WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual Edições Anteriores Adicione aos Favoritos Defina como página inicial

Indique para um amigo


O Evangelho com
busca aleatória

Capa desta edição
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Rádio Espírita
On-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Divaldo Franco
Site oficial
Raul Teixeira
Site oficial
Conselho
Espírita
Internacional
Federação
Espírita
Brasileira
Federação
Espírita
do Paraná
Associação de
Magistrados
Espíritas
Associação
Médico-Espírita
do Brasil
Associação de
Psicólogos
Espíritas
Cruzada dos
Militares
Espíritas
Outros
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco

Especial Português Inglês    
Año 8 - N° 400 - 8 de Febrero de 2015
VINICIUS LIMA LOUSADA
vlousada@hotmail.com
Bento Gonçalves, RS (Brasil)
 
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 
 

Vinícius Lima Lousada

Seamos por la paz 

“(...) ¡a través de las nubes sombrías que os envuelve y en cuyo seno ruge la tempestad, observad que ya surgen los primeros rayos de la era nueva! [1]

 
 
Los últimos acontecimientos envolviendo actos de terrorismo en Francia, cuna del pensamiento iluminado y de los derechos del hombre y del ciudadano, nos disponen a pensar, una vez más, en torno al tema de la paz.

La paz es cosa seria, necesaria al proceso de civilización y que demanda flexibilidad entre la diversidad de creencias, actitudes, etnias, culturas para que, en régimen de convivencia pacífica, la diferencia no sea objeto de exclusión o motivación insensata para la violencia.

Pero, en el Occidente, somos herederos de un proceso de civilización cuyo paradigma dominante se traduce, por increíble que parezca, por un deseo de negación de la diferencia, dominación y exclusión del desigual. Ese paradigma fundamentó lo imaginario de los colonizadores por todo el mundo y de la explotación de las gentes supuestamente no civilizadas, según la criba euro céntrica del pasado.

Un mundo que fomenta el egoísmo

Muchos pueblos viven, hace siglos, marginados política, cultural y económicamente, experimentando, así, la amargura de una inferioridad inventada e impuesta, con sus efectos colaterales dañinos que se extienden en la estela del tiempo, alimentando la amargura, revuelta y el deseo de aniquilación del opresor en varias generaciones.

Nada no obstante la opresión no justifique cualquier forma de violencia, ella explica parte de la causalidad de esa sombría manifestación humana que aún permanece en varios contextos. Pero es bueno que se diga que ella es un tema complejo, siendo merecedora de abordajes y acciones referenciadas en un mirar transdisciplinario y profundamente compasivo.

Parafraseando Ubiratan D’Ambrósio [2], educador e investigador brasileño que tuvo deseo de el problema del paradigma dominante, podemos decir que las tres grandes inclinaciones de este modelo fueron: la lectura de las diferencias humanas comprendidas como estadios diversos de evolución, fundamentando una visión jerárquica entre personas y saber; la precariedad material, o hasta simplicidad, como resultado de la pereza de algunos pueblos y una visión preconceptuada de la espiritualidad ajena como falta de racionalidad científica y, por último, la concepción de que la preservación de patrimonio natural y cultural de los pueblos originarios se consistiría en obstáculo al progreso y a la civilización.

En el campo de los valores ese paradigma fomenta la arrogancia (del tener y del saber), la envidia (pautada en el espíritu competitivo y en una ignorancia total de la realidad interdependiente de la vida) y la prepotencia (traducida en los procesos históricos de dominación, genocidio, epistémico y explotación). En buen vocabulario espiritista, estamos delante de una visión de mundo que se nutre y fomenta el egoísmo.

Egoísmo: la llaga más difícil de extirpar

El maestro Allan Kardec, al reflexionar sobre las relaciones entre educación y egoísmo, obstáculo a nuestro tránsito espiritual para más elevadas condiciones en la escala espírita, nos dice:     

 “De todas las llagas morales de la sociedad, el egoísmo parece el más difícil de extirpar. En efecto, ella lo es tanto más cuanto más es alimentada por los mismos hábitos de la educación. Se tiene la impresión que, desde la cuna, la gente se esfuerza para excitar ciertas pasiones que, más tarde, se hacen una segunda naturaleza, y nos admiramos de las adicciones de la sociedad, cuando los niños las sorben con la leche”. [3]

De la cita del maestro es fácil deducir que los procesos educativos a que somos sometidos, en las circunstancias espirituales necesarias a la superación de nosotros mismos, recibimos, no es raro, la excitación de las pasiones inferiores e impulsos negativos que refuerzan el egoísmo como directriz comportamental, lastimosamente. De hecho, muchas posturas familiares erróneas, identificadas por Allan Kardec en el siglo XIX, aún están presentes hoy y sirven de refuerzo para la identificación negativa para con conductas que van del egoísmo infantil hasta los crímenes de lesa-humanidad.

En una sociedad orientada por un horizonte materialista, en que el tener es más importante que el ser, cuyos valores auto afirmativos en vigor son diseminados en las instituciones, las más variadas (hasta las que se destacan como de “educación”), puede parecer ridículo proponer un mirada sobre la vida que abarque valores como cultura de paz, altruismo o alteridad.

Fundamentalismo y xenofobia

La palabra de orden aún es la de la competición por cosas que la no permanencia de la vida corporal revela como quiméricas y, vale recordar, que el ser humano se sitúa de forma belicosa en la defensa de sus ilusiones.

Fritjof Capra, físico teórico y activista del paradigma sistémico, postuló oportunamente: “El cambio de paradigmas requiere una expansión no sólo de nuestras percepciones y maneras de pensar, sino también de nuestros valores”. [4]

Pienso, a mi vez, que sólo la educación integral del ser, con base en nuevos horizontes epistemológicos y en una ética de la diversidad, puede hacer una revolución paradigmática en que la cultura de paz – quiere decir, de la no violencia activa, de la no cooperación con cualquier forma de opresión, violencia o discriminación de otro ser – sea un fuerte valor orientador.

¿Quién si sabe el saber de la reencarnación, comprendido en bases científicas y en el problema filosófico necesario, no podría traer como consecuencia una espiritualidad de base plural, laica, desapegada de dogmas, sin proyecto de hegemonía ideológica, libre de la intolerancia, de la negación de la razón como un valor pertinente para la constitución de una relación saludable con lo sagrado, tanto en cuanto, con el otro, aquel que es diferente de nosotros?

El ataque a Charlie Hebdo, en París, revela dos facetas terribles del egoísmo elevado al grado superlativo que aún es vigente en el alma humana: el fundamentalismo – si de hecho el acto de fundamentarse en una venganza por Mahoma contra el equipo del periódico – y la xenofobia, en boga en Europa a partir de movimientos de ultraderecha que se posicionan, en la esfera pública, con campañas contra la expansión del Islam y la integración de los mulsumanes en la comunidad europea.

Importancia de la solidaridad y de la educación

La xenofobia es un fundamentalismo étnico y nacionalista que se expresa en una aversión a personas extranjeras o cualquier manifestación cultural que de ellas derive, común en Europa con dificultades de asimilar la diferencia y luchar con las exigencias que ella presenta en la agenda política y social.

En cuanto al fundamentalismo religioso, yo lo considero una expresión falsa de trascendencia de individuos cuya fe se hace cerrada al diálogo con otras lógicas de razonamiento en relación con lo sagrado. El fundamentalista cierra el corazón al diálogo posible con hermanos insertados en otras creencias, que adhieren las diferentes formas de espiritualidad.

Estos días de intolerancia, odio y xenofobia, seamos de la paz moviéndonos a servicio de esta como un valor fundamental en nuestras existencias. Busquemos extender nuestros horizontes intelectuales a otras epistemologías, modos de pensar, vivir y producir la vida, tanto como, a la diversidad religiosa y étnica.

Somos seres de trascendencia, de superación de los interdichos de la materia y de las barreras culturales para, a través de la pluralidad de las existencias, prosigamos prudentes en nuestra jornada rumbo a nuevos niveles de la evolución, en la medida en que la inteligencia se apropia de las Divinas Leyes y perfeccionamos nuestra vida moral en el sentido del amor.

Abrazados en la causa de la paz, hagamos de ella una pauta pertinente en los procesos educativos en que actuamos. Asumamos posturas menos belicosas en lo cotidiano, ejercitemos nuestra vocación a la comunicación compasiva, al encuentro de empatía con el otro, haciendo justicia a los valores espirituales que decimos abrazar.

Eduquemos a nuestros hijos en una ética de la diversidad, donde la apertura al otro, al diferente, sea una presencia en el campo de la solidaridad y de la auto-educación.

Ejemplo: herramienta pedagógica

En el caso de ser adeptos de la Filosofía Espírita, nos esforcemos por educar a nuestros hijos con base en lo que ella tiene de mejor, sin cerrarnos a otras contribuciones, que sería una disparatada versión de fundamentalismo enraizado en la ignorancia.

Entre los valores humanos manifiestos en el Espiritismo está la tríada que se configura en la caridad, según el registro de Allan Kardec: benevolencia, perdón e indulgencia [5]. Observemos que el fundador de la Ciencia Espírita interroga a los Espíritus acerca del sentido de la palabra caridad en lo que atañe a la comprensión de Jesús, o sea, en conformidad con sus luminosas enseñanzas.

Esos tres valores aún son blanco de comentario de Kardec en el texto en cuestión, recordando que “El amor y la caridad son el complemento de la ley de justicia, pues amar al prójimo es hacerle todo el bien que nos sea posible y que hubiéramos deseado nos fuera hecho. Tal es el sentido de estas palabras de Jesús: Amaos unos a los otros como hermanos”.

Para que nuestros hijos manifiesten al mundo una cultura de paz cimentada en la disposición para el diálogo, en la comprensión de las diferencias, en el saber aprender con otras perspectivas, inspirada en la humildad epistémica tan necesaria a la complejidad de los tiempos vividos, es necesario que seamos, nosotros en otros, también atentos a aquella tríada, a fin de que nos hagamos pacificadores en nuestro trato con ellos y en las luchas que nos cercan. No olvidemos, el ejemplo es excelente herramienta pedagógica.

¡Paz y bien!


 


[1] Instrucciones de los Espíritus sobre la regeneración de la humanidad. In: Revista Espírita, Octubre de 1886.

[2] D’AMBRÓSIO, Ubiratan. Transdisciplinaridade. São Paulo: Palas Athena, 2001.

[3] Kardec, Allan. Primeiras lições de moral da infância. In: Revista Espírita, fevereiro de 1864.

[4] CAPRA, Fritjof. A teia da vida: uma nova compreensão científica. São Paulo: Cultrix, 2006.

[5] O Livro dos Espíritos, questão 886.

Vinícius Lousada es educador, investigador y editor del blog www.saberesdoespirito.blogspot.com, residente en Bento Gonçalves-RS.

 

 


Volver a la página anterior


O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita