WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual Edições Anteriores Adicione aos Favoritos Defina como página inicial

Indique para um amigo


O Evangelho com
busca aleatória

Capa desta edição
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Rádio Espírita
On-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Divaldo Franco
Site oficial
Raul Teixeira
Site oficial
Conselho
Espírita
Internacional
Federação
Espírita
Brasileira
Federação
Espírita
do Paraná
Associação de
Magistrados
Espíritas
Associação
Médico-Espírita
do Brasil
Associação de
Psicólogos
Espíritas
Cruzada dos
Militares
Espíritas
Outros
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco

Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 8 - N° 405 - 15 de Marzo de 2015

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 

 

Vida en el Más Allá
 

  

Alfredo estaba muy triste. Tato, su amigo y compañero de escuela, falleció y él quedó inconsolable.

No tenía más ganas de ir a la escuela, de pasear, de andar con la bicicleta, de nada. Porque todo eso él lo hacía con su amigo Tato, que ahora no estaría más allí con él para alegrar sus días.

Muy triste, Alfredo iba a la escuela, sin embargo no encontraba más placer en las actividades que antes hacía con Tato. Hasta que un día Jane, su compañera de clase, viéndolo tan molesto, lo consoló afirmando:
 

— ¡Alfredo, no necesitas estar así triste!  ¡Tato no murió, sólo cambió de lugar!

— ¿Cómo es así? ¿Quién fue que te dijo eso?... — preguntó él, sorprendido. 

— ¡Es verdad, Alfredo! La muerte no existe. ¡Todos nosotros somos inmortales! Sólo cambia el lugar: ahora estamos aquí, ahora en el mundo espiritual.

— ¿Cómo lo sabes? ¿Quién te contó eso, Jane? — quiso el chico saber, espantado.

Ella contó que era de familia espírita y que los padres le

explicaron sobre la muerte, que es sólo del cuerpo físico. ¡El Espíritu es inmortal y va para nuestra Verdadera Vida, aprender siempre!

— ¿Quieres decir que nadie muere?!... — indagó Alfredo, asombrado con esa noticia.

— ¡Eso mismo!

— ¡Jane! ¿Yo puedo volver a ver a mi amigo Tato?

— ¡Claro!

Alfredo agradeció a Jane y retornó para casa con otra expresión. Llegando, indagó a los padres si ellos sabían que la muerte no existe. Ellos intercambiaron una mirada, y la madre dijo:

— ¿Qué conversación es esa, mi hijo?

— Fue Jane quién me contó, mamá.

Y él explico a los padres lo que había oído de la compañera de escuela, pero su padre reaccionó:

— ¡Mi hijo, no creas en esas cosas! Todo eso es conversación sin fiar. Pero voy a buscar saber bien y después volveremos a conversar, ¿está bien?

Alfredo concordó. Sin embargo, en su interior, sentía que su amigo Tato no podría haber dejado de existir.

Algún tiempo después, Alfredo, preocupado, estudiaba para una prueba, pues no entendía bien la materia, cuando “sintió” a alguien a su lado. Miró y vio a Tato allí cerquita y sonriente. Él colocó la mano en su hombro y dijo:
 

— ¡Alfredo, no te preocupes! Tú saldrás bien en la prueba. ¡Si estudias la materia bien,  prometo ayudarte!            

Al ver al amigo, ahora en el Mundo Espiritual, del mismo modo que era antes, con una ropa que él conocía bien, y hablando, Alfredo quedó emocionado.

— ¡Tato, ¿eres tú mismo?!...

— ¡Claro! ¿Tienes alguna duda?

— ¡No! ¡Siento que eres tú y continúas mi amigo, como siempre!

— Sí. ¡La muerte del cuerpo no cambia a nadie; continuamos lo mismo, sólo que aprendemos mucho más! Estoy viviendo con mi bisabuela Rosa y me siento feliz. Da un abrazo a mis padres por mí. Ellos creen que morí y eso dificulta nuestra relación.

Tato se despidió y Alfredo continuó estudiando. Al día siguiente, a la hora de la prueba, Alfredo estaba confiado. Sólo que en una de las cuestiones él no conseguía recordar la respuesta. En ese instante, él vio a Tato, que le dijo:

— ¿Te acuerdas de la última página que tiene ese texto? Bien en el final, está la respuesta que necesitas. ¡Filtra la memoria! Y tampoco te olvides de lo que le pedí, ¿cierto?

Alfredo cerró los ojos y, en pensamiento, abrió el libro en esa página y se acordó:

— ¡Ya sé! — gritó en voz alta, asustando a los compañeros.

La profesora hizo señal de silencio, y él enrojeció de alegría. Respondió a la pregunta y entregó la prueba. Al final, la profesora le preguntó por qué había gritado, y él respondió:

— Profesora, no me acordaba de la respuesta a una pregunta que había estudiado. No sabía  qué hacer, cuando vi a Tato a mi lado y él me recordó: ¡la respuesta está al final de la última página marcada para la prueba! Entonces, yo me acordé de lo que había estudiado.

La profesora y los alumnos estaban sorprendidos delante de lo que Alfredo contó.

— ¿Y cómo está Tato? — preguntó la maestra, mostrando que entendía lo que hube ocurrido.

— ¡Muy bien! Está del mismo modo, con la misma ropa que le gustaba, sin embargo parece más ligero y risueño.

A la tarde, Alfredo fue hasta la casa de Tato, encontrando a los padres de él tristes y llorosos. Entonces él les relató todo lo que había ocurrido, inclusive en la prueba de la mañana, concluyendo:

— Tato pidió que les dijera que está muy bien y vive con la bisabuela Rosa. Que el hecho de no creer en la vida después de la muerte dificulta la relación de él con vosotros.

Conmovidos y en lágrimas, los padres de Tato lo abrazaron, llenos de alegría y esperanza.

— Es verdad que no creíamos en la vida después de la muerte, sin embargo delante del recado que nuestro hijo nos mandó, no hay como no creer. ¡Gracias, Alfredo! ¡Es la vida que tú nos devuelves con esas noticias! ¡Que Jesús te bendiga siempre!

                                                     MEIMEI                                      

(Recebida por Célia X. de Camargo, em 2/11/2014.)



                                                                                   



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita