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Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Año 9 - N° 409 - 12 de Abril de 2015

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 
 

La Génesis

Allan Kardec

(Parte 48)
 

Damos continuidad al estudio metódico del libro La Génesis, los Milagros y las Profecías según el Espiritismo, de Allan Kardec, cuya primera edición fue publicada el 6 de enero de 1868.  Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al  final del presente texto.

Preguntas para debatir

A. ¿De dónde proceden las imágenes fantásticas que nada tienen de real y, sin embargo, aparecen durante el sueño?

B. ¿Cómo se puede explicar por el Espiritismo los fenómenos de catalepsia y muertes aparentes?

C. ¿Cómo se produce la curación a través de la acción magnética?

Texto para la lectura

942. Transfiguración – Seis días después, Jesús llamó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó consigo a un monte alto alejado – el monte Tabor – y se transfiguró delante de ellos. Mientras oraba, su rostro parecía completamente otro; sus vestidos se volvieron resplandecientes y blancos como la nieve. Y vieron aparecer a Elías y Moisés, que  conversaban con Jesús. Entonces, Pedro dijo a Jesús: Maestro, estamos bien aquí; hagamos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. En ese momento, apareció una nube que los cubrió; y de esa nube salió una voz que hizo oír estas palabras: Este es mi Hijo muy amado; escuchadle. Luego, mirando por todos lados, no vieron a nadie más, sino a Jesús, que estaba a solas con ellos. Cuando descendieron del monte, les ordenó que no dijesen a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del Hombre hubiese resucitado de entre los muertos. Ellos mantuvieron en secreto este hecho, preguntándose unos a otros, lo que había querido decir con estas palabras: Hasta que el Hijo del Hombre hubiese resucitado de entre los muertos. (Marcos, cap. IX, v. 1 a 9.)

943. La explicación de este fenómeno se encuentra en las propiedades del fluido periespiritual. La transfiguración, explicada en el cap. XIV, es un hecho muy común, que en virtud de la irradiación fluídica, se puede modificar la apariencia de un individuo; pero la pureza del periespíritu de Jesús permitió que su Espíritu le diese un esplendor excepcional. En cuanto a la aparición de Moisés y Elías, entra totalmente en la relación de todos los fenómenos del mismo género.

944. De todas las facultades que Jesús reveló, ninguna puede ser señalada como extraña a las condiciones de la Humanidad, porque todas están en el orden de la Naturaleza. Pero debido a la superioridad de su esencia moral y de sus cualidades fluídicas, aquellas facultades alcanzaban en él proporciones muy por encima de las del vulgo. Fuera de su envoltura carnal, Él nos muestra el estado de los Espíritus puros.

945. La Tempestad apaciguada – Cierto día, tomando una barca  con sus discípulos, les dijo: Pasemos al otro lado del lago. Y entonces partieron. Durante la travesía, él se durmió. Entonces, se desencadenó una tempestad de viento sobre el lago, de manera que se anegó la barca y se vieron en peligro. Se acercaron, pues, a él y le despertaron, diciéndole: Maestro, perecemos. Jesús, levantándose, reprendió al viento y a las olas agitadas, y se apaciguaron, sobreviniendo una gran calma. Entonces, les dijo: ¿Dónde está vuestra fe? Pero ellos, llenos de temor y admiración, se preguntaban unos a otros: ¿Quién es éste que da órdenes al viento y a las olas, y le obedecen? (Lucas, cap. VIII, v. 22 a 25.)

946. Aún no conocemos lo suficiente los secretos de la Naturaleza para afirmar si hay o no inteligencias ocultas presidiendo la acción de los elementos. En la hipótesis afirmativa, el fenómeno en cuestión podría ser el resultado de un acto de autoridad sobre esas inteligencias y probaría un poder que no es dado a ningún hombre ejercer. En cualquier caso, el hecho de que Jesús estuviese durmiendo tranquilamente durante la tempestad, demuestra una seguridad que puede explicarse por la circunstancia de que su Espíritu veía que no había ningún peligro y que la tempestad iba a amainar.

947. Las bodas de Caná – Este milagro, mencionado sólo en el Evangelio de Juan, es presentado como el primero que Jesús hizo. Sin embargo, parece haber producido una impresión muy débil, porque ningún otro evangelista lo relata. Aunque, en rigor, el hecho puede explicarse, hasta cierto punto, por una acción fluídica que, así como el magnetismo ofrece muchos ejemplos, hubiese cambiado las propiedades del agua dándole el sabor del vino, es poco probable que se haya verificado semejante hipótesis, ya que en tal caso el agua, teniendo sólo el sabor del vino, hubiera conservado su color, lo que no habría dejado de ser advertido.

948. La multiplicación de los panes – La multiplicación de los panes es uno de los milagros que más ha intrigado a los comentaristas y alimentado, al mismo tiempo, las burlas de los incrédulos. Sin darse el trabajo de sondear el sentido alegórico, para estos últimos no pasa de ser un cuento pueril. Sin embargo, la mayoría de las personas serias ha visto en la narración de este hecho, aunque bajo una forma diferente de la ordinaria, una parábola en la que se compara el alimento espiritual del alma con el alimento del cuerpo.

949. Pero se puede percibir en ella algo más que una simple figura y admitir, desde cierto punto de vista, la realidad de un hecho material, sin que para ello sea necesario recurrir al milagro. Se sabe que una gran preocupación del espíritu, así como la atención fuertemente fija sobre algo, hacen olvidar el hambre. Ahora bien, quienes acompañaban a Jesús eran criaturas ávidas de oírle; no es, pues, sorprendente que, fascinadas por su palabra, y quizás también por la poderosa acción magnética que ejercía sobre los que le rodeaban, no hayan sentido la necesidad material de comer.

950. Previendo ese resultado, Jesús no tuvo ninguna dificultad para tranquilizar a sus discípulos, diciéndoles en el lenguaje figurado que le era habitual y admitiendo que realmente hubieran llevado algunos panes, que estos bastarían para saciar el hambre de la multitud. Al mismo tiempo, les daba a sus discípulos una lección, al decirles: “Dadles vosotros mismos de comer”. Les enseñaba así que también ellos podían alimentar por medio de la palabra.

951. La levadura de los fariseos – Y pasando sus discípulos pasado al otro lado del mar, se olvidaron de llevar los panes. Jesús les dijo: Tened cuidado de guardaos de la levadura de los fariseos y los saduceos. Pero ellos pensaban y decían entre sí: Es porque no trajimos pan. Jesús, conociendo sus pensamientos, les dijo: Hombres de poca fe, ¿por qué estáis pensando que no habéis traído pan? ¿No comprendéis aún ni recordáis cuántas cestas llevasteis? ¿Cómo es que no comprendéis que no era del pan que yo os hablaba, cuando les dije que os guardaseis de la levadura de los fariseos y los saduceos? Entonces comprendieron que no les había dicho que se tuviese cuidado de la levadura que se pone al pan, sino de la doctrina de los fariseos y los saduceos. (Mateo, cap. XVI, v. 5 a 12.)

952. El pan del cielo – El día siguiente, la gente que permanecía al otro lado del mar, notó que no había llegado allí otra barca y que Jesús no había entrado en la de sus discípulos, sino que sus discípulos habían partido solos; y como después otras barcas habían llegado de Tiberíades, cerca del lugar donde el Señor, después de dar gracias, los alimentara con cinco panes y como viesen finalmente que Jesús no estaba allí, ni sus discípulos tampoco, entraron en aquellas barcas y fueron a Cafarnaúm, buscando a Jesús.

953. Habiéndolo encontrado al otro lado del mar, le dijeron: Maestro ¿cuándo llegaste acá? Jesús les respondió: En verdad, en verdad os digo que me buscáis no por los milagros que visteis sino porque os di pan para comer y quedasteis saciados. Trabajad para tener, no el alimento que perece, sino el que permanece para la vida eterna, y que el Hijo del Hombre os dará, porque fue en él que Dios, el Padre, imprimió su sello y su carácter. Ellos le preguntaron: ¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios? Jesús les respondió: La obra de Dios es que creáis en el que Él ha enviado. Le preguntaron, entonces: ¿Qué milagro harás para que creamos al verlo? ¿Qué harás de extraordinario? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Les dio de comer el pan del cielo. Jesús les respondió: En verdad, en verdad o digo que Moisés no os dio el pan del cielo; mi Padre os da el verdadero pan del cielo, porque el pan de Dios es aquél que descendió del cielo y da la vida al mundo. Le dijeron entonces: Señor, danos siempre ese pan. Jesús les respondió: Yo soy el pan de vida; aquél que a mí viene nunca tendrá hambre y aquél que en mí cree no tendrá sed jamás. Pero ya os he dicho: vosotros me habéis visto y no me creéis. En verdad, en verdad os digo: aquél que cree en mí tendrá vida eterna. Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná del desierto y murieron. He aquí el pan que descendió del cielo, para que el que coma de él no muera. (Juan, cap. VI, v. 22-36 y 47-50.)

954. En el primer pasaje, al recordar el hecho producido anteriormente, Jesús da a entender con claridad que no se trata de panes materiales pues, de no ser así, la comparación que establece con la levadura de los fariseos carecería de objeto: “¿Aún no comprendéis, dice, ni os acordáis que cinco panes bastaron para cinco mil personas y que dos panes fueron suficientes para cuatro mil? ¿Cómo no comprendisteis que no era de pan que os hablaba, cuando os dije que os guardaseis de la levadura de los fariseos?” Esta comparación no tendría razón de ser en la hipótesis de una multiplicación material. El hecho hubiera sido tan extraordinario en sí mismo como para haber impresionado fuertemente la imaginación de los discípulos quienes, sin embargo, parecían ya no recordarlo.

Respuestas a las preguntas propuestas

A. ¿De dónde proceden las imágenes fantásticas que nada tienen de real y, sin embargo, aparecen durante el sueño?

En las creaciones fluídicas del pensamiento se puede encontrar la causa de esas imágenes fantásticas que nada tienen de real, en relación a la vida corporal, pero que a veces presentan al Espíritu tal autenticidad que el cuerpo siente el golpe, existiendo casos en que el cabello encanece bajo la impresión de un sueño.

Estas creaciones pueden ser provocadas por las creencias exaltadas; por los recuerdos retrospectivos; por gustos, deseos, pasiones, temor, remordimientos; por las preocupaciones habituales; por las necesidades del cuerpo o por un impedimento en las funciones del organismo y, finalmente, por otros Espíritus, con un objetivo bueno o malo según su naturaleza. (La Génesis, cap. XIV, ítems 27 y 28.)

B. ¿Cómo se puede explicar por el Espiritismo los fenómenos de catalepsia y muertes aparentes?

En ciertos estados patológicos, cuando el Espíritu ha dejado el cuerpo y el periespíritu se encuentra adherido a él sólo en algunos puntos, el cuerpo presenta todas las apariencias de la muerte y se afirma una verdad absoluta cuando se dice que la vida pende de un hilo. Este estado puede durar un tiempo más o menos prolongado; incluso, ciertas partes del cuerpo pueden empezar a descomponerse sin que la vida se haya extinguido definitivamente. Mientras no se haya cortado el último hilo, el Espíritu puede, ya sea por una acción enérgica de su propia voluntad o por un influjo fluídico extraño igualmente poderoso, ser llamado a volver al cuerpo. Es así como se explican ciertos casos de prolongación de la vida, contrarios a todas las probabilidades y ciertas supuestas resurrecciones. Pero cuando las últimas moléculas del cuerpo fluídico se han desprendido del cuerpo carnal, o cuando este último ha llegado a un estado de degradación irreparable, todo regreso a la vida se vuelve imposible. (La Génesis, cap. XIV, ítems 27 y 28.)

C. ¿Cómo se produce la curación a través de la acción magnética?

El fluido universal es el elemento primitivo del cuerpo carnal y del periespíritu, los cuales son sus simples transformaciones. Este fluido, condensado en el periespíritu, puede suministrar al cuerpo principios reparadores. El Espíritu es el agente propulsor que infiltra en un cuerpo deteriorado una parte de la sustancia de su envoltura fluídica. La curación se opera mediante la sustitución de una molécula enferma por una molécula sana. El poder curativo estará, pues, en razón directa a la pureza de la sustancia inoculada, pero depende también de la energía de la voluntad del agente. Mientras más grande, mayor será la emisión fluídica abundante, y mayor será la fuerza de penetración que dará al fluido.

Los efectos de la acción fluídica sobre los enfermos son variados. Algunas veces es lenta y requiere un tratamiento prolongado, como en el magnetismo común; otras veces es rápida, como una corriente eléctrica. Hay personas dotadas de un poder tal, que operan curaciones instantáneas en ciertos enfermos, con sólo la imposición de las manos o incluso exclusivamente por acto de la voluntad.

Las curaciones de este género son variedades del magnetismo y el principio es siempre el mismo: el fluido desempeña el papel de agente terapéutico, cuyo efecto se encuentra subordinado a su calidad y a circunstancias especiales. (La Génesis, cap. XIV, ítems 31 a 34.)

 

 

 


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