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Año 9 - N° 421 - 5 de Julio de 2015
Traducción
Elza Ferreira Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 

 
 

La candela y el celemín


Es bien conocida la observación hecha por Jesús de que no debemos poner la candela debajo del celemín, frase mencionada por Nívea Guimarães de Freitas Nasser, fundadora y actual presidenta de la SODEC (Sociedad Divulgadora del Espiritismo Cristiano), en la entrevista que nos concedió y que es uno de los relieves de la presente edición.

Cierta vez, antes de una conferencia sobre ese tema, había muchas personas de instrucción mediana, el orador procedió a una rápida encuesta y descubrió que la mayoría de las personas que allí se encontraban no sabía el significado de la palabra “candela” y menos aún de la palabra “celemín”. El descubrimiento es, en este caso, perfectamente justificable, porque son palabras que las personas raramente utilizan y pocos conferenciantes tienen el cuidado de explicarlas. (¹)

La frase dicha por Jesús nosotros la encontramos en el siguiente trecho del Evangelio según San Mateo, que hace parte del conocido Sermón de la Montaña: 

“Vosotros sois la luz del mundo; no se puede esconder una ciudad edificada sobre un monte; ni se enciende la candela y se coloca debajo del celemín, pero en el velador, y da la luz a todos que están en la casa. Así resplandece vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre, que está en los cielos.” (San Mateo, 5:14-16.) 

Comentando el tema, Allan Kardec insirió en su obra dos informaciones que vale la pena mencionar, dada su importancia: 

El poder de Dios se manifiesta en las más pequeñitas cosas, como en las mayores. Él no pone la luz debajo del celemín, por eso que la derrama en olas por toda parte, de tal manera que sólo ciegos no la ven. (El Evangelio según el Espiritismo, cap. VII, ítem 9.)   

Lo mismo sucede con los hombres en general que  con los individuos; las generaciones tienen su infancia, su juventud y su vejez; cada cosa debe venir a su tiempo pues el grano sembrado fuera de la estación no fructifica. Pero, lo que la prudencia aconseja ocultar momentáneamente, debe descubrirse más o menos tarde, porque llegados a cierto grado de desarrollo, los hombres buscan ellos mismos la luz viva; la obscuridad  les pesa. Habiéndoles dado Dios la inteligencia para comprender y  guiarse  en las cosas de la Tierra y del cielo,  quieren razonar su fe; entonces es cuando no se debe poner la candela debajo del celemín, porque sin la luz de la razón, la fe debilita. (Obra mencionada, cap. XXIV, ítem 4.) (En las dos citaciones la negrita fue puesta por nosotros.)

El tema dice respecto, como es fácil comprender, a la necesidad de divulgación de las verdades que, enseñadas por Jesús o por el Espiritismo, pueden concurrir para el perfeccionamiento moral de las personas y, por consecuencia, del mundo donde vivimos.

En un texto titulado “Socorro oportuno”, psicografado por Francisco Cândido Xavier y constante del libro Estudie y Viva, Emmanuel se refirió de manera explícita al asunto. 

“Sensibilízate delante del hermano positivamente obsedido y esmérate en ofertarle el esclarecimiento salvador con que la Doctrina Espírita te favorece.

Bendito sea el impulso que te lleva a socorrer semejante enfermo del alma; no obstante, refleja en los otros, los que se encuentran en las últimas trincheras de la resistencia al desequilibrio espiritual.

Por un enajenado que se candidata a las terapias del manicomio, centenares de fronterizos de la obsesión se encuentran muy cerca de ti en la experiencia cotidiana. Apartados de su ambiente en un mundo que aún no dispone de recursos que les alivien el íntimo atormentado, esperan por algo que les pacifiquen las energías, a la manera de viajeros que se dispersaron en las tinieblas, suspirando por un rayo de luz… Marchaban resguardados en la honestidad y se vieron lesionados a golpes de crueldad, mascarada de inteligencia; abrazaron tareas edificantes y fueron golpeados por la injuria, acusados de faltas que jamás serían capaces de cometer; se entregaron, tranquilos, a compromisos que supusieron incorruptibles y acabaron pisoteados en los sueños más puros; edificaron el hogar, como siendo un camino de elevación, y se reconocieron, dentro de él, a la manera de prisioneros sin esperanza; crearon hijos, invistiendo en casa toda su riqueza de ideal y ternura, en la expectativa de encontrar compañeros benditos para la vejez, y se encontraron relegados a extremo abandono; salieron de la juventud, plenos de aspiraciones renovadoras y toparon enfermedades que les atenazan la vida… Y, con ellos, los que se acusan desajustados, tenemos aun los que vinieron de cuna en aflicción y penuria, los que se enmarañaron en laberintos de tedio, por demasía de confort, los que extenúan  en las responsabilidades que esposaron y los portan en el cuerpo dolorosas inhibiciones…           

Acuérdate de ellos, los casi locos de sufrimiento, y trabaja para que la Doctrina Espírita les extienda socorro oportuno. Para eso, estudiemos Allan Kardec, al resplandor del mensaje de Jesucristo, y, sea en el ejemplo o en la actitud, en la acción o en la palabra, recordemos que el Espiritismo nos solicita una especie permanente de caridad – la caridad de su propia divulgación.” (Estudie y Viva, cap. 40, obra publicada por la FEB en el año de 1965.) (La negrita es nuestra.) 

Delante de todo el expuesto y del que escribió Emmanuel, creemos que no sea necesario agregar más nada acerca de la importancia de la divulgación del Evangelio y de las enseñanzas espíritas, no más que esta pequeña proposición: - ¿Si tales lecciones nos hacen tan bien, por qué no las dividir con el prójimo?
 

(¹) Candela (del latín candela, ‘vela de sebo o cera’) designa la vela de cera o un pequeño aparato de iluminación, que se cuelga en un clavo, con recipiente de hoja de Flandes, barro u otro material, abastecido con aceite, en lo cual se embebe una mecha. Lo mismo que candela, candil o lamparilla.

Celemín (del árabe al-kayl, ‘medida de cereales’) designa el recipiente de granos de cereales, con capacidad de 36,27 litros. La palabra es utilizada también como medida de superficie agraria que equivale a 4,84 hectáreas en Minas Gerais, Rio de Janeiro y Goiás y a 2,42 hectáreas en São Paulo.     


 


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