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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 9 - N° 446 - 3 de Enero de 2016

Traducción
Carmen Morante - carmen.morante9512@gmail.com
 

 

El placer de ser útil
 

  

María, de nueve años de edad, una niña llena de buena voluntad y deseo de ayudar a los demás, al terminar el año escolar, comenzó a reflexionar. “¿Qué haría con su tiempo?”

Ya extrañaba a sus amigas de escuela, ¡y apenas habían terminado las clases!

Era una costumbre de su familia salir de viaje por algunos días, rumbo a una playa, una granja o visitar a familiares que vivieran en otras ciudades. Pero, aun así, las vacaciones eran demasiado largas para ella, y echaba de menos las actividades más serias. ¿Qué hacer?...

La madre, que notaba a la hija pensativa, preguntó:

- ¿Qué te pasa, hija mía? ¡Pareces preocupada, inquieta!

Entonces María le dijo a su mamá:

- Mamá, es que cuando comienzan las vacaciones, necesito tener actividades. ¡No puedo quedarme sin hacer nada, como muchas de mis compañeras!
 

- Y tienes razón, hija. Quedarte con la cabeza vacía no es bueno para nadie. ¡Organiza alguna actividad como leer, jugar con muñecas, saltar la soga con las vecinas! ... ¡Además, puedes ir al cine, pasear, visitar a tus amigas! ¡Hay tantas cosas por hacer, María!

Pero la niña continuaba pensativa, como si nada de aquello le interesara realmente.

La madre fue a preparar el almuerzo y dejó a su

hija en la sala, mirando los libros de su papá, buscando alguno que pudiera leer. De repente, abrió uno de ellos y un mensaje cayó al suelo. María se inclinó y leyó: "Vacaciones Espíritas".

Empezó a leer el mensaje y sus ojos brillaron. Ahí el autor hablaba de una serie de actividades que se podrían ser desarrolladas en vacaciones. María sonrió satisfecha. Por supuesto, muchas de las sugerencias no eran para ella, ¡pero otras eran geniales!

Entonces, satisfecha, fue a la cocina:

- ¡Mamá! ¡Encontré lo que quería! En estas vacaciones voy a hacer actividades diferentes, como llevar todos los periódicos espíritas que recibimos y que papá ya leyó a los hospitales donde hay enfermos que necesitan algo para leer. O visitar enfermos y niños con problemas de salud y que necesitan conversar con alguien. ¡Así, voy a llevar alegría a los enfermos y los niños! ¿Qué te parece?

La madre sonrió contenta:

- ¡Muy bien, hija mía! Haz eso y Jesús  va a bendecirte. Y, cuando yo pueda ir, también te haré compañía. ¡Puedo hacer pasteles y llevarlos para quienes puedan comer!

La niña aplaudió, satisfecha:

- ¡Sí, mamá! ¡Qué bueno! ¡Qué bueno!... 
 

Y a partir de ese día, María comenzó a llevar periódicos y revistas a los adultos y libros infantiles a los niños. La madre preparaba un pastel dulce o salado, llenaba un termo de té y ellas sa-

lían a visitar a adultos y a niños enfermos.

Se volvió una actividad tan agradable que, incluso después de terminar las vacaciones, continuaron haciéndolo, porque sus protegidos extrañaban cuando madre e hija no asistían.

Así, ellas desarrollaron una gran amistad con todos aquellos necesitados que visitaban, convirtiéndose en sus verdaderos amigos. Cuando uno de ellos empeoraba, ellas iban a verlo al hospital y allí encontraban a otros pacientes que necesitan atención y afecto.

Muchos, que residían en otras ciudades, raras veces recibían visitas de familiares y, a veces, esos enfermos no tenían ropa, pasta de dientes, jabones, máquinas de afeitar y otras cosas más. Y ellas crearon una fuente de ayuda para todos ellos, recolectando entre sus vecinos y amigos lo que era necesario.

La obra, que iniciaron sin ninguna pretensión, fue aumentando con la colaboración de otras personas interesadas en ayudar, y ahora tenían un grupo de visitaba los hogares de paralíticos, de ciegos, sordos, mudos y todo tipo de dificultades.

Y María, en la escuela, contaba su experiencia, hablando sobre la necesidad de las personas, especialmente de los niños, y consiguiendo más amigos para ayudar.

Se sentía feliz y realizada, sabiendo que el trabajo que hacían era importante para mucha gente. Y cuando alguien le preguntaba si ella no se cansaba de esa actividad, decía sonriente:

- No. ¡Siento placer de ser útil!

Y, en la noche, una gran cantidad de oraciones llegaba a lo Alto en agradecimiento a María por la ayuda que prestaba a todos. 

MEIMEI

(Recibida por Célia X. de Camargo, el 30/11/2015.)


 

                                                                                   



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Revista Semanal de Divulgación Espirita