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Año 8 - N° 406 - 22 de Marzo de 2015
Traducción
Elza Ferreira Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 

 


Por una cultura de paz


Divaldo Franco estaba con 70 años cuando decidió dar inicio a un nuevo proyecto en su provechosa existencia y nació entonces, 17 años atrás, el Movimiento Tú y la Paz, que los londrinenses pudieron conocer en la noche del último 10 de marzo, cuando de la venida del estimado médium a la ciudad de Londrina (PR). (Sobre el evento del día 10, lea el reportaje especial publicado en la presente edición.)

Dos años después fue dada la lumbre en el Manifiesto 2000 por una Cultura de Paz y No Violencia, esbozado, a invitación de la Unesco, por un grupo de laureados del premio Nobel de la Paz. Millones de personas en todo el mundo firmaron ese manifiesto y se comprometieron a cumplir los seis puntos en él firmados, buscando actuar en el espíritu de la Cultura de Paz dentro de sus familias, en su ambiente profesional y en sus ciudades.

En la secuencia, la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el periodo de 2001 a 2010 la “Década Internacional de la Cultura de Paz y No Violencia para los Niños del Mundo”.

Los seis puntos constantes del Manifiesto son éstos:

1.  Respetar la vida

2.  Rechazar la violencia

3.  Ser generoso

4.  Oír para comprender

5.  Preservar el planeta

6.  Redescubrir la solidaridad.

Para alcanzar esos objetivos, la Unesco trabaja cooperando con los gobiernos en sus tres niveles, con el poder legislativo y la sociedad civil, construyendo así una inmensa rede de cooperaciones, movilizando la sociedad, aumentando la concientización y educando para una cultura de paz.

En Rio de Janeiro, por ejemplo, la Unesco está desarrollando, en su cooperación con el Gobierno de la Provincia, el programa “Escuelas de Paz”, cuyo principal objetivo es dar oportunidades de acceso a los jóvenes, al mismo tiempo en que busca educarlos para los valores relevantes de la vida, para la paz y para la construcción de la ciudadanía.

El mayor desafío es, evidentemente, transformar los valores de la Cultura de Paz en realidad en la vida cotidiana, es traducir cada uno de los desafíos propuestos por la Cultura de Paz en realidad y en la vida de las personas.

Desarrollando los seis puntos firmados en el Manifiesto, preparar las condiciones para que la paz pueda reinar en la Tierra implica:

·        respetar la vida y la dignidad de cada persona, sin discriminar ni perjudicar;

·        practicar a no violencia activa, repeliendo la violencia en todas sus formas: física, sexual, psicológica, económica y social, en particular ante los más débiles y vulnerables, como los niños y los adolescentes; 

·        compartir nuestro tiempo y nuestros recursos materiales, cultivando la generosidad, a fin de terminar con la exclusión, la injusticia y la opresión política y económica;

·        defender la libertad de expresión y la diversidad cultural, privilegiando siempre la escucha y el diálogo, sin ceder al fanatismo, ni a la maledicencia y al rechazo al prójimo;

·        promover un consumo responsable y un modelo de desarrollo teniendo en cuenta la importancia de todas las formas de vida y el equilibrio de los recursos naturales del planeta;

·        contribuir con el desarrollo de la comunidad, propiciando la plena participación de las mujeres y el respeto de los principios democráticos, para crear nuevas maneras de solidaridad.

Se trata de un programa que se ajusta en todo con lo que aprendemos con las lecciones del Evangelio y con las enseñanzas espíritas.

Que se trata de un trabajo hercúleo y naturalmente lento, todos sabemos.

Pero sabemos también que en ellos se insertan los elementos indispensables para que la guerra, la opresión, la tiranía y toda forma de violencia sean borradas de nuestro planeta, en esa marcha irresistible rumbo a un futuro prometedor predicho por Jesús, que declaró cierta vez que los mansos heredarán la Tierra.        



 


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