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Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Ano 8 - N° 394 - 21 de Diciembre de 2014

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 
 

La Génesis

Allan Kardec

(Parte 33)
 

Damos continuidad al estudio metódico del libro La Génesis, los Milagros y las Profecías según el Espiritismo, de Allan Kardec, cuya primera edición fue publicada el 6 de enero de 1868.  Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al  final del presente texto.

Preguntas para debatir

A. ¿De dónde vinieron los Espíritus que encarnaron en la Tierra, cuando ésta reunió condiciones para recibirlos?

B. ¿Por qué el progreso no fue uniforme en todos los puntos de la Tierra?

C. Los Espíritus de los salvajes, ¿también progresan?

Texto para la lectura

631. Génesis mosaica – Según el libro el Génesis, en el principio Dios creó el Cielo y la Tierra. En seguida, relata el Génesis: “Hágase la luz y la luz fue hecha”. En la secuencia, siguieron las plantas y los árboles frutales, los cuerpos de luz en el firmamento, el Sol y la Luna. Después, los animales acuáticos, las aves, los animales terrestres y, finalmente, el hombre.

632. En otro pasaje del Génesis: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza, y que gobierne sobre los peces del mar, las aves del cielo, los animales, sobre toda la Tierra y  todos los reptiles que se arrastran sobre la tierra. Entonces, Dios creó al hombre a su imagen y lo creó varón y hembra. Dios los bendijo y les dijo: Creced y multiplicaos, llenad la Tierra y sojuzgadla, y dominad sobre los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se mueven sobre la tierra”.

633. En seis días, el Cielo y la Tierra fueron acabados, con todos sus ornamentos. El séptimo día, después de acabar toda su obra, el Señor bendijo ese día y lo santificó, porque cesó de producir de todas las obras que creó.

634. Ante lo que el libro el Génesis habla sobre la obra de la Creación, resumido en los tópicos arriba mencionados, se observa que sobre algunos puntos, hay una concordancia notable entre el Génesis mosaico y la doctrina científica; pero sería un error creer que basta  sustituir los seis días de 24 horas de la Creación por seis períodos indeterminados para que la analogía sea completa. Un error no menos grave sería creer que, excepto el sentido alegórico de algunas palabras, el Génesis mosaico y la Ciencia caminan de la mano, y son una simple paráfrasis el uno de la otra.

635. En primer lugar, es completamente arbitrario el número de seis períodos geológicos, puesto que se eleva a más de veinticinco el número de las formaciones bien caracterizadas, número que, además, sólo determina las grandes fases generales. Tal idea sólo fue adoptada al principio para hacer concordar las cosas lo más posible al texto bíblico, en una época no muy lejana, en que se entendía que la Ciencia debía ser controlada por la Biblia.

636. Esa es la razón por la que los autores de la mayoría de las teorías cosmogónicas, con el objetivo de lograr su aceptación, se esforzaron en ponerse en consonancia con el texto sagrado. Cuando se apoyó en el método experimental, la Ciencia se sintió más fuerte y se emancipó. Hoy, es ella la que controla a la Biblia.

637. Por otra parte, la Geología, tomando por punto de partida sólo la formación de los terrenos graníticos, no incluye en el cómputo de sus períodos el estado primitivo de la Tierra. Tampoco se ocupa del Sol, de la Luna y de las estrellas, ni del conjunto del Universo, asuntos que corresponden a la Astronomía. Para encuadrar todo en la Génesis, es necesario agregar un primer período que abarque ese orden de fenómenos, y al cual se podría llamar período astronómico.

638. Al comparar lo que dice la Ciencia y lo que relata el Génesis mosaico, el primer hecho que resalta es que la obra de cada uno de los seis días no corresponde de manera rigurosa, como muchos suponen, a cada uno de los seis períodos geológicos. La concordancia más notable se verifica en la sucesión de los seres orgánicos, que es casi la misma, con una pequeña diferencia, y en la aparición del hombre en último lugar. Éste es un hecho importante.

639. Hay también coincidencia, no en cuanto al orden numérico de los períodos, sino en cuanto al hecho en sí, en el pasaje que dice que al tercer día, “las aguas que están debajo del cielo se reunieron en un solo lugar y apareció el elemento seco”. Es la expresión de lo que ocurrió en el período terciario, cuando los levantamientos de la corteza sólida pusieron al descubierto los continentes y retrocedieron las aguas que formaron los mares. Fue sólo entonces que aparecieron los animales terrestres, según la Geología y según Moisés.

640. Al decir Moisés que la Creación fue hecha en seis días, ¿habrá querido decir días de 24 horas, o empleó esa palabra en el sentido de períodos, o de duración? La primera hipótesis es la más probable, si nos atenemos al texto bíblico, en primer lugar porque ese es el propio sentido de la palabra hebrea iôm, traducida por día. Después, la referencia a la noche y a la mañana, como límites de cada uno de los seis días, hace suponer que quiso hablar de días ordinarios. No puede haber ninguna duda al respecto, al decir en el versículo 5: “Dios llamó a la luz Día y a las tinieblas Noche; y de la tarde y la mañana se hizo el primer día”. Evidentemente, esto sólo se puede aplicar al día de 24 horas, constituido por períodos de luz y de tinieblas. El sentido es aún más preciso cuando dice en el versículo 17, al hablar del Sol, la Luna y las estrellas: “Los colocó en la expansión del cielo para alumbrar sobre la Tierra; para presidir al día y a la noche y para separar la luz de las tinieblas. Y de la tarde y de la mañana se hizo el cuarto día”.

641. Ahora bien, en la Creación todo era milagroso, y desde que se toma la senda de los milagros, se puede perfectamente creer que la Tierra fue hecha en seis veces 24 horas, sobre todo cuando se ignoraban las leyes naturales elementales. Todos los pueblos civilizados compartieron esta creencia, hasta el momento en que apareció la Geología y demostró su imposibilidad.

642. Uno de los puntos más criticados del Génesis ha sido la creación del Sol después de la luz. Intentaron explicarlo con la ayuda de los datos proporcionados por la Geología, diciendo que la atmósfera terrestre en los primeros tiempos de su formación, al estar cargada de vapores densos y opacos, no permitía ver al Sol, el cual, por ese motivo efectivamente, no existía para la Tierra. Tal explicación sería tal vez admisible si en aquella época hubiese habido habitantes en la Tierra que verificasen la presencia o ausencia del Sol.

643. Pero según Moisés mismo, sólo había plantas, las cuales, sin embargo, no hubiesen podido crecer y multiplicarse sin el calor solar. Hay pues, evidentemente, un anacronismo en el orden que Moisés asignó a la creación del Sol; pero, involuntariamente o no, no cometió error al decir que la luz precedió al Sol.

644. En efecto, el Sol no es el principio de la luz universal; es una concentración del elemento luminoso en un punto, o dicho de otro modo, del fluido que en determinadas circunstancias adquiere propiedades luminosas. Este fluido, que es la causa, debió necesariamente preceder al Sol, que es sólo un efecto. En principio, pues, la aseveración de Moisés es absolutamente exacta: pero es falsa cuando hace creer que la Tierra ha sido creada antes que el Sol.

645. La Tierra, al estar sujeta a este último en su movimiento de traslación,  debe haber sido formada después de él. Es lo que Moisés no podía saber, puesto que ignoraba la ley de gravedad.

646. La misma idea se encuentra en el Génesis de los antiguos persas. En el primer capítulo del Vendedad, Ormuz, al narrar el origen del mundo, dice: “He creado la luz que iluminará al Sol, la Luna y las estrellas”. (Diccionario de Mitología Universal.) La forma es aquí, sin duda, más clara y más científica que en Moisés, y no necesita comentarios.

Respuestas a las preguntas propuestas

A. ¿De dónde vinieron los Espíritus que encarnaron en la Tierra, cuando ésta reunió condiciones para recibirlos?

Muchos llegaron completamente formados, del espacio y de otros mundos, además de los que se formaron y llegaron a la condición humana en la misma Tierra, dada la evolución del principio espiritual a lo largo de los milenios, a través de los reinos inferiores de la Creación.

Los Espíritus que vinieron de otros astros, al llegar a la Tierra, revistieron cuerpos apropiados a sus necesidades especiales, a sus aptitudes y que, fisionómicamente, tuvieron las características de la animalidad. Bajo su influencia y mediante el ejercicio de sus facultades, esos cuerpos se modificaron y perfeccionaron; es lo que demuestra la observación.

Así, nuestro mundo se pobló de Espíritus de diferentes categorías, más o menos aptos o rebeldes al progreso. Al recibir los cuerpos la huella del carácter del Espíritu y al procrearse esos cuerpos según sus tipos respectivos, resultaron de allí las diversas razas, diferentes tanto en lo físico como en lo moral. Al continuar su encarnación entre sus semejantes, los Espíritus similares perpetuaron el carácter distintivo, físico y moral de los pueblos, carácter que sólo desaparece con el tiempo, por obra de su fusión y su progreso.

Se puede, pues, comparar a los Espíritus que vinieron a poblar la Tierra con esos grupos de emigrantes de diversos orígenes que se establecen en una tierra virgen, donde encuentran madera y piedra para levantar sus viviendas y cada uno le imprime su sello particular, de acuerdo con el grado de su saber y con su genio individual. Se agrupan entonces por analogía de orígenes y gustos, y los grupos acaban formando tribus, luego pueblos, cada cual con sus costumbres y características propias. (La Génesis, cap. XI, ítems 29 a 31.)

B. ¿Por qué el progreso no fue uniforme en todos los puntos de la Tierra?

El progreso no fue uniforme en toda la especie humana porque, como era natural, las razas más inteligentes superaron a las demás, sin contar que muchos Espíritus recién nacidos para la vida espiritual, vinieron a encarnar en la Tierra con los primeros pobladores, e hicieron más notable aún la  diferencia en materia de progreso.

En efecto, es imposible atribuir la misma antigüedad de creación a los salvajes, que se distinguen poco del mono, que a los chinos, y más aún a los europeos civilizados. (La Génesis, cap. XI, ítem 32.)

C. Los Espíritus de los salvajes, ¿también progresan?

Evidentemente, sí. Los Espíritus de los salvajes también pertenecen a la Humanidad y un día alcanzarán el nivel en que se encuentran sus hermanos mayores. Pero, sin duda, no será en cuerpos de la misma raza física, impropios para un determinado desarrollo intelectual y moral. Cuando el instrumento ya no corresponda al progreso que hayan alcanzado, emigrarán de ese medio para reencarnar en otro más elevado y así sucesivamente, hasta que hayan conquistado todos los grados terrestres, momento en el que dejarán la Tierra para pasar a mundos más avanzados. (La Génesis, cap. XI, ítem 32.)

 

 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita