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Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Año 8 395 – 4 de Enero de 2015

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 
 

La Génesis

Allan Kardec

(Parte 34)
 

Damos continuidad al estudio metódico del libro La Génesis, los Milagros y las Profecías según el Espiritismo, de Allan Kardec, cuya primera edición fue publicada el 6 de enero de 1868.  Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al  final del presente texto.

Preguntas para debatir

A. ¿Cuál es la importancia del conocimiento de la reencarnación para comprender la causa del progreso en el mundo?

B. Las diferentes existencias del alma, ¿se realizan en un mismo planeta?

C. ¿Hay migraciones de Espíritus entre los diversos planetas?

Texto condensado para la lectura

647. Moisés compartía las creencias más primitivas sobre la cosmogonía. Como los de su época, creía en la solidez de la bóveda celeste y en los reservorios superiores de agua. Esta idea se encuentra expresada sin alegoría ni ambigüedad en este pasaje: “Dios dijo: Hágase el firmamento en medio de las aguas para separar las aguas de las aguas. Dios hizo el firmamento y separó las aguas que estaban debajo del firmamento de aquellas que estaban sobre el firmamento”.

648. Según una creencia antigua, el agua era considerada como el principio primitivo, el elemento generador, por lo que Moisés no habla de la creación de las aguas, que al parecer ya existían. “Las tinieblas cubrían el abismo”, es decir, las profundidades del espacio, que la imaginación vagamente representaba ocupada por las agua y en tinieblas, antes de la creación de la luz. He aquí por qué Moisés dice: “El Espíritu de Dios se movía (o flotaba) sobre las aguas”. Al considerar a la Tierra formada en medio de las aguas, era necesario aislarla. Se supuso entonces que Dios había creado el firmamento, una bóveda sólida, para separar las aguas de arriba de aquellas que estaban debajo.

649. A fin de comprender ciertas partes del Génesis mosaico, es indispensable que nos coloquemos en la perspectiva de las ideas cosmogónicas de su tiempo, del cual es reflejo. Ocurre que, ante los progresos de la Física y la Astronomía, tal doctrina es insostenible.

650. Moisés es más acertado cuando dice que Dios formó al hombre con el barro de la tierra. La ciencia demuestra, en efecto, que el cuerpo del hombre se compone de elementos extraídos de la materia inorgánica o, dicho de otra manera, del barro de la tierra.

651. La mujer formada de una costilla de Adán es una alegoría, aparentemente pueril, si se la admite al pie de la letra, pero profunda en su sentido. Tiene por finalidad demostrar que la mujer posee la misma naturaleza que el hombre, y que es en consecuencia igual a éste ante Dios y no una criatura aparte, hecha para ser esclavizada y tratada como ilota(1).  Al considerarla salida de la propia carne del hombre, la imagen de la igualdad es mucho más impresionante que si ella hubiera sido formada separadamente del mismo barro. Equivale a decirle al hombre que ella es su igual y no su esclava, que debe amarla como a una parte de sí mismo.

652. Para los Espíritus incultos, sin ninguna idea de las leyes generales, incapaces de abarcar el conjunto y concebir lo infinito, esta creación milagrosa e instantánea tenía algo fantástico que hería su imaginación. El cuadro del Universo sacado de la nada en algunos días, por un solo acto de la voluntad creadora, era para tales Espíritus el signo más evidente del poder de Dios. Que representación, en efecto, más sublime y más poética de este poder que estas palabras: “Dios dijo: ¡Sea la luz y la luz fue hecha!”

653. Dios, al crear el Universo por la acción lenta y gradual de las leyes de la Naturaleza, les hubiera parecido menos grande y menos poderoso. Necesitaban algo maravilloso, que saliese de los moldes comunes, de lo contrario hubiesen dicho que Dios no era más hábil que los hombres. Una teoría científica y racional de la creación los hubiese dejado fríos e indiferentes.

654. No rechacemos, pues, al Génesis bíblico; por el contrario, estudiémoslo como se estudia la historia de la infancia de los pueblos. Se trata de una epopeya rica en alegorías cuyo sentido oculto se debe desentrañar, comentar y explicar con la ayuda de las luces de la razón y de la ciencia. Pero así como se resalta su belleza poética y sus enseñanzas veladas  bajo formas alegóricas, se debe señalar expresamente sus errores, en interés mismo de la religión. Será mucho más respetado cuando esos errores dejen de ser impuestos a la fe como verdades, y Dios parecerá más grande y poderoso cuando su nombre no se relacione con hechos de pura invención.

655. El paraíso perdido – Según el relato bíblico, desde el principio Dios plantó el jardín del Edén, en el cual puso al hombre que había formado, con el fin de que lo labrara y lo guardase. Y le dio también este mandato: De todo árbol del jardín podrás comer, mas no comerás el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal; porque si de él comieres, ciertamente morirás.

656. Seducida por la serpiente – que era, según el relato de Moisés, la más astuta de todos los animales – la compañera de Adán comió del fruto prohibido y dio de él a su marido, que también comió. Interrogado por el Señor, dijo Adán: “La mujer que me diste por compañera me mostró el fruto de ese árbol y lo comí”. El Señor preguntó a la mujer: “¿Por qué hiciste eso?” Ella respondió: “La serpiente me engañó y comí de ese fruto”.

657. Tres consecuencias resultaron de la desobediencia de la pareja. Dijo el Señor a la mujer: “Te afligiré con muchos dolores durante tu gravidez; parirás con dolor; estarás bajo el dominio de tu marido y él te someterá”. Le dijo a Adán: “Por haber escuchado la voz de tu mujer y comido del fruto del árbol que te prohibí, la tierra será maldita a causa de lo que hiciste y sólo con mucho trabajo obtendrás de ella el fruto para alimentarte, durante toda tu vida. Espinos y zarzas te producirá y te alimentarás con la hierba de la tierra. Y comerás el pan con el sudor de tu rostro, hasta que vuelvas a la tierra de donde fuiste tomado, porque polvo eres y en polvo te convertirás”. La tercera consecuencia: la pareja fue expulsada del jardín del Edén.

658. Bajo una imagen pueril y a veces ridícula, si nos atenemos a la forma, la alegoría oculta con frecuencia las mayores verdades. ¿Habrá fábula más absurda, a primera vista, que la de Saturno, el dios que devoraba piedras creyendo que eran sus hijos? Sin embargo, si buscamos su sentido moral, ¡qué imagen tan profundamente filosófica y verdadera encontramos! Saturno es la personificación del tiempo; como todas las cosas son obra del tiempo, él es el padre de todo lo que existe; mas también todo es destruido por el tiempo.

659. Saturno devorando las piedras es el símbolo de la destrucción producida por el tiempo sobre los cuerpos más duros, sus hijos, puesto que se formaron con el tiempo. Y según esta misma alegoría, ¿quién escapa a tal destrucción? Sólo Júpiter, símbolo de la inteligencia superior, del principio espiritual, que es indestructible. Esta imagen es tan natural, que en el lenguaje moderno, sin alusión a la antigua fábula, se dice de una cosa deteriorada que al final ha sido devorada por el tiempo, carcomida y devastada por el tiempo.

660. Toda la mitología pagana es, en realidad, nada más que un gran cuadro alegórico de las diferentes lados, buenos y malos, de la Humanidad. Para quien busque su espíritu, es un curso completo de la más alta filosofía, como sucede con las fábulas modernas. Lo absurdo sería tomar la forma por el fondo.

661. Lo mismo sucede con el Génesis mosaico, donde se perciben grandes verdades morales debajo de figuras materiales que, tomadas al pie de la letra, serían tan absurdas como si en nuestras fábulas, tomásemos en sentido literal las escenas y los diálogos atribuidos a los animales.

662. Adán personifica a la Humanidad; su falta individualiza la debilidad del hombre, en quien predominan los instintos materiales a los que no sabe resistir. El árbol, como árbol de la vida, es el emblema de la vida espiritual; como el árbol de la Ciencia, es el de la conciencia que el hombre adquiere del bien y del mal mediante el desarrollo de su inteligencia y el libre arbitrio, en virtud del cual escoge entre ambos. Señala el momento en que el alma del hombre deja de ser guiada sólo por sus instintos, toma posesión de su libertad y contrae la responsabilidad de sus actos.

663. El fruto del árbol simboliza el objetivo de los deseos materiales del hombre; es la alegoría de su envidia y concupiscencia; resume en una misma figura, los motivos que le conducen al mal. Comer es sucumbir a la tentación. El árbol crece en medio del jardín del Edén, para mostrar que la seducción está en el seno mismo de los placeres y para recordarnos que si el hombre da preponderancia a los goces materiales, se aferra a la tierra y se aleja de su destino espiritual.

664. La muerte con que se le amenaza, si infringe la prohibición que se le ha hecho, es una advertencia de las consecuencias inevitables, físicas y morales, que acarrea la violación de las leyes divinas que Dios grabó en su conciencia. Es evidente que no se trata aquí de la muerte corporal puesto que, después de cometer su falta, Adán vivió todavía mucho tiempo, sino de la muerte espiritual o, en otras palabras, la pérdida de los bienes que resultan del adelantamiento moral, pérdida representada por su expulsión del jardín del Edén.

(1) Ilota [del gr. heilótes] significa: persona de ínfima condición social; en Esparta, esclavo que cultivaba el campo.

Respuestas a las preguntas propuestas

A. ¿Cuál es la importancia del conocimiento de la reencarnación para comprender la causa del progreso en el mundo?

Su importancia es muy grande, porque el principio de la reencarnación es una consecuencia necesaria de la ley de progreso. Sin la reencarnación, ¿cómo se explicaría la diferencia que existe entre el estado social actual y el de los tiempos de barbarie? Si las almas son creadas al mismo tiempo que el cuerpo, las que nacen hoy son tan nuevas, tan primitivas como las que vivieron hace mil años; agreguemos que no habría ninguna conexión entre ellas, ni relación necesaria alguna; serían completamente independientes unas de otras. Entonces, ¿por qué las de hoy estarían mejor dotadas por Dios que las de sus antecesoras? ¿Por qué las de ahora comprenden mejor? ¿Por qué poseen instintos más depurados, costumbres más dulcificadas? ¿Por qué tienen la intuición de ciertas cosas sin haberlas aprendido? Dudamos que alguien salga de esos dilemas, a menos que admita que Dios crea las almas de diferentes cualidades, según los tiempos y lugares, proposición inconciliable con la idea de una justicia soberana.

Admitamos, por el contrario, que las almas actuales ya vivieron en tiempos pasados; que posiblemente fueron bárbaras como los siglos en los que estuvieron en el mundo, pero que progresaron; que para cada nueva existencia traen lo adquirido en existencias precedentes; que, por lo tanto, las almas de los tiempos civilizados no son creadas más perfectas, sino que se perfeccionaron por sí mismas con el tiempo, y tendréis una única explicación lógica de la causa del progreso social. (La Génesis, cap. XI, ítem 33.)

B. Las diferentes existencias del alma, ¿se realizan en un mismo planeta?

No. El Espíritu permanece en el mismo mundo, hasta que haya adquirido la suma de conocimientos y el grado de perfección que ese mundo le ofrece. Después, deja el mundo del cual no puede obtener más, reencarnando en un mundo más adelantado. Tal es el principio. (La Génesis, cap. XI, ítem 34.)

C. ¿Hay migraciones de Espíritus entre los diversos planetas?

Sí. La migración que se efectúa entre la población encarnada y la desencarnada de un planeta, se realiza igualmente entre los mundos, ya sea individualmente, en condiciones normales, o en masa, en circunstancias especiales. Hay, pues, emigraciones e inmigraciones colectivas de un mundo a otro, de lo que resulta la introducción de elementos enteramente nuevos en la población de uno de ellos. Nuevos grupos de Espíritus vienen a mezclarse con los existentes, constituyendo nuevos pueblos. Ahora bien, como los Espíritus no pierden nunca lo ya adquirido, siempre traen consigo la inteligencia y la intuición de los conocimientos que poseen, lo que hace que impriman su sello peculiar al grupo étnico que vienen a animar. Para esto, no necesitan que nuevos cuerpos sean creados para su uso. Puesto que la especie corporal existe, siempre encuentran cuerpos listos para recibirlos. Son, pues, simplemente nuevos habitantes; al llegar a la Tierra, en un comienzo integran su población espiritual; después, encarnan como los demás. (La Génesis, cap. XI, ítems 35 y 37.)

 

 


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