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Año 9 - N° 417 - 7 de Junio de 2015
PAULO OLIVEIRA
psdo2010@gmail.com 
Santos, SP (Brasil)
 
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 
 

Paulo Oliveira

¿Alguien tiene un tiempo ahí?


“El tiempo preguntó al tiempo cuánto tiempo el tiempo tiene, el tiempo respondió al tiempo que el tiempo tiene tanto tiempo
como el tiempo que el tiempo tiene.” (Trabalenguas).

 

La carrera en que vivimos en la actualidad es el síntoma del desequilibrio causado por la búsqueda frenética para atender a los quehaceres y compromisos diarios, con el objetivo de conseguirse el máximo de resultado posible, muchas veces de forma altamente competitiva, generando ansiedad e inseguridad.


En medio de la dinámica que establecemos para nuestra vida, frecuentemente, al final del día, tenemos la impresión de estar en la misma situación de un hámster que corre en una rueda, gastando toda la energía en un esfuerzo intenso y continuo, sin embargo sin salir del mismo lugar. La sensación de vacío y de haber dejado algo pendiente, causa un grande malestar y refuerza la idea de que necesitamos correr más al día siguiente.

 

Esa reacción genera una espiral creciente y viciosa que impulsa el ser a llenar  ese vacío, con más cosas para hacer. Esa condición está tan impregnada en el modelo mental vigente, que al preguntarse a cualquier individuo: “¿Cómo va usted?”, tenemos invariablemente la respuesta: “¡Corriendo!”.

 

Los propios niños no escapan de esa loca carrera, enfrentando una rutina estresante,  compuesta por deberes extracurriculares, que van desde las artes marciales a las clases de idiomas, informática, entre otras, no permitiendo que nuestros pequeños puedan vivir su infancia adecuadamente, teniendo tiempo para jugar y aprender a vivir. Sin embargo, es preciso, dicen los padres aterrados, preparar a nuestros hijos para enfrentar los desafíos que el mundo presenta.

 

¿Será que esa carrera insana nos da lo que necesitamos? ¿Estamos felices, motivados y satisfechos en nuestras vidas? ¡La respuesta que, en la mayoría de las veces, se oye es un sonoro no! Esas son cuestiones que nos gustaría colocar a la apreciación y reflexión, pues son vitales para nuestro equilibrio tanto emocional  como físico.

El consumismo y sus consecuencias

Vivimos en una sociedad del espectáculo, en la cual el consumismo nos incita a la búsqueda insaciable de la satisfacción de nuestros deseos, principalmente a través de la adquisición desenfrenada e impulsiva de ítems variados, inclusive aquellos que no nos harían falta alguna, descolocando el foco de nuestra motivación del nivel interno para el externo, generando consecuencias que transcienden incluso a la condición de la vida presente.

 

Algunos podrán afirmar: “Pero, esa carrera tiene sentido, pues queremos mejorar nuestra condición financiera y ser más felices.” La idea en sí no está equivocada, sin embargo se debe considerar que mientras se prioriza, únicamente, el objetivo de mejor posicionamiento social y económico, se está dejando de atender al desarrollo de la propia emoción. Y es exactamente en ese punto que comienzan a existir los conflictos entre el haber y el ser.

 

Joanna de Ângelis nos llama la atención cuando afirma: “El hombre y la mujer de la actualidad, después de los grandes e inimaginables vuelos del conocimiento y de la tecnología se debaten, sorprendidos, en las aguas turbias de la inquietud y del sufrimiento, constatando que los milenios de cultura y de civilización que les ensancharon los horizontes de la comprensión no les solucionaron los grandes desafíos de la emoción.” 1 Y más adelante completa: “(...) la deshumanización de los sentimientos, buscando la conquista de los niveles del poder, de la gloria y del placer, conspiraron dolorosamente contra el ser esencial, que se reviste de la estructura física, a fin de desempeñar el ministerio de la evolución.”

¿Qué hacer para alcanzar la felicidad?

 

En esa desenfrenada carrera,”el ser casi no tiene tiempo o lucidez para pensar en la grandeza de que se constituye, perturbado por las pasiones a que se entrega y que lo devoran.” 

 

La querida benefactora, con su claridad de espíritu elevado e iluminado, nos trae el diagnóstico de la causa que genera nuestra actual condición de desequilibrio y de dolor: la deshumanización de los sentimientos, traducida para el día a día del ser, en enfermedades características del aparato psíquico como la depresión, mal que está, cada vez más, presente en la vida de las personas, exigiendo tratamiento adecuado tanto medicamentoso, psicológico como espiritual, una vez que todo desequilibrio del alma repercute indeleblemente en el campo fisiológico. En apoyo a esa idea, Emmanuel, el estimado benefactor espiritual, afirma que “los hombres de hoy disponen de máquinas que lo auxilian a ganar tiempo, pero no la tranquila, delante de las pruebas que se les hacen necesarias.”3

 

¿Qué hacer entonces para retomar el equilibrio espiritual y conseguir alcanzar la verdadera felicidad y la paz?

 

Esa es una cuestión que no tiene respuesta simple y ni fácil, porque depende únicamente de un cambio de actitud del propio individuo, por la acción de la propia voluntad.

 

Mientras entendamos el mundo como la única fuente de satisfacción de nuestras necesidades, dedicaremos esfuerzos, y tiempo, demasiados para alcanzar aquello que erróneamente creemos ser lo principal y lo indispensable, siendo que la felicidad no está en el exterior, pero sí en la paz de espíritu y en el equilibrio emocional de los individuos. Recordemos, en ese sentido, las palabras de Jesús, cuando afirma: “El Reino de Dios no viene con apariencia exterior.”  Así, se desprende de esa enseñanza que el Reino de Dios está dentro de cada uno de los hijos de la creación divina. Lo que necesitamos hacer, urgentemente, es buscar, internamente, esa condición, y exteriorizarla a través de las actitudes y comportamientos diarios.

Nadie puede servir a dos señores

 

Sin embargo, para que eso ocurra, necesitamos volver a ver el criterio que estamos utilizando para tomar nuestras decisiones, o sea, para hacer nuestras elecciones. Cuando alguien actúa, está poniendo en práctica una decisión tomada. Al correr desesperadamente para lo que nos es solicitado diariamente, estamos actuando, como consecuencia de ese proceso individual de toma de decisión. Cuando optamos por focalizar solamente nuestras intenciones e intereses materiales, atendiendo a las exigencias del día a día enloquecido, estamos dando más tiempo para aquello que realmente valoramos: las imposiciones del mundo. Sin embargo, Jesús, a través de la enseñanza de que “nadie puede servir a dos señores5, alerta que si privilegiamos exclusivamente al mundo, en sus requisitos materiales, necesariamente estaremos dejando de pensar en Dios y servirlo. El Maestro no pide que nos aislemos, pero sí que vivamos de forma equilibrada delante de las necesidades impuestas por el mundo, no olvidándonos, sin embargo, de valorar primordialmente nuestro crecimiento espiritual.

 

Así, la utilización del tiempo disponible sigue una jerarquía de peso en función de aquello que realmente valoramos. En esa condición de atender exclusivamente a las cuestiones diarias, la principal alegación es la de que no se tiene tiempo para pensar en “cosas de religión”, pues, como ya es mencionado, es necesario buscar, a la extenuación, aquello que necesitamos para vivir bien, obviamente, dentro de la óptica del aquí y ahora.

 

¿Pero, será que realmente no tenemos tiempo para pensar en las cosas del espíritu? ¿No sería, tal vez, más una cuestión de la voluntad de realizar esa búsqueda, que, de hecho, de la cantidad de tiempo disponible?

Tiempo cronológico y tiempo subjetivo

 

Para apoyar ese razonamiento nos gustaría preguntar: Pero, ¿al final qué significa no tener tiempo?

 

Cuando nos referimos al tiempo, en la civilización moderna, generalmente empleamos una sólo palabra para representarlo. Existe, sin embargo, una clara diferenciación conceptual entre el tiempo cronológico y el tiempo subjetivo. Mientras el primero representa el tiempo que se mide (horas, minutos y segundos), lo segundo se refiere a la percepción que cada uno hace de esa cantidad de horas a su disposición.

 

Así, reflexionando, podemos comenzar a percibir que la organización del tiempo se da, fundamentalmente,  por la priorización del realizar cosas, conforme nuestros intereses. Es cierto que tendremos que atender nuestras responsabilidades y compromisos, pues de eso no debemos alejarnos. Sin embargo, a la luz de estas reflexiones, podremos reorganizar nuestro día, aún delante de la carrera, para encontrar espacio para pausas necesarias, en el sentido de atender a las necesidades espirituales impostergables, que funcionan como un reabastecimiento de energías, que actuarán en el restablecimiento y manutención de nuestra salud espiritual.

 

En el intento de traer las soluciones presentadas por los Espíritus amigos con relación a esa salud espiritual citada, transcribimos abajo el tramo que es una verdadera receta de luz:

Así es que orar en nuestro favor es atraer la Fuerza Divina para el restablecimiento de nuestras fuerzas humanas, y orar a beneficio de los otros o ayudarlos, a través de la energía magnética, a la disposición de todos los espíritus que deseen realmente servir, será siempre asegurarles las mejores posibilidades de auto-reajustamiento, comprendiéndose, sin embargo, que si el amor consuela, instruye, ameniza, levanta, recupera y redime, todos estamos condicionados a la justicia a que voluntariamente nos rendimos, ante la Vida Eterna, justicia que preceptúa, conforme la enseñanza de Nuestro Señor Jesucristo, sea dato eso o aquello ´a cada uno según sus obras´, cabiéndonos recordar que las obras felices o menos felices pueden ser fruto de nuestra orientación todos los días y, por eso mismo, todos los días será posible alterar el rumbo de nuestro propio guión. 6  (negrita nuestra)

La Tierra, dice Denis, es un campo de batalla

 

Somos más que la simple materia con sensaciones. Es preciso reforzar la idea de que somos espíritus, contando los minutos, horas y días en la presente reencarnación, que representa, sin embargo, la gran oportunidad ofrecida a todos nosotros que estamos, en el momento presente, viviendo una nueva experiencia en el cuerpo físico.

 

Concluimos, a ese respecto, con el pensamiento del gran filósofo de la Doctrina de los Espíritus, Léon Denis, en su libro Después de la Muerte: “Acuérdate de que la vida es corta. Mientras ella dure, esfuérzate por adquirir lo que viniste a buscar en este mundo: el verdadero perfeccionamiento. ¡Pueda tu ser espiritual de aquí salir mejor y más puro que cuando entró! Acautélate de las trampas de la carne; refleja que la Tierra es un campo de batalla donde el alma es a todo momento asaltada por la materia y por los sentidos. Lucha valientemente contra las pasiones viles; lucha por el espíritu y por el corazón; corrige tus defectos, endulza tu carácter, fortifica tu voluntad. Elévate, por el pensamiento, por encima de las vulgaridades terrestres; dilata tus aspiraciones sobre el cielo luminoso.”


 

[1] JOANNA DE ÂNGELIS (Espírito). O Despertar do Espírito  [psicografado por  Divaldo Pereira Franco], 4ª. ed., Livraria Espírita Alvorada Editora, Salvador, 2000. Introdução.
 

[2] Idem


[3] EMMANUEL (Espírito). Confia e Segue [psicografado por  Francisco Cândido Xavier], 15ª. ed., GEEM-Grupo Espírita Emmanuel, São Bernardo do Campo, 2012. Cap. 12.


[4] Lucas, 17:20


[5] Mateus, 6:24


[6] ANDRÉ LUIZ (Espírito). Evolução em Dois Mundos. [psicografado por  Francisco Cândido Xavier e Waldo Vieira], 22ª. ed., FEB, Rio de Janeiro, 2004. Item 15 – 2ª. parte – Passe Magnético. 

 

 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita