WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual Edições Anteriores Adicione aos Favoritos Defina como página inicial

Indique para um amigo


O Evangelho com
busca aleatória

Capa desta edição
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Rádio Espírita
On-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco

Especial Português Inglês    
Año 9 - N° 431 - 13 de Septiembre de 2015 

CLAUDIA GELERNTER            

claudiagelernter@icloud.com    

Vinhedo, SP (Brasil)

 
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 
 

Claudia Gelernter

Superación,
según Jesús
 


Conversando sobre la fuerza divina en nosotros

Me gusta percibir las semejanzas fundamentales entre las enseñanzas de grandes maestros de la humanidad y la Psicología Humanista. Aunque esta última se haya ocupado más de los procesos mentales, con sus dificultades, embustes y vicios (y posibles cuidados) y los Maestros con las cuestiones éticas y morales, lo que vemos, en la síntesis de ambas, es que el camino propuesto para el bienestar se repite: aceptación, amor y trabajo. Cuando realizamos en el mundo y en nosotros estos tres conceptos sagrados, superamos nuestro yo inferior, alcanzando nuevos horizontes. Conseguimos atravesar valles sombríos, grandes desafíos existenciales, manteniendo nuestra serenidad, nuestra armonía íntima.

Este paso valiente, certero, eficaz, que nos pide empeño, confianza y discernimiento,  haciéndonos mejores de lo que habíamos sido hasta allí, se llama SUPERACIÓN. Todos podemos alcanzarlo; finalmente, como nos dice el salmista, ¡somos dioses! Y esta esencia divina que cargamos, cuando es accionada, nos hace fuertes, irresistiblemente capaces.

Al final, necesitamos superar antiguas formas de ser y de pensar para evolucionar. ¿Y qué es vivir en la Tierra, sino un ejercicio de evolución para todos nosotros?

Joseph Campbell y la Saga del Héroe: de lo individual a lo social

Joseph Campbell, psicólogo americano, autor de la teoría relacionada al poder del mito, al estudiar los mitos e historias de héroes, de todas las culturas, en épocas variadas, encontró en estas un punto en común, un enredo lógico, constituido de pasos cronológicos, secuenciales, pedagógicos y evolutivos. Constato que toda historia escrita o narrada parte de un ambiente cotidiano, familiar, controlado, en que se muestra el día a día del héroe, con sus quehaceres y costumbres, junto a sus conocidos y/o familiares. Entonces, en determinado momento de su “controlada" vida, ese héroe se siente impulsado a salir de ese ambiente, como si una fuerza invisible e irresistible lo obligara a partir en búsqueda de algo nuevo. Aunque  el héroe resista, intente negar lo no-familiar, algo ocurre y lo “empuja" para fuera, rumbo a un gran desafío. Con el pasar del tiempo y de las experiencias, he ahí que surge un dilema gigantesco a ser enfrentado, después otro, hasta que, cuando el héroe ya siente que no tiene más fuerzas, nace en él una energía sobre-humana, especial, capaz de hacerlo ser más de lo que había sido hasta allí, llevándolo a una victoria impresionante, colocándolo, entonces, en otro nivel.

Cuando, por fin, ese héroe retorna a su medio [o incluso prefiera estar en otro ambiente], lo que ocurre es que él estará transformado, diferente, más maduro y experto, en consonancia con la vivencia que experimentó y la victoria que consiguió.

Creo que todos nosotros ya nos deparamos con historias así, sea en los cuentos de Grimm, en los mitos griegos, nórdicos, africanos, indígenas, o aún en las superproducciones del cine actual. La mayor parte de los héroes repite ese tipo de saga.

Pero, al final, ¿esa ruta común qué tiene que ver con nosotros? ¿Por qué eso es relevante?

Lo que ocurre es que la saga del héroe, propuesta y descubierta por Campbell, habla de todos los seres humanos. Todos pasamos, en algún momento (o varios), por determinadas crisis en que somos llevados a salir de nuestras rutinas; perdemos el control de la situación, no entendemos muy bien lo que viene por delante, nos sentimos solos y, a veces, desesperados. En el ápice de los problemas, cuando creemos que las fuerzas se agotaron y que estamos prestos a desistir, he ahí que una fuerza impresionante surge, arrebatadora, inmediata. Ella puede venir en la forma de una idea, un insight  o una acción real, práctica.

Ese momento crucial de la saga, en que conseguimos dar ese paso fundamental, se llama SUPERACIÓN, como dice arriba

Noten que la palabra, se divide en dos, nos sugiere exactamente eso: Una Súper Acción, una acción especial, no rutinaria, poderosa, decisiva.

Cuando hablamos de SUPERACIÓN, tenemos que tener en mente que esta puede ocurrir en cualquiera de nuestros aspectos fundamentales, sea él físico, psíquico, social o espiritual. Y siendo en cualquier uno de ellos, la verdad es que todos los otros son concomitantemente afectados; finalmente, somos seres integrales, formados de cuerpo y alma, con procesos mentales, emocionales, sociales y espirituales.

En el ámbito individual [hablo individual, pues la superación también se da en el campo social] cabe recordar que somos seres integrales y, por lo tanto, la superación puede darse en cuatro aspectos específicos:

Superación de orden física: Cuando conseguimos una cura, un cambio radical de hábito, o aún una aceptación cualquiera con relación a problemas incurables en nuestro cuerpo (mutilaciones, deformaciones, etc.), vejez etc.

Superación de orden psíquica: Cuando cambiamos nuestros procesos mentales de forma más positiva, alterando antigua forma de observar el mundo, dejando anclar en emociones tóxicas, trabajando la autoestima, el autoamor, controlando el va y viene emocional a través del campo racional, nuestro modo de comprender la realidad y obrar en ella.

Superación de orden social: Cuando conseguimos aceptar a las personas como ellas son, sin intentar cambiarlas a nuestro placer; cuando conseguimos callar para que uno más necio hable; cuando conseguimos mantener la paz, la armonía íntima, dialogando con madurez con las personas, instituyendo relaciones maduras, saludables con los demás.

Superación de orden espiritual: Cuando conseguimos salir de nosotros mismos y conectarnos a algo mayor que nosotros, sintiendo la presencia de la inteligencia que nos gobierna, con cualquier nombre que queramos atribuirle, aceptando los movimientos de la vida, con sus reveses y alegrías, por entender que Dios sabe mejor que nosotros aquello que nos conviene.

Superación significa, por tanto, salir de un nivel, de un grado en la escala evolutiva, para otra posición, mejorada, porque es más equilibrada, armoniosa.

Un estado de serenidad puede ser percibido cuando conseguimos dar este importante paso, con esta SUPER ACCIÓN.

Veamos algunos de los posibles impedimentos y medidas positivas para la SUPERACIÓN:

a.       Baja autoestima;

b.       Victimismo;

c.        Orgullo exacerbado;

d.       Remordimientos y autosabotaje;

e.       Amarguras;

f.        Infantilismo;

g.       Carencias;

h.       Rebeldia;

i.         Cólera.

Tales emociones y sentimientos surgen de aprendizajes equivocados sobre sí mismo y el mundo. Nacen de nuestra obstinación milenaria. Siempre que nos fijamos en emociones de esa calidad, estas se hacen tóxicas en nuestro mundo mental, llevándonos a la enfermedad, retirándonos la posibilidad de superación. Será preciso un profundo autoconocimiento y medidas de mejoría, a través de acciones positivas. Y recordando que cambio de hábito requiere ejercicio y perseverancia.

Si en la Edad Media no imaginábamos la necesidad de un baño, o el lavado dental, en la actualidad esos hábitos surgen como algo natural, porque ya son impuestos por la cultura. Día llegará en que hacer lo correcto será tan natural como beber un vaso de agua cuando sentimos sed… Hasta allá, necesitamos empeñarnos y ayudarnos mutuamente, para conseguir superar y sobrepasar las indispensables etapas evolutivas.

Dentro de este razonamiento, destaco, abajo, tres acciones posibles y necesarias para ayudar a personas que cruzan nuestros caminos a alcanzar ese objetivo sagrado:

Acción Profiláctica: Cuando padres y/o educadores lanzan sobre el estudiante una mirada poderosa, haciéndolo creer que posee una fuerza divina en sí [¡lo que es de más pura verdad!], que consigue superar las dificultades, pudiendo desarrollarse plenamente, dejando para tras dificultades e impedimentos, promueven en este un desarrollo saludable, con base sólida, formadora de un ego fortalecido, resistente, plástico. El autoamor surge, permitiendo que el individuo se haga un adulto fuerte, conocedor de su papel en el mundo, capaz de descubrir y utilizar sus talentos. Para estos, la superación se vuelve menos sufrida, más rápida, a veces suave, hasta.

Acción Curativa: Cuando, en la fase adulta, el sujeto presenta dificultades en uno o varios aspectos de su vida y el cambio íntimo parece de difícil solución, el camino inicial del discípulo de la vida deberá ser el propuesto hace más de 2.500 años, con una frase bastante conocida en el mundo occidental: “conócete a ti mismo”. Necesitará bucear en los enredos de su psiquismo para tomar conocimiento de los posibles embustes que prepara contra sí mismo o de las trampas en que cae, sin darse cuenta de los posibles caminos que puede trillar, alejándose del sufrimiento. Como medidas de acción curativa, destacamos el amor y la orientación, sea a través de una filosofía, una religión, una terapia humanista o aún alguna práctica meditativa.

Acción Paliativa: “Como habladora que soy, hablo a partir de un lugar…” Y este lugar está marcado por la filosofía espírita. En este modo de pensar, el humano es un Espíritu reencarnado, que ya pasó por muchas experiencias, por diversos desafíos y aprendizajes  diversos, y está en este momento viviendo nuevas cuestiones específicas, ideales para él. Ocurre que no todos aprovechan bien la experiencia reencarnatoria. Algunos estacionan por demasiado tiempo en determinadas posiciones, obstaculizando la propia evolución y no se abren para las lecciones presentadas. Prefieren la posición de víctimas enyesadas. Aprendieron a infantilizarse y no quieren salir de este lugar. El paso de la superación no siempre ocurre, por lo tanto. Pero nada está perdido, ya que somos inmortales y ninguna semilla buena se pierde. Aunque el suelo de sus corazones no esté listo para el brote de la superación, debemos sembrar, confiados en que la propia vida hará su trabajo, a lo largo de los días, años y décadas… o incluso. ¡Un día, la semilla brotará!

¿Donde podemos encontrar las lecciones de Jesús, en este contexto hasta aquí presentado?

¡En todo! Todas las lecciones, intervenciones y propuestas curativas pueden ser encontradas en la vida y en los ejemplos de Jesús. Él nos trajo indicaciones preciosas, a lo largo de su legado. Prácticamente a finales de su estada en el plano material, dijo que debemos trabajar y confiar, como él lo hizo, para que también nosotros venciéramos al mundo, como él venció. ¿Y qué sería “Vencer al Mundo”, sino [en nuestro caso] superarnos a nosotros mismos, nuestro ego problemático, a pesar del mundo y de sus arrastramientos?

Para la Superación propia y para ayudar a nuestros hermanos del camino en la superación necesaria, conjugó algunos verbos esenciales. Citaré aquí seis de ellos, encontrados en sus enseñanzas, por considerarlos fundamentales en nuestro camino evolutivo. Son ellos: Sembrar, Orar, Confiar, Escoger, Actuar y Amar.

Sembrar -  “He ahí que el sembrador salió a sembrar” Mateo (13:3)

Jesús nos pidió para que no colocáramos la candela debajo del celemín, que no dejáramos de distribuir nuestra luz, nuestro conocimiento sobre el amor, sobre el bien. ¡Nos habló de la parábola del sembrador, explicando que no todo suelo está preparado para nuevos brotes, pero que ni por eso el sembrador deja de sembrar!

Orar -  Pedid, y se os dará; buscad, y encontraréis; tocar, y se os abrirá.

Porque, aquel que pide, recibe; y, lo que búsqueda, encuentra; y, al que bate, se le abrirá.

¿Y cuál de entre vosotros es el hombre que, pidiéndole pan su hijo, le dará una piedra? ¿Y, pidiéndole pez, le dará una serpiente? ¿Si vosotros, pues, siendo malos, sabéis dar buenas cosas a vuestros hijos, cuánto más vuestro Padre, que está en los cielos, dará bienes a los que le pidan? (Mateo 7:7-10)

Jesús nos dice que la oración tiene una fuerza impresionante, que el Padre siempre escucha todas las oraciones y que ninguna de ellas queda sin respuesta, aunque no tengamos de inmediato la solución de un problema, pues la oración hecha por un corazón fortalecido en la fe recibe amparo, se fortalece y se calma para seguir la superación necesaria.

Confiar - “Y he ahí que una mujer que hacía ya doce años padecía de un flujo de sangre, llegando por detrás de él, tocó la orilla de su ropa; porque decía consigo: Si yo tan solamente tocara su ropa, quedaré sana. Y Jesús, volviéndose, y viéndola, dijo: Ten ánimo, hija, tu fe te salvó. E inmediatamente la mujer quedó sana.” (Mateo 9:20-22)

La confianza en los propósitos de la vida y en la ayuda de los cielos nos mantiene relativamente serenos delante de las grandes crisis. No fuimos creados al acaso y no estamos “sueltos en el mundo” como plumas al viento. Todos estamos conectados al Amor del Padre y este está en el timón.

Escoger -  "Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que conduce a la perdición, y muchos son los que entran por ella; y porque estrecha es la puerta, y apretado el camino que lleva a la vida, y pocos hay que la encuentren.” (Mateo 7:13-14)

Decidir por el mejor para nosotros exige una consulta al chip divino llamado conciencia. Hemos tenido contacto con muchas tradiciones de sabiduría y todas nos indican los mismos caminos: Amor, trabajo y aceptación. Si hacemos el nuestro mejor, si amamos, trabajamos y aceptamos lo que la vida nos trae de desafíos, dando lo nuestro mejor, estamos optando por la puerta estrecha. Y ella nos lleva siempre a un lugar mejor.

Actuar -  "Todo aquel, pues, que escucha estas mis palabras, y las practica, lo asemejaré al hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca; y descendió la lluvia, y corrieron ríos, y soplaron vientos, y combatieron aquella casa, y no cayó, porque estaba edificada sobre la roca. Y aquel que oye estas mis palabras, y no las cumple, lo comparo al hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió la lluvia, y corrieron ríos, y soplaron vientos, y combatieron aquella casa, y cayó, y fue grande su caída.”  (Mateo 7:24-27)

Saber y no hacer es ser responsable por el propio fracaso. Ya no somos más ignorantes de muchas cosas. Nos cabe continuar intentando, luchando para vencer el mal que aún habita en nosotros.

Amar - “Por lo tanto, todo lo que vosotros queréis que los hombres os hagan, hacédselo también vosotros, porque esta es la ley y los profetas.” (Mateo 7:7-12)

Este es el resumen no sólo de la Doctrina Cristiana, sino, como dijo Jesús, es la ley y los profetas, siendo que la ley divina ya fue presentada por muchos misioneros, a lo largo de los siglos y milenios, en todas las culturas. Nadie está al margen de esa enseñanza. Debemos, por tanto, amar siempre… amar a todo y a todos.

Jesús, el mayor psicólogo, el mayor pedagogo, el mayor ejemplo de que tenemos noticia, sabía que no nos hacemos solos, que necesitamos unos de los otros, que Dios ayuda a las criaturas por medio de las criaturas. Nos contó que debemos aceptar la realidad, aceptar los movimientos de la vida, trabajando, usando nuestros talentos para lo mejor, para lo más útil. Nos llamó la atención para que tomáramos nuestro lugar en esta vida, siendo responsables, dejando de ocupar una posición infantil, victimista, dependiente. Que fuéramos humildes delante de las propuestas de la vida y fuertes delante de los problemas. Que superáramos, a través del amor y de la confianza en Dios.

Todos somos capaces de ayudar a un hermano en el proceso de superación y también nosotros podemos superarnos a nosotros mismos, a través de Jesús y de sus enseñanzas.

¡Trabajemos! 

 

 


Volver a la página anterior


O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita