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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 9 - N° 444 - 13 de Diciembre de 2015 

Traducción
Carmen Morante - carmen.morante9512@gmail.com
 

 

Oración en familia
 

  

Cierto día, Álvaro, de 11 años de edad, sintiendo el ambiente de su casa muy pesado, por la confusión de la pelea entre sus padres que había sucedido hacía poco, triste, salió de casa para caminar sin rumbo.

De pronto, vio que estaba cerca de la casa de Flavia, su compañera de colegio, con quien se llevaba muy bien. Entonces, como estaba cansado de caminar, decidió ir hacia allá. Al llamar a la puerta, atendió Flavia, su amiga, quien mostró una linda sonrisa al verlo:

- ¡Álvaro, me alegro de que vinieras! ¡Pasa, ven a jugar conmigo!

El muchachito entró, preguntándole qué estaba haciendo, a lo que Flavia explicó:
 

- Estoy jugando con un nuevo juego que tengo. Pero es aburrido jugar sola, ¿no te parece?

- ¡Por supuesto! No es divertido porque tienes que jugar por ti y por tu compañero. Acepto con gusto - el muchacho rio.

Así, ellos estaban entretenidos con el juego

cuando la madre de Flavia advirtió:  

- Hija mía, es la hora de nuestro Evangelio en el Hogar.

- ¡Ah, mamá! ¡Pero ahora estoy jugando con mi amigo Álvaro!

Y el muchacho, que no quería ser motivo de una pelea en la familia, consideró:

- Flavia, puedes ir y participar en tu reunión que yo te espero - dijo el chico, sereno.

Mirando a su amigo, más animada, Flavia estuvo de acuerdo. Entonces tuvo la idea de que su amigo participara también, lo que la mamá aceptó:

- Por supuesto, hija mía. Además, nuestra reunión es rápida. ¡Ven y únete a nosotros, Álvaro!

Él aceptó y fueron a la sala, donde la familia estaba reunida. Para el muchachito, lo que ellos llamaban el Evangelio en el Hogar fue muy bueno. Hicieron una oración inicial que lo calmó; ya no pensaba más en sus papás a quienes había dejado en casa discutiendo por algún motivo.

Después de la oración, hicieron la lectura de una página del Evangelio, y hablaron sobre  el tema, ocasión en la que Álvaro, por el estudio, siempre se acordaba de sus papás, y cerraron con otra oración.

Al termina la singular reunión, Álvaro tenía prisa por volver a su casa. Flavia le reclamó porque él le había dicho que después  continuarían jugando, pero él respondió:

- Flavia, sé que prometí quedarme para terminar el juego. Pero me acordé de algo importante que tengo que hacer. Luego continuamos el juego, ¿de acuerdo?

Flavia aceptó no muy feliz, y Álvaro se despidió de ella y sus padres, preguntando:

- ¿Qué libro utilizaron hoy? ¡Me pareció muy interesante!

- Es el Evangelio de Jesús, pero con textos que explican mejor todo lo que Él nos dejó. - Y tomando el libro, se lo dio a Álvaro para que lo viera-. ¿Tu familia no lo conoce? - Dijo la señora.

- No, señora. Yo no lo conocía hasta hoy. Me pareció muy esclarecedor e interesante.
 

Al oír esto, la señora tomó el libro y se lo entregó a Álvaro:

- ¡Entonces, voy a dártelo como regalo! Tenemos más en casa. ¡Espero que a tus padres también les guste!

- ¡Gracias por el libro! Por supuesto que les va a gustar, tía Marcia. Ahora tengo que volver a casa. ¡Mis padres no saben dónde estoy!

Álvaro se despidió de todos y se fue. Al llegar a casa, notó una atmósfera pesada entre sus padres. Decidido,

llamó la atención de los dos y sugirió:

- ¡Papá! ¡Mamá! ¿Y si oramos juntos aquí en casa? ¿Qué opinan?

Al principio, el padre trató de escapar, diciendo que tenía algo urgente que hacer en la calle. La madre mostró más interés, y afirmó:

- Tienes razón, hijo mío. Cuando la familia ora unida, permanece unida.

Al escuchar estas palabras de su esposa, el padre estuvo de acuerdo, siempre y cuando no tomara mucho tiempo, a lo que su hijo respondió que sería rápido. Entonces, Álvaro los llevó a la mesa de la sala, tomó el libro que le regalaron y, haciendo una oración sencilla, como había visto hacer en la casa de Flavia, pidió a su madre que abriera el libro, lo que ella hizo sin discutir.

Ante el texto abierto al azar, el padre leyó la lección y se emocionó. Era "El Hombre de Bien”, del Capítulo 17. Ante la sorpresa de los padres en relación al texto leído, Álvaro les pidió que hicieran comentarios sobre el tema.

El padre, con la cabeza baja, dijo que se consideraba incapaz de hablar sobre el asunto. La madre sonrió y estuvo de acuerdo con el marido, recordando que, hasta pocos minutos antes, ellos nunca discutían. Entonces Álvaro habló lo que sentía:

- ¡Papá! ¡Mamá! La lección es muy clara, creo. Dice que cada uno de nosotros debe actuar como mejor le parezca, según las enseñanzas de Jesús, sin exigir nada del otro. La responsabilidad es de cada persona, sea cual fuera el parentesco que tengamos. Entendí que nuestro Padre, que es Dios, tendrá en cuenta que no somos "hombres de bien" todavía, pero que si nos esforzamos, llegaremos a serlo un día. Bien. Así es como entendí la enseñanza.

Los padres estaban emocionados con las palabras de su hijo y se comprometieron a no pelear más, sino conversar sobre los puntos en que no estaban de acuerdo.

Feliz por ese primer Evangelio en el Hogar que hicieron, Álvaro hizo la oración, elevando el corazón y la mente a lo Alto, agradeciendo a Jesús por esta nueva oportunidad que surgió de orar y hacer el Evangelio en familia.

Después de la oración, los tres se abrazaron, pues entendieron cómo deberían actuar desde ese día en adelante. Y Álvaro, al ver la satisfacción de los padres, la paz en su hogar, se sintió más feliz y realizado. 

MEIMEI

(Recibida por Célia X. de Camargo, el 27/07/2015.)


 

                                                                                   



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