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Año 9 - N° 433 - 27 de Septiembre de 2015 
GUARACI DE LIMA SILVEIRA   
guaracisilveira@gmail.com
 
Juiz de Fora, MGrasil)
 
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 
 

Guaraci de Lima Silveira

Ecos de la
apostasia


A lo lejos camina alguien. En una de las manos una vela encendida y en otra una lupa. Barbas largas porque no hubo tenido tiempo de afeitar, ropa oliendo a polvo porque venía de lejos. Está cansado, pies doliendo, rodillas sufridas, pero continúa su camino. ¿De dónde está viniendo? ¿Adónde pretende llegar? Viene de muy lejos yo sé, en búsqueda de su madurez. Trabaja como los sabios que deja para tras las indolencias, las fechorías los clavos clavados en las cruces que irguió con personas en ellas depositadas. Este es el hombre que investiga. Este es el hombre que busca su sentido, su benefactora paz. Hombres así son raros. Casi nunca aparecen para tomar un vaso de agua que el bueno viejito guarda en su tina y aguarda en la puerta de su casa al arribar de los caminos. Casi siempre los hombres prefieren los despeñaderos. Representan la rebeldía de Adán e insisten por comer el fruto del conocimiento del bien y del mal, aún sabiendo que el mal no es creación divina y sí de él, pobres guardadores de sus quimeras.

Y allá viene nuestro hombre de la vela y de la lupa y allá quedan los miles embriagados por las adicciones de cada hora y que se renuevan cada día. ¿Y por qué? ¿Por qué aún en nuestro mundo donde fulguran luces las criaturas no se dan cuenta de su inmortal divinidad? Es sobre este tema que pretendemos abordar en este pequeño ensayo. Y vamos a iniciarlo citando la cuestión 115 de El Libro de los Espíritus en que Allan Kardec pregunta si en la creación, unos Espíritus fueron creados buenos y otros malos. La respuesta obtenida es la de que “Dios creó a todos los Espíritus simples e ignorantes, o sea, sin conocimiento. Dio a cada uno de ellos una misión, con el fin de esclarecerlos y progresivamente conducirlo a la perfección, por el conocimiento de la verdad y para aproximarlos a él...” Es una respuesta que ya nos coloca como el hombre de la vela encendida y de la lupa. Y también de barbas largas y oliendo a polvo de la carretera una vez que ella nos informa que estamos viniendo de muy lejos, en el tiempo y en el espacio.

El sábio no alimenta los deseos

Salidos de Dios somos todos. A camino de vuelta para Él estamos todos. Encontramos en el célebre libro Tao Te Ching, párrafo 64, lo siguiente: “El sabio no alimenta los deseos, no conserva lo que es difícil de conseguir, aprende el no aprender, pasa al lado de las prácticas de la multitud; trabaja con la naturaleza de los hombres, pero no actúa sobre ellos”.  Vamos a atenernos a los versos en que leemos que el sabio pasa al lado de las prácticas de la multitud, trabaja con la naturaleza de los hombres, pero no actúa sobre ellos. ¿Y por qué criaturas así son sabias? Bien, intentaremos hacer un análisis: la multitud es casi siempre guiada por pasiones vespertinas, aquellas que nos inducen a prácticas emocionales no bien decodificadas y que nos hacen elementos impulsivos actuando invariablemente con instintos que cultivamos los tiempos pasados. De ahí que cuando alguien se autodetermina una modificación para el conocimiento de la plenitud, la fase instintiva necesita ser guardada y utilizada sólo para los modos de la coordinación motora y sensorial inicial. Lo que busca la sabiduría está dejando para tras un tiempo de inseguridades, incertidumbres, lejos de la verdad que ilumina y calienta. A continuación vamos a encontrar: “trabaja con la naturaleza de los hombres, pero no actúa sobre ellos”. Sí, somos humanos y necesitamos de esa convivencia como nos prescribe la cuestión 766 de El Libro de los Espíritus que nos enseña que Dios nos creó para vivir en sociedad. Pero, esta sociedad es clasificada donde la gran masa aún se encuentra distante de aquella anunciada verdad por Jesús. De ahí que, obedeciendo a los dictámenes del libre albedrío, no cabe a nadie interferir en las cuestiones de fuero íntimo que no sea las suyas. Pienso en un sabio caminando en la cima de una montaña y los que no desean seguirlo, aglutinándose allá debajo en el valle, luchando por un pedazo de esto, de aquello, de aquello otro, donde su vana disposición indique. “Cuando alguien recela gobernar cómo recela su cuerpo, podemos confiarle el mundo” encontramos aún en el Tao Te Ching, ahora en el párrafo 13.

¿Como salir del valle y buscar la cima?

Este es el cuerpo que se distribuye en multidimensiones, a partir de lo somático hasta lo social, nacional, continental y planetario. Por aquí en este planeta pocos consiguen observar los cuerpos de las dimensiones espirituales. Con seguridad el autor de aquel libro se refería a los cuerpos materiales que tanto nos atan al mundo.

Hoy sabemos que la onda es partícula y que partícula es onda. Electrones gravitan en torno del núcleo de un átomo y al mismo tiempo circulan libres por el espacio como ondas o partículas. En el primer caso contribuyen para la formación de moléculas, sustancias, sistemas y cuerpos. Pero, en un momento dado vuelven al cuerpo polvo de origen y son electrones libres. Amit Goswami, Ph. D en física Quántica, nos dice en su libro el Universo Autoconsciente: “… ¡si yo supiese de esto no me habría metido en física quántica!” Humberto Rohden, filósofo brasileño, en su libro: Einstein – El Enigma del Universo, nos dice en la pág. 86: “Cuánto más el hombre se aproxima a Dios, más silencioso se vuelve, más anónimo, más amorfo, más incoloro”. Este tal vez sea el sabio de la vela encendida y de la lupa que anda porque viene de lejos y que no se preocupa con el cuerpo, por eso es buen gobernador de los propios pasos. “Nuestro ego-empírico sólo conoce los factores relativos en el espejo ilusorio de tiempo y espacio – Nada sabe de la Realidad Verdadera”, continúa Rohden. Este es el hombre que queda en el valle en busca de sus territorios efímeros. Más adelante él dice: “Nuestro Yo cósmico sabe de la Realidad y la sabiduría – pero no la puede pensar ni decir”. Este es el sabio que busca la vela encendido al encuentro con su interior, a partir de la intimidad de la Naturaleza, pródiga en lecciones.

De ahí que nos preguntamos: ¿cómo dejar el valle y buscar la cima? Hay una determinación, una voluntad entre ellos. Ambas deben ser ejercidas por el Espíritu que se cansó de ser valle, de andar y actuar sobre hombres como él y busca a otros hombres, aquellos más maduros, más distantes del inicio y más próximos de la verdadera luz.  

Hay tres soles en este mundo

La luz del neón encanta, sin embargo es luz para las noches, para las cavernas, para los lupanares, para los juegos alegres que entorpecen la conciencia. Hay tres soles en este mundo. El primero es aquel que surgió el primer día de la creación: Cristo. El segundo sol apareció el sexto día bajo el título de lucero y el tercer sol está adormecido en el interior del corazón de la abrumadora mayoría de los hombres que pasan al lado de otros hombres, sin velas encendidas, lupas, y con brocados y lentejuelas adornando sus pobres y mortales cuerpos. En los labios la sensualidad que invita al destierro del sexo por el sexo. En el mirar la ganancia, en las manos las garras que perfeccionan, perfeccionándose. Y vamos  a socorrernos con Einstein. Veamos una de sus frases lapidarias: “El mecanismo del conocimiento no es lógico e intelectual – es una iluminación súbita, casi un éxtasis. Enseguida, es cierto, la inteligencia analiza y la experiencia confirma la intuición. Además de eso hay una conexión con la imaginación”.

¡Ahora podemos comenzar a entender la razón de la vela y de la lupa, del descaso con el cuerpo y con el polvo que se acumula en el camino una vez que son simplemente post! El sabio no se construye cuando el sol se pone un día para resurgir en otro día. El sabio se construye a lo largo de los siglos, de las indagaciones, de las persistencias y de la lealtad a sí. Y este es, invariablemente el camino de todos nosotros, porque trazado por Dios, como Tao de la Liberación propuesto por  Mark Hathaway y Leonardo Boff en el libro del mismo nombre. Y ellos nos dicen en el capítulo uno: “Si evitáramos una transformación profunda podremos caer en un futuro lleno de miseria, pobreza y degradación ecológica. Pero, podemos despertar para la urgencia y para la radicalidad de los cambios necesarios y buscar el Tao de la Liberación. Si escogiéramos esa segunda alternativa, entonces tendremos una oportunidad para despertar la espiritualidad colectiva de la humanidad”. Y podemos sustituir el nombre Tao de la Liberación por Camino de la Liberación, pues este es el sentido de la propuesta.

Evangelizarse: ¿qué significa eso?

Hombres simples, comunes. Hombres sabios que visten la túnica del peregrino, he ahí las opciones, los cuadros metamórficos, los principios de la supervivencia y los de la ambivalencia. ¿Con cuál debemos quedar? Hay los ecos de la apostasía que nos llaman, que nos invitan. Hay un Universo en expansión, hay mundos simétricos y asimétricos que nos atraen incluso sin percibimos. Hay un ciclo nuevo que va implantándose poco a poco en la Tierra. ¿Soy espectador o soy actor? Buena y necesaria pregunta. Los sabios consolidados ya nos dejaron sus bendecidas lecciones. Los parias continúan al margen y los mandarines y escribas escriben, escriben, hablan, hablan y poco dicen. Los ejecutores legales andan lentos un tiempo que anda rápido. Los gobernadores casi no saben gobernar el propio cuerpo. Hay un fundamento básico: evangelizarse.

Pero, ¿qué viene a ser eso? ¿Ser religioso, sacerdote, ritualista, cultor de ídolos? Casi siempre se hace esta conexión cuando hablamos de evangelizar. Son los necios poco acostumbrados con la dinámica de Jesús. Esto se caracteriza desde muchos siglos después de la epopeya de los primeros seguidores del Maestro. Aquellos sí, sabían de lo que se trataban las lecciones profundas, sublimes, consoladoras e indicativas que vinieron de  Palestina bajo el manto de la humildad y de la caridad, mostrándonos que solamente con estos criterios alguien consigue hacerse iniciado en las transformaciones necesarias a los avances espirituales. La Tierra es un gran taller de trabajo y evolución desde su núcleo hasta las esferas superiores donde soportaron dificultades los auxiliares directos de Cristo. Ella forma parte de un sistema planetario cuyo centro es el sol que mantiene el orden y la dinámica de este conjunto de acciones, cargando consigo mil millones de Espíritus en búsqueda de la perfección. De esta forma, buscan las enseñanzas de Jesús es capacitarse para adentrar a los reinos superiores de la conciencia por la comprensión de las Leyes que rigen el Universo.

¿El Espíritu reencarna perpetuamente?

Vamos a recordar aquí lo que anotó Juan en el capítulo ocho, versículo doce de su evangelio: “Y Jesús dijo: Yo soy la luz del mundo. Quién me sigue no camina en las tinieblas, pero tendrá la luz de la vida”. Las reflexiones en torno a este verbo deben profundizarse yendo al inicio, en la formación de la Tierra. Emmanuel en su libro A Camino de la Luz nos dice de Jesús desde el principio, controlando las fuerzas telúricas, moldeando el orbe, conformando su suelo, irguiendo montañas, creando lagos, mares y océanos. Bajo su austera y sabia batuta el mundo fue ganando forma dejando el abismo del inicio para el cosmo de la belleza organizada y reflejada en las hierbas, árboles, valles, laderas, picos, flores, frutos... ¿Entonces como podemos entender el Evangelio como un concepto de reglas ritualistas que recuerdan los sacrificios ofrecidos a Dios, desde tiempos inmemoriales y más aún desde el tiempo del Tabernáculo y del Templo de Salomón?

Carecemos de un conocimiento más nuevo sobre las lecciones de Jesús. Necesitamos entenderlas y cumplirlas, no para la gloria de otros y sí para nuestra propia gloria en el proceso de la aglutinación de valores que nos capaciten la continuación más allá, dejando los divertimentos, mazmorras e ilusiones del pasado. Estamos encarnados en cumplimiento de una determinación de nuestro proceso evolutivo. En la cuestión 168 de El Libro de los Espíritus Allan Kardec indaga: “¿El número de las existencias corpóreas es limitado o el Espíritu se reencarna perpetuamente”? “Cada nueva existencia el Espíritu da un paso en la senda del progreso; cuando se despojó de todas las impurezas, no necesita más de las pruebas de la vida corpórea”. Esta es la respuesta de los Espíritus. Confortadora esta respuesta, pues que nos da como premisa la perfección gradual que vamos alcanzando. Ahora, si alguien está progresando para la perfección, claro queda que necesita entender las Leyes y normas que rigen los dominios de la perfección.

Seguir para Dios, he ahí una antigua invitación

He ahí la necesidad de estudiar, entender y seguir el evangelio de Jesús que representa su conocimiento, su verdad, su voluntad y sus designios a aquellos que Dios colocó bajo su tutela en este Planeta.

¡Seguir para Dios! Cuántos a lo largo de los milenios y de los siglos nos han hecho esta invitación y que quedó en la apostasía, pero que resurgen como ecos del Padre en búsqueda de sus amados hijos, muchos de ellos aún perdidos en los valles de las maldades, principalmente para consigo mismos. “Todo en el mundo tiene un origen, ese origen es la `madre suprema’. Conocer la madre es conocer al hijo. Quién conoce al hijo regresa a la madre. No correrá más peligro.” ¿La cual hijo el autor del Tao Te Ching se refiere en su párrafo 57? Ciertamente, a Jesús, el Cristo Planetario. Todos los Profetas del Antiguo Testamento en sus visiones mediúmnicas registraron las invitaciones de los planos espirituales al hombre aún unido a la materia a buscar algo más allá, a buscar el Malkuta, como ellos decían. ¿Y qué es Malkuta? Simple: El Reino de los Cielos. Ocurre que el Malkuta está en nosotros como semilla pequeñita que necesita crecer. “¡Ponte en pie! Levántate y resplandece, por cuanto tu Luz es llegada, y la Gloria de Yahweh raya sobre ti”. Isaías 60-1. “Despierta, oh tú que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo resplandecerá sobre tu persona”. Pablo a los Efesios 5-14. “Si no oprimierais al extranjero, y al huérfano, y a la viuda, ni derramáis sangre inocente en este lugar, ni andáis después de otros dioses para vuestro propio mal, Yo os haré habitar en este lugar, en la tierra que di a vuestros padres, desde los tiempos antiguos y para siempre”. Jeremías 7:6,7. “Convertíos, y desviad vuestros rostros de todas vuestras abominaciones”. Ezequiel 14:6. Y en nos alerta Zaratustra desde la antigua Persia a mediados del Siglo VII a.C. “Aquel que dice una palabra injusta puede engañar a su semejante, pero no engañará a Dios.” 

La felicidad es un estado de conciencia

¡Cuántos mensajes que vinieron de los planos espirituales están olvidados de entre nosotros! Los profetas iniciaron sus predicaciones casi mil años antes de Jesús y desde aquella época buscaron envolvernos a un tiempo mejor, sin guerras, conflictos, muertes.

Aquí queda esa reflexión, aquí dejamos esos recuerdos para que retornen a nuestro consciente, pues, con toda certeza, todos seremos invitados desde pronto a trillar los justos caminos de las Leyes Divinas y Universales, pero preferimos crear nuestras propias y a ellas somos enteramente fieles hasta el día del dolor. Pero, no necesitamos más del dolor de la expiación. Allan Kardec en su libro El Cielo y el Infierno nos habla del arrepentimiento, de la expiación y de la reparación a los errores cometidos. El no hacer estas recomendaciones es que ha causado tantos disturbios sociales y psicológicos en los individuos de este tiempo. Recordemos siempre que somos hijos creados y bendecidos por Dios y no parias al margen de civilizaciones gloriosas que viven en orbes felices. También podemos ser, pues que la felicidad es un estado de conciencia conquistado. Irgamos, por eso y caminemos. Hay mucho que hacer, aprender, crecer y vivir. La materia y los bienes que ella produce habrán de hacerse polvo que dará origen a otros bienes. El poder y la ganancia serán revertidos en el poder de co-crear con Dios dentro de los objetivos supremos de llegar a la divinidad que está latente en nosotros. La sensualidad será transformada en la creación virtuosa de beneficios mutuos. Las adicciones desaparecerán y los hábitos distinguidos nos llevarán al santuario sagrado que todos tenemos como habitación de Dios en nosotros. Guerras y disensiones. Penurias y migajas no sobrevivirán al hombre héroe de sí del porvenir. Y como nos dice el filósofo alemán Hegel: “En sí – fuera de sí y en retorno a sí”. Y, cada retorno trayendo lleno el cáliz bienaventurado de nuevas bendiciones y conquistas. ¿Y quién sabe, si no seremos el hombre de barbas largas, ropa oliendo a polvo y en las manos la vela encendida y la lupa?

 

 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita