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Ano 8 - N° 393 - 14 de Diciembre de 2014
ALTAMIRANDO CARNEIRO  
alta_carneiro@uol.com.br     
São Paulo, SP (Brasil)  
 
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 
 

Altamirando Carneiro

En defensa de
la mujer

 

 
 
La idea del Día Internacional de la Mujer (8 de marzo) fue propuesta inicialmente en la mitad del siglo XIX, durante el proceso de industrialización y expansión económica que llevó a las protestas por las   malas condiciones de trabajo y reducción de salarios.

Una de esas   protestas fue realizada  el 8 de marzo de 1857 en Nueva York,  por empleadas en fábricas de vestuario e industria textil, encerradas en el interior de una fábrica por los patrones y por la policía, que encendieron fuego en el edificio, cuando 130 trabajadoras murieron carbonizadas.

Otras protestas siguieron, como en 1908, cuando en la ciudad de Nueva York 15 mil mujeres marcharon exigiendo la reducción de horario, mejores salarios y derecho al voto.

El 28 de febrero de 1909, en los Estados Unidos de América, después de una declaración del Partido Socialista de América, se observó el primer Día Internacional de la Mujer. 

En 1910 ocurrió en Dinamarca la primera conferencia internacional sobre la mujer, dirigida por la Internacional Socialista, cuando fue decidido conmemorar el día 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer.

Como surgió el Día Internacional de la Mujer

En Rusia,  tras la Revolución de Octubre, la feminista bolchevique Alexandra Kollontai pidió a Lenin para hacer el Día Internacional de la Mujer fecha oficial, en homenaje a la “heroica mujer trabajadora.” Pero el festivo perdió su vertiente política y se transformó en una ocasión en que los hombres manifestaban su simpatía por las mujeres de sus vidas. El día permanece como festivo oficial en Rusia, en  Bielorrusia, en Macedonia, Moldova y Ucrania.

En Occidente, el Día Internacional de la Mujer fue conmemorado en las décadas de 1910 y 1920. Las conmemoraciones se debilitaron,  habiendo sido revitalizadas por el feminismo en la década de 1960.

En 1975, fue creado lo que sería el Año Internacional de la Mujer, pero por intervención de la Organización de las Naciones Unidas, quedó aún, pero de forma definitiva, consagrado el Día Internacional de la Mujer.

El primero gran paso para el reconocimiento de la importancia de la mujer fue dado por Jesús. Muchas fueron las mujeres que lo siguieron y contribuyeron,  al lado de sus discípulos, para el engrandecimiento del Cristianismo.

A pesar del ejemplo dado por Jesús, la mujer continuó siendo discriminada. Hubo un tiempo en que hasta se preguntaba: “¿Las mujeres tienen alma?”, que es, por señal, el título de interesante artículo publicado por Kardec en la Revista Espírita de enero de 1866.

En el, Kardec explica: “Se puede considerarla como emancipada moralmente, si no lo es legalmente. Es a este último resultado que ella llegará un día, por la fuerza de las cosas.”

La emancipación de la mujer es señal de progreso

En el capítulo VI – Igualdad de los derechos del hombre y de la mujer, del capítulo IX – Ley de Igualdad, de El Libro de los Espíritus, los Espíritus, en la respuesta a la pregunta 822-a, dijeron:

“La ley humana, para ser equitativa, debe consagrar la igualdad de los derechos del hombre y de la mujer. Todo privilegio a uno o a otro concedido es contrario a la justicia. La emancipación de la mujer acompaña el progreso de la civilización. Su esclavitud marcha a la par con la barbarie. Los sexos, además de eso, sólo existen en la organización física. Ya que los Espíritus pueden encarnar en uno y otro, bajo ese aspecto ninguna diferencia hay entre ellos. Deben, así pues, gozar de los mismos derechos.” (L.Y., 822-A.)

En la respuesta a la pregunta 817, los Espíritus son taxativos: Dios otorgó a ambos la inteligencia para conocer el bien y el mal, y también la facultad de progresar.

Destacamos tramos del libro Código de Derecho Natural Espírita (Mundo Jurídico Editora), en el cual su autor, José Fleuri Queiroz, comenta el capítulo Conjugación Verbal del libro Astronautas del Más Allá, 3ª Edición, Editora Grupo Espírita Emmanuel, Sâo Bernardo do Campo, SP, 1973. El texto comentado es de autoría de Hermano Saulo, pseudónimo usado por J. Recula Pires.

El hombre levanta el mundo; la mujer sustenta el hogar

He ahí lo que José Fleuri Queiroz escribió:

Según Antonieta Saldanha (Espíritu), “El hombre levanta el mundo/ la mujer sostiene el hogar”. En el campo de los derechos, la mujer puede desempeñar cargos hasta hace poco reservados a los hombres, pero, en el campo de las funciones, cada cuál tiene su posición biológica y social bien definida e irreversible. Un poeta espiritual nos sopló la siguiente trova que parece esclarecer la cuestión: “Hombre y mujer – dos tiempos  / Del verbo amar sobre la Tierra, / En que las almas  se conjugan, En la vida que se abre.”

El feminismo exacerbado es tan insensato cuánto el machismo. Ambos representan posiciones extremas que revelan incomprensión del problema. El hombre que esclaviza a la mujer se disminuye a sí mismo, y la mujer que pretende sobreponerse al hombre nada más hace  que envilecerse. Cuando la mujer asume en la vida social una función masculina, su deber no es competir con el hombre, pero darle el ejemplo de desempeño equilibrado de esa función en que el hombre, por su machismo ridículo, en general se desmanda. Las manos de la mujer, como acentúa Julinda Alvim, en su trova, deben sembrar notas de amor en la función en que el hombre sólo ha asestado martillazos.

El hombre es el cerebro; la mujer, el corazón

Exaltando las funciones redentoras del alma femenina, Victor Hugo hizo comparaciones significativas entre el hombre y la mujer: “El hombre es la más elevada de las criaturas; la mujer, el más sublime de los ideales. Dios hizo para el hombre un trono; para la mujer, un altar. El trono exalta; el altar santifica. El hombre es el cerebro; la mujer, el corazón. El cerebro produce la luz; el corazón el amor. La luz fecunda; el corazón resucita. El hombre es un genio; la mujer, un ángel. El genio es inmensurable; el ángel es indefinible. La aspiración del hombre es la suprema gloria; la aspiración de la mujer, la virtud extrema. La gloria trae grandeza; la virtud trae divinidad. El hombre tiene supremacía; la mujer, la preferencia. La supremacía representa la fuerza; la preferencia, el derecho. El hombre es fuerte por la razón; la mujer es invencible por la lágrima. La razón convence, la lágrima conmueve. El hombre es capaz de todos los heroísmos; la mujer, de todos los martirios. El hombre es el código; la mujer, el evangelio. El código corrige; el evangelio perfecciona. El hombre es un templo; la mujer, un sagrario. Ante el templo, nosotros nos descubrimos; ante el sagrario, nos arrodillamos. El hombre piensa; la mujer sueña. Pensar es tener cerebro; soñar es tener en la frente una aureola. El hombre es un águila que vuela; la mujer, un ruiseñor que canta. Volar es dominar los espacios; cantar es conquistar el alma. El hombre tiene un farol: la conciencia. La mujer tiene una estrella: la esperanza. El farol guía y la esperanza salva. Finalmente, el hombre está colocado donde termina la Tierra. La mujer, donde comienza el Cielo.” 

Está más que probado que el lugar de mujer no es solamente en la cocina, o cuidando de los hijos. El lugar de mujer es en todo lugar. En los más diversos sectores, ella ha ocupado su espacio, con garra y determinación.

En la Doctrina Espírita, la mujer ocupa los mismos espacios que los hombres, con la misma   cualificación,  y desarrolla un trabajo de gran amplitud, en la ejemplificación y divulgación de las enseñanzas de Jesús.
 



 


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