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Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Ano 8 - N° 389 - 16 de Noviembre de 2014

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 
 

La Génesis

Allan Kardec

(Parte 28)
 

Damos continuidad al estudio metódico del libro La Génesis, los Milagros y las Profecías según el Espiritismo, de Allan Kardec, cuya primera edición fue publicada el 6 de enero de 1868.  Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al  final del presente texto.

Preguntas para debatir

A. ¿Cuáles son los elementos constitutivos del Universo?

B. ¿Cuál es la meta que los seres espirituales deben alcanzar?

C. ¿Quién modela la envoltura física del hombre?

Texto para la lectura

519. Escala de los seres orgánicos – Entre el reino vegetal y el reino animal no existe ninguna delimitación marcada nítidamente. En los confines de ambos reinos están los zoófitos o animales plantas, cuyo nombre indica que ellos forman parte de uno y otro reino: les sirve como lazo de unión.

520. Como los animales, las plantas nacen, viven, crecen, se alimentan, respiran, se reproducen y mueren. Como ellos, necesitan luz, calor y agua; se marchitan y mueren si les faltan esos elementos. La absorción de aire viciado y de sustancias deletéreas las envenena. Presentan como carácter distintivo más relevante, el mantenerse adheridas al suelo y tomar de él su alimento, sin desplazarse.

521. El zoófito tiene la apariencia exterior de la planta. Como planta, permanece adherido al suelo; como animal, la vida en él es más acentuada: toma su alimento del medio ambiente. Un grado por encima de él, está el animal que es libre y busca su alimento. Algunos sufren una metamorfosis, como la oruga, que se transforma en una elegante mariposa. Después de los animales invertebrados, viene el orden de los vertebrados, animales con esqueleto óseo, orden que comprende a los peces, reptiles y pájaros. Siguen, por último, los mamíferos, cuya organización es la más completa.

522. Si se considerasen sólo los dos puntos extremos de la cadena, no habrá ninguna analogía aparente entre los animales y las plantas. Pero si se pasa de un eslabón a otro sin interrupción en la continuidad, se llega sin transición brusca de la planta a los animales vertebrados. Se comprende entonces la posibilidad de que los animales de organización compleja sean una transformación o, si se quiere, un desarrollo gradual, en un principio insensible, de la especie inmediatamente inferior y así, sucesivamente, hasta el ser primitivo elemental.

523. El hombre corpóreo – Desde el punto de vista corporal y puramente anatómico, el hombre pertenece al orden de los mamíferos, de los cuales sólo se diferencia por algunos matices en la forma exterior. En lo demás, posee la misma composición de todos los animales, los mismos órganos, las mismas funciones y los mismos modos de nutrición, de respiración, de secreción y de reproducción. Nace, vive y muere en las mismas condiciones y, cuando muere, su cuerpo se descompone como todo ser viviente. No hay, en su sangre, en su carne y en sus huesos, un átomo diferente de los que se encuentran en el cuerpo de los animales. Como éstos, al morir, devuelve a la tierra el oxígeno, el hidrógeno, el nitrógeno y el carbono que se habían combinado para formarlo; y tales elementos, por medio de nuevas combinaciones, volverán a formar otros cuerpos minerales, vegetales y animales. La analogía entre los animales y el hombre es tan grande, que se estudian sus funciones orgánicas en ciertos animales cuando no pueden realizar las experiencias con el mismo hombre.

524. En la clase de los mamíferos, el hombre pertenece al orden de los bimanos. Debajo de él vienen los cuadrumanos (animales de cuatro manos) o monos, algunos de los cuales, como el orangután y el chimpancé, tienen ciertos gestos del hombre, a tal punto que durante mucho tiempo se les llamó hombres de los bosques. Como el hombre, esos monos caminan en posición vertical, usan bastones, construyen chozas y se llevan los alimentos a la boca con la mano.

525. Luego de observar, aunque sea poco, la escala de los seres vivos desde el punto de vista orgánico, se puede reconocer que desde el liquen hasta el árbol y desde el zoófito hasta el hombre, hay una cadena que se va elevando gradualmente, sin interrupción, y en la cual todos sus eslabones tienen un punto de contacto con el eslabón precedente.

526. Siguiendo paso a paso la cadena de los seres, se diría que cada especie es un perfeccionamiento, una transformación de la especie inmediatamente inferior. Puesto que las condiciones del cuerpo del hombre son idénticas a las de otros cuerpos, química y constitucionalmente; puesto que nace, vive y muere de la misma manera, también debe haberse formado bajo las mismas condiciones que los otros.

527. Aunque eso hiera su orgullo, el hombre debe resignarse a ver que su cuerpo material es el último eslabón de la animalidad sobre la Tierra. Allí está el inexorable argumento de los hechos, contra el cual sería inútil protestar. Pero cuanto más disminuye de valor del cuerpo ante sus ojos, más crece la importancia del principio espiritual. Si el cuerpo lo rebaja al nivel del animal, el alma lo eleva a una altura inconmensurable.

528. El materialismo puede ver que el Espiritismo lejos de temer los descubrimientos de la Ciencia y su positivismo, va más allá y los provoca, porque tiene la certeza de que el principio espiritual, que tiene existencia propia, no puede sufrir ningún menoscabo.

529. El Espiritismo camina al lado del materialismo, en lo que se refiere a la materia; admite todo lo que el materialismo admite; pero avanza más allá del punto donde este último se detiene. El Espiritismo y el materialismo son como dos viajeros que marchan juntos, partiendo del mismo punto; al llegar a una determinada distancia, uno dice: “No puedo ir más lejos”. El otro continúa y descubre un nuevo mundo.

530. Llegado al punto en el que nos encontramos en relación a la Génesis, el materialismo se detiene, mientras que el Espiritismo prosigue sus investigaciones en el campo de la Génesis espiritual.

531. Capítulo XI – Principio espiritual – La existencia del principio espiritual es un hecho que, por decirlo así, no necesita demostración, como sucede con el de la existencia del principio material. Es, en cierta forma, una verdad axiomática. Se constata por sus efectos, como la materia por los efectos que le son propios.

532. De acuerdo con este principio: “Todo efecto tiene una causa, todo efecto inteligente debe tener una causa inteligente”, no hay quien no haga la distinción entre el movimiento mecánico de una campana agitada por el viento y el movimiento de esa misma campana destinado a producir una señal, una advertencia, que testimonia que obedece a un pensamiento, a una intención. Ahora bien, como a nadie se le puede ocurrir la idea de atribuir el pensamiento a la materia de la campana, se debe concluir que la mueve una inteligencia a la cual sirve de instrumento para manifestarse.

533. Por la misma razón, nadie tendrá la idea de atribuir el pensamiento al cuerpo de un hombre muerto. Si el hombre vivo piensa, es porque hay algo en él que ya no está una vez que muere. La diferencia que existe entre él y la campana es que la inteligencia que hace que ésta se mueva, está fuera de ella, mientras que la que hace actuar al hombre está en él mismo.

534. El principio espiritual es el corolario de la existencia de Dios; sin ese principio, Dios no tendría razón de ser, porque no se podría concebir a la soberana inteligencia reinar, durante la eternidad, solamente sobre la materia bruta, como no se podría concebir que un monarca terrestre, durante toda su vida, reine exclusivamente sobre piedras. Al no poder concebir a Dios sin los atributos esenciales de la Divinidad: la justicia y la bondad, esas cualidades serían inútiles, si él las tuviese que ejercer sólo sobre la materia.

535. Por otro lado, no se podría concebir un Dios soberanamente justo y bueno, que crea seres inteligentes y sensibles, para arrojarlos a la nada, después de algún tiempo de sufrimientos sin compensaciones, y se recrea en la contemplación de esa sucesión indefinida de seres que nacen sin haberlo pedido, que toman conciencia por un momento sólo para conocer el dolor y que se extinguen para siempre, después de una efímera existencia.

536. Sin la supervivencia del Ser pensante, los sufrimientos de la vida serían, de parte de Dios, una crueldad sin un objetivo. He aquí por qué el materialismo y el ateísmo son corolarios uno del otro; al negar el efecto, no pueden admitir la causa. El materialismo es, pues, consecuente consigo mismo, aunque no lo sea con la razón.

537. La idea de la perpetuidad del ser espiritual es innata en el hombre; esta idea se encuentra en él en estado de intuición y de aspiración. El hombre comprende que sólo allí está la compensación a las miserias de la vida. Esa es la razón por la que siempre ha habido y habrá cada vez más espiritualistas que materialistas, y más deístas que ateos.

538. A la idea intuitiva y al poder del razonamiento, el Espiritismo añade la sanción de los hechos, la prueba material de la existencia del ser espiritual, de su supervivencia, de su inmortalidad y de su individualidad. Precisa y define lo que ese pensamiento tenía de vago y abstracto. Muestra al ser inteligente actuando fuera de la materia, ya sea después o durante la vida del cuerpo. 

Respuestas a las preguntas propuestas

A. ¿Cuáles son los elementos constitutivos del Universo?

El elemento material y el elemento espiritual. El elemento espiritual individualizado constituye los seres llamados Espíritus, de la misma forma que el elemento material individualizado constituye los diferentes cuerpos de la Naturaleza, orgánicos e inorgánicos. (La Génesis, cap. XI, ítem 6.)

B. ¿Cuál es la meta que los seres espirituales deben alcanzar?

Según el Espiritismo, todos los seres espirituales, creados simples e ignorantes, con igual aptitud para progresar mediante su actividad individual, tienen por meta lograr la perfección relativa. Ese es el fin, el objetivo que deben alcanzar. (La Génesis, cap. XI, ítems 7 y 9.)

C. ¿Quién modela la envoltura física del hombre?

El Espíritu mismo modela su envoltura física y la adecúa a sus nuevas necesidades; la perfecciona,  desarrolla y completa su organismo a medida que experimenta la necesidad de manifestar nuevas facultades; en una palabra, la adapta de acuerdo a su inteligencia. Dios le provee los materiales; le corresponde a él emplearlos. Es así como los pueblos adelantados tienen un organismo o si se quiere, un órgano cerebral más perfeccionado que el de los pueblos primitivos. (La Génesis, cap. XI, ítem 11.) 

 

 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita