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Año 8 398 – 25 de Enero de 2015
RICARDO BAESSO DE OLIVEIRA   
kargabrl@uol.com.br      
Juiz de Fora, MG (Brasil)
 
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 
 

Ricardo Baesso de Oliveira

Fisiologia de la reencarnación

 Parte 1

 
 
El estudio del proceso de reencarnación de los Espíritus puede ser hecho, de forma didáctica, a partir del examen de cinco preguntas: ¿Para qué reencarnamos? ¿
Por qué reencarnamos? ¿Cuándo reencarnamos? ¿Dónde reencarnamos? ¿Cómo reencarnamos?

1 - ¿Para qué reencarnamos?

Emmanuel, a través de la mediumnidad de Chico Xavier, coloca la reencarnación como un impositivo natural i, o sea, una condición a la cual el Espíritu no puede eludirse, un determinismo evolutivo, establecido por leyes específicas. Para que el principio inteligente, creado simple e ignorante, se identifique con el proyecto de perfectibilidad, que le es innato, es imperativo que se someta, durante largo periodo de su historia, a la ley de la reencarnación. Esta es una ley natural, cósmica, espiritual y biológica, inherente a todos los seres, que tiene como finalidad el desarrollo del principio espiritual. 

Según Kardec:

[...] la reencarnación surge como una necesidad absoluta, como condición inherente a la humanidad; en una palabra: como ley de la Naturaleza. ii  

Y aún el codificador:

El paso de los Espíritus por la vida corporal es necesario para que ellos puedan cumplir, por medio de una acción material, los designios cuya ejecución Dios les confía. Les es necesaria, para bien de ellos, ya que la actividad a que son obligados a ejercer les auxilia el desarrollo de la inteligencia. iii

Y también Kardec:

Para el Espíritu del salvaje, que está sólo en el inicio de la vida espiritual, la encarnación es un medio de él desarrollar su inteligencia [...] aquel que trabaja activamente por su progreso moral, además de abreviar el tiempo de la encarnación material, puede también transponer de una sola vez los grados intermedios que lo separan de los mundos superiores. iv

2 - ¿Por qué reencarnamos?

La literatura mediúmnica nos muestra que la evolución se verifica también en la dimensión espiritual. ¿Por qué entonces la obligatoriedad de las experiencias en la dimensión física? ¿No podría el principio inteligente desarrollar todas sus potencialidades exclusivamente en la dimensión espiritual?  Eso no es posible, y puede ser explicado en razón de determinadas características particulares de la dimensión física, que la diferencian de la dimensión espiritual. Esas características hacen las experiencias en la dimensión física esenciales al desarrollo de las potencialidades del Espíritu.

La dimensión física se diferencian de la dimensión espiritual por los siguientes aspectos:


1 - La inserción en un ciclo vital que es propio de la biología reencarnatoria: nacer, crecer, reproducirse, crear hijos, envejecer, vivir enfermedades que son exclusivas de la vida física.


2 - La lucha por la vida: la inserción en la dimensión física coloca al Espíritu en un medio en que la actividad y el trabajo son prácticamente obligatorios, de lo contrario, viene el hambre, la enfermedad y la muerte. Tal estado de cosas no parece existir en la dimensión espiritual.

 

3 - El periodo de la infancia haciendo al Espíritu más accesible al perfeccionamiento de su carácter, a través de la educación y de los buenos ejemplos de los padres, profesores y otras personas pueden auxiliar en la transformación moral de la individualidad. No existe infancia, como la conocemos, en la erraticidad.

 

4 - El olvido del pasado, que permite a la individualidad convivir con sus desafectos, sin acordarse de los desatinos perpetrados recíprocamente. Tales recuerdos podrían revivir animosidades, creando obstáculos a la armonización de las relaciones.


5 - La convivencia con personas de nivel evolutivo diferente. En la dimensión espiritual, la ley de sintonía es absoluta. Los iguales se buscan en la inmensidad del espacio y viven entre sí. En la dimensión física, eso no se da – viven todos en una “cesta de gato”. La convivencia en la diversidad estimula el progreso. Los que se hallan en condición evolutiva inferior tienen, en sus superiores, el ejemplo y el estímulo para la auto-superación. Los últimos encuentran, en la convivencia con los primeros, oportunidades para ejercitar la tolerancia, la paciencia y la perseverancia.

3 - ¿Cuándo reencarnamos?

Considerando la condición de la individualidad encontrándose en la dimensión espiritual, ¿qué factores determinan el momento en que su retorno al escenario físico deberá verificarse?

En El Libro de los Espíritus se lee:

[...] la fatalidad sólo consiste en estas dos horas: aquellas en que debéis aparecer y desaparecer en este mundo. v

Los Benefactores colocan, entonces, el momento en que debemos aparecer en el mundo, o sea, la reencarnación, como una fatalidad, algo que está determinado por principios bien definidos. Eso es porque la reencarnación es una necesidad de la vida espiritual, como la muerte es una necesidad de la vida corporal. Así los Espíritus presienten la época en que reencarnaran como el invidente siente el fuego que se aproxima. Aunque no todos se preocupen con ella, pues están los que no piensan en ella y que ni aún la comprenden pronto o tarde el Espíritu siente la necesidad de progresar, pues la condición de desencarnado no puede prolongarse indefinidamente.

 

Cree el psiquiatra y escritor espírita Jorge Andréa que la “estructura energética del Espíritu”, con el pasar de los años en la dimensión espiritual, va teniendo mayor dificultad en  recargarse”, imposibilitando la permanencia de la individualidad desencarnada en la dimensión espiritual, por un periodo de tiempo superior a su capacidad de renovación fluídica. Mientras más primitiva sea la condición evolutiva de la entidad espiritual, más brevemente deberá volver a la dimensión física. Ocurre, según él, un desgaste progresivo de las “unidades energéticas”, que pasan a “vibrar más lentamente”. Los Espíritus menos evolucionados, estando más necesitados del retorno a la superficie planetaria, reencarnarían con intervalo de tiempo más pequeño; los más evolucionados reencarnarían con mayor intervalo de tiempo, por la posibilidad de más fácil adquisición de material necesaria al metabolismo del psicosoma y por poseer, en potencia, cualidades energéticas que le permitirían "vivir" más tiempo en el estadio dimensional en que se encuentran. 

 

El tiempo de permanencia del Espíritu desencarnado en la dimensión espiritual es, según André Luiz, directamente proporcional a su condición evolutiva:

El porcentaje de tiempo en el plano espiritual para las criaturas de evolución mediana varía con el grado de aprovechamiento de tiempo en el estadio reciente que disfrutaron en el cuerpo físico. Cuánto más vasta la provisión de conocimiento y mayor la adquisición de virtudes, por parte del Espíritu, más largo periodo disfruta en la Esfera Superior para obtención de más nobles recursos para más alta ascensión. vii     

A medida, entonces, que las vibraciones espirituales se hacen más “pobres”, en el transcurso de una especie de “debilitamiento espiritual”, comenta Jorge Andréa, se observa una reducción progresiva de las actividades del Espíritu. Esa condición lo lleva a un estado de sopor y flaqueza progresiva. La ley de causa y efecto, por mecanismos desconocidos, lo impulsa a la vinculación al aparato genésico de una mujer en edad fértil, con la cual él mismo se relaciona por hilos de afinidad espiritual. Se desencadena así el mecanismo reencarnatorio automático por necesidad imperiosa de la entidad desencarnada de volver a la dimensión física, por absoluta falta de condiciones fisiopsíquicas de mantenerse distante de las vibraciones materiales.

León Denis esclarece, en Después de la muerte:

Cuando llega la ocasión de reencarnar, el Espíritu se siente arrastrado por una fuerza irresistible, por una misteriosa afinidad, para el medio que le conviene.

Y aún Denis:

Las leyes inflexibles de la Naturaleza, o antes, los efectos resultantes del pasado, deciden la reencarnación. El Espíritu inferior, ignorante de esas leyes, poco cuidadoso de su futuro, sufre maquinalmente su suerte y viene a tomar su lugar en la Tierra bajo el impulso de una fuerza que ni el mismo busca conocer.

La hipótesis presentada por Jorge Andréa, según la interpretación que hace de algunas citas de Kardec y André Luiz, nos permite trazar un paralelo entre la necesidad de renovación del cuerpo físico que se da con la muerte física y la equivalente necesidad de renovación del cuerpo espiritual con la reencarnación.

Importante considerar que, en muchas ocasiones, el proceso reencarnatorio es realizado bien pronto del agotamiento de los recursos fisiopsíquicos, pues Espíritus lúcidos y almas más evolucionadas pueden dirigir el proceso encarnatorio de sus tutelados, haciendo que vuelvan a la superficie planetaria, en encarnaciones previamente organizadas, dirigiendo todo el proceso.

4 - ¿Dónde reencarnamos?

Los Espíritus forman familias espirituales, cuyos lazos se deben a tendencias y características comunes. La necesidad de estar juntos hace que ellos se busquen, movidos por fuerzas inconscientes. Kardec, examinando las relaciones entre individuos, preguntó a los Espíritus Superiores si los encuentros, que acostumbran a darse, de algunas personas y que comúnmente se atribuyen al acaso, ¿no serán efecto de cierta relación de simpatía? Ellos respondieron que entre los seres pensantes hay conexión que aún no conocemos, y que el magnetismo es el piloto de esta ciencia, que más tarde comprenderemos mejor. viii  Relaciones magnéticas, ignoradas por nosotros, conectan a los Espíritus unos a los otros, y el Espíritu reencarnante tenderá a vincularse a Espíritus “simpáticos” domiciliados en la esfera física en condición de recibirlo en la condición de hijo. (Continúa en el próximo número.)

 


[i]  Emmanuel/Chico Xavier: Roteiro 

[ii] Allan Kardec: O Evangelho segundo o Espiritismo, cap. IV, item 17

[iii] Allan Kardec. O Evangelho segundo o Espiritismo, cap. IV, item 25

[iv] Allan Kardec. O Evangelho segundo o Espiritismo, cap. IV, item 26

[v] Allan Kardec. O Livro dos Espíritos, item 859

[vi] Jorge André: Palingênese, a grande lei

[vii] André Luiz/ Chico Xavier. Evolução em dois mundos, parte II, cap. XVIII

[viii] Allan Kardec. O Livro dos Espíritos, item 338

 

 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita