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Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Ano 8 - N° 391 - 30 de Noviembre de 2014

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 
 

La Génesis

Allan Kardec

(Parte 30)
 

Damos continuidad al estudio metódico del libro La Génesis, los Milagros y las Profecías según el Espiritismo, de Allan Kardec, cuya primera edición fue publicada el 6 de enero de 1868.  Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al  final del presente texto.

Preguntas para debatir

A. ¿Cuál es el fenómeno particular que acompaña siempre la encarnación del Espíritu?

B. ¿Por qué el Espíritu, en el proceso reencarnatorio, al recobrar la consciencia de sí mismo, pierde el recuerdo del pasado?

C. El olvido de las vidas pasadas, ¿es absoluto o relativo?

Texto para la lectura

564. El Espiritismo nos enseña que la separación del alma y el cuerpo, es a veces rápida, fácil, dulce y sin dolor, mientras que otras veces es lenta, trabajosa y terriblemente penosa, según el estado moral del Espíritu y puede durar meses enteros.

565. Un fenómeno particular, también señalado por la observación, acompaña siempre a la encarnación del Espíritu. Desde que éste se encuentra sujeto por el lazo fluídico que lo une al germen, entra en un estado de turbación que aumenta a medida que el lazo se estrecha, siendo que en los últimos momentos el Espíritu pierde toda la consciencia de sí mismo, de manera que jamás presencia su nacimiento.

566. Cuando el niño respira, el Espíritu comienza a recobrar sus facultades, las que se desarrollan a medida que se forman y consolidan los órganos que deberán servirle para su manifestación. Pero al mismo tiempo que el Espíritu recobra la conciencia de sí mismo, pierde el recuerdo de su pasado, sin perder las facultades, las cualidades y las aptitudes adquiridas anteriormente, que estaban temporalmente en estado latente y que, al volver a la actividad, lo ayudarán a actuar más y mejor que antes.

567. Renace con lo que hizo en su trabajo anterior; su renacimiento es para él un nuevo punto de partida, un nuevo escalón a subir. Allí también se manifiesta la bondad del Creador porque el recuerdo del pasado, muchas veces aflictiva y humillante, sumado a las amarguras de una nueva existencia, podría angustiarlo y crearle obstáculos. Él sólo recuerda lo que ha aprendido, porque eso le resultará útil.

568. Si a veces tiene una intuición de los acontecimientos pasados, esa intuición es como el recuerdo de un sueño fugitivo. Es, pues, un hombre nuevo, por más antiguo que sea como Espíritu. Adopta nuevos procesos, ayudado por sus adquisiciones precedentes. Cuando retorna a la vida espiritual, su pasado se presenta ante sus ojos y juzga cómo empleó su tiempo, si bien o mal.

569. No hay, por lo tanto, solución de continuidad en la vida espiritual, a pesar del olvido del pasado. Cada Espíritu es siempre el mismo yo, antes, durante y después de la encarnación, siendo ésta sólo una etapa de su existencia. El olvido se da tan sólo en el curso de la vida exterior de relación. Durante el sueño, desprendido en parte de los lazos carnales, regresando a la libertad y a la vida espiritual, el Espíritu recuerda porque ya no tiene la visión oscurecida por la materia.

570. Al considerar a la Humanidad en el grado más bajo de la escala espiritual, como se encuentra entre los salvajes más atrasados, se preguntará si ahí está el punto de partida del alma humana. En la opinión de ciertos filósofos espiritualistas, el principio inteligente, distinto del principio material, se individualiza y elabora, pasando por los diversos grados de la animalidad. Es allí donde el alma se ensaya en la vida y desarrolla sus primeras facultades mediante el ejercicio. Este sería para ella, por así decirlo, el período de incubación. Alcanzado el grado de desarrollo que implica ese estado, recibe las facultades especiales que constituyen el alma humana. Habría así filiación espiritual entre el animal y el hombre, como hay filiación corporal.

571. Este sistema, basado en la gran ley de unidad que preside a la creación, corresponde, y se debe convenir en ello, a la justicia y a la bondad del Creador; da una salida, una finalidad, un destino a los animales, que dejan entonces de formar una categoría de seres desheredados para tener, en el porvenir que les está reservado, una compensación a sus sufrimientos. Lo que constituye al hombre espiritual no es su origen: son los atributos especiales de los que está dotado al entrar en la Humanidad, atributos que lo transforman y hacen de él un Ser diferente, como el fruto sabroso es distinto de la raíz amarga que le dio origen.

572. Por haber pasado por la escala de la animalidad, el hombre no dejaría de ser hombre; ya no sería animal, como el fruto no es la raíz, como el sabio no es el feto informe que lo inició en el mundo. Pero este sistema plantea múltiples cuestiones, cuyos pro y contra no es oportuno discutir aquí, como no lo es el examen de las diferentes hipótesis que se han formulado sobre este asunto.

573. Sin investigar el origen del Espíritu, sin buscar conocer las etapas por las cuales tal vez haya pasado, tomemos su entrada en la Humanidad, desde el momento en que, dotado de sentido moral y libre albedrío, comienza a sopesar la responsabilidad de sus actos.

574. La obligación que tiene el Espíritu encarnado de proveer el alimento a su cuerpo, su seguridad y su bienestar, lo obliga a emplear sus facultades en investigaciones, a ejercitarlas y desarrollarlas. Por lo tanto, su unión con la materia es útil para su adelanto. He ahí por qué la encarnación es una necesidad. Además, debido al trabajo inteligente que ejecuta sobre la materia en beneficio propio, ayuda a la transformación y al progreso material del globo que le sirve de habitación. De este modo, progresando, colabora en la obra del Creador, de la cual se hace un agente inconsciente.

575. La encarnación del Espíritu, sin embargo, no es constante ni perpetua: es transitoria. Al dejar un cuerpo, no toma otro inmediatamente. Durante un lapso más o menos considerable, vive la vida espiritual que es su vida normal, de manera que el tiempo que duran sus encarnaciones es insignificante comparado con el tiempo que pasa en estado de Espíritu libre.

576. En el intervalo de sus encarnaciones, el Espíritu también progresa, en el sentido de que aprovecha para su adelanto los conocimientos y la experiencia que adquirió durante su vida corporal; examina lo que hizo mientras habitó la Tierra, pasa revista a lo que aprendió, reconoce sus faltas, traza sus planes y toma resoluciones según las cuales espera guiarse en una nueva existencia, con la idea de conducirse mejor. De esa manera, cada existencia representa un paso hacia adelante en el camino del progreso, una especie de escuela de aplicación.

577. Normalmente, la encarnación no es un castigo para el Espíritu, tal como algunos piensan, sino una condición inherente a la inferioridad del Espíritu y un medio para que él progrese. A medida que progresa moralmente, el Espíritu se desmaterializa, es decir, se depura, al sustraerse a la influencia de la materia; su vida se espiritualiza, sus facultades y percepciones aumentan; su felicidad será proporcional al progreso realizado. Pero como actúa en virtud de su libre albedrío puede, por negligencia o mala voluntad, retrasar su adelanto; prolonga, en consecuencia, la duración de sus encarnaciones materiales, que entonces se convierten en castigo, pues por su falta permanece en las categorías inferiores, obligado a recomenzar la misma tarea. Depende del Espíritu, pues, abreviar con su trabajo de depuración realizado sobre sí mismo, la duración del período de las encarnaciones.

578. El progreso material de un planeta acompaña el progreso moral de sus habitantes. Ahora bien, como la creación de los mundos y de los Espíritus es incesante, y éstos progresan más o menos rápido según el uso que hagan del libre albedrío, resulta que hay mundos más o menos antiguos, con diferentes grados de adelantamiento físico y moral, donde la encarnación es más o menos material y donde, por lo tanto, el trabajo para los Espíritus es más o menos rudo.

579. Desde este punto de vista, la Tierra es uno de los menos adelantados. Poblado por Espíritus relativamente inferiores, la vida corporal es allí más penosa que en otros mundos, existiendo también más atrasados, donde la existencia es más penosa aún que sobre la Tierra, y en comparación con ellos, la Tierra sería, relativamente, un mundo dichoso.

580. Cuando los Espíritus han realizado en un mundo la suma del progreso que el estado de ese mundo permite, lo dejan para encarnar en otro más adelantado, donde podrán adquirir nuevos conocimientos y así sucesivamente, hasta que al no ser ya útil la encarnación en cuerpos materiales, pasan a vivir exclusivamente la vida espiritual, en la cual continúa su progreso, pero en otro sentido y por otros medios.

581. Al llegar al punto culminante del progreso, gozan de suprema felicidad. Integrados en  los consejos del Todopoderoso, conocen su pensamiento y se vuelven sus mensajeros y sus ministros directos en el gobierno de los mundos, teniendo bajo sus órdenes a los Espíritus de todos los grados de adelanto.

582. Así, cualquiera que sea el grado en que se encuentren en la jerarquía espiritual, desde el último hasta el más elevado, tienen sus atribuciones en el gran mecanismo del Universo; todos son útiles al conjunto, al mismo tiempo que lo son a sí mismos. A los menos adelantados les corresponde, como simples trabajadores, el desempeño de tareas materiales, en un principio inconsciente, después, cada vez más inteligentes. Por todas partes existe actividad en el mundo espiritual, y en ningún lugar la ociosidad inútil.

583. La colectividad de los Espíritus constituye, en cierta forma, el alma del Universo. Por todas partes, el elemento espiritual actúa en todo, bajo el impulso del pensamiento divino. Sin este elemento, sólo existe la materia inerte, sin finalidad ni inteligencia, teniendo como único motor a las fuerzas materiales, cuya exclusividad deja una inmensidad de problemas por resolver. Con la acción del elemento espiritual individualizado, todo tiene una finalidad, una razón de ser, todo se explica. Prescindiendo de la espiritualidad, el hombre tropieza con dificultades insuperables.

584. Cuando la Tierra se encontró en condiciones climáticas adecuadas para la existencia de la especie humana, Espíritus humanos encarnaron en ella. ¿De dónde venían? Hayan sido creados en ese momento o hayan llegado completamente formados del espacio, de otros mundos o de la misma Tierra, su presencia en ésta, a partir de una determinada época, es un hecho puesto que antes de ellos sólo había animales.

585. Revistieron cuerpos apropiados a sus necesidades especiales, a sus aptitudes y que, fisiológicamente, tuvieron las características de la animalidad. Bajo su influencia y mediante el ejercicio de sus facultades, esos cuerpos se modificaron y perfeccionaron. Es lo que demuestra la observación.

586. Dejemos entonces de lado la cuestión del origen, sin solución por el momento; consideremos al Espíritu, no en su punto de partida, sino en el momento en que los primeros gérmenes del libre albedrío y del sentido moral se manifiestan en él, y lo vemos desempeñar su papel humanitario, sin inquietarnos por el medio donde transcurrió su  período de infancia, o si se prefiere, de incubación.

587. A pesar de la analogía entre su envoltura y la de los animales, podremos distinguirlo de estos últimos por las facultades intelectuales y morales que lo caracterizan, del mismo modo que debajo de los mismos vestidos groseros distinguimos al patán del hombre civilizado.

588. Aunque los primeros en llegar debieron ser poco adelantados, porque tuvieron que encarnar en cuerpos muy imperfectos, sin duda habrían diferencias sensibles entre sus caracteres y aptitudes. Aquellos que se parecían se agruparon naturalmente por analogía y simpatía. Así, la Tierra se pobló de Espíritus de diferentes categorías, más o menos aptos o rebeldes al progreso. Al recibir los cuerpos la huella del carácter del Espíritu y al procrearse esos cuerpos según sus tipos respectivos, resultaron de allí las diversas razas, diferentes tanto en lo físico como en lo moral.

589. Al continuar su encarnación entre sus semejantes, los Espíritus similares perpetuaron el carácter distintivo, físico y moral de cada pueblo o grupo étnico, carácter que sólo desaparece con el tiempo, por obra de su fusión y su progreso.

590. Podemos comparar a los Espíritus que vinieron a poblar la Tierra con esos grupos de emigrantes de diversos orígenes, que se establecen en una tierra virgen, donde encuentran madera y piedra para levantar sus viviendas y cada uno le imprime su sello particular, de acuerdo con el grado de su saber y con su genio individual. Se agrupan entonces por analogía de orígenes y gustos, y los grupos acaban formando tribus, luego pueblos, cada cual con sus costumbres y características propias.

591. El progreso, por lo tanto, no fue uniforme en toda la especie humana. Como era natural, los grupos étnicos más inteligentes superaron a los demás, sin contar que muchos Espíritus recién nacidos para la vida espiritual, vinieron a encarnar en la Tierra con los primeros pobladores, e hicieron más notable aún la  diferencia en materia de progreso. En efecto, es imposible atribuir la misma antigüedad de creación a los salvajes, que se distinguen poco del mono, que a los chinos, y más aún a los europeos civilizados. Sin embargo, los Espíritus de los salvajes también pertenecen a la Humanidad y un día alcanzarán el nivel en que se encuentran sus hermanos mayores.

Respuestas a las preguntas propuestas

A. ¿Cuál es el fenómeno particular que acompaña siempre la encarnación del Espíritu?

El hecho que siempre acompaña la encarnación del Espíritu es el estado de turbación, que se verifica desde que el Espíritu se encuentra sujeto por el lazo fluídico que lo une al germen, y que aumenta a medida que el lazo se estrecha, perdiendo el Espíritu, en los últimos momentos, toda la conciencia de sí mismo, de manera que jamás presencia su nacimiento. Cuando el niño respira, el Espíritu comienza a recobrar sus facultades, las que se desarrollan a medida que se forman y consolidan los órganos que deberán servirle para su manifestación. (La Génesis, cap. XI, ítem 20.)

B. ¿Por qué el Espíritu, en el proceso reencarnatorio, al recobrar la consciencia de sí mismo, pierde el recuerdo del pasado?

Es bueno tener en mente que el Espíritu pierde el recuerdo de su pasado pero no pierde sus facultades, sus cualidades y sus aptitudes adquiridas anteriormente, que estaban temporalmente en estado latente y que, al volver a la actividad, lo ayudarán a actuar más y mejor que antes. Renace con lo que hizo en su trabajo anterior; su renacimiento es para él un nuevo punto de partida, un nuevo escalón a subir.

El olvido temporal del pasado se debe a la bondad del Creador, porque el recuerdo del pasado, sumado a las amarguras de una nueva existencia, podría angustiarlo y crearle obstáculos. He ahí por qué sólo recuerda lo que ha aprendido, porque eso le resulta útil, y si a veces tiene una intuición de los acontecimientos pasados, esa intuición es como el recuerdo de un sueño fugitivo.

Es, pues, un hombre nuevo, por más antiguo que sea como Espíritu, que adopta nuevos procesos ayudado por sus adquisiciones precedentes. Y cuando retorna a la vida espiritual, su pasado se presenta ante sus ojos, y juzga cómo empleó su tiempo, si bien o mal. (La Génesis, cap. XI, ítem 21.)

C. El olvido de las vidas pasadas, ¿es absoluto o relativo?

Ese olvido, como vimos, es relativo. No hay solución en la continuidad en la vida espiritual, a pesar del olvido del pasado. Cada Espíritu es siempre el mismo yo, antes, durante y después de la encarnación, siendo ésta sólo una etapa de su existencia. El olvido mismo se da tan sólo en el curso de la vida exterior de relación. Durante el sueño, desprendido en parte de los lazos carnales, regresando a la libertad y la vida espiritual, el Espíritu recuerda hechos anteriores porque ya no tiene la visión oscurecida por la materia. (La Génesis, cap. XI, ítem 21 y 22.)

 

 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita