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Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Ano 8 - N° 388 - 9 de Noviembre de 2014

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 
 

La Génesis

Allan Kardec

(Parte 27)
 

Damos continuidad al estudio metódico del libro La Génesis, los Milagros y las Profecías según el Espiritismo, de Allan Kardec, cuya primera edición fue publicada el 6 de enero de 1868.  Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al  final del presente texto.

Preguntas para debatir

A. En lo referente a la revelación de las leyes naturales, ¿cuál es la diferencia entre el Espiritismo y el materialismo?

B. ¿Cómo se prueba la existencia del principio espiritual?

C. ¿Son la misma cosa el principio vital y el principio espiritual?

Texto para la lectura

502. En la formación de los cuerpos sólidos, uno de los fenómenos más notables es el de la cristalización, que consiste en la forma regular que asumen determinadas sustancias al pasar del estado líquido o gaseoso al estado sólido. Esta forma, que varía según la naturaleza de la sustancia, es generalmente la de los sólidos geométricos, tales como el prisma, el romboide, el cubo y la pirámide.

503. La disposición regular de los cristales corresponde a la forma particular de las moléculas de cada cuerpo. Estas partículas, infinitamente pequeñas para nosotros, pero que no por eso dejan de ocupar un cierto espacio, aproximadas unas a otras por la atracción molecular, se ubican y yuxtaponen según la exigencia de sus formas, a fin de tomar cada una su lugar alrededor del núcleo o principal centro de atracción y constituir un conjunto simétrico.

504. La cristalización sólo se opera bajo ciertas circunstancias favorables, fuera de las cuales no puede realizarse. Son condiciones esenciales el grado de temperatura y el reposo absoluto. Se comprende que un calor muy fuerte, al mantener separadas a las moléculas, no permitirá la condensación y que la agitación, al oponerse a su ubicación simétrica, sólo haría que se forme una masa confusa e irregular, y en consecuencia no habría  cristalización propiamente dicha.

505. La ley que preside la formación de los minerales conduce naturalmente a la formación de los cuerpos orgánicos. El análisis químico muestra que todas las sustancias vegetales y animales están compuestas por los mismos elementos que los cuerpos inorgánicos. De esos elementos, los que desempeñan un papel importante son el oxígeno, el hidrógeno, el nitrógeno y el carbono. Los demás aparecen de manera secundaria. 

506. Las diferentes combinaciones de los elementos para la formación de las sustancias minerales, vegetales y animales, no pueden operarse si el medio y las circunstancias no son propicias; fuera de esas circunstancias, los principios elementales están en una especie de inercia. Pero, desde el momento en que las circunstancias son favorables, comienza un trabajo de elaboración; las moléculas entran en movimiento, se agitan, se atraen, se aproximan y se separan en virtud de la ley de afinidades y, por sus múltiples combinaciones, componen la infinita variedad de las sustancias.

507. Lo que sucede diariamente ante nuestros ojos puede darnos una pista de lo que ocurrió en el origen de los tiempos, porque las leyes de la Naturaleza no varían. Puesto que los elementos constitutivos de los seres orgánicos e inorgánicos son los mismos; que sabemos que constantemente y en determinadas circunstancias, forman las piedras, las plantas y los frutos, podemos concluir entonces que los cuerpos de los primeros seres vivos se formaron, como las primeras piedras, por la unión de las moléculas elementales, en virtud de la ley de afinidad, a medida que las condiciones de vitalidad del globo fueron propicias a tal o cual especie.

508. Principio vital – Al decir que las plantas y los animales están formados por los mismos principios que constituyen los minerales, hablamos en el sentido estrictamente material, porque aquí sólo se trata del cuerpo. Sin hablar del principio inteligente, que es cuestión aparte, hay en la materia orgánica un principio especial, intangible y que todavía no ha podido ser definido: el principio vital.

509. Este principio, activo en el ser vivo, se encuentra extinguido en el ser muerto; pero no por eso deja de dar a la sustancia propiedades que la distinguen de las sustancias inorgánicas. La Química, que descompone y recompone la mayor parte de los cuerpos inorgánicos, también ha podido descomponer los cuerpos orgánicos, pero jamás ha podido reconstituir ni siquiera una hoja muerta, prueba evidente de que en estos últimos hay algo que no existe en los otros.

510. ¿El principio vital es algo distinto, que tiene existencia propia? O volviendo al sistema de unidad del elemento generador, ¿es sólo un estado particular, una de las modificaciones del fluido cósmico, por el cual se convierte en principio de vida? Es en este último sentido que las comunicaciones reproducidas en el cap. VI de esta obra, resuelven la cuestión.

511. Pero cualquiera que sea la opinión que se tenga sobre la naturaleza del principio vital, lo cierto es que él existe, puesto que se ven sus efectos. Por lo tanto, se puede admitir que, al formarse, los seres orgánicos asimilaron el principio vital, por ser éste necesario a su destino; o si se quiere, que este principio se desarrolló en cada individuo, por el efecto mismo de la combinación de los elementos, tal como se desarrollan, bajo ciertas circunstancias, el calor, la luz y la electricidad.

512. Al combinarse sin el principio vital, el oxígeno, el hidrógeno, el nitrógeno y el carbono sólo habrían formado un mineral o cuerpo inorgánico. El principio vital, al modificar la constitución molecular de ese cuerpo, le da propiedades especiales. En lugar de una molécula mineral, se tiene una molécula de materia orgánica.

513. La actividad del principio vital es alimentada durante la vida por la acción del funcionamiento de los órganos, del mismo modo que el calor por el movimiento de rotación de una rueda. Al cesar aquella acción, debido a la muerte, el principio vital se extingue, como el calor cuando la rueda deja de girar.

514. Los cuerpos orgánicos serían pues, verdaderas pilas eléctricas, que funcionan mientras los elementos de esas pilas se encuentran en condiciones de producir electricidad: es la vida; y que dejan de funcionar, cuando tales condiciones desaparecen: es la muerte. Según esta manera de ver, el principio vital sería una especie particular de electricidad, denominada electricidad animal, que durante la vida se libera por la acción de los órganos y cuya producción cesa con la muerte, al extinguirse tal acción.

515. Generación espontánea – Es natural preguntarse por qué ya no se forman seres vivos en las mismas condiciones en que se formaron los primeros que aparecieron sobre la Tierra. El problema es este: ¿Se forman, en nuestros días, seres orgánicos por la sola unión de los elementos constitutivos, sin gérmenes, previamente producidos por el modo de generación ordinaria, es decir, sin padre ni madre?

516. Los partidarios de la generación espontánea responden afirmativamente, apoyándose en observaciones directas que parecen concluyentes. Otros piensan que todos los seres vivos se reproducen los unos por los otros, basándose en el hecho, que la experiencia comprueba, de que los gérmenes de ciertas especies vegetales y animales, aun dispersos, conservan una vitalidad latente, durante un largo tiempo, hasta que las circunstancias sean favorables a su eclosión. Esta opinión deja siempre abierta la cuestión de la formación de los primeros tipos de cada especie.

517. Sin discutir ambos sistemas, conviene resaltar que el principio de la generación espontánea evidentemente sólo se puede aplicar a los seres de órdenes inferiores del reino vegetal y del reino animal, a aquellos en los cuales la vida comienza a despuntar y cuyo organismo, extremadamente simple, es de cierto modo rudimentaria. Esos fueron, en efecto, los primeros que aparecieron sobre la Tierra y cuya formación debió ser espontánea.

518. En el estado actual de nuestros conocimientos, no podemos establecer la teoría de la generación espontánea permanente, sino como hipótesis, que un día tal vez tome su lugar entre las verdades científicas innegables.(1)

(1) En la Revue Spirite de julio de 1868, págs. 201 y siguientes, Kardec volvió a tratar el tema de la generación espontánea. Indicamos sobre el tema los libros A Camino de la Luz, de Emmanuel, y Evolución en Dos Mundos, de André Luiz, obras mediúmnicas, la primera psicografiada por el médium Francisco Cándido Xavier y la segunda por los médiums Francisco Cándido Xavier y Waldo Vieira. Según los autores citados, la llamada generación espontánea fue fruto, en realidad, de la acción decisiva de los Genios Constructores que operaron en el orbe naciente bajo el mando de Jesús, trabajo que no sería posible sin la participación del principio inteligente, que unido a la materia, iniciaba allí un largo proceso evolutivo. 

 

Respuestas a las preguntas propuestas

A. En lo referente a la revelación de las leyes naturales, ¿cuál es la diferencia entre el Espiritismo y el materialismo?

El Espiritismo camina al lado del materialismo, en lo que se refiere a la materia; admite todo lo que el materialismo admite; pero avanza más allá del punto donde este último se detiene. El Espiritismo y el materialismo son como dos viajeros que marchan juntos, partiendo del mismo punto; al llegar a una determinada distancia, uno dice: “No puedo ir más lejos”. El otro continúa y descubre un nuevo mundo. ¿Por qué habría de decir el primero que el segundo está loco, sólo porque entreviendo nuevos horizontes, decide traspasar los límites donde al otro le conviene detenerse? (La Génesis, cap. X, ítem 30.)

B. ¿Cómo se prueba la existencia del principio espiritual?

La existencia del principio espiritual es un hecho que, por decirlo así, no necesita demostración, como sucede con el de la existencia del principio material. Es, en cierta forma, una verdad axiomática. Se constata por sus efectos, como la materia por los efectos que le son propios. De acuerdo con este principio: “Todo efecto tiene una causa, todo efecto inteligente debe tener una causa inteligente”, no hay quien no haga la distinción entre el movimiento mecánico de una campana agitada por el viento y el movimiento de esa misma campana destinado a producir una señal, una advertencia, que testimonia, sólo por eso, que obedece a un pensamiento, a una intención. Ahora bien, como a nadie se le puede ocurrir la idea de atribuir el pensamiento a la materia de la campana, se debe concluir que la mueve una inteligencia a la cual sirve de instrumento para manifestarse.

Por la misma razón, nadie tendrá la idea de atribuir el pensamiento al cuerpo de un hombre muerto. Si el hombre vivo piensa, es porque hay algo en él que ya no está una vez que muere. La diferencia que existe entre él y la campana es que la inteligencia que hace que ésta se mueva, está fuera de ella, mientras que la que hace actuar al hombre está en él mismo. El principio espiritual es el corolario de la existencia de Dios; sin ese principio, Dios no tendría razón de ser, porque no se podría concebir a la soberana inteligencia reinar, durante la eternidad, solamente sobre la materia bruta, como no se podría concebir que un monarca terrestre, durante toda su vida, reine exclusivamente sobre piedras. (La Génesis, cap. XI, ítems 1 a 4.)

C. ¿Son la misma cosa el principio vital y el principio espiritual?

No. Si el principio vital fuese inseparable del principio inteligente, habría alguna razón para  confundirlos. Pero al existir seres que viven y no piensan, como las plantas; cuerpos humanos que aún revelan estar animados por la vida orgánica cuando ya no hay ninguna manifestación de pensamiento; que se producen en el ser vivo movimientos vitales independientes de cualquier intención de la voluntad; que durante el sueño la vida orgánica se mantiene en plena actividad, mientras que la vida intelectual no se manifiesta por ningún signo exterior, cabe admitir que la vida orgánica reside en un principio inherente a la materia, independiente de la vida espiritual, que es propia del Espíritu. Las propiedades sui generis que se reconocen en el principio espiritual prueban que tiene una existencia propia, porque si su origen estuviese en la materia, no tendría aquellas propiedades. (La Génesis, cap. XI, ítems 5 y 6.)

 

 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita