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Ano 8 - N° 390 - 23 de Noviembre de 2014
Traducción
Elza Ferreira Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 

 
 

El mundo necesita como
nunca de orar

 
La sociedad terrena enfrenta momentos conturbados en que la intolerancia, la violencia y la corrupción atingieron niveles alarmantes. Los recientes debates que presenciamos en la campaña presidencial de este año fueron una pequeña amuestra de eso, lo que, no obstante, no constituye privilegio nuestro, pues es lo que ocurre en el mundo todo, sin ninguna excepción.

“Hoy, más que nunca, la oración es una necesidad ineluctable en la vida de hombres y pueblos. Es la falta de intensidad en el sentimiento religioso que acabó por traer el mundo al borde de la ruina.”

Las palabras arriba, que continúan actuales, fueron escritas hace más de 70 años y, curiosamente, no fueron escritas por un sacerdote o por un teólogo, pero por un médico, laureado con el Premio Nobel de Medicina de 1912 – dr. Alexis Carrel, que se distinguió por sus experiencias sobre injerto de tejidos y de órganos y su sobrevida fuera del cuerpo, bien como por sus obras filosóficas, entre las cuales se destaca El hombre, ese desconocido, best- séller en Norteamérica en 1935.

Su alerta acerca de la oración vino a la luz por intermedio de un artículo publicado en la revista Selecciones del Reader’s Digest de febrero de 1942.

He aquí algunos tópicos del artículo a que nos referimos:

·        La oración marca con sus señales indelebles nuestras acciones y conducta.

·        La oración es una fuerza tan real como la gravedad terrestre. La influencia de la oración sobre el cuerpo y sobre el espíritu humano es tan susceptible de ser demostrada como la de las glándulas secretoras.      

·        Muchos enfermos se tienen libertado de la melancolía y de la enfermedad gracias a la oración. Es que, cuando oramos, nos unimos a la inagotable fuerza motriz que acciona el universo y, al pedir, nuestras deficiencias humanas son suplidas y nos erguimos fortalecidos y restaurados.

·        No debemos, no obstante, invocar a Dios teniendo en mente simplemente la satisfacción de nuestros deseos. Mayor fuerza cosechamos de la oración cuando la empleamos para suplicarle que nos ayude a imitarlo.

·        Toda vez que nos dirigimos a Dios, mejoramos de cuerpo y de alma. No hay, sin embargo, sentido orar por la mañana y vivir como un bárbaro el resto del día.

·        Hoy, más que nunca, la oración es una necesidad ineluctable en la vida de hombres y pueblos. Es la falta de intensidad en el sentimiento religioso que acabó por traer el mundo al borde de la ruina.

Según relato de Neio Lúcio en su libro Jesús en el Hogar, obra psicografada por Chico Xavier, se cuenta que Jesús, instalado provisoriamente en casa de Pedro, preguntó al conocido discípulo;

-Simón, ¿qué hace el pescador cuando se dirige para el mercado con los frutos de cada día?

El apóstol pensó algunos momentos y respondió, vacilante:

- Maestro, naturalmente, escogemos los peces mejores. Nadie compra los residuos de la pesca.

Jesús sonrió y preguntó, de nuevo:

- ¿Y el alfarero? ¿qué hace para atender a la tarea a que se propone?

- Ciertamente, Señor, modela el barro, imprimiéndole la forma que desea.

El amigo Celeste, de mirada compasiva y fulgurante, insistió:

- ¿Y cómo procede el carpintero para alcanzar el trabajo que pretende?

El interlocutor, muy sencillo, informó sin vacilar:

- Labrará la madera, usará la azuela y el serrucho, el martillo y el formón. De otra manera, no perfeccionará la pieza bruta.

Se calló Jesús por algunos instantes, y adujo:

- Así, también, es el hogar delante del mundo. La cuna doméstica es la primera escuela y el primer templo del alma. La casa del hombre es la legítima  exportadora de caracteres para la vida común. Si el negociante selecciona la mercancía, si el ebanista no consigue hacer un barco sin trabajar la madera a sus propósitos, ¿cómo esperar una comunidad segura y tranquila sin que el hogar se perfeccione? La paz del mundo empieza bajo las tejas a que nos acogemos. Si no aprendemos a vivir en paz, entre cuatro paredes, ¿cómo aguardar la armonía de las naciones? Si no nos habituamos a amar el hermano más prójimo, asociado a nuestra lucha de cada día, ¿cómo respetar el Eterno Padre que nos parece distante?

Jesús dio una mirada por el salón modesto, hizo pequeño intervalo y continuó:

- Pedro, encendamos aquí, alrededor de cuantos nos buscan la asistencia fraterna, una claridad nueva. La mesa de tu casa es el hogar de tu pan. En ella, recibes del Señor el alimento para cada día. ¿Por qué no instalar, alrededor de ella, la siembra de la felicidad y de la paz en la conversación y en el pensamiento? El Padre, que nos da el trigo para el granero, a través del suelo, envíanos la luz a través del Cielo. Si la claridad es la expansión de los rayos que la constituyen, la abundancia empieza en el grano. En razón de eso, el Evangelio no fue iniciado sobre la multitud, pero, sí, en el sencillo domicilio de los pastores y de los animales.

Simón Pedro clavó en el Maestro los ojos humildes y lucidos y, como no encontrase palabras adecuadas para explicarse, murmuró, tímido:

- Maestro, sea hecho como deseas.

Entonces Jesús, invitando a los familiares del apóstol a la conferencia edificante y a la meditación elevada, desenrolló los escritos de la sabiduría y abrió, en la Tierra, el primer culto cristiano en el hogar.

Efectivamente, los siglos avanzaron y hoy, con fundamento en innumerables ejemplos, podemos afirmar que el Evangelio en el Hogar y la práctica constante de la oración pueden, sí, contribuir de manera decisiva para que nosotros y el nuestro mundo recorramos caminos diferentes, compatibles con lo que Dios seguramente espera de sus hijos.



 


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