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Año 8 381 – 21 de Septiembre de 2014
EUGÊNIA PICKINA            
eugeniapickina@gmail.com    
Campinas, SP (Brasil)
 
 
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 
 

Eugênia Pickina

¿Fin de la infancia? Cuando ser niño es un estorbo

 

“En una sociedad acelerada e hiperactiva es frecuente que no se soporte el movimiento infantil.” – Bernard Golse

 
El doctor fue requerido cuando la profesora dijo haber notado al niño, los días lluviosos, bastante hiperactivo, irritado con el número cuatro, nervioso con la hora del cuento, y otros días, soleados, muy distraído, mirando el vacío en el techo, inmune incluso a la fascinación del ordenador...

Ella contó entonces que, en la secuencia, habló alto, gritó tres veces su nombre para llamar su atención. Inútilmente, era un caso de infancia perdida, ella sostuvo, apoyado el discurso técnico por el coordinador.

Y quién tuviera el buen sentido del arte de los sueños también añadiría a la sentencia impropia de la profesora: “sí, es la atracción por los juegos que quiere quitarlo de esas paredes sólidas que enseñan a marchar...”

El caso, con sigilo, fue relatado a los padres por la dirección.

La madre, un poco afligida, buscó justificar la actitud del niño en el hecho de la poca edad, pues él sólo tenía cinco años... ¿Quién no se aburre, a veces, con la rutina de la instrucción, o se distraiga por resistirse a la monotonía de la lección, volando deprisa para un  jardín secreto para  descubrir, en lo alto del árbol, la pálida crisálida, y que un día va a ser mariposa?

El mundo de la fantasía no es puente seguro...

Replicaron, sin embargo, a los padres que en la escuela importaba el ensayo del rigor, los pies sólidos para adentrar el conocimiento de las cosas ya sabidas. ¡Y todo eso para no correr el niño el serio riesgo de un futuro que se abre para ser desvelado, y el peligro de la utopía!

Además de eso, el coordinador enmendó, ciertas son las recetas que ya fueron probadas diversas veces. Por eso, aún en la escuela, hasta por ser una bilingüe certificada, el tiempo de jugar es reducido, pues hay un abundante cronograma a ser cumplido.

El padre se implicó en este punto. Pero el universo del niño es aún muy pequeño, sopesó. No va mucho más allá de un breve tiempo por la mañana e inmediatamente a las horas en la escuela. ¿No sería mejor que los juegos fueran preservados, pues en esta edad jugar  no significa felicidad?

Nada dio muy bien y los padres se sintieron afectados, pues quedó claro que el mundo de la fantasía no es puente seguro para una persona estar apta al mundo de la vida de aquí a treinta años.

Sin revisar el pacto pedagógico, los padres en la semana siguiente llevaron al hijo al médico sugerido por la dirección escolar

El doctor, a buen seguro, tras palpar el cuerpo, auscultar melodías, nubes, laguna, piedras y bichos, puentes de arco iris en la cabeza del niño, le sentenció una camisa de fuerza química, porque él, niño demasiado lúdico, padecía de trastorno de déficit de atención e hiperactividad – ¡TDHA!

¿Pero metilfenidato no es un fármaco? – indagó la madre nerviosa al médico, que hace mucho había borrado de la memoria aquello que el médico Groddeck había dicho un día: “el objetivo de la vida es ser niño”.

Y el niño quedo de nuevo tedioso

Despojado de lo esencial, la alegría de vivir, el doctor, de manera objetiva, explicó a los padres el mapa de síntomas [muchas preguntas] de aquel niño, evidenciado el diagnóstico por una seca razón blanca. Al final de la consulta, con voz afable, aseguró a ellos que la droga corregiría el déficit  ayudando al niño a la fuerza para retener muchas cosas y con eficacia.

En los meses siguientes, el niño y su carne fueron sometidos a la mordaza química que le hacía caminar en la dirección indicada, según un cuerpo finito de fantasías.

No sé, pero con él se hace una metamorfosis al contrario, infelizmente invisible a los ojos del padre y de la madre: el niño de ojos castaños vive ahora agarrado a las cosas, como lagartija en la hoja, fin de la infancia.

Los padres, sin embargo, respiran tranquilos, a pesar de las largas horas de trabajo. Y el hijo, sin hacer preguntas, sigue en paz con la escuela.

Obtuvo un tren de madera del abuelo. Lo colocó sobre la mesita de estudios. Miró para los cinco vagones coloreados, todo tan sin gracia, olvidado ya de imaginar. Nada le provocó un llamamiento curioso, porque precozmente lo expulsó del paraíso de los juegos.

Y el juguete asumió en el estante un segundo lugar. He ahí en la secuencia aburrido de nuevo, pues fueron exiliadas sus ideas de invención. Volvió el niño a otra cosa. A los cinco años y medio y camina, bien contenido, para el mundo árido y ceniciento de la gente grande. 

Epílogo

Ah, si el niño pudiera... Si a él hubieran otorgado una (justa) defensa... Su abogado, un escritor de historias de hadas y leyendas, sin miedo a los monstruos, esclarecería que la irritación es prueba legítima, en la mayoría de las veces, de la incompetencia de la escuela, o de la falta de alegría que perturba muchas veces al niño preso en casa, entre muros y TV. Y la distracción, por su parte, es puerta que abre para la semilla de la novedad, que crece en otros mundos, casi siempre distantes de la rutina de la instrucción o de las trampas de las casas de campo digitales. Por fin la defensa del niño alegaría: y esos mundos, deshabitados en lo general por los especialistas en herramientas del saber, son poblados por la naturaleza lúdica, tejida junto con la inocencia, llave dorada que mantiene vivo el estado puro de la infancia.  Y, de otro lado, la infancia nunca debe, antes de la hora, ser oculta.

Quién así lo hace merece, al menos, ser prohibido de convivir próximo al preludio sensible de la vida, a medida que su mal oficio hace sombra al derecho de jugar que naturalmente pertenece a cualquier niño.

Algunas reflexiones 

Este texto tiene un motivo: diseminar la reflexión sobre la infancia y el consumo indiscriminado de metilfenidato (comercialmente conocido como Ritalina), de la familia de las anfetaminas, prescrita para adultos y niños portadores de trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH).

Esa droga tiene por objetivos: mejorar la concentración, disminuir el cansancio y acumular más informaciones en menos tiempo. Pero, como un fármaco, ella trae dependencia química, porque tiene el mismo mecanismo de la acción de la cocaína, siendo clasificada por la Drug Enforcement Administration cómo un narcótico.

En Brasil, infelizmente, actualmente responde por la segunda posición mundial de consumo de esa droga, figurando sólo detrás de Estados Unidos.

¿En el caso de un diagnóstico de TDHA que deberían hacer los padres?

1) Buscar una segunda opinión. Y podrían considerar, por ejemplo, los argumentos de un pediatra homeópata.

2) Revisar/cuestionar el proyecto pedagógico de la escuela frecuentada por el niño.

3) Reflexionar la pareja, o el responsable por el niño, sobre los hábitos domésticos, la situación del niño en casa, la ausencia de contacto con naturaleza/juegos, tiempo dispensado delante de la TV y/o uso de tecnologías digitales... Buscar apoyo, en su caso, junto a un terapeuta familiar.

La Ritalina y sus consecuencias 

Me adhiero a la crítica implacable del tratamiento con Ritalina, conducida por la pediatra Maria Aparecida Affonso Moysés (profesora titular del Departamento de Pediatría de la Facultad de Ciencias Médicas – Unicamp). Ella dice: “Para quien indica [ritalina], es en los casos con diagnóstico de TDHA. Yo no lo indico. (...) Si no lo indico para un nieto, un niño de la casa, no lo indico para otro niño.

Además de eso, ella esclarece que la “aparente calma” promovida por la droga en niños no es resultado terapéutico positivo, pero sí una “señal de toxicidad”. Ella explica aún que esa droga es peligrosa, por cuanto puede causar dependencia química y síntomas como cefalea, tontería y efecto zombie like, en que la persona queda químicamente contenida en sí misma. Y en la opinión de la médica lo que vale es la orientación familiar. En una entrevista (Portal Unicamp) es lanzada la siguiente pregunta a la pediatra Cida Moysés: “¿Quién está siendo medicado [con Ritalina]? Son los niños desobedientes (que no se someten fácilmente a las reglas) y aquellos que sueñan, tienen fantasías, utopías... (...) ¿Con eso, qué está abortándose? Son los cuestionamientos y las utopías”. (Cf. Moysés, Maria Aparecida Affonso (2013). La ritalina y los riesgos de un ‘genocidio del futuro’. www.unicamp.br)

Merece la pena asistir al documental Tarja Blanca – la revolución que faltaba. Dirigido por Cacau Rhoden y producido por Maria Farinha Films, enciende la idea de que el juego está [en nuestras sociedades] en peligro y, por eso, es urgente rescatarlo, promoverlo y para el bien/salud de nuestros niños. 


Referências
: 

Breggin, P. (1998). Talking back to Ritalin: what doctors aren’t telling you about stimulants for children. Monroe, Maine: Common Courage Press.

Janin, Beatriz (2002). “Vicisitudes del proceso de aprender”. Cuestiones de infancia, n. 6, Buenos Aires, UCES.

Visite o blog: www.corujasabida.wordpress.com




 


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