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Año 9 - N° 438 - 1° de Noviembre de 2015 
Traducción
Elza Ferreira Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 

 

Gran hombre y maestro
de la caridad


Se conoce un gran hombre por sus buenos actos, sentimientos y palabras.

Como vive en sociedad, el hombre – ser humano – es testado continuamente por sus conocimientos de orden humano que posee y, como es un ser dotado de la centella divina, también es observado y evaluado con base en los preceptos pertinentes a la eternidad.

En ambos sentidos, Adolfo Bezerra de Menezes fue un gran hombre.

Con notable reputación, no tardó a ser aclamado y electo diputado federal. La política es, como sabemos, uno de los más severos testes para el análisis moral, pues asegura, de cierta manera, autoridad, y cuando ésta no es comprendida y se transforma en poder ciego y abusivo, puede contribuir para que se instaure el caos, como vemos actualmente en nuestro País.

Bezerra de Menezes en ninguna circunstancia comprometió sus elevados principios en cambio de favores o interés; su hombredad fue siempre impactante y decisiva. Él deseaba sinceramente la felicidad y el amparo del prójimo, lo que acabó llevándolo a abandonar la carrera pública, una vez que sus ideales no estaban de acuerdo con los de la política en sí. Su aspiración era ser el auxilio al hermano más desvalido, la palabra bondadosa para con el corazón entristecido, el médico para el socorro del desengañado. Él era, sobre todo, la personificación de la bondad y realizaba todo con amor.

Al conocer el Espiritismo, su corazón se entregó enteramente a la causa espírita. Asimiló, con perfección, toda la enseñanza espírita y su dedicación a ese trabajo produjo maravillosos frutos. Aun así, no le faltaron en las lides espíritas aburrimientos; no obstante, ante las inconveniencias vividas, adoptó siempre actitudes sabias, respetuosas y amorosas en todas las ocasiones. Para Bezerra de Menezes, el amor era la mejor respuesta para su opositor.

Como si no bastasen las discordancias naturales, existen aquellas que postergan el propósito entre los que profesan de un mismo aparente ideal, de manera que, estando al corriente de un gran objetivo, muchas veces existe la disensión. Fue lo que se dio con Bezerra de Menezes, que se deparó con un serio problema entre los espíritas: los que aceptaban el Espiritismo en el aspecto religioso y los que solamente lo aceptaban por el lado científico y filosófico. Él, sin embargo, utilizándose siempre del buen sentido amoroso, conquistaba sus caminos. Es que el hombre sabio crea maneras de hacer para que la verdadprevalezca sin desmerecer ni ridiculizar el prójimo, dado que comprende el otro como parte de su universo, un compañero de jornada de la vida, y no sólo un oponente.  

Es curioso como hay maneras variadas de disertar sobre un gran hombre.

Con Adolfo Bezerra de Menezes no es diferente, porque es él un notable ejemplo de incontables secuencias benéficas.

Como todos sabemos, él enalteció la verdad enseñada por el Maestro Jesús y se valió del recurso de la ciencia para la cura del cuerpo, pero en ningún momento se olvidó de la práctica de la caridad, apoyo amoroso para los Espíritus enflaquecidos.

Hay ejemplos de todas las cualidades y vibraciones en el escenario de la vida. El libre albedrío será la escoja para la paz o para la perturbación.

Ejemplos benditos no faltan para inspirarnos. Dr. Bezerra de Menezes es uno de ellos.

En el curso de la historia, sin embargo, conocemos inmensurable número de hechos tristes y de completo sufrimiento por la simple razón de no tener sido el amor el protagonista.



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita