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Año 9 - N° 428 - 23 de Agosto de 2015 
MARCELO TEIXEIRA         
maltemtx@uol.com.br    
Petrópolis, RJ (Brasil)
 
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 
 

Marcelo Teixeira

La humildade es fértil


Quién me despertó para el descubrimiento que da título a este artículo fue el actor Eriberto León, en una entrevista concedida al Programa del Jô (TV Globo) el 11 de diciembre de 2009. En la ocasión, él esclareció que la palabra humildad deriva de la palabra humus, que significa tierra buena, apta a recibir la semilla y hacerla germinar, generando frutos y más frutos. Fui, entonces, al diccionario, que confirmó lo que Eriberto dijo. La humildad, por lo tanto, es fértil. Para mí, una de los mayores descubrimientos de los últimos tiempos.

Es una gran oportunidad para volver a ver el concepto que tenemos acerca de humildad, equivocadamente interpretada como bajar la cabeza, ser simplón, usar ropas desgastadas y similares. Ser humilde no es nada de eso, felizmente. Y humillarse deja también de significar rebajarse. Es dejarse fecundar. Mucho más fascinante y profundo.

Ese descubrimiento nos lleva a volver a ver algunos pasajes evangélicos para percibir la importancia de ser fértiles y dejemos fecundar en el suelo de la conciencia las varias semillas que la vida tira en nosotros diariamente.

Voy a comenzar con la primera de las bienaventuranzas: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”.

En El Evangelio según el Espiritismo, cap. VII, ítem 2, Allan Kardec alerta que Jesús, en la citada bienaventuranza, no se refiere a los desprovistos de inteligencia, sino a los humildes. Es para los fértiles, por lo tanto, que el reino de los cielos (estado permanente de felicidad, conciencia tranquila y sensación de de deber cumplido) está reservado.

Debemos ser fértiles; ¿pero como se da eso?

En el libro La Voz del Monte, el escritor Richard Simonetti resalta que no es sin ton ni son que esa bienaventuranza es la primera a ser proclamada en el Sermón de la Montaña. Jesucristo, siendo el Maestro por excelencia, quiso dar una secuencia lógica a tan grandiosas enseñanzas. Por lo tanto, quiso dejar claro que, para comenzar la jornada evolutiva de forma lúcida y coherente, debemos ser fértiles lo suficiente para tener una idea exacta de quien de hecho somos. ¿Cómo eso se da? Cuando reconocemos que somos imperfectos, que erramos mucho, que no siempre estamos con la razón, que debemos saber recibir una crítica constructiva, que la persona que nos ofende puede estar pasando por un momento difícil etc. Esas son algunas de las semillas que nos son tiradas en lo cotidiano. Si la tierra de nuestra conciencia es humilde (fértil), las semillas resultarán en cosechas de autoconocimiento, comprensión y perfeccionamiento íntimo, por ejemplo. Pero si la tierra es árida e infértil, las semillas no germinarán. Resultado: cólera, soberbia, orgullo herido, inseguridad, fanatismo y otros tantos males que nos acometen por falta de humildad.

Va a ver que es por eso que, en la Parábola del Sembrador, otro conocido tramo del Nuevo Testamento, Jesús insiste en explicar la naturaleza de los varios terrenos que recibieron las semillas que el sembrador arrojó. Las tres primeras partidas de semillas cayeron a lo largo del camino, entre piedras y en medio de los espinos. Ninguna de ellas brotó; fueron devoradas por pájaros, resecadas por el sol o sofocadas por los espinos. Fueron liquidadas por la falta de humildad, caracterizada por desinterés, superficialidad, opresión, egoísmo, disputa de poder, desdén, prejuicio.

Tire la primera piedra aquel que este sin pecado

En contrapartida, la cuarta partida de semillas cayó en la tierra buena y produjo cien por uno; otras, sesenta y otras, treinta. Es decir, conforme el grado de fertilidad, las personas maduran, dejaron hablar la voz de la conciencia y produjeron en consonancia con la comprensión que tuvieron. Pero no dejaron de producir. Eso significa que, aún produciendo poco, la tendencia es que la fertilidad aumente y, en poco, el ser humano vaya perfeccionando el grado de comprensión, estando apto, así, a ser más humilde, a medida que fuera dilatando su percepción y reconociéndose imperfecto, siempre necesitando aprender algo y estando abierto a lo nuevo.

Otro buen ejemplo, aún utilizando el Nuevo Testamento, es el célebre episodio de la mujer adúltera, presta a ser apedreada por la turba que coge y lincha. Ahí, Jesús dice que debe tirar la primera piedra aquel que esté sin pecado. ¿Qué hizo el Maestro? Tiró semillas de comprensión que, por motivos variados, creo, fueron asimiladas por aquellos hombres de piedra en puño. Ellos fueron llevados a tener una actitud humilde/fértil. Dejaron la enseñanza de Cristo brotar en el suelo de sus conciencias. Dejaron de lado la aridez del orgullo y de la intolerancia. La semilla fecundó el suelo de cada uno de ellos. Así pues, brotaron muchas, que hicieron a aquellos hombres pensar: - Vaya, yo también tengo numerosos defectos. - Si yo estuviese en el lugar de ella, ¿me gustaría que me tirasen piedras?  - ¿Qué estoy haciendo con esta piedra en la mano si ni conozco a esa mujer? – No debo dar oídos a quien me incita a tirar una piedra a esa pobre criatura. ¡Sino, es que yo corro el riesgo de ser apuntado como agitador!

Qué es, de hecho, ser humilde

Finalmente, semillas que, en aquel momento, hicieron varios terrenos producir cinco, diez, veinte o cien, no importa. Fue una producción suficiente para todos tirar las piedras e irse, renovados que estaban por haberse dejado fertilizar por la semilla de la enseñanza del Cristo, que hizo con ellos revalidarse, en un instante de segundo, sus propios valores. Eso es ser humilde. Cada uno de aquellos hombres fue humilde a su modo.

Creo que cuando pensamos en humildad, debemos también tener sensibilidad para percibir que su significado va más allá del antónimo de orgullo.

En el libro Trabajando para sí Mismo, el escritor José Carlos Leal cuenta la historia de un profesor que, tras 20 años enseñando en un colegio, fue dimitido. Él, entonces, cogió el dinero de la indemnización y abrió un establecimiento de enseñanza. Hoy, gana mucho más como dueño de la propia empresa. ¡Él fue humilde! Se dejó fecundar por la oportunidad que la situación difícil presentaba y dio la vuelta por cima. Si no fuera humilde, habría caído en depresión o iría a buscar otro trabajo que lo mantuviera en el mismo nivel salarial. O simplemente quedaría con rabia del ex-jefe, cultivando la aridez del rencor y del orgullo herido. La humildad tiene, por lo tanto, mucho que ver con emprendimiento, palabra muy utilizada en los días de hoy. Es la fertilidad de percibir que podemos intentar otro camino.

Humildad se podría aliar al buen humor

Evaristo Antunes, primo de mi abuelo paterno y presidente de la Unión Municipal Espírita de Petrópolis (Umep) por muchos años, cierta vez testificó una pelea de tráfico. Al intentar calmar a uno de los conductores, oyó de él que tenía mucha rabia porque el otro conductor lo había mandado para algún lugar poco recomendable. Evaristo, con mucha tranquilidad y buen humor, dijo: - Oye, mi hijo. ¡No vaya! Simple así. He ahí la humildad que es sinónimo de buen humor. Debemos ser fértiles lo suficiente para llevar en la deportiva cuando nos agreden con palabras. Es una humildad que tiene que presentarse llena de presencia de espíritu. Generalmente, desarma al ofensor y lo deja sin acción, ya que tuvimos la humildad de no dar importancia a las insolencias. El agresor quedará sin gracia, percibirá que su agresividad no dará en nada e irá a retirarse, fecundado por nuestra reacción sorprendente. Corre el riesgo de, más adelante, él se ría de la situación, como yo ya vi ocurrir.

A finales de la década de 1970, fue al aire en la TV una campaña publicitaria llamada Desármese y viva mejor. Consistía en varios comerciales en que personas agresivas eran “desarmadas” por la gentileza. Recuerdo que, en uno de los comerciales, un hombre comenzaba a discutir con otro porque creía que este otro había agujereado la fila de espera del restaurante. Este segundo, en vez de entrar en la pila de la discusión, tuvo la humildad de disculparse. Acto continuo, extendió la mano para el estresado e invitó él y esposa para sentarse con él, que también estaba acompañado de la mujer. El individuo que inició la discusión sonrió sin gracia y aceptó la invitación.

Humildad requiere presencia de espíritu

Conozco una historia buena sobre dos personas (no sé si parientas o amigas) que comenzaron a discutir. Una de ellas, en el auge de la pelea, dijo para la otra algo del tipo “¡Usted es esto, eso, aquello y más aquello otro!” La ofendida, entonces, se volvió para la ofensora y preguntó: “¿Usted halla aunque yo soy eso todo ahí?” “¡Encuentro sí!”, respondió la primera persona, encolerizada. La segunda, entonces, remató, serena: ¡Entonces ya está! Y puso fin a la pelea, dejando a la otra completamente sin acción.

La humildad a veces se muestra difícil porque requiere presencia de espíritu, algo que anda medio olvidado. Preferimos apelar para el estrés, la discusión acalorada, el mal humor y el orgullo herido. Resultado: terreno infértil que no deja ninguna semilla brotar.

Miriam Machado, con quien trabajé en la Editora Voces, contó cierta vez que el ex-marido entró en una de querer emancipar a la hija, entonces con 16 años. Para tanto, convenció a la niña. Esta a su vez, comenzó a perseguir a la madre con la idea.  ¿Que hizo Miriam? Fue humilde. ¿De qué forma? Estuvo de acuerdo de pronto con la emancipación, alegando que, si la hija y el ex-marido querían, no sería ella, voto vencido, quedándose  peleando (falta de humildad). El asunto murió. Si la inteligencia de Miriam no fuese humilde, ella chocaría de frente con ambos y pondría a los tres en un interminable estrés.

Hay muchos otros comportamientos que evidencian nuestra falta de humildad/fertilidad. Obstinación es una de ellos. ¿Saben aquellas personas que insisten en un caso perdido? Hay varias historias así. Gente que se niega a ver lo obvio y pasan a veces una existencia entera golpeando en hierro frío.

La hija que no se volvió princesa

Conocí a un señor viudo que no se conformaba con las elecciones de la única hija. En la cabeza de él, la hija tenía que ser una princesa, además de estudiosa. Sólo que ella nunca conectó para estudiar (terminó a la fuerza la Enseñanza Media), no se casó como manda el figurín – sólo juntó los cepillos de diente con el amado –, hizo un curso de peluquera y fue a trabajar en un salón. Perfecto para ella, que siempre cuidó bien del padre, de los hijos y del marido. Sólo que el padre, en vez de tener la humildad de ver con buenos ojos las elecciones de la hija, prefirió perseguirla. Fueron años y más años de implicaciones y agresiones verbales, dirigidas al marido de ella también. En la cabeza de ese padre, la hija tenía que volver a estudiar y casarse con velo, guirnalda y flor de naranjo. Pasó décadas estresando a la familia y obstinado contra lo obvio, hecho un perro intentando morder su propio rabo – o sea, rueda, rueda y no consigue. Hasta que desencarnó. Ahora, debe estar aprendiendo el valor de una postura fértil, que se deja fecundar por las elecciones justas que los hijos hacen, aunque ni siempre coincidentes con los sueños de los padres. Saber respetar las elecciones ajenas es también ser humilde.

Quiero hablar de otra evidencia de la falta de humildad: la dificultad que algunas personas tienen de aceptar los cambios por los cuales el mundo pasa. Hablo de gente reaccionaria, que se niega a admitir que lo nuevo siempre viene. Sí, reaccionarios y terreno árido hacen una asociación bastante incómoda. Es el grupo que no da el brazo a torcer de ninguna manera; los dueños de la verdad. ¡Ten pala, azada, rastrillo, pico y fertilizante para revolver esas tierras! Aún así, muchas continúan áridas. ¡Pena!

El ejemplo de un hombre solidario

Mi consuelo es saber que un día, a golpes de dolor, la tierra se verá obligada a ser humilde y, finalmente, se dejará fecundar por las semillas de una nueva mentalidad. Si no fuera en esta existencia, será en una próxima o incluso en el plano espiritual. Finalmente, los empedernidos también desencarnarán un día. Y a mí ver, no existe mayor gesto de humildad que dejarse fecundar por la realidad de la vida espiritual. Para quién es árido, debe ser un gran batacazo. Tal vez sea por eso que las reuniones mediúmnicas tengan siempre tanto trabajo, que es esclarecer a los que dejaron este mundo y se negaron a admitir el hecho. Tengo que hablar, también, sobre gente que no reconoce que erró y que no pide disculpas, aún sabiendo que erró. ¿Ya notaron como son áridas y conturbadas, desprovistas de paz interior? ¡Cuántas relaciones conyugales, familiares y entre amigos ya se deshicieron a causa de la falta de un simple pedido de disculpas! ¡Cuánta dureza de suelo! ¿Y qué decir de los fanáticos, sea por religión, fútbol, partido político etc.? Sólo ellos están ciertos. Los demás, errados por pensar de forma diferente. Mentes cerradas que no se dejan fertilizar/humillar por la capacidad de percibir que todo es relativo.

Voy a rematar contando un reportaje a que asistí en el “Jornal Hoje” (TV Globo), en la década de 1990. Era sobre un señor de la ciudad de Ituiutaba (MG). Nombre: Deócles Gomes Machado, pero era cariñosamente llamado como Tío Doc. Un día, Doc (disculpe la intimidad) quedó viudo. Jubilado y ya con cierta edad, en vez de bucear en la soledad, optó por ser solidario. Bien solidario, de hecho. Buscó terrenos vacíos, pidió autorización a los dueños e inició una huerta en cada uno. Los cambios, él compró y continuó comprando con el dinero de la jubilación. En poco tiempo, brotaron zanahoria, rábanos, col, espinacas, patata, chayote, calabaza, lechuga, endibia, tomate, remolacha, berro. Y también naranja, manzana, melón, banana, aguacate y otras tantas frutas y legumbres y verduras.

Fue bueno descubrir que la humildad es fértil

Tío Doc, entonces, cogió el carrito de mano y comenzó a distribuir el resultado de las cosechas en las guarderías y hogares de ancianos de la ciudad. “Cuando yo muera, no voy a llevar nada. Tengo que llevar mis buenos actos. Trabajar en beneficio del prójimo”, dijo él con una humildad que sólo quién es muy grande sabe tener. Confieso que lloré de vergüenza. Quedé conmovido y profundamente avergonzado de estar delante de aquel hombre, aunque por la TV. Me sentí tan pequeño que tuve ganas de ir a llorar bajo la mesa, de tan afligido que quedé delante de tanta grandeza, tanta fertilidad que se dejó germinar por semillas de amor incondicional al prójimo. Semillas que brotaron en forma de donación y generaron alimentos para personas necesitadas. ¡Y todo gracias a una iniciativa tan simple y tan fuerte, tan bella!

Cerca de 20 años después, Tío Doc desencarnó, y el Periódico Nacional (TV Globo) registró la muerte de aquel gran hombre, que llegó a alimentar a 1,2 mil personas por mes. Estaba con 105 años de edad y de cierto llegó al plano espiritual cogiendo frutos abundantes originarios de tanta semilla que él dejó germinar en el suelo y en el corazón.

La historia podría parar por ahí. Sólo que Tío Doc dejó seguidores. Entre ellos, Valmir, otro jubilado, que quedó cuidando de las huertas en terrenos baldíos y heredó de Deócles el amor por la tierra y el cariño por los niños y ancianos. “Porque si una persona hace, a otra hace. Diez mil ayudando, ¿qué va a ocurrir? Va a mejorar todo, ¿no es?”, concluyó.

¡Tanto terreno baldío o cerrado esparcido por ahí! ¿Ya pensó si cada persona decide hacer una huerta en uno de esos terrenos y distribuir el resultado de la cosecha a quien necesita? ¡Cuántos frutos de amor, donación y humildad para allá de fértil levantando personas!

¡Como fue bueno descubrir que la humildad es fértil! Creo que eso puede facilitar la transformación moral de mucha gente, comenzando por la mía.

 

Bibliografia:

1-            LEAL, José Carlos. Trabalhando para Si Mesmo. Mil Folhas Ed., 4ª Ed., 2000, Rio de Janeiro, RJ.

2-            SIMONETTI, Richard. A Voz do Monte. Federação Espírita Brasileira (FEB), 3ª Ed., 1989, Brasília, DF.

 

 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita