leyes generales que pueden ser comunes a todos los pueblos, esas leyes serán siempre, en los detalles, en la aplicación y en la forma, apropiadas a las costumbres, a los caracteres, a los climas de cada uno. Así lo será con el Espiritismo organizado. Los espíritas del mundo entero tendrán principios comunes que los conectarán a la gran familia por el lazo sagrado de la fraternidad, pero cuya aplicación podrá variar según las regiones, sin, por esto, que la unidad fundamental sea rota, sin formar sectas disidentes tirándose piedras y el anatema, lo que sería antiespírita (...)”.

Ahora, es esa la cuestión de las diferencias en las relaciones, en la convivencia. Hay diferencias, obvio, hasta por cuestión de comprensión en los diferentes estadios en que también nos encontramos, los adeptos del Espiritismo. Esto, sin embargo, no elimina la fraternidad que debe reinar para construcción de la paz en el planeta y en la intimidad individual.

¿Sin fraternidad, qué vemos?

Bien a propósito, como destaca el mensaje Fundamentos del orden social (3):

“(...) La fraternidad pura es un perfume de lo Alto, es una emanación del infinito, un átomo de la inteligencia celeste; la base de las instituciones morales, y el único medio de elevar un estado social que pueda subsistir y producir efectos dignos de la gran causa por la cual combatís. Sed, pues, hermanos, si quisierais que el germen depositado entre vosotros se desarrolle y se haga el árbol que buscáis. La unión es la fuerza soberana que desciende sobre la Tierra; la fraternidad es la simpatía en la unión. (...) Es preciso estéis unidos para ser fuertes, y es preciso ser fuerte para fundar una institución que no repose sino sobre la verdad tomada tan conmovedora y tan admirable, tan simple y tan sublime. Fuerzas divididas se aniquilan; reunidas ellas son tantas veces más fuertes. (...)”.

Y concluye con sabiduría:

“(...) ¿Sin la fraternidad, que veis? El egoísmo, la ambición. Cada uno en su objetivo; cada uno lo persigue de su lado; cada uno camina a su manera, y todos son fatalmente arrastrados en el abismo donde son tragados, tras tantos siglos, todos los esfuerzos humanos. Con la unión, no hay más que un único blanco, porque no hay más que un único pensamiento, un único deseo, un único corazón. Os unís, pues, mis amigos; es lo que os repite la voz incesante de nuestro mundo; os unís, y llegaréis mucho más deprisa a vuestro blanco (...)”.

Lo que uno no hace, otro hace

¿Y cuál sería el blanco, para nosotros que profesamos el Espiritismo?

Permitidnos reproducir la claridad de la respuesta con que iniciamos el presente comentario: La variedad de las aptitudes es necesaria, a fin de cada uno pueda concursar  a los objetivos de la Providencia en el límite del desarrollo de sus fuerzas físicas e intelectuales: lo que uno no hace, otro hace. Es así que, cada uno tiene un papel útil (...)”. (1)

Concentremos atención al final de la frase: lo que uno no hace, otro hace. Es así que cada uno tiene un papel útil (...).

Comprendiendo este esclarecimiento vital, desaparecen las diferencias y la convivencia toma su verdadero rumbo: el de la fraternidad. (Las negritas son nuestras.)
 

Notas:

(1) Questão 804 de O Livro dos Espíritos, 8ª edição IDE-Araras-SP, out/79, tradução de Salvador Gentile.

(2) Edição IDE-Araras-SP, nov./92, tradução Salvador Gentile.

(3) Mensagem obtida em reunião presidida por Allan Kardec, ditada pelo Espírito Léon de Muriane, e publicada na edição de novembro de 1862 da Revista Espírita (edição IDE-Araras-SP, tradução Salvador Gentile, páginas 345 e 346).
   



 


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