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Año 9 - N° 427 - 16 de Agosto de 2015
Traducción
Elza Ferreira Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 

 
 

¡Cómo es bueno ser espírita!


Ha sido una constante en las innúmeras entrevistas publicadas en esta revista frases como la que da título a este texto. La frase arriba integra uno de los relieves de la presente edición, o sea, la entrevista que nos fue gentilmente concedida por el cofrade Nélio Vicente Costa, de Caruaru (PE).

Un joven aún iniciante en los estudios del Espiritismo dice a uno de nuestros colaboradores algo parecido. Según él, el Espiritismo es bueno porque nos presenta explicaciones para hechos importantes que no encontramos en otras filosofías, religiones o doctrinas.

Efectivamente, la búsqueda de la verdad es, además de preocupación común a todas las personas, una aspiración legítima, hecho que no pasó desapercibido a Jesús, como registrado por el evangelista Juan: 

“Y conoceréis la verdad, y la verdad os libertará.” (Juan, 8:32) 

Preguntaron cierta vez a D. Guiomar Albanesi, fundadora del Centro Espírita Perseverancia, de São Paulo (SP), cual sería, en su opinión, el dolor más grande, el dolor más profundo, el dolor más sentido por las criaturas humanas.

Para sorpresa de quien le hizo tal pregunta, D. Guiomar respondió que, basada en su experiencia en el trato con tantas personas, no existe un dolor más grande, un dolor más profundo, un dolor más sentido. Para quien está sufriendo, todo dolor es relevante y es profundo.

Lo que más molesta la criatura humana no sería, entonces, el dolor en sí, pero sus causas. “¿Por qué sufrimos? ¿Por qué la vicisitud se abatió sobre nuestro hogar? ¿Por qué enfrentamos tantas dificultades?” – he aquí lo que importa saber y es lo que las personas buscan comprender cuando enfrentan situaciones así.

Sabemos que muchas personas golpean o golpearon a la puerta de una institución espírita exactamente por eso.

Es obvio que el dolor no se extingue con las explicaciones recibidas, pero, evidentemente, cuando nos enteramos acerca de sus causas, nosotros nos fortalecemos y pasamos a confiar aún más en la Providencia y en la Justicia Divina, que jamás falla.

Es en este sentido que se comprende la profundidad de la enseñanza dada por Jesús y apuntado por el apóstol Juan.

La verdad nos liberta. ¿Liberta de qué? – alguien preguntará.

Nos liberta de la descreencia, de la lamentación indebida, del desaliento, del error, del pecado.

Hay quien diga que la religión constituye, en verdad, un freno. ¡Qué bueno! Sobre todo si este freno nos impide de matar, de robar, de mentir, de faltar a nuestros compromisos, deapropiarnos del dinero público, como tantos han hecho, a pesar de exteriormente valerse del rótulo de cristianos.

Es por eso que no se admira que un cofrade como Nélio Vicente Costa, con sus 82 años de vida, no titubea en afirmar, como dice en su entrevista: “La más grande bendición que ya recibí del Creador fue el hecho de tenerme tornado espírita”.


 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita