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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Ano 8 - N° 386 - 26 de Octubre de 2014

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 

 

La envidia
 

  

Jonas y Abel, chicos vecinos y muy amigos, acostumbraban a jugar siempre juntos.

Sin embargo, Jonas era desprendido y no se incomodaba cuando Abel quería jugar con sus juguetes. Ya Abel, muy egoísta, no le gustaba cuando Jonas cogía un juguete suyo, del cual tenía celos.

Ocurrió que Jonas en su cumpleaños, obtuvo un juguete lindo: un camioncito que, al conectar, encendía luces y quedaba parpadeando, mientras rodaba por el suelo.
 

Abel, envidioso, no dijo nada, pero se quedó con el corazón apretado de rabia. ¡Él quería tener un juguete como aquel! ¡Pero todo era para Jonas!

Sus ojos se cerraron y él quedó removiendo su envidia. Siempre que veía el camioncito quería jugar con él y Jonas lo dejaba, sin problemas.

Hasta que un día, lleno de envidia, Abel aprovechó que Jonas no estaba cerca, pues había ido a atender a una llamada de la madre; como había quedado solo en el cuarto, tomado por un sentimiento malo, Abel estiró un hilo del carrito, que paró de funcionar.

Después, asustado con lo que había hecho, se fue para su casa.

Pero Jonas, de buen corazón, había hablado con su madre y le contó lo que pretendía hacer:

— ¡Mamá, a Abel le gusta tanto mi carrito que parpadea las luces! Creo que voy a dárselo para él.

— ¡Tú eres quien sabe, mi hijo! ¡Si el juguete no te va a hacerte falta!... — dijo la madre.

— Me Gusta Abel, mamá, y siento que él mira diferente para aquel carrito nuevo. ¡Él no tiene muchos regalos! Quiero ver la alegría de él cuándo se lo de.

La madre abrazó al hijo con cariño, y murmuró:

— Tú eres un niño que vale oro, Jonas. Es difícil ver a un chico en tu edad ser tan desprendido a punto de dar a un amigo un regalo que tuviste en el cumpleaños!

— Es que a mí me gusta realmente Abel, mamá.

— Haz lo que tu corazoncito mande, hijo. Para mí, está todo bien.

Entonces, cuando Abel volvió al día siguiente para jugar, Jonas lo abrazó y dijo:

— Abel, yo noté que te gusta mucho mi carrito nuevo. ¡Decidí dartelo de regalo para ti!

El amigo abrió muchos los ojos, sorprendido, sin poder creer. Y Jonas, cogiendo el juguete en los brazos, lo dio a Abel:

— ¡Ahora él es tuyo, Abel!

El otro tartamudeó, sin saber qué decir:

— Pero... pero... ¡Es el juguete más nuevo que tú tienes, Jonas!...

Abrazando al amigo, Jonas respondió alegre:

— Yo sé, Abel. Sin embargo creo que a ti te gusta más que yo. ¡Entonces, ahora él es todo tuyo!

Abel, arrepentido por lo que había hecho, notó que el otro no sabía el estado del juguete, y dijo:

— Pero él está roto, Jonas...

Sorprendido, Jonas miró para el amigo y para el carrito:

— ¡No! Aún ayer yo jugué con él! Está perfecto.

Pero, al coger el juguete, notó que él no parpadeaba más las luces alegremente. Entonces, volviéndose para Abel preguntó:

— ¿Qué ocurrió con él?

Abel no tuvo coraje de contar y bajó la cabeza, lleno de vergüenza.

En aquel momento, Jonas entendió que el amigo había estropeado su camioncito por envidia. Lleno de piedad por él, dijo:

— No te preocupes, Abel. Mi padre le gusta reparar juguetes. ¡Quédate tranquilo, luego él estará parpadeando las luces de nuevo!

Arrepentido por lo que había hecho, Abel gritó:

— ¿No entiendes que fui yo que estropeé tu camioncito? Siempre tuve envidia de ti, Jonas. Estoy arrepentido, puedes creer. ¡Perdóname! — y se puso a llorar.
 

Jonas lo abrazó y dijo:

— Me gustas mucho, Abel. Tengo seguridad de que no harás eso más, ¿no es?

— ¡Nunca más! ¿Aún quieres ser mi amigo, Jonas?

— ¡Claro que quiero! ¿Vamos a jugar?

— Tú eres un amigo muy especial, Jonas. ¡Gracias!

Y cuando la madre entró en el cuarto para avisarlos de que la merienda estaba lista, encontró a los dos

amigos jugando y riendo en el suelo, felices.


 

MEIMEI

(Recebida por Célia X. Camargo, em 15/9/2014.) 


                                                                                   



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Revista Semanal de Divulgación Espirita