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Estudio de las Obras de Allan Kardec Português   Inglês

Año 9 - N° 432 - 20 de Septiembre de 2015 

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 
 

Qué es el Espiritismo

Allan Kardec

(Parte 10)
 


Damos continuidad a
l estudio del libro Qué es el Espiritismo, obra lanzada en París en julio de 1859. El estudio será presentado en 19 partes. Las páginas citadas en el texto sugerido para la lectura se refieren a la 20ª edición publicada por la Federación Espírita Brasileña. Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al final del presente texto. 

Preguntas para debatir 

A. Si Allan Kardec afirma que el Espiritismo respeta las convicciones sinceras y no pretende obligar a nadie a creer en la Doctrina Espírita, ¿por qué su preocupación en combatir el materialismo?

B. ¿Cuál es, según Allan Kardec, la mejor de todas las religiones?

C. ¿Qué dice el Espiritismo respecto al purgatorio y el infierno?

Texto para la lectura

93. El sentimiento religioso domina en las evocaciones y en nuestras reuniones, pero no tenemos una fórmula sacramental: para los Espíritus el pensamiento lo es todo y la forma,  nada. Los llamamos en nombre de Dios, porque creemos en Dios y sabemos que nada se hace en este mundo sin su permiso y, por lo tanto, no vendrían si Dios no lo permitiese. (Cap. I, Diálogo Tercero, pág. 130.)

94. La práctica del bien, que es la ley superior, es la condición sine qua non de nuestro futuro, como lo prueba el estado de los Espíritus que se comunican con nosotros. El Espiritismo, como doctrina moral, sólo impone una cosa: la necesidad de hacer el bien y evitar el mal. (Cap. I, Diálogo Tercero, pág. 134.)

95. La duración del castigo en la vida post mortem está subordinada al mejoramiento del Espíritu culpable. Ninguna condena por un tiempo determinado se pronuncia contra él. Lo que Dios exige para poner fin a los sufrimientos es el arrepentimiento, la expiación y la reparación; en una palabra, un mejoramiento serio y efectivo, una vuelta sincera al bien. (Cap. I, Diálogo Tercero, pág. 135.)

96. Los Espíritus no niegan, pues, las penas futuras puesto que son ellos mismos quienes nos describen sus propios sufrimientos, y este cuadro nos conmueve más que el de las llamas eternas, porque todo en él es perfectamente lógico. (Cap. I, Diálogo Tercero, pág. 136.)

97. La Biblia, el Evangelio y los Padres de la Iglesia reconocen perfectamente la posibilidad de las comunicaciones con el mundo invisible. Además, al admitir la Iglesia la autenticidad de ciertas apariciones y comunicaciones de los santos, rechaza así la idea de que sólo podemos entrar en relación con malos Espíritus. (Cap. I, Diálogo Tercero, pág. 137.)

98. La Iglesia no niega que los Espíritus buenos puedan comunicarse, pues reconoce que los santos también se han manifestado. (Cap. I, Diálogo Tercero, pág. 141.)

99. Los Espíritus no vienen a derribar la religión sino a revelarnos, como Galileo,  nuevas leyes de la Naturaleza. (Cap. I, Diálogo Tercero, pág. 141.)

100. Los Espíritus enseñan que el alma no retrocede, sino que progresa siempre. Sus diferentes existencias corporales se cumplen en la Humanidad, siendo cada una un paso que da el alma en la senda del progreso intelectual y moral, lo que es muy diferente de la metempsicosis. (Cap. I, Diálogo Tercero, pp. 142 y 143.)

101. Dios permite al Espíritu continuar en una nueva encarnación lo que no pudo concluir en la anterior, o volver a empezar lo que hizo mal. La expiación en la vida corporal consiste en las tribulaciones que en ella sufrimos. (Cap. I, Diálogo Tercero, pág. 143.)  

102. La reencarnación no es un sistema imaginado para la satisfacción de las necesidades de un ideal, ni una opinión personal. Si está demostrado que ciertos efectos que existen  son materialmente imposibles sin la reencarnación, es preciso admitir que ellos son su consecuencia. (Cap. I, Diálogo Tercero, pág. 143.)  

Respuestas a las preguntas propuestas

A. Si Allan Kardec afirma que el Espiritismo respeta las convicciones sinceras y no pretende obligar a nadie a creer en la Doctrina Espírita, ¿por qué su preocupación en combatir el materialismo?

Al combatir el materialismo, Kardec no ataca a las personas sino a una doctrina que, si se generaliza, se constituye en una llaga social. En efecto, la negación del provenir y la simple duda sobre la vida futura son los mayores estímulos del egoísmo, origen de la mayor parte de los males de la Humanidad. Con el materialismo, la caridad, la fraternidad y la moral no tienen ninguna base, ninguna razón de ser, y de allí la máxima más perjudicial para el futuro de todos: “Cada uno para sí durante la vida terrena, porque con ella todo se acaba”. (Qué es el Espiritismo, capítulo I, Diálogo Tercero, págs. 126 y 127.)

B. ¿Cuál es, según Allan Kardec, la mejor de todas las religiones?

La mejor de todas las religiones, enseña el Codificador, es aquella que sólo enseña lo que está conforme con la bondad y justicia de Dios; la que da la idea más grande y más sublime de Dios; la que hace a los hombres buenos y virtuosos y les enseña a amarse todos como hermanos; la que condena todo mal hecho al prójimo; la que no autoriza la injusticia bajo ninguna forma ni pretexto; la que no prescribe nada contrario a las leyes inmutables de la Naturaleza; es aquella cuyos ministros dan el mejor ejemplo de bondad, caridad y moralidad; la que busca mejor combatir el egoísmo y lisonjear menos el orgullo y la vanidad de los hombres; en fin, aquella en cuyo nombre se cometa menos mal, porque una buena religión no puede servir de pretexto a ningún mal. (Obra citada, capítulo I, Diálogo Tercero, págs. 131 y 132.)

C. ¿Qué dice el Espiritismo respecto al purgatorio y el infierno?

El Espiritismo no niega el purgatorio; por el contrario, demuestra su necesidad y su justicia, y además lo define. El purgatorio sería la misma Tierra, donde el alma culpable purga, expía los errores del pasado. En cuanto al infierno, el Espiritismo lo considera sólo una figura, una alegoría, porque al no admitir la eternidad de las penas, los Espíritus Superiores enseñan que la duración del castigo está subordinada al mejoramiento del Espíritu culpable. (Obra citada, capítulo I, Diálogo Tercero, págs. 135 y 136.)

 

 


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