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Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Año 9 - N° 418 - 14 de Junio de 2015

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 
 

La Génesis

Allan Kardec

(Parte 57)
 

Damos continuidad al estudio metódico del libro La Génesis, los Milagros y las Profecías según el Espiritismo, de Allan Kardec, cuya primera edición fue publicada el 6 de enero de 1868.  Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al  final del presente texto.

Preguntas para debatir

A. ¿Qué quiso decir Jesús con la frase “Habrá un solo rebaño y un solo pastor”?

B. ¿Jesús afirmó textualmente que Elías volvió reencarnado como Juan el Bautista?

C. ¿El Espiritismo cumple todas las condiciones del Consolador prometido por Jesús?

Texto para la lectura

1114. El cuadro del fin de los tiempos es evidentemente alegórico, como la mayoría de las que Jesús presentaba. Por su fuerza, las imágenes que encierra son de una naturaleza destinada a impresionar a inteligencias aún burdas. Para conmover con intensidad a esas imaginaciones poco sutiles, eran necesarias pinturas vigorosas, de colores muy acentuados. Él se dirigía principalmente al pueblo, a los hombres menos esclarecidos, incapaces de comprender las abstracciones metafísicas y captar la delicadeza de las formas. Para llegar a su corazón, era necesario hablar a los ojos con la ayuda de señales materiales y a los oídos por medio de la fuerza del lenguaje.

1115. Como consecuencia natural de esta disposición de espíritu, el poder supremo no podía, según la creencia de entonces, manifestarse sin hechos extraordinarios, sobrenaturales. Cuanto más imposibles fuesen esos hechos, más fácilmente se los aceptaba como probables. El Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes, con gran majestad, rodeado por sus ángeles y con sonido de trompetas, les parecía de mucho más imponente, que la sencilla venida de una entidad investida sólo de poder moral.

1116. Por eso los judíos, que esperaban al Mesías como un rey de la Tierra, más poderoso que todos los otros reyes, destinado a colocar su nación al frente de todas las demás y volver a elevar el trono de David y Salomón, no quisieron reconocerlo en el humilde hijo del carpintero, sin autoridad material. Sin embargo, ese pobre proletario de Judea se convirtió en el más grande entre los grandes; conquistó para su soberanía más reinos que los más poderosos potentados; exclusivamente con su palabra y la colaboración de algunos humildes pescadores, revolucionó al mundo y a Él deberán los judíos su rehabilitación. Él dijo, pues, una verdad, cuando a la pregunta de Pilatos: ”¿Eres el rey?”, respondió: “Tú lo dices”.

1117. Cabe señalar que, entre los antiguos, los temblores de tierra y el oscurecimiento del Sol eran accesorios obligatorios de todos los acontecimientos y de todos los presagios siniestros. Los encontramos con ocasión de la muerte de Jesús, de César y en un sinnúmero de circunstancias de la historia del paganismo. Si esos fenómenos se hubiesen producido con tanta frecuencia como son relatados, sería imposible que los hombres no hubiesen guardado el recuerdo de ellos por tradición.

1118. Sin embargo, bajo esas alegorías se esconden grandes verdades. En primer lugar, la predicción de calamidades de todo tipo que alcanzarán a la Humanidad y la diezmarán, calamidades engendradas por la lucha suprema entre el bien y el mal, entre la fe y la incredulidad, entre las ideas progresistas y las ideas retrógradas. En segundo lugar,  la difusión, en toda la Tierra, del Evangelio restablecido en su pureza primitiva; después, el reino del bien, que será el de la paz y la fraternidad universales, derivadas del código de moral evangélica, puesto en práctica por todos los pueblos.

1119. Será verdaderamente el reino de Jesús, pues Él presidirá su establecimiento, y los hombres vivirán bajo la égida de su ley. Será el reinado de la felicidad, porque Él dice que – “después de los días de aflicción, vendrán los de alegría”.

1120. ¿Cuándo sucederán esas cosas? “Nadie lo sabe, dice Jesús, ni el Hijo mismo.” Pero cuando llegue el momento, los hombres lo sabrán por medio de señales precursoras. Pero esos indicios no estarán ni en el Sol, ni en las estrellas; se revelarán en el estado social y en los fenómenos más de orden moral que físico y que, en parte, se pueden deducir de sus alusiones.

1121. Es indudable que ese cambio no podía operarse en vida de los apóstoles, pues de lo contrario, Jesús no lo hubiera ignorado. Además, tal transformación no podía ocurrir en algunos pocos años. No obstante, les habla de esto como si ellos fuesen a presenciarlo; es que, en efecto, ellos podrían estar reencarnados cuando se diese esa transformación e, incluso, colaborar en su realización. Él habla en una ocasión de la suerte próxima de Jerusalén, y en otra toma ese hecho como punto de comparación con lo que ocurriría en el futuro.

1122. ¿Será que, al predecir su segunda venida, Jesús anunciaba el fin del mundo, diciendo: “Cuando el Evangelio sea predicado por toda la Tierra, entonces, vendrá el fin”? No es lógico suponer que Dios destruya el mundo precisamente cuando éste entre en el camino del progreso moral por la práctica de las enseñanzas evangélicas. Además, nada en las palabras de Cristo indica una destrucción universal que, en tales condiciones, no se justificaría.

1123. Debiendo la práctica general de Evangelio llevar a una gran mejora en el estado moral de los hombres, por eso mismo establecerá el reinado del bien y ocasionará la caída del mal. Es pues, al fin del viejo mundo, del mundo gobernado por los prejuicios, el orgullo, el egoísmo, el fanatismo, la incredulidad, la codicia y todas las pasiones pecaminosas, que Cristo hacía alusión al decir: “Cuando el Evangelio sea predicado por toda la Tierra, entonces, vendrá el fin”. Pero ese fin, al llegar, ocasionará una lucha y de esa lucha vendrán los males que Él anunció.

1124. Vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán – En los últimos tiempos, dice el Señor, derramaré mi Espíritu sobre toda carne; vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes tendrán visiones y vuestros ancianos tendrán sueños. En aquellos días, derramaré mi Espíritu sobre mis siervos y siervas, y ellos profetizarán. (Hechos de los Apóstoles, cap. II, v. 17 y 18. - Joel, cap. II, v. 28 y 29.)

1125. Si consideramos el estado actual del mundo físico y del mundo moral, las tendencias, las aspiraciones y los presentimientos de las masas, la decadencia de las viejas ideas que se debaten en vano desde hace un siglo contra las ideas nuevas, no podremos dudar de que un nuevo orden de cosas se prepara y que el viejo mundo llega a su fin. Si ahora, dejando de lado la forma alegórica de ciertos cuadros y penetrando el sentido profundo de las palabras de Jesús, comparamos la situación actual con los tiempo descritos por Él, como señales de la era de la renovación, no podemos dejar de convenir que muchas de sus profecías se están cumpliendo en el presente; por lo que podemos concluir que llegamos a los tiempos anunciados, lo que es confirmado en todos los puntos del planeta por los Espíritus que se manifiestan.

1126. Como vimos (cap. I, nº 32), coincidiendo con otras circunstancias, el advenimiento del Espiritismo cumple una de las más importantes profecías de Jesús, por la influencia que debe forzosamente ejercer sobre las ideas. Además, es anunciado en los Hechos de los Apóstoles: “En los últimos tiempos, dice el Señor, derramaré mi Espíritu sobre toda carne; vuestros hijos e hijas profetizarán”. Es el anuncio inequívoco de la vulgarización de la mediumnidad, que se revela en nuestros días en individuos de todas las edades, de ambos sexos y de todas las condiciones; la predicción, por lo tanto, de la manifestación universal de los Espíritus, ya que sin los Espíritus no habría médiums.

1127. Eso, conforme está dicho, sucederá en los últimos tiempos; ahora bien, puesto que no llegamos al fin del mundo, sino por el contrario, a la época de su regeneración, debemos entender aquellas palabras como señales de los últimos tiempos del mundo moral que termina.

1128. El Juicio final – Y cuando el Hijo del Hombre venga en su grandeza, acompañado de todos los ángeles, se sentará en el trono de su gloria; y, estando reunidas ante Él todas las naciones, separará a los unos de los otros, como un pastor separa las ovejas de los cabritos, y colocará a las ovejas a su derecha y a los cabritos a su izquierda. Entonces, el Rey dirá a los que están a su derecha: Venid, benditos de mi Padre, etc. (Mateo, cap. XXV, v. 31 a 46.)

1129. Debiendo reinar el bien sobre la Tierra, es necesario que sean excluidos de ella los Espíritus endurecidos en el mal, y que podrían causar perturbaciones. Dios permitió que ellos permanezcan allí el tiempo necesario para mejorar; pero llegado el momento en que el globo terráqueo, por el progreso moral de sus habitantes, debe elevarse en la jerarquía de los mundos, será prohibida como morada a los encarnados y desencarnados que no hayan aprovechado las enseñanzas que unos y otros estuvieron en condiciones de recibir allí. Serán exiliados en mundos inferiores, como lo fueron en otra época sobre  la Tierra los de la raza adámica, mientras que vendrán a sustituirlos Espíritus mejores. Esa separación, que Jesús presidirá, se encuentra descrita por estas palabras del juicio final: “Los buenos pasarán a mi derecha y los malos a mi izquierda.”

1130. La doctrina de un juicio final, único y universal, poniendo fin para siempre a la Humanidad, repugna a la razón, porque implicaría la inactividad de Dios durante la eternidad que precedió a la creación de la Tierra y durante la eternidad que seguirá a su destrucción. ¿Qué utilidad tendrían entonces el Sol, la Luna y las estrellas que, según el Génesis, fueron hechos para iluminar el mundo? Sorprende que una obra tan inmensa se haya producido para tan poco tiempo y en beneficio de seres destinados, en su mayoría y por anticipado, a los suplicios eternos.

1131. Materialmente, la idea de un juicio único sería, hasta cierto punto, admisible para los que no buscaban la razón de las cosas, cuando se creía que toda la Humanidad estaba concentrada en la Tierra y que todo lo que se encuentra en el Universo había sido hecho para sus habitantes. Pero es inadmisible desde que se sabe que hay miles de mundos semejantes que perpetúan a las humanidades por la eternidad y entre los cuales la Tierra es de los menos considerados, un simple punto imperceptible.

1132. Sólo por este hecho, se ve que Jesús tenía razón en decir a sus discípulos: “Hay muchas cosas que no os puedo decir, porque no las comprenderíais”, ya que el progreso de las ciencias era indispensable para una interpretación auténtica de ciertas palabras suyas. Seguramente los apóstoles, San Pablo y los primeros discípulos hubieran establecido de manera muy diferente algunos dogmas si hubiesen tenido los conocimientos astronómicos, geológicos, físicos, químicos, fisiológicos y psicológicos que hoy tenemos. Por ello Jesús aplazó el complemento de sus instrucciones y anunció que todas las cosas deberían ser  restablecidas.

1133. Moralmente, un juicio definitivo y sin apelación no se concilia con la bondad infinita del Creador, a quien Jesús nos lo presenta sin cesar como un buen Padre, que deja siempre un camino abierto para el arrepentimiento y que está siempre pronto a extender sus brazos al hijo pródigo. Si Jesús hubiese entendido el juicio en ese sentido, habría desmentido sus propias palabras. Además, si el juicio final hubiese sorprendido a los hombres de improviso, en medio de sus trabajos habituales, y a las mujeres embarazadas, cabría preguntar con qué objeto Dios, que no hace nada inútil ni injusto, haría nacer niños y crearía almas nuevas en ese momento supremo, al término fatal de la Humanidad. ¿Sería para someterlas a juicio al salir del seno materno, antes de tener conciencia de sí mismas, mientras que a otros les  concedieron miles de años para tomar conciencia de su propia individualidad?

1134. Además, ¿hacia qué lado, derecho o izquierdo, irían esas almas que no son aún ni buenas ni malas y para las cuales, sin embargo, todos los caminos ulteriores del progreso  estarían cerrados desde entonces, ya que la Humanidad no existiría más?

1135. Que quienes se contentan con tales creencias, las conserven; es su derecho y nadie tiene nada que decir frente a eso; pero que no tomen a mal que no todos compartan esas ideas. 

Respuestas a las preguntas propuestas

A. ¿Qué quiso decir Jesús con la frase “Habrá un solo rebaño y un solo pastor”?

Con estas palaras “y habrá un solo rebaño y un solo pastor”, Jesús anuncia claramente que un día los hombres se unirán en una única creencia. La unidad se hará en religión, como tiende a hacerse socialmente, políticamente, comercialmente, por la caída de las barreras que separan los pueblos y por la asimilación de las costumbres, los usos y el lenguaje. Los pueblos del mundo entero ya confraternizan, como los de las provincias de un mismo país. Se intuye esta unidad y todos la desean. Ella se logrará, pues, por la fuerza de las cosas, porque se volverá una necesidad para estrechar los lazos de fraternidad entre las naciones; se logrará por el desarrollo de la razón humana, que estará apta para comprender la puerilidad de todas esas disidencias; por el progreso de las ciencias, que demuestran cada día los errores materiales sobre los cuales se apoyan tales disidencias y separan poco a poco de sus filas las piedras carcomidas. (La Génesis, cap. XVII, ítems 31 y 32.)

B. ¿Jesús afirmó textualmente que Elías volvió reencarnado como Juan el Bautista?

Sí. Ante la pregunta de sus discípulos: “¿Por qué, pues, dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero?”, Jesús respondió: Es verdad que Elías tiene que venir y que restaurará todas las cosas. Pero yo os digo que Elías ya vino y no le conocieron; por el contrario, lo trataron como quisieron. Así también harán morir al Hijo del Hombre. Entonces, sus discípulos comprendieron que les había hablado de Juan el Bautista. Elías había vuelto al escenario terrestre en la persona de Juan el Bautista. Su nuevo advenimiento es anunciado de modo explícito. Ahora bien, como no podía volver sino tomando un nuevo cuerpo, allí tenemos la consagración formal del principio de la pluralidad de las existencias. (La Génesis, cap. XVII, ítems 33 y 34.)

C. ¿El Espiritismo cumple todas las condiciones del Consolador prometido por Jesús?

Sí. El Espiritismo presenta todas las condiciones del Consolador prometido por Jesús. No es una doctrina individual, ni una concepción humana; nadie puede decirse su creador. Es el fruto de la enseñanza colectiva de los Espíritus, enseñanza que preside el Espíritu de Verdad. No suprime nada del Evangelio: más bien, lo completa y esclarece. Con la ayuda de las nuevas leyes que revela, unidas a las leyes que la Ciencia ya descubrió, hace comprender lo que antes era ininteligible y  admitir la posibilidad de aquello que la incredulidad consideraba inadmisible. (La Génesis, cap. XVII, ítems 35 a 42.)

 

 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita