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Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Año 9 - N° 419 - 21 de Junio de 2015

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 
 

La Génesis

Allan Kardec

(Parte 58)
 

Damos continuidad al estudio metódico del libro La Génesis, los Milagros y las Profecías según el Espiritismo, de Allan Kardec, cuya primera edición fue publicada el 6 de enero de 1868.  Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al  final del presente texto.

Preguntas para debatir

A. ¿Cómo analiza el Espiritismo el cuadro del fin de los tiempos anunciado por Jesús?

B. ¿Qué significa la frase “Vuestros hijos e hijas profetizarán?

C. ¿Existe el llamado Juicio Final?

Texto condensado para la lectura

1136. Dios concede a todas sus criaturas, sin excepción, igual libertad de acción para progresar; la destrucción misma de un mundo, que acarrea la destrucción del cuerpo, no ocasiona ninguna interrupción al avance progresivo del Espíritu. Tales son las consecuencias de la pluralidad de los mundos y de la pluralidad de las existencias.

1137. Según esta interpretación, la calificación de juicio final no es exacta, ya que los Espíritus pasan por juicios semejantes en cada renovación de los mundos que habitan, hasta que hayan alcanzado un cierto grado de perfección. No hay, por lo tanto, un juicio final propiamente dicho, sino juicios generales en todas las épocas de renovación parcial o total de la población de los mundos, a consecuencia de los cuales se producen las grandes emigraciones  e inmigraciones de Espíritus.

1138. Señales de los tiempos – Han llegado los tiempos señalados por Dios, en los que se darán grandes acontecimientos para la regeneración de la Humanidad. ¿En qué sentido se deben entender estas palabras proféticas? Para los incrédulos, no tienen ninguna importancia; a su entender, sólo expresan una creencia pueril y sin fundamento. Para la mayoría de los creyentes, encierran algo de místico y sobrenatural, y les parece que anuncian trastornos en las leyes de la Naturaleza.

1139. Ambas interpretaciones son igualmente erróneas; la primera, porque encierra una negación de la Providencia; la segunda, porque esas palabras no anuncian una perturbación de las leyes de la Naturaleza, sino el cumplimiento de esas leyes.

1140. Todo es armonía en la creación; todo revela una previsión que no se desmiente ni en las cosas pequeñas y en las grandes. Debemos, pues, apartar de inmediato toda idea de capricho por ser inconciliable con la sabiduría divina. En segundo lugar, si nuestra época está señalada para la realización de ciertas cosas, es porque tienen una razón de ser en la marcha del conjunto.

1141. Dicho esto, diremos que nuestro planeta, como todo lo que existe, está sometido a la ley del progreso. Progresa físicamente, por la transformación de los elementos que lo componen y, moralmente, por la depuración de los Espíritus encarnados y desencarnados que lo pueblan. Estos progresos se producen paralelamente, porque el perfeccionamiento de la habitación está en relación con el del habitante.

1142. Físicamente, el globo terráqueo ha experimentado transformaciones comprobadas por la Ciencia, que sucesivamente lo hicieron habitable por seres cada vez más perfeccionados. Moralmente, la Humanidad progresa por el desarrollo de la inteligencia, del sentido moral y de la dulcificación de las costumbres. Al mismo tiempo que el mejoramiento del globo se opera bajo la acción de las fuerzas materiales, los hombres colaboran mediante el esfuerzo de su inteligencia. Sanean las regiones insalubres, hacen las comunicaciones más fáciles y la tierra más productiva.

1143. Este doble progreso se realiza de dos maneras: una, lenta, gradual e insensible; la otra, caracterizada por cambios bruscos, en cada uno de los cuales corresponde un movimiento ascensional más rápido, que señala con huellas muy marcadas, los períodos progresivos de la Humanidad.

1144. Esos movimientos, subordinados en los detalles al libre albedrío de los hombres, son en cierto modo, fatales en su conjunto, porque están sometidos a leyes, como los que se verifican en la germinación, crecimiento y madurez de las plantas. Es por eso que el movimiento progresivo se efectúa a veces de manera parcial, es decir, limitado a una raza o a una nación, y otras veces de modo general.

1145. El progreso de la Humanidad se cumple, pues, en virtud de una ley. Ahora bien, como todas las leyes de la Naturaleza son obra eterna de la sabiduría y presencia divinas, todo lo que es efecto de esas leyes es resultado de la voluntad de Dios, no de una voluntad accidental y caprichosa, sino de una voluntad inmutable. Por lo tanto, cuando la Humanidad está madura para subir un grado, se puede decir que los tiempos señalados por Dios han llegado, como se puede decir también que tal estación ha llegado por la madurez y cosecha de los frutos.

1146. Del hecho que el movimiento progresivo de la Humanidad sea inevitable, porque está en la Naturaleza, no se infiere que Dios sea indiferente a él y que después de haber establecido leyes se haya retirado a la inactividad, dejando que las cosas caminen por sí solas. Sin duda, sus leyes son eternas e inmutables, así como su voluntad misma es eterna y constante, y su pensamiento anima todas las cosas sin interrupción. Este pensamiento, que todo lo penetra, es la fuerza inteligente y permanente que mantiene la armonía en todo. Si dejara de actuar un solo instante, el Universo sería como un reloj sin péndulo  regulador.

1147. Dios, pues, vela sin cesar por la ejecución de sus leyes y los Espíritus que pueblan el Espacio son sus ministros, encargados de atender los detalles, dentro de las atribuciones que corresponden al grado de adelanto que hayan alcanzado.

1148. El Universo es, al mismo tiempo, un mecanismo inconmensurable, accionado por un número incontable de inteligencias, y un inmenso gobierno en el que cada Ser inteligente tiene su parte de acción bajo la mirada del soberano Señor, cuya voluntad única mantiene en todas partes la unidad. Todo se mueve bajo el imperio de esa gran potencia reguladora, todo funciona en perfecto orden. Donde nos parece que existen perturbaciones, sólo hay  movimientos parciales y aislados, que consideramos irregulares sólo porque nuestra visión está limitada. Si pudiésemos abarcar el conjunto, veríamos que esas irregularidades sólo son aparentes y que armonizan con el Todo.

1149. La Humanidad ha realizado, hasta hoy, progresos innegables. Los hombres, gracias a su inteligencia, han llegado a resultados jamás alcanzados en lo que respecta a las ciencias, las artes y el bienestar material. Les queda aún por realizar un inmenso progreso: hacer que reine entre sí la caridad, la fraternidad y la solidaridad, para asegurar el bienestar moral. No podían lograrlo con sus creencias ni con sus instituciones anticuadas, vestigios de otra edad, buenas para cierta época, suficientes para un estado de transición, pero que habiendo dado todo lo que podían dar, serían hoy un obstáculo.

1150. Ya no es sólo el desarrollo intelectual lo que los hombres necesitan, sino la elevación del sentimiento y, para esto, es necesario destruir en ellos todo lo que sobreexcite el egoísmo y el orgullo. Tal es el período en el que se va a entrar de ahora en adelante y que señalará una de las fases principales de la vida de la Humanidad. Esa etapa, que en este momento se elabora, es el complemento indispensable del estado precedente, así como la edad viril lo es de la juventud. Podía, pues, ser prevista y predicha de antemano y es la razón por la que se dice que han llegado los tiempos señalados por Dios.

1151. Pero en esta ocasión, no se trata de un cambio parcial, de una renovación limitada a cierta región, o a un pueblo. Se trata de un movimiento universal, que se opera en el sentido del progreso moral. Un nuevo orden de cosas tiende a establecerse, y los hombres, que más se oponen, trabajan en él sin saberlo. La generación futura, liberada de las escorias del viejo mundo y formada por elementos más depurados, se encontrará animada por ideas y sentimientos muy diferentes de los de la generación actual.

1152. El viejo mundo habrá muerto y vivirá en la Historia, como sucede hoy con los tiempos de la Edad Media, con sus costumbres bárbaras y sus creencias supersticiosas. Además, todos saben cuánto deja aún que desear el orden de cosas actual.

1153. Después de haberse ponderado, de cierta manera, todo el bienestar material, producto de la inteligencia, se llega a comprender que el complemento de ese bienestar sólo puede hallarse en el desarrollo moral. Cuanto más se avanza, más se siente lo que falta sin que, no obstante, se pueda aún definir claramente lo que sea: esto es el efecto del trabajo íntimo que se opera en favor de la regeneración. Surgen deseos, aspiraciones, que son como el presentimiento de un estado mejor.

1154. Pero, un cambio tan radical como el que se está elaborando no puede realizarse sin conmociones. Hay, inevitablemente, una lucha de ideas. De ese conflicto nacerán forzosamente perturbaciones pasajeras, hasta que el terreno se encuentre allanado y el equilibrio restablecido. Es, pues, de esa lucha de ideas que surgirán los graves acontecimientos anunciados y no de los cataclismos o catástrofes puramente materiales. Los cataclismos generales eran consecuencia del estado de formación de la Tierra. Hoy, ya no son las entrañas del planeta las que se agitan: son las de la Humanidad. 

Respuestas a las preguntas propuestas 

A. ¿Cómo analiza el Espiritismo el cuadro del fin de los tiempos anunciado por Jesús?

El cuadro del fin de los tiempos anunciado por Jesús es evidentemente alegórico, como la mayoría de los que Él presentaba. Por su fuerza, las imágenes que encierra son de una naturaleza destinada a impresionar a inteligencias aún burdas. Para conmover con intensidad a esas imaginaciones poco sutiles, eran necesarias pinturas vigorosas, de colores muy acentuados. Él se dirigía principalmente al pueblo, a los hombres menos esclarecidos, incapaces de comprender las abstracciones metafísicas y captar la delicadeza de las formas. Para llegar a su corazón, era necesario hablar a los ojos con la ayuda de señales materiales y a los oídos por medio de la fuerza del lenguaje. Sin embargo, bajo esas alegorías se esconden grandes verdades.

En primer lugar, la predicción de calamidades de todo tipo que alcanzarán a la Humanidad y la diezmarán, calamidades engendradas por la lucha suprema entre el bien y el mal, entre la fe y la incredulidad, entre las ideas progresistas y las ideas retrógradas. En segundo lugar,  la difusión, en toda la Tierra, del Evangelio restablecido en su pureza primitiva; después, el reino del bien, que será el de la paz y la fraternidad universales, derivadas del código de moral evangélica, puesto en práctica por todos los pueblos.

Ese será verdaderamente el reino de Jesús, pues Él presidirá su establecimiento, y los hombres vivirán bajo la égida de su ley. Será el reinado de la felicidad, porque Él dice que – “después de los días de aflicción, vendrán los de alegría”.

¿Cuándo sucederán esas cosas? “Nadie lo sabe, dice Jesús, ni el Hijo mismo.” Pero cuando llegue el momento, los hombres lo sabrán por medio de señales precursoras. Pero esos indicios no estarán ni en el Sol, ni en las estrellas; se revelarán en el estado social y en los fenómenos más de orden moral que físico y que, en parte, se pueden deducir de sus alusiones.

Debiendo la práctica general del Evangelio llevar a una gran mejora en el estado moral de los hombres, por eso mismo establecerá el reinado del bien y ocasionará la caída del mal. Es pues, el fin del viejo mundo, del mundo gobernado por los prejuicios, el orgullo, el egoísmo, el fanatismo, la incredulidad, la codicia y todas las pasiones pecaminosas, que Cristo hacía alusión al decir: “Cuando el Evangelio sea predicado por toda la Tierra, entonces, vendrá el fin”. (La Génesis, cap. XVII, ítems 47 a 58.)

B. ¿Qué significa la frase “Vuestros hijos e hijas profetizarán?

Es el anuncio inequívoco de la vulgarización de la mediumnidad, que se revela en nuestros días en individuos de todas las edades, de ambos sexos y de todas las condiciones; la predicción, por lo tanto, de la manifestación universal de los Espíritus, ya que sin los Espíritus no habría médiums. Eso, conforme está dicho, sucederá en los últimos tiempos. Ahora bien, puesto que no llegamos al fin del mundo, sino por el contrario, a la época de su regeneración, debemos entender aquellas palabras como señales de los últimos tiempos del mundo moral que termina. (La Génesis, cap. XVII, ítems 59 a 61.)

C. ¿Existe el llamado Juicio Final?

No. La doctrina de un juicio final, único y universal, poniendo fin para siempre a la Humanidad, repugna a la razón, porque implicaría la inactividad de Dios durante la eternidad que precedió a la creación de la Tierra y durante la eternidad que seguirá a su destrucción.

Moralmente, un juicio definitivo y sin apelación no se concilia con la bondad infinita del Creador, a quien Jesús nos lo presenta sin cesar como un buen Padre, que deja siempre un camino abierto para el arrepentimiento y que está siempre pronto a extender sus brazos al hijo pródigo. Si Jesús hubiese entendido el juicio en ese sentido, habría desmentido sus propias palabras.

No existe, pues, un juicio final sino juicios generales en todas las épocas de renovación parcial o total de la población de los mundos, a consecuencia de los cuales se producen las grandes emigraciones e inmigraciones de Espíritus. (La Génesis, cap. XVII, ítems 62 a 67.)


 

 


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