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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 9 - N° 433 - 27 de Septiembre de 2015 

Traducción
Carmen Morante - carmen.morante9512@gmail.com
 

 

Juego peligroso
 

  

Aquella mañana soleada, Sofía y Pedro, ambos de siete años de edad, jugaban en el patio.
 

Cansados de jugar, decidieron ir en bicicleta por la pequeña acera alrededor de la casa. Alegres, corrieron en direcciones opuestas y gritaban al cruzarse pues, como la acera era estrecha, corrían el riesgo de chocar entre sí.

La mamá de Sofía, al escuchar los gritos y las risas, dejó sus tareas y

salió a ver lo que estaban haciendo. Al ver eljuego, ordenó:

- Dejen de correrasí. ¡Es peligroso y pueden hacerse un dañograve!

Pero los niños, contentos con el riesgo que sentíandurante el juego, no quisieron parar. Sofía reclamó:

- ¡Ah, mamá! ¡Es más divertido así! ¡Vamos, déjanos!

Y Pedro agregó:

- Prometemos tener cuidado.

Ante las súplicas, la mamá estuvo de acuerdo:

- Está bien. Siempre que no corran mucho.

Los niños aceptaron, y continuaron el juego. Al comienzo, pedalearon lentamente, pero iban aumentando poco a poco la velocidad.

De repente, la mamá de Sofíaescuchó un ruido acompañado de gritos y corrió a ver qué pasaba. En determinado momento, cuando se cruzaron, Pedro perdió un poco el equilibrio mirando a Sofía, y su bicicleta golpeó la de ella y salieron de la pequeña acera, cayendo ambosal suelo de cemento que rodeaba la casa.

Sofía gritó. Su madre corrió al oír el ruido, y encontró a su hija en el suelo con la frente ensangrentada. La examinó y vio que el corte no era pequeño.

- ¡Hija! ¿Qué sucedió?

- Nos chocamos, tía Lucía, y Sofía se cayó - explicó el niño, llorandoarrepentido.

Pero la madre, preocupada, examinó la herida, cogió a su hija en brazos y la llevó al hospital más cercano.
 

La niña fue atendida por un médico que, después de examinarla, le dio unos puntos y luego escribió una receta con los medicamentos que necesitaba.

- Por algunos días, doña Lucía, Sofía deberá tomar esta medicación y guardar reposo. Nada de juegos, ¿escuchaste, Sofía? - orientó el doctor.

- Está bien, doctor. ¿Pero puedo jugar con mi amigo Pedro?

- Sí puedes. Siempre y cuando sea dentro de tu casa y sin mucho movimiento. Ver televisión, leer, jugar. Tienes puntos en la frente y si te caes puedes complicar tu situación. ¿Entendiste?

- Entendí. Gracias, doctor.

Salieron del hospital y la madre entró en una farmacia y compró los remedios. Luego se fueron a casa, donde Sofíase quedó acostada, porque la medicación le había dado sueño. Pedro, que era su vecino, se fue.

Los siguientes días fueron difíciles para Sofía, acostumbrada a ir a la escuela y jugar con sus amigos. Cuando Pedro aparecía alegre, Sofía se molestaba. En el fondo, a ella lehubiera gustadoque él también sufriese, que sintiera dolor como ella. Después de todo, ambos estaban jugando, pero sólo ella se lastimó. ¡No era justo!

La mamá entró en la habitación trayendo el remedio y una merienda, y encontró Sofía con el ceño fruncido, como si estuviera enojada. Le preguntó:

- ¿Sucede algo, hija? ¿Estás adolorida?

Y Sofía, después de pensar un poco, preguntó:

- No, mamá. Pero si Pedro también estaba jugando conmigo, ¿por qué sólo yo tengo que tomar el medicamento? ¡Él también se cayó!

La mamá sonrió, se sentó en la cama y le explicó:

- Sofía, hija mía, Pedroes tu amigo. ¡Pero él no se lastimó! Respóndeme una cosa: ¿Cuando tú tienes hambre, él debe comer en tu lugar?

- ¡Por supuesto que no, mamá!

- Si tienes frío, ¿es él quien debe abrigarse?

- ¡Qué pregunta, mamá! ¡Por supuesto que no! ...

La mamita abrazó a su hija y añadió:

- Sofía, ¿entiendes que hay cosas que sólo nosotros mismos podemos hacer para nuestro beneficio? Por mucho que seas su amiga, Pedro no va a tomarlos remedios, comerá o se abrigará por ti. Tu amiguito está triste al verte con una venda en la frente y con los arañazos en el brazo, pero sólo puede darte su afecto y amistad. Por eso viene con una sonrisa, que es un regalo para ti. ¿Entiendes, querida?

Sofía movió la cabeza mostrando que había comprendido y sonrió:

- Lo entendí, mamá. Pero en el fondo me gustaría que él también sufriera un poco.

- Pedro está sufriendo, Sofía. Sólo que su sufrimiento no está en el cuerpo sino el alma.

En ese momento, el muchachito llegó.

- ¡Hola, Sofía! ¿Estás mejor hoy?

- ¡Mucho mejor porque viniste, Pedro!

La mamá los abrazó y salió de la habitación, dejándolosconversar. Pero pudoescuchar que su hija decía:

- Mamá trajo una merienda, Pedro. Vamos a compartirla. ¡Alcanza para los dos!

Satisfecha, Lucía volvió a sus deberes contenta de ver que su hija estaba aprendiendo a compartir lo que era suyo, y entendiendo que los amigosdemuestran su amistad tratando de alegrarnos en los momentos difíciles.

MEIMEI

(Recibida por Célia X de Camargo, el 6/07/2015)


 

                                                                                   



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