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Año 9 - N° 418 - 14 de Junio de 2015
Traducción
Elza Ferreira Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 

 
 

Zezé Bergamo


Zezé, Bizé, María José…
El nombre poco importaba. Al decirlo, todos sabíamos que seríamos atendidos, fuese en el ámbito de la familia, en el recinto de un hospital o en un rincón cualquiera de la Casa Espírita.

Hoy, día 14, hace ocho días que ella partió.

Quien no es espírita, ciertamente hace la pregunta: ¿Partió para dónde?

Partió para un bonito lugar de donde, poco más de 73 años atrás, ella salió para constituir en nuestro país una linda familia.

Partió para reencontrarse con el compañero amado, que había regresado más temprano, como que dando curso a una programación donde alguien llega primero para preparar la recepción a los que vendrán después.

Vinculada desde la creación de esta revista al grupo de compañeros que fundó y mantiene este proyecto, Zezé Bergamo hizo por nosotros lo que ya hiciera antes y también después en todos los lugares por donde pasó y en todas las actividades a que se dedicó, con una abnegación poco vista y por eso admirada por todos.

Su actuación en la existencia ahora terminada probó que es posible, mismo en el mundo atribulado en que estamos, atender a los deberes de naturaleza familiar sin olvidarnos del compromiso que tenemos para con los otros hermanos, especialmente los que sufren.

Unida hace varios años, tal como su hermano Cid, a las actividades del Hospital del Cáncer de Londrina, no hay, entre las personas que allí sirven, quien desconozca la importancia del trabajo que ella realizaba, lo que era reconocido también, y principalmente, por los familiares de los pacientes que en aquel hospital se encontraban ingresados.

Hacía parte de varios trabajos en la Casa Espírita, integraba también el Grupo Esperanza, que realiza en uno de los salones del Hospital del Cáncer un trabajo inspirado por Lucilla Ballalai, denodada trabajadora espírita que fundó el conocido establecimiento hospitalario. En el mencionado Grupo son acogidos y orientados, además de muchos otros, Espíritus de hermanos que desencarnaron en el aludido hospital, bien como realizado el importante trabajo de oraciones y vibraciones por los enfermos allí hospitalizados.

El trabajo de Zezé Bergamo iba, evidentemente, mucho más allá de todo eso y ni es necesario mencionar el cariño y la diligencia con que atendía y buscaba resolver las dificultades de cada hijo, de cada nieto, de cada familiar, que tenían en ella aquello que popularmente llamamos de puerto seguro.

Zezé Bergamo partió, pero sabemos que en espíritu ella jamás estará ausente y mucho menos distante de sus queridos familiares y de todos aquellos a quien dedicó horas preciosas de su tiempo y la propia vida.

Es esa certeza que nos conforta y consuela, porque aprendemos, en la lecciones del Espiritismo, que la muerte efectivamente no existe, pues constituye tan solamente un cambio de dirección de aquel que parte, sin afectar el amor, el cariño que unen las personas que realmente se aman.   

Feliz regreso a la patria espiritual a la querida amiga, he aquí los votos de todos nosotros que hacemos parte del equipo que semanalmente busca llevar una palabra de confort y de esclarecimiento a todos que nos leen. 

   


 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita