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Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Año 9 - N° 412 - 3 de Mayo de 2015

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 
 

La Génesis

Allan Kardec

(Parte 51)
 

Damos continuidad al estudio metódico del libro La Génesis, los Milagros y las Profecías según el Espiritismo, de Allan Kardec, cuya primera edición fue publicada el 6 de enero de 1868.  Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al  final del presente texto.

Preguntas para debatir

A. ¿Cómo era Jesús desde el punto de vista orgánico?

B. ¿Qué explicación da el Espiritismo sobre la curación de la mujer con hemorragia?

C. El Espiritismo ¿también realiza curaciones?

Texto para lectura

1000. Teoría de la presciencia - ¿Cómo es posible el conocimiento del futuro? Se comprende la posibilidad de la previsión de los acontecimientos que son la consecuencia del estado presente, pero no de los que no tienen ninguna relación con ese estado, y menos aún de los que comúnmente se atribuyen a la casualidad.

1001. No existen las cosas futuras, dicen; están aún en la nada; ¿cómo, entonces, saber que han de suceder? Sin embargo, son numerosos los casos de predicciones realizadas, de donde se llega a la conclusión de que existe aquí un fenómeno del cual nos falta la clave para su explicación, puesto que no hay efecto sin causa.

1002. Tomemos, como comparación, un ejemplo en las cosas usuales. Nos ayudará a comprender el principio que tendremos que esclarecer. Supongamos a un hombre colocado en la cima de una montaña elevada, que observa la vasta extensión de la planicie alrededor. En esa situación, la distancia de una legua significa poca cosa para él, pues con una sola mirada podrá abarcar fácilmente todos los accidentes del terreno, de un extremo a otro del camino que esté ante sus ojos. El viajero que recorre ese camino por primera vez, sabe que caminando llegará al final. Eso constituye una simple previsión de la consecuencia que tendrá su marcha. Pero los accidentes del terreno, las subidas y bajadas, los ríos que deberá cruzar, los bosques que ha de atravesar, los precipicios en que pueda caer, las casas  hospitalarias donde podrá reposar, los ladrones que lo acechen para robarle, todo esto es independiente de su persona; para él, eso es lo desconocido, el futuro, porque su visión no se extiende más allá de la pequeña área que lo rodea. En cuanto a la duración, la mide por el tiempo que emplea en recorrer el camino. Quitadle los puntos de referencia y la duración desaparecerá.

1003. Para el hombre que está en la cima de la montaña y que lo sigue con la vista, todo aquello es presente. Imaginemos que ese hombre desciende desde su punto de observación y, saliendo al encuentro del viajero, le dice: “En tal momento, encontrarás tal cosa, serás atacado y socorrido”. Le estará prediciendo el futuro, pero el futuro para el viajero, no para el autor de la previsión, porque para él ese futuro es el presente.

1004. Si salimos ahora del ámbito de las cosas puramente materiales y entramos, con el pensamiento, en el dominio de la vida espiritual, veremos reproducirse el mismo fenómeno en una mayor escala. Los Espíritus desmaterializados son como el hombre de la montaña; el espacio y el tiempo no existen para ellos. Pero la extensión y la penetración de su visión son proporcionales a la depuración y elevación que han alcanzado en la jerarquía espiritual.

1005. Se comprende, pues, que según el grado de su perfección, un Espíritu pueda visualizar un período de algunos años, de algunos siglos, incluso de muchos miles de años, porque ¿qué es un siglo en comparación con el infinito? Ante él, los acontecimientos no se desarrollan sucesivamente, como los incidentes en el camino del viajero: ve simultáneamente el comienzo y el fin del período; todos los eventos que en ese lapso constituyen el futuro para el hombre de la Tierra son lo presente para él, y podría entonces venir a decirnos con certeza: Tal cosa ocurrirá en tal época, porque ve esa cosa como el hombre de la montaña ve lo que le espera al viajero en el transcurso del viaje.

1006. Si tal facultad, aunque restringida, se puede contar entre los atributos de la criatura, ¿en qué grado de poder no existirá en el Creador, que abarca el infinito? Para el Creador, el tiempo no existe: el comienzo y el fin de los mundos son el presente. Dentro de este inmenso panorama, ¿qué es la duración de la vida de un hombre, de una generación o de un pueblo?

1007. Como el hombre debe contribuir al progreso general, y como ciertos acontecimientos deben resultar de su cooperación, puede ser de utilidad que, en casos especiales, presienta esos acontecimientos a fin de que les prepare o encamine y esté listo para actuar cuando llegue el momento. Por eso Dios permite, a veces, que se levante una punta del velo; pero siempre con un fin útil, nunca para satisfacer una vana curiosidad. Y se debe notar que las revelaciones de este tipo son siempre hechas de manera espontánea y jamás, o por lo menos muy rara vez, en respuesta a una pregunta directa.

1008. Es así como en ciertas ocasiones esa facultad se desarrolla providencialmente, en los peligros inminentes, en las grandes calamidades, en las revoluciones, y es así también como la mayoría de las sectas perseguidas han tenido numerosos videntes. Es también por eso que se ve a los grandes capitanes avanzar resueltamente contra el enemigo, seguros de la victoria; a hombres de genio como, por ejemplo Cristóbal Colón, caminar hacia una meta, anunciando previamente, por así decirlo, el momento en que la alcanzarán. Es que han visto esa meta que, para sus Espíritus, dejó de ser lo desconocido.

1009. El don de la profecía no es, pues, más sobrenatural que muchos otros fenómenos. Se fundamenta en las propiedades del alma y en la ley de las relaciones entre el mundo visible y el mundo invisible, que el Espiritismo vino a dar a conocer. La teoría de la presciencia tal vez no resuelve de manera absoluta todos los casos de revelación del futuro que se puedan presentar, pero no se puede dejar de convenir que establece el principio fundamental.

1010. Para que comprendamos las cosas espirituales, es decir, para formarnos una idea de ellas tan clara como la que nos formamos de un paisaje que tenemos ante los ojos, nos falta en realidad un sentido, exactamente como al ciego de nacimiento le falta el que le permita comprender los efectos de la luz, de los colores y de la visión, sin el contacto.

1011. Esa facultad es inherente al estado de espiritualización o, si se quiere, de desmaterialización del Espíritu. Esto quiere decir que la espiritualización produce un efecto que se puede comparar, aunque de una manera muy imperfecta, con la visión de conjunto que tiene el hombre colocado sobre la montaña. Esta comparación tenía como objetivo simplemente mostrar que los acontecimientos que para unos pertenecen al futuro, para otros están en el presente y pueden por ello ser preanunciados, lo que no implica que el efecto se produzca de igual manera.

1012. Por lo tanto, para gozar de esa percepción, el Espíritu no necesita transportarse a un punto cualquiera del espacio. Aquél que está en la Tierra a nuestro lado, puede poseerla en toda su plenitud como si se encontrase a mil leguas de distancia, mientras que nosotros no vemos nada más allá de nuestro horizonte visual. Al no producirse la visión de los Espíritus del mismo modo ni con los mismos elementos que en el hombre, su horizonte visual es muy diferente. Ahora bien, precisamente ése es el sentido el que nos falta para poder concebirlo. El Espíritu, al lado del encarnado, es como el vidente al lado del ciego.

1013. El Espíritu encarnado no sólo percibe, sino también recuerda lo que ha visto en estado de Espíritu libre y ese recuerdo es como un cuadro que se le dibuja en la mente. Durante la encarnación ve, pero vagamente, como a través de un velo; en el estado de libertad, ve y concibe claramente. El principio de la visión no está fuera de él, sino en él; esa es la razón por la que no necesita luz exterior.

1014. Como consecuencia del desarrollo moral, se amplía el círculo de las ideas y las concepciones; por efecto de la desmaterialización gradual del periespíritu, éste se purifica de los elementos groseros que le alteraban la delicadeza de las percepciones, lo que hace fácil comprender que la amplitud de todas las facultades sigue al progreso del Espíritu. 

Respuestas a las preguntas propuestas

A. ¿Cómo era Jesús desde el punto de vista orgánico?

Como hombre, tenía la organización de los seres carnales; pero como Espíritu puro, desprendido de la materia, debía vivir más de la vida espiritual que de la vida corporal,  cuyas debilidades no poseía. Su superioridad en relación a los hombres no procedía de las cualidades particulares de su cuerpo, sino de su Espíritu, que dominaba a la materia de manera absoluta, y de las cualidades de su periespíritu, extraído de la parte más quintaesenciada de los fluidos terrestres. Su alma, probablemente, no se encontraba sujeta al su cuerpo, sino por los lazos estrictamente indispensables. Constantemente desprendida, sin duda le daba doble vista, no sólo permanente sino también de penetración excepcional y muy superior a la que poseen los hombres comunes. Lo mismo debía ocurrir en relación a todos los fenómenos que dependen de los fluidos periespirituales o psíquicos. La calidad de esos fluidos le otorgaba un inmenso poder magnético, secundado por su incesante deseo de hacer el bien. (La Génesis, cap. XV, ítems 1 y 2.)

B. ¿Qué explicación da el Espiritismo sobre la curación de la mujer con hemorragia?

Esa mujer, que desde hacía doce años padecía de hemorragia, que había sufrido mucho en manos de los médicos, y que habiendo gastado todos sus bienes no logró ningún alivio, habiendo oído hablar de Jesús vino por detrás entre la multitud y tocó sus vestiduras, porque decía: “Si por lo menos consiguiera tocar sus vestiduras, estaré curada”. En el mismo instante el flujo de sangre se secó y sintió en su cuerpo que estaba curada de aquella enfermedad.

En seguida, Jesús, conociendo en sí mismo la virtud que había salido de él, se volvió en medio de la multitud y dijo: “¿Quién ha tocado mis vestidos?” Sus discípulos le dijeron: “Ves que la multitud te aprieta por todos lados y preguntas ¿quién te ha tocado?” Pero él miraba a su alrededor buscando quién que le había tocado. La mujer, que sabía lo que había sucedido en ella, llena de miedo y pavor, se lanzó a sus pies y le dijo toda la verdad. Jesús le dijo: “Hija mía, tu fe te ha salvado; ve en paz y queda sana de tu enfermedad.”

Estas palabras: conociendo en sí mismo la virtud que había salido de él, son significativas. Expresan el movimiento fluídico que se había operado de Jesús hacia la enferma; ambos habían sentido la acción que acababa de producirse.

Lo notable es que el efecto no fue provocado por ningún acto de voluntad de Jesús; no hubo magnetización ni imposición de manos. Bastó la irradiación fluídica normal para realizar la curación. Pero, ¿por qué esa irradiación se dirigió hacia esa mujer y no hacia otras personas, puesto que Jesús no pensaba en ella y estaba rodeado por la multitud?

La razón es muy simple. Considerado como materia terapéutica, el fluido debe alcanzar la materia orgánica con la finalidad de repararla; entonces puede ser dirigido sobre el mal por la voluntad del curador o atraído por el deseo ardiente, por la confianza, en una palabra: por la fe del enfermo. En relación con la corriente fluídica, el primero actúa como una bomba impelente y el segundo como una bomba aspirante. A veces es necesaria la simultaneidad de las dos acciones; otras veces una sola es suficiente. El segundo caso fue el que ocurrió en la circunstancia que narramos. Jesús tenía razón, pues, para decir: “Tu fe te ha salvado”.

Se comprende que la fe a la que se refería no es la virtud mística, como lo entienden muchas personas, sino una verdadera fuerza atractiva, de manera que quien no la posee opone una fuerza de rechazo a la corriente fluídica o, por lo menos, una fuerza de inercia que paraliza la acción. Así se comprende también por qué, presentándose ante el curador dos enfermos con la misma enfermedad, uno puede ser curado y el otro no. Este es uno de los principios más importantes de la mediumnidad curativa que explica ciertas anomalías aparentes, señalándoles una causa muy natural. (La Génesis, cap. XV, ítems 10 y 11.)

C. El Espiritismo ¿también realiza curaciones?

Sí. El Espiritismo propicia la curación de los males físicos pero, sobre todo, cura las dolencias morales y son esos los mayores prodigios que dan testimonio de su mérito.

Sus adeptos más sinceros no son los que se sienten impactados por la observación de fenómenos extraordinarios, sino los que reciben consuelo para sus almas; aquellos a quienes libera de las torturas de la duda; aquellos a quienes levanta el ánimo en la aflicción y a los que sacan fuerzas de la certeza que el Espiritismo les trae sobre el porvenir y en el conocimiento de su ser espiritual y de su destino. (La Génesis, cap. XV, ítems 26 a 28.)

 

 

 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita