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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 9 - N° 420 - 28 de Junio de 2015

Traducción
Carmen Morante - carmen.morante9512@gmail.com
 

 

Jugando a enseñar
 

  

Cierto día, Jorge, de nueve años de edad, jugando a que enseñaba a su hermano menor, Felipe, quiso obligarlo a hacer las tareas escolares.  

En el juego, Jorge era el profesor y Felipe, el alumno. Sin embargo, el pequeño no lograba hacer nada de lo que Jorge le indicaba. En determinado momento, irritado por la torpeza de su alumno, Jorge tomó una regla para golpear a Felipe, quien gritó.

- ¿Qué pasó? – preguntó la mamá, viniendo asustada desde la cocina.
 

Y Jorge, con expresión de enojo, le explicó:

- ¡Mamá, Felipe no logra hacer nada de lo que yo le mando!... Estamos jugando a la escuelita, pero él no es un buen alumno. ¡Se va a sacar cero!

La mamá entendió la situación y se quedó con pena al ver la carita triste, asustada y llena de lágrimas de su hijo menor. Lo puso en su regazo con cariño y lo tranquilizó:

- No llores, hijo mío. Cuando seas grande, ¡sabrás hacer todo esto!

Y, volviéndose hacia el otro, explicó:

- Jorge, ¡tu hermano no puede hacer las cosas que todavía no ha aprendido! Tienes que tener paciencia con él. Después de todo, sólo están jugando, ¿no?

- ¡Pero mamá, el otro día dijiste que Jesús enseñó que “mucho se pedirá a quien mucho le fue dado”! ¡Entonces, le estoy enseñando a Felipe para que aprenda más!

La mamá sonrió ante la intención de su hijo y le explicó:
 

- Jorge, sin duda, esas son las palabras de Jesús, pero se refieren a quien tiene condiciones para realizar algo, lo que no es el caso de Felipe, que es todavía pequeño. Por ejemplo: si yo te digo una oración y te pido que la escribas en un papel, ¿podrás hacerlo?

- Claro que lo haría. ¿Olvidaste que yo sé escribir? – respondió el niño riéndose de la pregunta de su mamá.

- Eso mismo. Pero, ¿y si te pido que resuelvas un problema de matemáticas de octavo grado? ¿Tendrías la

misma facilidad?  

El niño soltó una risotada y respondió:

- Claro que no, mamá. ¡Todavía estoy en cuarto grado!...

La mamita asintió con un movimiento de cabeza y reflexionó:

- Entonces, llegamos exactamente al punto que Jesús nos quiso enseñar, hijo mío. Que cada uno de nosotros sólo puede hacer aquello que aprendió. Por eso, mucho se pedirá a quien mucho le fue dado. Esto significa que quien sabe más está en condiciones de dar más, de realizar tareas mayores. ¿Entendiste? Y ese principio funciona para todas las personas, en cualquier situación que estén.

- ¡Ah! ¡Ya entendí! ¿Quieres decir que papá trabaja con carros porque sabe bien cómo funcionan, no?

- Exactamente, Jorge. ¿Y para el que trabaja en el servicio de la casa?

- Tiene que ser alguien que sepa limpiar, lavar, planchar, cocinar, etc.

- ¡Eso es, Jorge! Pero la lección de Jesús va más allá. Él se refiere no sólo a las cosas del mundo material, sino también a nuestras necesidades de aprendizaje moral.

- ¿Cómo así, mamá?

- Te explico. Para realizar cualquier actividad, necesitamos tener conocimientos sobre el asunto, ya sea para ser médico como para ser constructor de casas. Y para poder lidiar con los sentimientos, ¿no es necesario aprender también?

El niño pensó un poco y después murmuró:

- Creo que sí. Hace un momento, traté mal a Felipe y me arrepiento. ¿Qué hago ahora?

- Ya tienes la respuesta, hijo. Cuando dijiste que lastimaste a tu hermanito, admitiste que estabas arrepentido, y ese es el camino del aprendizaje. Pero podrías pelear con alguien y quedar lastimado, guardándote la rabia…

Jorge se volvió a quedar pensativo, acordándose de algo, y después contó:

- Mamá, el otro día nuestro vecino, Felicio, se peleó conmigo, gritó y dijo cosas muy feas. En ese momento, me enojé mucho con él, pero ya pasó y me gustaría no perder su amistad. Confieso que me sentí lastimado, pero ahora conversando contigo, mamá, creo que debería buscarlo para hacer las paces. ¿Tú qué crees?

La mamita lo abrazó con cariño y respondió:

- ¿Viste, hijo mío, como las personas cambian para mejor? Es justamente lo que el Maestro nos enseñó: ¡mucho se pedirá al que mucho le fue dado! Si estás en condiciones de entender la situación y disculpar a tu amigo es porque ya entendiste que, según el Evangelio de Jesús, siempre debemos actuar con amor, perdonando y disculpando las ofensas.

Jorge abrió la boca en una gran sonrisa y, mirando a su hermanito que oía sin entender nada, le pidió:

- Felipe, ¿puedo ir a la casa de Felicio para reconciliarme con él? Después vuelvo y seguimos jugando a la escuelita. ¿Está bien?

- Está bien. ¡Pero no te pelees conmigo, Jorge! – dijo el pequeño, con cierto recelo.

Jorge se acercó a él y le dio un abrazo grande y afectuoso, después le dijo:

- No, Felipe. No voy a pelearme más contigo. Vamos a jugar a la escuelita, pero te voy a enseñar sólo las cosas que estés en condiciones de entender, ¿oíste?

Después, despidiéndose de su mamá y de Felipe, abrió la puerta y salió. Iba a resolver un problema que lo estaba incomodando. Estaba feliz y satisfecho con su decisión.

Acordándose de orar, pidió:

- ¡Ayúdame, Jesús, para que todo salga bien!...

MEIMEI

Recibida por Célia X. de Camargo, el 02/01/2015.)





                                                                                   



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