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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 9 - N° 428 - 23 de Agosto de 2015 

Traducción
Carmen Morante - carmen.morante9512@gmail.com
 

 

Juan, el de la silla de ruedas
 

  

Hacia el final del día, después de hacer las tareas, sentado en el pórtico de su casa, José, un joven de doce años, conversaba con su mamá.

Estaba pasando por una edad difícil y todo era para él un problema, una irritación, una rebeldía.

La mamá, con paciencia, le explicaba que, en la vida, todo tenía una razón de ser. Que Dios, Creador del Universo y Padre de todos, sabía exactamente lo que cada uno de sus hijos necesitaba para aprender y mejorar.
 

En ese momento, pasó un hombre en una silla de ruedas, conducido por un joven que lo llevaba a la plazoleta frente a la casa de Joel. El muchacho detuvo la silla, se inclinó para hablar con el hombre, después cogió su mochila y lo dejó solo. Acompañando la escena, Joel se volteó hacia su mamá, indignado:

- ¿Viste eso, mamá? ¡Ese señor en la silla de ruedas, además de no poder andar, ocupa el tiempo del muchacho, que se fue a la escuela! ¿Te parece eso justo? ¡Ese hombre haría más si se quedara en casa o desapareciera, dejando al joven en paz!
 

La mamá se volteó hacia el hijo, sorprendida:

- ¿Realmente piensas así, Joel? Hijo mío, nosotros no sabemos los lazos que unen a este señor con el joven de la mochila que, imagino, se ha ido a estudiar.

- ¡Ah, mamá! Ninguno merece un peso como ese, ¿no crees?

La señora intercambió una mirada con el hijo y dijo:

- Y si fuésemos nosotros, tu papá o yo, quienes estuviésemos enfermos, sin poder  caminar, ¿pensarías de la misma manera?

Joel se quedó callado; después dijo que no sabría qué hacer. La mamá, con tristeza, le explicó:

- Para juzgar hijo mío, es necesario conocer la historia de las personas. ¡Piensa en eso! Voy a preparar la merienda.

Pensativo, Joel decidió cruzar la calle y hablar con el señor de la silla de ruedas. Luego, acercándose a él, lo saludó. El señor sonrió, complacido:

- ¡Ah, muchacho! ¡Qué bueno que has venido a conversar conmigo! Mi hijo se fue a estudiar y yo me quedo aquí en esta plaza, cambiando de lugar para no cansarme. Pero siempre aparecen personas gentiles para conversar conmigo. Soy João. ¿Y ?

- Soy Joel y vivoaquíen frente. Pero, ¿por qué viene y se queda solo aquí durante horas? ¿No sería mejor que se quede en su casa?

El señor sonrió y explicó:

- Joel, es que Geraldo, mi hijo, vuelve tarde de la escuela y el trayecto a casa es peligroso; ¡muchas veces suceden asaltos! Entonces, yo lo acompaño para que él no corra peligro. Y soy siempre bendecido pues, como te dije, siempre aparecen personas gentiles como tú, para conversar conmigo, haciendo el tiempo más agradable y menos largo.

Joel vio que había hecho un juicio apresurado. Más amable, le preguntó qué le había pasado para estar en una silla de ruedas, y el hombre respondió:

- Yo era un albañil y trabajaba en un edificio cuando me caí desde el segundo piso. Pude haber muerto; fue difícil, pero logré vivir. Después de muchos meses, la única opción era la silla de ruedas, ¡que acepté contento!

- Pero João, ¿no hay manera de caminar con muletas, por lo menos? – preguntó Joel.

- Joel, el médico dijo que yo pude haberme quedado todo el tiempo en una cama, sin poder levantarme, pero que Dios había sido muy bueno conmigo. Entonces, entendí que eso tenía un precio: que yo debería llevar consuelo y esperanza a las personas. ¡Así es que eso es lo que yo hago, aquí en esta silla de ruedas que me lleva a todas partes! ¡¿No es grandioso?!...

- Pensando así… Creo que sí.

João soltó una carcajada al notar la expresión de piedad del jovencito: 

- Joel, créeme, amigo mío. ¡Estoy mucho mejor ahora que antes! ¡Yo era terrible! Peleaba con todo el mundo, criticaba, respondía mal, siempre descontento de la vida. ¡Hasta que el Señor me mostró que somos nosotros los que creamos la felicidad con nuestras actitudes! Hoy todo está bien para mí; no tengo nada que reclamar.
 

- ¡Ah!... João, antes de conocerlo, yo tenía otra idea de usted. ¡Ahora veo la maravillosa criatura que usted es! – dijo Joel con los ojos húmedos, y completó: ¡Yo soy así como erausted! Mi mamá me decía que debía cambiar, pero nunca lo acepté. ¡Me gustaría que la conociera!

- Pues sería un gran placer, Joel.

Joel tuvo una idea y le propuso cruzar la calle para ir a tomar una merienda en su casa. João aceptó y fueron a la casa de Joel, que gritó desde la puerta:

- ¡Mamá, traje una visita para la merienda!

La mamá salió de la cocina diciendo que no tenían algo especial para ofrecer a la visita, pero que con mucho gusto lo recibiría. Al ver que era

el señor de la silla de ruedas, a quien ya conocía por haberlo visto otras veces, sonrió extendiéndole la mano:

- ¡Sea bienvenido a nuestra casa, señor!

Apretando su mano, João sonrió agradeciendo la gentileza, alo que la señora respondió que, aun siendo sencilla, la casa estaba siempre abierta para los amigos.

El papá de Joel había llegado, saludó a João y se sentaron todos a la mesa. Joel, aquel día, para sorpresa de los papás, se ofreció a hacer la oración:

- Señor Jesús, te agradezco las bendiciones de este día, especialmente la presencia de mi amigo João, que hoy me enseñó muchas cosas importante. Que yo pueda aprovechar, de hoy en adelante, todo lo bueno que conversamos, volviéndome una mejor persona, más  sensible al sufrimiento de las personas y más feliz. ¡Gracias, Señor!

Todos se emocionaron con la oración de Joel, notando los cambios que se dieron en él  aquel díabendito, por la presencia de João.

Desde ese día, João se quedaba muchas veces esperando a su hijo Geraldo en casa de Joel. Al ser invitado a hacer eso todos los días, él agradeció, pero afirmó:

- ¡No puedo! ¡Necesito ayudar a otras personas!

MEIMEI

(Recibida por Célia X. de Camargo, el 20/07/2015)


                                                                                   



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