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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 9 - N° 423 - 19 de Julio de 2015

Traducción
Carmen Morante - carmen.morante9512@gmail.com
 

 

Gratitud
 

  

Al llegar a su casa, Cayo entró pensativo. Había escuchado a un compañero de escuela decir que el dinero es una maldición y se quedó preocupado. A la hora de almuerzo, el papá notó que su hijo estaba diferente y preguntó:

- ¿Pasó algo en la escuela, hijo mío?

El niño pensó un poco y respondió:
 

- Papá, ¡Flavio dijo hoy que el dinero es una maldición! ¡Me quedé preocupado y decidí que, a partir de ahora, no quiero saber más del dinero, ni de la mesada que me das!

El papá escuchó a su hijo, sorprendido, observando su preocupación, y en seguida le dijo:

- Cayo, ¿realmente crees eso del dinero?
 

- No sé, papá. ¡Pero no quiero verlo en mis manos, llevando a las personas al mal!

El papá sonrió ante las palabras de su hijo y preguntó:

- Tu preocupación es muy justa, Cayo. Sin embargo, hijo mío, ¿cuándo perjudicaste a alguien con el dinero?

El niño volvió a quedarse pensativo y respondió:

- ¡No sé, papá, pero creo que eso nunca ha pasado!

Como estaban terminando de almorzar, el papá asintió con la cabeza al pequeño, y después comentó:

- El almuerzo fue una delicia, ¿no es así, Cayo? ¡Pues fíjate! ¡Sin dinero no tendríamos esta comida tan buena, ni el postre delicioso que tu mamá preparó para nosotros!
 

- ¡Es verdad, papá! ¡Me encantó la pasta y el postre de mamá!...

- Entonces, estoy feliz por verte querer lo mejor, Cayo, y no queriendo ser motivo de perjuicio para nadie. ¡Pero piensa! ¿Cuándo viste que el dinero causó daño a alguien?

El niño se quedó callado por unos instantes y después respondió:

- Creo que cuando las personas compran licor, cigarros... ¡Porque perjudican su

organismo!  

- ¡Muy bien, Cayo! Dios nos dio un cuerpo para nuestro uso aquí en la vida en la Tierra y debemos cuidarlo muy bien. Realmente, esas cosas que nombraste perjudican a quienes las usan y, a menudo, las enferma.

- ¡Es por eso que vamos al doctor cuando no estamos bien! – sugirió el niño.

- ¡Así es, hijo! ¿Y cuándo usamos el dinero para perjudicar al prójimo?

- Creo que es cuando el dinero se usa para comprar cosas que damos a los otros, y  pueden perjudicarlos. El otro día justamente vi a tu amigo que viajó y, al volver, te trajo de regalo una linda botella de licor. ¿Te acuerdas, papá? ¡Estaba envuelta con un papel hermoso! ¡Pero después, discretamente, vi que tú abriste la botella y tiraste todo fuera!

- Tienes razón, Cayo. Sí, hice eso por el bien de nuestra familia. Entonces, ¿cuándo podemos usar el dinero de una buena forma?

Cayo no necesitó pensar mucho para responder:

- ¡Cuando ayudamos a quien lo necesita! El otro día tocó nuestra puerta un señor que necesitaba dinero para comprar remedios, y tú le diste lo que necesitaba, ¿verdad, papá?

¡Se quedó tan contento! Los ojos del viejito brillaban de gratitud y dijo: “¡Que Dios se lo pague!”. Y yo me quedé muy contento contigo, papá.

Ante ese recuerdo, el papá bajo la cabeza también emocionado:

- No sabía que lo habías visto, hijo mío. ¡Pero tienes razón! La necesidad de ese señor era tal que también me conmovió. ¡Mira cómo podemos hacer felices a los otros con tan poco dinero!

- ¡A veces, ni necesitamos dinero! El otro día en la escuela, un compañero estaba con hambre y no había llevado merienda. Yo no tenía dinero, pero compartí mi merienda con él. Hice bien, ¿no, papá?

El papá abrazó a su hijo con lágrimas en los ojos al ver cómo, aún tan pequeño, Cayo era sensible al sufrimiento del prójimo.

- Ciertamente, hijo mío, Jesús quedó contento contigo. ¡El Maestro nos enseñó que todo lo que hagamos al prójimo, es como si se lo hiciéramos a Él mismo!

- ¿Cómo así, papá?

- Bueno. Supongamos que tú estás solo en la calle, te caes y te lastimas. Ni yo ni tu mamá estamos allí para socorrerte. Pero un hombre te ve en la vereda, caído y lastimado; se detiene, te ayuda y después te lleva a casa. ¿Qué sentimiento vamos a tener tu mamá y yo  por el hombre que te ayudó?

- ¡Ustedes quedarán muy agradecidos con él, papá!

- Exactamente, hijo. ¡Es así que Jesús, que nos ama a todos, se quedará agradecido a quien ayude a cualquiera de sus hermanos!

El niño sonrió satisfecho:

- ¡Entendí, papá! ¡Ahora, cuando hablen mal del dinero, voy a responder que el dinero no es malo en sí, sino que depende de cómo sea usado pues, cuando alguien está enfermo, podemos comprar remedios; en la escuela, con él podemos comprar libros, cuadernos, lápices; para construir casas, podemos comprar ladrillos, cemento y mucho más!... Pensándolo bien, ¡para todo vamos a necesitar dinero!

Entonces Cayo, lleno de gratitud al padre que Dios le había dado, le dio un abrazo grande y fuerte, ¡consciente de que recibió mucho de Jesús ese día!

MEIMEI

(Recebida por Célia X. de Camargo, el 11/05/2015)

 


                                                                                   



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Revista Semanal de Divulgación Espirita