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Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Año 8 - N° 401 - 15 de Febrero de 2015

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 
 

La Génesis

Allan Kardec

(Parte 40)
 

Damos continuidad al estudio metódico del libro La Génesis, los Milagros y las Profecías según el Espiritismo, de Allan Kardec, cuya primera edición fue publicada el 6 de enero de 1868.  Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al  final del presente texto.

Preguntas para debatir

A. ¿Dios hace milagros?

B. ¿Lo sobrenatural es el fundamento de toda religión, incluyendo el Cristianismo?

C. Sin admitir los milagros, ¿cómo dar al pueblo una idea del poder de Dios?

Texto para la lectura

767. Siendo el periespíritu de los encarnados de naturaleza idéntica a la de los fluidos espirituales, él los asimila con facilidad, como una esponja se embebe de líquido. Estos fluidos ejercen sobre el periespíritu una acción tan directa que, por su expansión y su irradiación, el periespíritu se confunde con ellos.

768. Estos fluidos actúan sobre el periespíritu, y éste a su vez reacciona sobre el organismo material con el cual se encuentra en contacto molecular. Si los efluvios son de naturaleza buena, el cuerpo siente una impresión saludable; si son malos, la impresión es desagradable. Si son permanentes y enérgicos, los efluvios malos pueden ocasionar desórdenes físicos; ciertas enfermedades no tienen otra causa.

769. Los ambientes donde abundan los malos Espíritus están, pues, impregnados de malos fluidos que el encarnado absorbe por los poros periespirituales, como el cuerpo absorbe por los poros los miasmas pestilenciales. Así se explican los efectos que se producen en los lugares de reunión.

770. Una asamblea es un centro de irradiación de diversos pensamientos. Es como una orquesta, un coro de pensamientos, en el que cada uno produce una nota. Resulta, entonces, una multiplicidad de corrientes y efluvios fluídicos cuya impresión recibe cada uno por medio del sentido espiritual, como en un coro de música cada uno recibe la impresión de los sonidos por el sentido del oído. Pero así como existen radiaciones sonoras armoniosas o disonantes, también existen pensamientos armónicos o discordantes.

771. Si el conjunto es armonioso, la impresión es agradable; si es discordante, la sensación es penosa. Ahora bien, para esto, no es necesario que el pensamiento se exteriorice con palabras; ya sea que se exprese o no, la irradiación siempre existe. Ese es el origen de la satisfacción que se experimenta en una reunión simpática, animada por pensamientos buenos y benévolos. La envuelve como una atmósfera moral saludable, donde se respira a gusto; de allí se sale reconfortado, porque está impregnado de efluvios fluidos saludables.

772. Pero basta que se mezclen algunos pensamientos malos para que se produzca el efecto de una corriente de aire helado en un medio tibio, o de una nota desafinada en un concierto. De ese modo también se explica la ansiedad y el malestar indefinible que se experimenta en una reunión antipática, donde los pensamientos malévolos provocan  corrientes de fluidos nauseabundos.

773. El pensamiento produce, pues, una especie de efecto físico que actúa sobre lo moral, hecho que sólo el Espiritismo podía hacer comprensible. El hombre lo siente instintivamente, puesto que busca las reuniones homogéneas y simpáticas, en las que sabe que puede absorber nuevas fuerzas morales, y se puede decir que en tales reuniones recupera las pérdidas fluídicas que sufre todos los días por la irradiación del pensamiento, como recupera, por medio de los alimentos, las pérdidas del cuerpo material. En efecto, el pensamiento es una emisión que ocasiona una pérdida real de los fluidos espirituales y, en consecuencia, de fluidos materiales, de tal manera que el hombre necesita fortalecerse con los efluvios que recibe del exterior.

774. Cuando se dice que un médico cura a un enfermo por medio de buenas palabras, se expresa una verdad absoluta, ya que un pensamiento bondadoso lleva consigo fluidos reparadores que actúan sobre lo físico, tanto como sobre lo moral.

775. Se dirá que se puede evitar a los hombres que se sabe malintencionados. Eso, sin duda. Pero, ¿cómo escapar de la influencia de los malos Espíritus que pululan a nuestro alrededor y se introducen por todas partes sin ser vistos? El medio es muy simple, porque depende de la voluntad del hombre, que lleva en sí la protección necesaria.

776. Los fluidos se combinan por la semejanza de su naturaleza; los contrarios se repelen; hay incompatibilidad entre los buenos y los malos fluidos, como entre el aceite y el agua. ¿Qué se hace cuando el aire está viciado? Se procede a su saneamiento, se lo depura destruyendo el foco de los miasmas, expulsando los efluvios malsanos por medio de corrientes de aire saludables más fuertes. Ante una invasión de fluidos malos se debe oponer otra de fluidos buenos y, como cada uno tiene en su propio periespíritu una fuente fluídica permanente, todos llevan el remedio en sí mismos. Se trata sólo de purificar esa fuente y darle las cualidades que se constituyan en un repulsivo para las malas influencias, en vez de ser una fuerza de atracción.

777. El periespíritu, por lo tanto, es una  coraza a la que se debe templar de la mejor manera posible. Ahora bien, como sus cualidades guardan relación con las del alma, es importante que se trabaje por mejorarlas porque son las imperfecciones del alma las que atraen a los Espíritus malos. Las moscas son atraídas por los focos insalubres; destruidos esos focos, éstas desaparecen. De igual manera, los malos Espíritus van hacia donde el mal los atrae; eliminando el mal, se alejarán. Los Espíritus realmente buenos, encarnados o desencarnados, no tienen que nada que de temer la influencia de los malos Espíritus.

778. Fenómenos considerados sobrenaturales – El periespíritu es el lazo de unión entre la vida corporal y la vida espiritual. Es por su intermedio que el Espíritu encarnado está en relación constante con los desencarnados; en suma, es por él que se producen en el hombre fenómenos especiales, cuya causa fundamental no se encuentra en la materia tangible y que, por esta razón, parecen sobrenaturales.

779. En las propiedades y la irradiación del fluido periespiritual se debe buscar la causa de la doble vista o vista espiritual, que también se puede llamar vista psíquica, de la cual muchas personas son dotadas, a menudo sin saberlo, así como de la vista sonambúlica.

780. El periespíritu es el órgano sensitivo del Espíritu, por medio del cual el Espíritu encarnado percibe manifestaciones espirituales que escapan a sus sentidos corporales. Por los órganos del cuerpo, la vista, el oído y las diversas sensaciones están localizadas y limitadas a la percepción de las cosas materiales. Por el sentido espiritual, o psíquico, se generalizan y el Espíritu ve, oye y siente por todo su ser todo lo que se encuentra en el campo de irradiación de su fluido periespiritual.

781. En el hombre, estos fenómenos constituyen la manifestación de la vida espiritual; es el alma que actúa fuera del organismo. En la doble vista, o percepción por el sentido psíquico, no ve con los ojos del cuerpo, aunque a menudo, por hábito, dirige la mirada hacia el punto que llama su atención. Ve con los ojos del alma y la prueba está en que ve muy bien con los ojos cerrados y lo que está mucho más allá del alcance de su campo visual.

782. Aunque durante la vida corporal el Espíritu se encuentra preso al cuerpo por el periespíritu, no es tan esclavo como para no poder extender la cadena que lo sujeta y transportarse a un lugar distante, ya sea sobre la Tierra o del espacio. Al Espíritu le disgusta estar ligado al cuerpo, porque su estado normal es la libertad y la vida corporal es la del siervo preso a la tierra. Por ello, se siente feliz al abandonar el cuerpo, como el pájaro fuera de su jaula, por lo que aprovecha todas las ocasiones que se le presentan para escapar, en todos los instantes en que su presencia no es necesaria para la vida de relación.

783. Este fenómeno recibe el nombre de emancipación del alma, fenómeno que siempre se produce durante el sueño. Todas las veces que el cuerpo descansa y que sus sentidos están inactivos, el Espíritu se desprende. En esos momentos vive la vida espiritual mientras su cuerpo vive sólo la vida vegetativa y se encuentra, en cierta manera, en el estado en que se hallará después de la muerte. Entonces, el Espíritu recorre el espacio, conversa con sus amigos y otros Espíritus, libres o encarnados también.

784. El lazo fluídico que lo sujeta al cuerpo sólo se rompe definitivamente con la muerte; la separación completa sólo sucede como efecto de la extinción absoluta de la actividad del principio vital. En tanto el cuerpo vive, a cualquier distancia que se encuentre, el Espíritu es llamado al instante a su prisión cuando su presencia se vuelve necesaria. Entonces, retoma el curso de su vida exterior de relación.

785. A veces, al despertar, conserva un recuerdo de sus peregrinaciones, una imagen más o menos precisa, que constituye el sueño. En todo caso, trae de ellas las intuiciones que le sugerirán ideas y pensamientos nuevos, que justifican el proverbio: La noche es buena consejera.

786. De la misma forma se explican ciertos fenómenos característicos del sonambulismo natural y magnético, de la catalepsia, de la letargia, del éxtasis, etc., que no son más que  manifestaciones de la vida espiritual.

787. Puesto que la visión espiritual no se opera con los ojos del cuerpo, se verifica que la percepción de las cosas no depende la luz ordinaria. En efecto, la luz material está hecha para el mundo material; para el mundo espiritual, existe una luz especial cuya naturaleza desconocemos pero es,  sin duda, una de las propiedades del fluido etéreo, adecuada a las percepciones visuales del alma.

788. Hay, por lo tanto, luz material y luz espiritual. La primera emana de focos circunscritos a los cuerpos luminosos; la segunda tiene su foco en todas partes: esa es la razón por la cual no hay obstáculos para la visión espiritual, que no la detiene ni por la distancia ni la opacidad de la materia, y no existe para ella la oscuridad. El mundo espiritual está, pues, iluminado por la luz espiritual, que tiene sus efectos propios, como el mundo material está iluminado por la luz solar.

789. De esa manera, envuelta por su periespíritu, el alma lleva en sí su principio luminoso. Penetrando la materia en virtud de su esencia etérea, no hay cuerpos opacos para su vista. Sin embargo, la visión espiritual no tiene el mismo alcance ni penetración en todos los Espíritus. Sólo los Espíritus puros la poseen en toda su potencia. En los inferiores, se encuentra debilitada por la densidad relativa del periespíritu, que se interpone como una densa niebla.

790. En los Espíritus encarnados se manifiesta en diferentes grados, mediante el fenómeno de la segunda vista, tanto en el sonambulismo natural o magnético como en el estado de vigilia. Según el grado de poder de la facultad, se dice que la lucidez es mayor o menor. Con la ayuda de esta facultad, ciertas personas ven el interior del organismo humano y describen la causa de las enfermedades.

791. La vista espiritual, pues, permite percepciones especiales que, al no tener por base los órganos materiales, opera en condiciones diferentes que las que proceden de la vida corporal. Al verificarse fuera del organismo, tiene una movilidad que anula todas las previsiones. Es indispensable estudiar sus efectos y sus causas y no buscar su semejanza con la visión corporal, a la cual ésta no está destinada a suplir, salvo casos excepcionales, que no pueden ser tomados por regla.

792. La vista espiritual es necesariamente incompleta e imperfecta en los Espíritus encarnados y, por lo tanto, sujeta a aberraciones. Al tener por base el alma misma, el estado de ésta influye en las percepciones que dicha vista suministra. Según el grado de su desarrollo, las circunstancias y el estado moral del individuo puede brindar, ya sea durante el sueño o en estado de vigilia:

1º - la percepción de ciertos hechos materiales y reales, como el conocimiento de sucesos que ocurren a gran distancia, los detalles descriptivos de una localidad, las causas de una enfermedad y los remedios convenientes;

2º - la percepción de cosas igualmente reales del mundo espiritual, como la presencia de los Espíritus;

3º - imágenes fantásticas creadas por la imaginación, similares a las creaciones fluídicas del pensamiento. Estas creaciones se encuentran siempre en relación con las disposiciones morales del Espíritu que las crea. Así es como el pensamiento de personas fuertemente imbuidas de ciertas creencias religiosas y preocupadas por ellas, les presenta el infierno, sus hogueras, torturas y demonios, tal como lo imaginan. Los paganos veían el Olimpo y el Tártaro, como los cristianos ven el Infierno y el Paraíso. Si al despertar o al salir del éxtasis, conservan un recuerdo nítido de sus visiones, las toman por realidades que confirman sus creencias, cuando son sólo el producto de sus propios pensamientos.

793. Se debe, pues, hacer una distinción muy rigurosa en las visiones extáticas, antes de darles crédito. Para tal propósito, el remedio contra la excesiva credulidad es el estudio de las leyes que rigen el mundo espiritual.  

Respuestas a las preguntas propuestas

A. ¿Dios hace milagros?

No, Dios no hace milagros porque, al ser sus leyes perfectas, no necesita derogarlas.

Entendemos que, al no ser los milagros necesarios para la glorificación de Dios, nada en el Universo se produce fuera del ámbito de las leyes generales. Claro que, como nada es imposible para el Creador, Él sí puede hacer milagros. Pero, ¿por qué los haría? Para dar testimonio de su poder, dicen. Pero el poder de Dios, ¿no se manifiesta de una manera mucho más imponente por el conjunto grandioso de las obras de la Creación, por la sabiduría previsora que esa creación revela, tanto en las partes más grandes como en las más pequeñas, y por la armonía de las leyes que rigen el mecanismo del Universo, que por algunas pequeñas y pueriles derogaciones? (La Génesis, cap. XIII, ítems 15 y 16.)

B. ¿Lo sobrenatural es el fundamento de toda religión, incluyendo el Cristianismo?

No. Pretender que lo sobrenatural es el fundamento de toda religión, que es el remate de la cúpula del edificio de la cristiandad, es sostener una tesis peligrosa. Establecer las verdades del Cristianismo exclusivamente sobre la base de lo maravilloso es darle un cimiento débil, cuyas piedras se desprenden fácilmente. Esta tesis, de la cual eminentes teólogos se han hecho defensores, nos lleva a la conclusión de que dentro de cierto tiempo ya no habrá ninguna religión posible, ni siquiera la cristiana, si se llega a demostrar que es natural lo que antes se consideraba sobrenatural.

El Espiritismo considera a la religión cristiana desde un punto de vista más elevado; le da una base más sólida que los milagros: las leyes inmutables de Dios, que rigen tanto el principio espiritual como el principio material. (La Génesis, cap. XIII, ítem 18.)

C. Sin admitir los milagros, ¿cómo dar al pueblo una idea del poder de Dios?

¿Se quiere dar al pueblo, a los ignorantes y a los pobres de espíritu una idea del poder de Dios?

Muéstrenlo en la sabiduría infinita que todo lo preside, en la admirable organización de todo lo que vive, en la fructificación de las plantas, en la adaptación de todas las partes de cada ser a sus necesidades, de acuerdo al medio donde vive.

Muéstrenles la acción de Dios en los vástagos de un arbusto, en la flor que se abre, en el Sol que todo lo vivifica.

Muéstrenles su bondad en la solicitud que concede a todas las criaturas, por ínfimas que sean, en su previsión y en la razón de ser de todas las cosas, entre las que ninguna es inútil, en el bien que resulta siempre de un mal aparente y momentáneo.

Háganles comprender, sobre todo, que el verdadero mal es obra del hombre y no de Dios.

No traten de asustarlos con el cuadro de las penas eternas, en el cual acaban por no creer más y que los lleva a dudar de la bondad del Creador. Por el contrario, denles coraje, mediante la certeza de poder redimirse un día y reparar el mal que hayan cometido.

Enséñenles, en fin, a leer en el libro de la Naturaleza, siempre abierto ante ellos; en ese libro inagotable, donde la sabiduría y la bondad del Creador están inscritas en cada una de sus páginas.

Entonces, comprenderán que un Ser tan grande, que se ocupa de todo, que vela por todo, que todo lo prevé, tiene necesariamente el poder supremo. Entonces, los hombres serán verdaderamente religiosos, racionalmente religiosos, mucho más que cuando creían en piedras que sudan sangre, o en estatuas que pestañean y derraman lágrimas. (La Génesis, cap. XIII, ítem 19.) 

 

 

 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita