WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual Edições Anteriores Adicione aos Favoritos Defina como página inicial

Indique para um amigo


O Evangelho com
busca aleatória

Capa desta edição
Biblioteca Virtual
 
Biografias
   
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Rádio Espírita
On-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco

Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Año 9 - N° 421 - 5 de Julio de 2015

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 
 

La Génesis

Allan Kardec

(Parte 60)
 

Damos continuidad al estudio metódico del libro La Génesis, los Milagros y las Profecías según el Espiritismo, de Allan Kardec, cuya primera edición fue publicada el 6 de enero de 1868.  Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al  final del presente texto.

Preguntas para debatir

A. Los Espíritus, ¿tienen participación activa en las conmociones del mundo corporal?

B. ¿Cuál será la piedra angular del nuevo orden social?

C. ¿Algún día los hombres de la Tierra se estrecharán las manos unos a otros?

Texto para la lectura

1164. Aquél que viva lo bastante como para abarcar con la mirada las dos vertientes de la nueva etapa, le parecerá que un mundo nuevo ha surgido de las ruinas del antiguo. El carácter, las costumbres, los hábitos, todo ha cambiado. Es que, en efecto, surgirán hombres nuevos, o mejor dicho, regenerados. Las ideas traídas por la generación que se extingue cederán paso a las ideas nuevas que florecerán con la generación que nacerá. La Humanidad, ya adulta, tendrá nuevas necesidades, aspiraciones más amplias y más elevadas; comprenderá el vacío de las ideas que la acunaron, la insuficiencia de sus instituciones para darle felicidad, y ya no encontrará en el estado de cosas las satisfacciones legítimas a las que se sentirá con derecho. En consecuencia, se desprenderá de su infancia y se lanzará, impulsada por una fuerza irresistible hacia límites desconocidos, en busca de nuevos horizontes menos limitados.

1165. La Humanidad ha llegado a uno de esos períodos de transformación, o si se prefiere, de crecimiento moral. De la adolescencia pasa a la edad viril. El pasado ya no basta a sus nuevas aspiraciones y sus nuevas necesidades; ya no puede ser conducida por los mismos métodos; no se deja llevar más por ilusiones ni engaños; su razón madura reclama alimentos más sustanciales. El presente es demasiado efímero. Siente que su destino es más vasto y que la vida corporal es demasiado restringida para abarcarlo por completo. Por ello, sumerge su mirada en el pasado y en el futuro para descubrir en uno y en otro el misterio de su existencia y obtener una seguridad consoladora.

1166. Sin embargo, ¡en el momento en que se encuentra muy oprimida en su esfera material, cuando la vida intelectual rebosa, cuando el sentimiento de espiritualidad florece en su seno, los hombres que se autodenominan filósofos pretenden llenar ese vacío con doctrinas nihilistas y materialistas! ¡Extraña aberración! Esos mismos hombres que intentan impulsar a la Humanidad hacia adelante, se esfuerzan por circunscribirla en el estrecho círculo de la materia, de donde ella desea escapar. Le ocultan el aspecto de la vida infinita y le dicen, señalándole la tumba: ¡Nec plus ultra!

1167. Quien haya meditado sobre el Espiritismo y sus consecuencias, y no lo circunscriba a la producción de algunos fenómenos, comprenderá que abre a la Humanidad un nuevo camino y le presenta los horizontes del infinito. Al iniciarlo en los misterios del mundo invisible, le muestra su verdadero papel en la Creación, papel perpetuamente activo, tanto en el estado espiritual como en el estado corporal. El hombre ya no camina a ciegas: sabe de dónde viene, a dónde va y por qué está sobre la Tierra. El futuro se le revela en su realidad, despojado de los prejuicios de la ignorancia y la superstición. Ya no se trata de una vaga esperanza, sino de una verdad palpable, tan cierta como la sucesión del día y la noche.

1168. Sabe que su Ser no está limitado a algunos instantes de una existencia efímera; que la vida espiritual no se interrumpe con la muerte; que ya ha vivido y volverá a vivir y que nada de lo que haya ganado en perfección se pierde; en sus existencias anteriores  encuentra la razón de lo que es hoy, y reconoce que de lo que es hoy, lo que se hizo a sí mismo, podrá deducir lo que será mañana.

1169. Con la idea de que la actividad y la cooperación individuales en la obra general de la civilización están limitados a la vida presente, que la criatura nada ha sido y nada será después, ¿qué le interesa al hombre el progreso ulterior de la Humanidad? ¿Qué le importa que en el futuro los pueblos sean mejor gobernados, más felices, más esclarecidos y mejores unos con otros? ¿No se habrá perdido para él todo el progreso, puesto que no sacará de éste ningún provecho? ¿De qué le sirve trabajar para los que vendrán después, si nunca los conocerá, si serán criaturas nuevas que poco tiempo después volverán también a la nada?

1170. Bajo el imperio de la negación del futuro individual, todo se reduce forzosamente a las mezquinas proporciones del momento y de la personalidad. Pero, por el contrario, ¡qué amplitud otorga al pensamiento del hombre la certeza de la perpetuidad de su Ser espiritual! ¡Qué cosa más racional, más grandiosa y más digna del Creador que la ley según la cual la vida espiritual y la vida corporal son apenas dos modos de existencia que se alternan para el cumplimiento del progreso! ¡Qué puede haber más justo y más consolador que la idea de los mismos seres progresando sin cesar, primero a través de las generaciones de un mismo mundo, después de mundo en mundo, hasta la perfección, sin solución de continuidad!

1171. Todas las acciones tienen entonces una finalidad, porque trabajando para todos cada uno trabaja para sí mismo, y viceversa, de manera que ni el progreso individual, ni el progreso colectivo se pueden considerar estériles. Ambos progresos aprovecharán las generaciones y las individualidades futuras, que no son otras que las generaciones y las individualidades pasadas, en un grado más elevado de desarrollo.

1172. La fraternidad será la piedra angular del nuevo orden social; pero no hay fraternidad real, sólida y efectiva, si no está fundada sobre una base inquebrantable, y esa base es la fe, no la fe en tales o cuales dogmas particulares, que cambian con los tiempos y los pueblos y que se apedrean mutuamente, porque anatematizándose unos a otros fomentan el antagonismo, sino la fe en los principios fundamentales que todo el mundo puede aceptar y aceptará: Dios, el alma, el futuro, el progreso individual indefinido y la perpetuidad de las relaciones entre los seres.

1173. Cuando todos los hombres se convenzan de que Dios es el mismo para todos; que ese Dios, soberanamente justo y bueno no puede querer nada injusto; que en mal viene de los hombres y no de Él, todos se considerarán hijos del mismo Padre y se estrecharán las manos unos a otros. Esa es la fe da que el Espiritismo y que en lo sucesivo será el eje alrededor del cual girará el género humano, cualesquiera que sean los cultos y las creencias particulares.

1174. El progreso intelectual realizado hasta el presente, en las más vastas proporciones, constituye un gran paso y señala una primera fase en el adelanto general de la Humanidad; pero es impotente para regenerarla. Mientras el orgullo y el egoísmo le dominen, el hombre utilizará su inteligencia y sus conocimientos para satisfacer sus pasiones y sus intereses personales, y por esa razón los aplica en el perfeccionamiento de los medios para perjuicio y destrucción de sus semejantes.

1175. Sólo el progreso moral puede asegurar la felicidad de los hombres sobre la Tierra, frenando las malas pasiones; sólo ese progreso puede hacer que reinen entre los hombres la concordia, la paz, la fraternidad. Será el que derrumbará las barreras que separan a los pueblos, que hará caer los prejuicios de castas y acallará los antagonismos de las sectas, enseñando a los hombres a considerarse hermanos que tienen el deber de ayudarse mutuamente y no destinados a vivir a expensas de los otros.

1176. Será también el progreso moral, secundado por el de la inteligencia, el que unirá a los hombres en una misma creencia fundada sobre las verdades eternas, no sujetas a controversias y, en consecuencia, aceptadas por todos. La unidad de creencia será el lazo más fuerte, la base más sólida de la fraternidad universal, obstaculizada en todos los tiempos por los antagonismo religiosos que dividen a los pueblos y a las familias, que hacen ver a los disidentes como enemigos que deben ser evitados, combatidos y exterminados, en vez de ver a hermanos que deben ser amados.

1177. Tal estado de cosas supone un cambio radical en los sentimientos de las masas, un progreso general que no se podía realizar sin salir del círculo de las ideas estrechas y rastreras que fomentan el egoísmo.

1178.  En diversas épocas, hombres de élite han intentado impulsar a la Humanidad por ese camino; pero ésta, aún demasiado joven, se mantuvo sorda y las enseñanzas que ellos ofrecieron fueron como la buena semilla que cayó sobre las piedras. Hoy, la Humanidad está madura para dirigir su mirada a las alturas que nunca trató divisar, para nutrirse de ideas más amplias y comprender lo que antes no había comprendido.

1179. La generación que desaparece llevará consigo sus errores y prejuicios; la generación que surge, fortalecida en una fuente más pura e imbuida de ideas más sanas, imprimirá al mundo el movimiento ascensional del progreso moral que marcará la nueva etapa de la evolución humana, etapa que ya se revela por signos inequívocos, por tentativas de reformas útiles y que comienzan a tener repercusión.

1180. Así es como vemos fundarse una inmensidad de instituciones protectoras, civilizadoras y emancipadoras, bajo el impulso y por iniciativa de hombres evidentemente predestinados a esta obra de regeneración; vemos como cada día las leyes penales se van presentando impregnadas de sentimientos más humanos. Los prejuicios de raza se debilitan, los pueblos comienzan a considerarse miembros de una gran familia; por la uniformidad y facilidad de los medios de realizar sus transacciones, suprimen las barreras que los separaban y de todos los puntos del mundo se reúnen en comicios universales, para las luchas pacíficas de la inteligencia.

1181. Pero a esas reformas les falta una base que les permita desarrollarse, completarse y consolidarse; falta una predisposición moral más generalizada, para hacer que den frutos y que las masas las acepten. Aun allí hay una señal característica de la época, porque es el preludio de lo que se cumplirá en mayor escala, a medida que el terreno se vuelva más favorable.

1182. Otro signo no menos característico del período en el que entramos es la reacción que se opera en el sentido de las ideas espiritualistas; en la repulsión instintiva que se manifiesta contra las ideas materialistas. El espíritu de incredulidad que se ha apoderado de las masas, ignorantes o cultas, y las ha llevado a rechazar con la forma el fondo mismo de toda creencia, parece haber sido un sueño que al despertar produce la necesidad de respirar un aire más vivificante. Involuntariamente, donde se hizo el vacío, se busca algo, un punto de apoyo.

1183. Si suponemos que la mayoría de los hombres está imbuida de estos sentimientos, podremos fácilmente imaginar las modificaciones en las relaciones sociales que de allí derivarán; todos tendrán por divisa: caridad, fraternidad, benevolencia para todos, tolerancia para todas las creencias. Es la meta hacia la cual tiende evidentemente la Humanidad; ese es el objeto de sus aspiraciones y deseos, pero sin que perciba claramente el medio para realizarlos.

1184. Ensaya, busca a tientas, pero es detenida por muchas resistencias activas, o por la fuerza de inercia de los prejuicios y de las creencias estancadas y refractarias al progreso. Necesita vencer tales resistencias y eso será la obra de la nueva generación. Quien siga el curso actual de las cosas, reconocerá que todo parece predestinado a abrirle el camino. Tendrá a su favor la doble fuerza del número y las ideas, y además, la experiencia del pasado.

Respuestas a las preguntas propuestas

A. Los Espíritus, ¿tienen participación activa en las conmociones del mundo corporal?

Sí. Algo que nos parecerá extraño, pero que no por ello no deja de ser una rigurosa verdad, es que el mundo de los Espíritus, mundo que os rodea, experimenta la repercusión de todas las conmociones que agitan al mundo de los encarnados, pero no sólo eso: toma también parte activa en esas conmociones, lo que no resulta sorprendente para quien sabe que los Espíritus forman un todo con la Humanidad; que salen de ella y a ella deben volver, siendo pues natural que se interesen en los movimientos que se operan entre los hombres. Cuando se produce una revolución social en la Tierra, afecta igualmente al mundo invisible, donde todas las pasiones, buenas y malas, se exacerban, como entre los hombres. Una indecible efervescencia reina en la colectividad de los Espíritus que todavía pertenecen a este mundo y esperan el momento de volver a él. (La Génesis, cap. XVIII, ítems 9 y 10.)

B. ¿Cuál será la piedra angular del nuevo orden social?

La fraternidad. Pero no existe fraternidad real, sólida y efectiva, si no está fundada sobre una base inquebrantable, y esa base es la fe, no la fe en tales o cuales dogmas particulares, que cambian con los tiempos y los pueblos, sino la fe en los principios fundamentales que todo el mundo puede aceptar y aceptará: Dios, el alma, el futuro, el progreso individual indefinido y la perpetuidad de las relaciones entre los seres. (La Génesis, cap. XVIII, ítems 17 a 19.)

C. ¿Algún día los hombres de la Tierra se estrecharán las manos unos a otros?

Sí. Cuando todos los hombres se convenzan de que Dios es el mismo para todos; que ese Dios, soberanamente justo y bueno, no puede querer nada injusto; que el mal viene de los hombres y no de Él, todos se considerarán hijos del mismo Padre y se estrecharán las manos unos a otros. (La Génesis, cap. XVIII, ítems 17 a 19.)
 

 

 


Volver a la página anterior


O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita