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Estudio de las Obras de Allan Kardec Português   Inglês

Año 9 - N° 437 - 25 de Octubre de 2015 

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 
 

Qué es el Espiritismo

Allan Kardec

(Parte 15)
 

Damos continuidad al estudio del libro Qué es el Espiritismo, obra lanzada en París en julio de 1859. El estudio será presentado en 19 partes. Las páginas citadas en el texto sugerido para la lectura se refieren a la 20ª edición publicada por la Federación Espírita Brasileña. Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al final del presente texto. 

Preguntas para debatir 

A. ¿En qué consiste la obsesión?

B. ¿Cuál es la impresión que los malos Espíritus producen en nosotros?

C. La facultad mediúmnica, ¿depende de las cualidades morales del médium?

Texto para la lectura

143. Sin la armonía, que sólo puede nacer de la asimilación fluídica, las comunicaciones son imposibles, incompletas o falsas. (Cap. II, ítem 64, pág. 173.)

144. La asimilación fluídica es muy necesaria en las comunicaciones por la tiptología como por la escritura, puesto que, en uno y otro caso, se trata de la transmisión del pensamiento del Espíritu. Pero la asimilación fluídica es, a veces, totalmente imposible entre ciertos Espíritus y ciertos médiums. Otras veces – y éste es el caso más común – no se establece sino gradualmente y con el tiempo. (Cap. II, ítems 65 y 66, pág. 173.)

145. No se puede imponer un médium al Espíritu que se quiere evocar; él escogerá su instrumento. Pero es necesario, en todo caso, que el médium se identifique previamente con el Espíritu, por el recogimiento y la oración, o al menos durante algunos minutos y hasta muchos días antes si fuera posible, a fin de provocar y activar la asimilación fluídica. Este es un medio de atenuar la dificultad. (Cap. II, ítem 67, pp. 173 y 174.)

146. Las cualidades personales del médium desempeñan un papel importante por la naturaleza de los Espíritus que atrae. Los médiums más indignos pueden tener poderosas facultades, pero los más seguros son los que a ese poder unen las mejores simpatías en el mundo espiritual. (Cap. II, ítem 68, pág. 174.)

147. La práctica del Espiritismo, desde el punto de vista experimental, presenta numerosas dificultades y no está exenta de inconvenientes para quien no tiene la experiencia necesaria. Es esencial saber distinguir las diferentes naturalezas de los Espíritus que pueden manifestarse. (Cap. II, ítem 69, pág. 174.)

148. No confundir la subyugación obsesiva con la locura patológica. En la locura, la causa del mal es interna, existe una lesión orgánica y es necesario restituir al organismo a su estado normal. En la subyugación, la causa es externa y es necesario liberar al enfermo de un enemigo invisible, oponiéndole no remedios materiales, sino una fuerza moral superior a la suya. Nunca, en semejante caso, los exorcismos han producido un resultado satisfactorio; antes, han agravado que mejorado la situación. (Cap. II, ítems 73 y 74, pp. 176 y 177.)

149. Indicando la verdadera fuente del mal, sólo el Espiritismo da los medios para combatir la subyugación obsesiva, al realizar la educación moral del obsesor. Mediante consejos prudentemente dirigidos, se logra volverle mejor y hacerle renunciar voluntariamente a atormentar al enfermo, que entonces queda libre. (Cap. II, ítem 74, pág. 177.)

150. La obsesión, cualquiera que sea su naturaleza, es independiente de la mediumnidad y se encuentra en todos los grados, en un gran número de personas que nunca han oído hablar del Espiritismo. La mediumnidad no es una causa sino un simple modo de manifestación de esta influencia. Sin la mediumnidad, la influencia se manifiesta por otros efectos, muchas veces atribuidos a enfermedades misteriosas, que escapan a las investigaciones de la medicina. Por la mediumnidad, la entidad maléfica delata su presencia; sin ella, es un enemigo oculto de quien no se sospecha. (Cap. II, ítem 76, pág. 177.)

151. Como la obsesión nunca es producto de un Espíritu bueno, se vuelve un punto esencial saber reconocer la naturaleza de los que se presentan. El médium no esclarecido puede ser engañado por las apariencias, pero el médium prevenido percibe la menor señal de sospecha y el Espíritu, viendo que nada puede hacer, se retira. El conocimiento previo de los medios para distinguir a los buenos de los malos Espíritus es, pues, indispensable al médium que no quiere exponerse a caer en un lazo. (Cap. II, ítem 78, pág. 178.)

152. Los Buenos Espíritus, queriendo dar una enseñanza útil a todos, se sirven del instrumento que tienen a mano, pero luego lo dejan cuando encuentran otro que les es más afín y aprovecha mejor sus lecciones. Al retirarse los Espíritus buenos, los inferiores encuentran el campo libre. Resulta entonces que los médium imperfectos, moralmente hablando, y los que no buscan enmendarse, tarde o temprano son presa de los malos Espíritus que muchas veces los conducen a la ruina y a las mayores desgracias, incluso en la vida terrena. (Cap. II, ítem 81, pág. 179.)

Respuestas a las preguntas propuestas

A. ¿En qué consiste la obsesión?

La obsesión es el dominio que ciertos Espíritus pueden ejercer sobre los médiums, y presenta tres grados principales bien caracterizados: la obsesión simple, la fascinación y la subyugación. (Qué es el Espiritismo, capítulo II, ítems 70 y 71, pág. 175.)

B. ¿Cuál es la impresión que los malos Espíritus producen en nosotros?

La impresión que ellos nos causan es siempre penosa, fatigosa y muchas veces desagradable: y, además, provoca una agitación febril y movimientos bruscos y desenfrenados. (Obra citada, capítulo II, ítem 72, pág. 176.)

C. La facultad mediúmnica, ¿depende de las cualidades morales del médium?

No. La facultad mediúmnica es una propiedad del organismo y se la encuentra desarrollada tanto en los más dignos como en los más indignos individuos. Los médiums más indignos pueden poseer facultades poderosas, pero los más seguros son los que, además de las facultades que poseen, reúnen las mejores simpatías en el mundo espiritual. (Obra citada, capítulo II, ítems 79 y 80, pág. 178.)

 
 

 


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