¡Año nuevo!
¿Vida nueva?
Es un hábito
común que
formulemos en el
inicio de cada
año una serie de
promesas. Muchas
con el propósito
de hacer, de
cambiar, de
iniciar tal y
tal cosa. Otras
con el propósito
de no hacer, de
no más cultivar
algo que
reputamos
maléfico a
nuestro cuerpo o
el alma.
El calendario y
sus alteraciones
son, todavía,
sólo
convenciones
humanas, porque
una existencia
en este mundo
debe ser
considerada
globalmente y en
eso solamente
dos fechas son
realmente
relevantes – el
día en que
llegamos para
una nueva
experiencia
reencarnatoria y
el día en que
volveremos a la
verdadera
patria.
Delante de eso,
nos gustaría
recordar aquí
dos parábolas
narradas por
Jesús que
deberían, eso
sí, estar
presentes en
nuestra memoria
todas las veces
en que
analizamos el
año que termina
y nos preparamos
para un nuevo
año.
Nos referimos a
la parábola de
los talentos y a
la parábola del
juicio final –
títulos ésos que
dicen respecto,
obviamente, a la
manera por la
cual las
parábolas son
conocidas, una
vez que ellas,
en verdad, no
tienen nombre.
He aquí los
versículos que
contienen la
primera – la
parábola de los
talentos:
Vigilad, pues,
porque no sabéis
el día ni la
hora en que el
Hijo del hombre
hay de venir.
Porque eso es
también como el
hombre que,
partiendo para
fuera del país,
llamó a sus
siervos, y les
entregó sus
bienes. Y dando
cinco talentos
al uno, dos al
otro, y uno al
otro, según la
capacidad
diferente de
cada uno, luego
partió para
lejos. Y,
teniendo él
partido, aquél,
pues, que había
recibido cinco
talentos se fue;
habiendo
negociado con su
dinero, ganó
otros cinco.
Aquél que había
recibido dos, de
la misma manera
ganó otros dos.
Pero aquél que
sólo había
recibido uno,
fue a cavar en
la tierra y allí
escondió el
dinero de su
señor.
Después de largo
tiempo, el Señor
de esos siervos,
habiendo
retornado, los
llamó a cuentas.
Y aquél que
había recibido
cinco talentos,
vino y le
presentó otros
cinco,
diciéndole:
Señor, me
habíais colocado
cinco talentos
en las manos, he
aquí otros cinco
que he ganado.
Su Señor le
respondió: Bueno
y fiel servidor,
porque fuisteis
fiel en poca
cosa, os pondré
sobre muchas
otras; entrad en
el gozo de
vuestro Señor.
Aquél que había
recibido dos
talentos vino
luego a
presentársele, y
dijo: Señor, me
habíais colocado
dos talentos en
manos, he aquí
otros dos que he
ganado. Su Señor
le respondió:
Bueno y fiel
servidor, porque
fuisteis fiel en
poca cosa, os
pondré sobre
muchas otras;
entrad en el
gozo de vuestro
Señor. Aquél que
sólo había
recibido un
talento, vino
después y le
dijo: Señor, sé
que sois un
hombre duro, que
segáis donde no
sembrasteis, y
recogéis donde
nada habéis
esparcido; por
eso, como yo lo
temía, escondí
vuestro talento
en la tierra; y
aquí, devuelvo
lo que es
vuestro. Pero su
Señor le
respondió:
Siervo malo y
perezoso, sabías
que siego en
donde no
siembro, y que
recojo en donde
no he esparcido,
debías, pues,
haber colocado
mi dinero en
manos de los
banqueros, para
que, a mi
regreso
recibiera con
usura lo que era
mío. Que se le
tome, pues, el
talento que
tiene, y se le
dé a aquél que
tiene diez
talentos; porque
se dará a los
que ya tienen, y
ellos tendrán
más bienes;
pero, para aquél
que no tiene, se
lo quitará aun
lo que parece
que tiene; y que
se eche a ese
siervo inútil en
las tinieblas
exteriores; allí
habrá llanto y
crujir de
dientes.
(Mateo,
25:13-30)
Y aquí están los
versículos que
contienen la
segunda –
parábola del
juicio final:
Y cuando el Hijo
del hombre venga
en su gloria, y
todos los santos
ángeles con él,
entonces se
asentará en el
trono de su
gloria; y todas
las naciones
serán reunidas
delante de él, y
apartará unos de
los otros, como
el pastor aparta
de los cabrones
las ovejas; y
pondrá las
ovejas a su
derecha, pero
los cabrones a
su izquierda.
Entonces dirá el
Rey a los que
estuvieran a su
derecha: Venid,
benditos de mi
Padre, poseed
por herencia el
reino que os
está preparado
desde la
fundación del
mundo; porque
tuve hambre, y
me disteis de
comer; tuve sed,
y me disteis de
beber; era
extranjero, y me
hospedasteis;
estaba desnudo,
y me vestisteis;
enfermé, y me
visitasteis;
estuve en la
cárcel, y
fuisteis a
verme. Entonces
los justos le
responderán,
diciendo: Señor,
¿cuándo te vimos
con hambre, y te
demos de comer?
¿o con sed, y te
demos de beber?
¿y cuándo te
vimos
extranjero, y te
hospedamos? ¿o
desnudo, y te
vestimos? ¿Y
cuándo te vimos
enfermo, o en la
cárcel, y fuimos
a verte? Y,
respondiendo el
Rey, les dirá:
En verdad os
digo que cuando
lo hicisteis a
uno de estos mis
pequeñitos
hermanos, a mí
lo hicisteis.
Entonces dirá
también a los
que estuvieran a
su izquierda:
Apartad de mí,
malditos, para
el fuego eterno,
preparado para
el diablo y sus
ángeles; porque
tuve hambre, y
no me disteis de
comer; tuve sed,
y no me disteis
de beber; siendo
extranjero, no
me recogisteis;
estando desnudo,
no me
vestisteis; y
enfermo, y en la
cárcel, no me
visitasteis.
Entonces ellos
también le
responderá,
diciendo:
¿Señor, cuándo
te vimos con
hambre, o con
sed, o
extranjero, o
desnudo, o
enfermo, o en la
cárcel, y no te
servimos? En
verdad os digo
que, cuando a
uno de estos
pequeñitos no lo
hicisteis, no lo
hicisteis a mí.
E irán éstos
para el tormento
eterno, pero los
justos para la
vida eterna.
(Mateo,
25:31-46.)
El mensaje
contenido en las
parábolas
transcritas es
muy claro. No es
necesario
disponer de una
inteligencia
fulgurante para
percibir que la
primera indica
como el Señor
evalúa el
provecho que
logramos con
relación a los
recursos
materiales que
Él nos prestó
para la presente
existencia. La
frase final
dicha por el
Señor a los dos
primeros siervos
es
significativa:
“Siervo bueno y
fiel. Ya que
fuisteis fiel
sobre poco,
sobre mucho te
colocaré”.
Cuanto a la
segunda, se
trata de la
comparación de
nuestro
comportamiento
con relación al
prójimo – al
enfermo, al
carente, al
infeliz que la
Ley sentenció a
la cárcel. Y la
frase dicha por
el Señor de la
parábola es,
como la primera,
expresiva:
Venid, benditos
de mi Padre,
poseed por
herencia el
reino que os
está preparado
desde la
fundación del
mundo”.
Que todos
nosotros, los
que hacemos y
los que leen
esta revista,
podamos iniciar
2016 teniendo en
mente las dos
advertencias que
Jesús, bondadoso
como es, en
buena hora envió
a la Humanidad
terrena, hasta
hoy tan
imperfecta y
complicada.
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