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Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Año 8 381 – 21 de Septiembre de 2014

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 
 

La Génesis

Allan Kardec

(Parte 20)
 

Damos continuidad al estudio metódico del libro La Génesis, los Milagros y las Profecías según el Espiritismo, de Allan Kardec, cuya primera edición fue publicada el 6 de enero de 1868.  Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al  final del presente texto.

Preguntas para debatir

A. ¿En qué consiste la Geología?

B. ¿Qué son fósiles?

C. ¿Cuántos y cuáles son los llamados períodos geológicos de formación de la Tierra?

Texto para la lectura

379. La posición normal de las capas terrosas o pedregosas provenientes de depósitos acuosos es la horizontal. Al ver esas planicies inmensas, que a veces se extienden hasta perderse de vista, de una horizontalidad perfecta, lisas como si las hubiesen nivelado con un rodillo, o esos valles profundos, tan planos como la superficie de un lago, podemos estar seguros de que en una época más o menos remota, esos lugares estuvieron por mucho tiempo cubiertos de aguas tranquilas que, al retirarse, dejaron secas las tierras que ellas depositaron mientras permanecieron allí.

380. Al retirarse las aguas, esas tierras se cubrieron de vegetación. Si en vez de tierras grasosas, limosas, arcillosas, o margosas (1), adecuadas para asimilar los principios nutritivos, las aguas sólo hubiesen depositado arenas silíceas, sin agregación, tendríamos las planicies arenosas que constituyen las estepas y los desiertos, de los cuales nos pueden dar una pequeña idea los depósitos que dejan las inundaciones parciales y los que forman los aluviones en la desembocadura de los ríos.

381. Aunque la horizontalidad sea la posición más generalizada y la que normalmente asumen las formaciones acuosas, a menudo se ven en los países montañosos y en extensiones muy grandes, rocas duras cuya naturaleza indica que fueron formadas en posición inclinada y, a veces, hasta vertical. Ahora bien, como según las leyes de equilibrio de los líquidos y de la gravedad, los depósitos acuosos sólo pueden formarse en planos horizontales, pues los que se forman sobre planos inclinados son arrastrados por las corrientes  por el propio peso hacia las tierras bajas, resulta evidente que tales depósitos fueron elevados por alguna fuerza, después de haberse solidificado o transformado en piedra.

382. De estas consideraciones se puede concluir, con certeza, que todas las capas pedregosas que, provenientes de depósitos acuosos, se encuentran en una posición perfectamente horizontal, fueron formadas durante siglos por aguas tranquilas y que, siempre que se encuentren en una posición inclinada, el suelo fue convulsionado y desplazado posteriormente, por alteraciones generales o parciales, más o menos considerables.

383. Un hecho característico y de la mayor importancia, por el testimonio irrecusable que ofrece, consiste en la existencia, en enormes cantidades, de restos fósiles de animales y vegetales dentro de las diferentes capas. Como estos restos se encuentran incluso en las piedras más duras, se debe concluir que la existencia de tales seres es anterior a la formación de las piedras mencionadas. Ahora bien, si tomamos en cuenta el número prodigioso de siglos que fueron necesarios para producir su endurecimiento y para que  alcancen el estado en que se encuentran desde tiempo inmemorial, se llega forzosamente a la conclusión de que la aparición de los seres orgánicos en la Tierra se pierde en la noche de los tiempos y que, por consiguiente, es muy anterior a la fecha que les asigna el Génesis mosaico.

384. En el interior de ciertas piedras, se encontraron hasta marca de pasos y, por la forma del pie, los dedos y las uñas, se llegó a reconocer la especie animal a la que pertenecieron. Los fósiles de animales, sin embargo, no contienen sino las partes sólidas y resistentes, es decir, las osamentas, las escamas y los cuernos. Son pocas veces esqueletos completos; la mayoría de las veces, sin embargo, son sólo partes destacadas pero cuya procedencia fácilmente se reconoce.

385. Los terrenos de las diversas formaciones se caracterizan por la naturaleza misma de los fósiles que encierran. Los más antiguos contienen especies animales o vegetales que desaparecieron totalmente de la superficie del planeta. También han desaparecido algunas especies más recientes; pero se han conservado otras análogas, que apenas difieren de aquellas por el tamaño y por algunos detalles de forma. Otras, en fin, cuyos últimos representantes aún vemos, tienden evidentemente a desaparecer en un futuro más o menos próximo, tales como los elefantes, los rinocerontes, los hipopótamos, etc. Así, a medida que las capas terrestres se aproximan a nuestra época, las especies animales y vegetales también se acercan a las que existen hoy.

386. Las perturbaciones y los cataclismos que se han producido en la Tierra desde su origen, cambiaron las condiciones de aptitud para la conservación de la vida e hicieron  desaparecer generaciones enteras de seres vivos.

387. El estudio de las capas geológicas atestigua, por lo tanto, las formaciones sucesivas que cambiaron el aspecto del globo y dividen su historia en muchas épocas, constituyendo así los denominados períodos geológicos, cuyo conocimiento es esencial para la determinación de la Génesis. Son seis los principales, designados con los nombres de período primario, de transición, secundario, terciario, diluviano y posdiluviano o actual. Los terrenos formados durante cada período también se llaman: terrenos primitivos, de transición, secundarios, etc. Se dice, así, que tal o cual capa o roca, tal o cual fósil se encuentra en los terrenos de tal o cual período.

388. El número de esos períodos no es absoluto, sino que depende de los sistemas de clasificación. En los seis principales, arriba mencionados, sólo se comprenden los que están marcados por un cambio notable y general en el estado del planeta; pero la observación prueba que muchas formaciones sucesivas se operaron mientras duró cada uno de ellos.

389. Estado primitivo del globo – El achatamiento de los polos y otros hechos concluyentes son indicios seguros de que el estado de la Tierra, en su origen, debe haber sido de fluidez o de pastosidad, estado éste debido a la materia licuada por la acción del fuego o diluida por la acción del agua.

390. Se acostumbra decir el proverbio: no hay humo sin fuego. Rigurosamente verdadera, esa sentencia constituye una aplicación del principio: no hay efecto sin causa. Por la misma razón, se puede decir: no hay fuego sin un foco. Ahora bien, por los hechos que ocurren ante nuestros ojos, no es sólo humo lo que se produce en la Tierra, sino fuego muy real, que debe tener un foco. Viniendo ese fuego del interior del planeta y no de lo alto, el foco debe estar en su interior y, como el fuego es permanente, el foco también debe serlo.

391. El calor, que aumenta de manera progresiva a medida que se penetra en el interior de la Tierra,  y que a cierta profundidad alcanza una temperatura muy elevada; las fuentes termales, tanto más calientes cuanto más profunda están sus nacientes; los fuegos y las masas de materia fundida e inflamada que los volcanes arrojan, como por inmensos respiraderos, o por las hendiduras que abren ciertos temblores de tierra, no dejan duda sobre la existencia de un fuego interior.

392. La experiencia demuestra que la temperatura se eleva un grado cada 30 metros de profundidad, de donde se deduce que a una profundidad de 300 metros, el aumento es de 10 grados; a 3.000 metros, de 100 grados, temperatura del agua en ebullición; a 30.000 metros, de 1.000 grados; a 100.000 metros, de más de 3.300 grados, temperatura a la cual ninguna materia conocida resiste la fusión. De allí hasta el centro, hay todavía una distancia de más de 9.200 km., y el doble de eso en diámetro, espacio que estaría ocupado por materias fundidas.

393. Aunque sólo sea una conjetura, juzgando la causa por el efecto, tiene todos los caracteres de la probabilidad y lleva a la conclusión de que la Tierra es aún una masa incandescente recubierta por una corteza sólida de un espesor de 165 km. en el punto máximo, lo que es apenas la 120ª parte de su diámetro. Proporcionalmente, sería mucho menos que el grosor de la más delgada cáscara de naranja.

394. Además, el espesor de la corteza terrestre es muy variable, porque hay zonas, sobre todo en los terrenos volcánicos, donde el calor y la flexibilidad del suelo indican que éste es de poca consideración. La elevada temperatura de las aguas termales constituye también un indicio de la proximidad del foco central.

395. De esta manera, se hace evidente que el estado primitivo de fluidez o de pastosidad de la Tierra debe haber tenido como causa la acción del calor y no la del agua. Entonces, en su origen, la Tierra era una masa incandescente. Debido a la irradiación calórica, se dio lo que sucede con toda materia en fusión: se enfrió poco a poco, empezando el enfriamiento, como era natural, por la superficie, que se endureció, mientras que su interior permaneció fluido. Así, se puede comparar a la Tierra con un bloque de carbón que sale rojo del horno y cuya superficie se apaga y enfría al contacto con el aire, y mantiene su interior en estado de ignición, según se verifica al quebrarlo.

396. A consecuencia del enfriamiento, los elementos formaron nuevas combinaciones. El aire, considerablemente dilatado, debió extenderse a una inmensa distancia; toda el agua, forzosamente transformada en vapor, se encontraba mezclada con el aire; todas las materias susceptibles de volatilizarse, tales como los metales, el azufre y el carbono, se encontraban en estado gaseoso. La atmósfera no era, por lo tanto, nada comparable a lo que es hoy; la densidad de todos esos vapores le daba una opacidad que ningún rayo de sol podía atravesar. Si en esa época hubiese podido existir un ser vivo sobre la superficie del planeta, sólo hubiera sido iluminado por los siniestros destellos del horno que estaba bajo sus pies y de la atmósfera abrasadora; ni siquiera sospecharía la existencia del Sol.

(1) Margosas – adjetivo relativo a marna o marga: calcáreo arcilloso, o arcilla con mayor o menor tenor de carbonato cálcico

Respuestas a las preguntas propuestas

A. ¿En qué consiste la Geología?

La Tierra conserva en sí las huellas evidentes de su formación. Sus fases pueden ser seguidas con precisión matemática en los diferentes terrenos que constituyen su estructura. El conjunto de esos estudios constituye la ciencia llamada Geología, nacida en el siglo XIX, que proyectó luz sobre la tan controvertida cuestión del origen del globo terráqueo y de los seres vivos que lo habitan.

La Geología es una ciencia de observación; sólo saca conclusiones de lo que ve. Sobre los puntos dudosos, nada afirma, y no emite opiniones discutibles porque espera de observaciones más completas, la solución que busca. (La Génesis, cap. VII, ítem 1.)

B. ¿Qué son fósiles?

Fósiles es el plural de fósil (del latín fossilia, fossilis, derivado de fossa, y de fodere, cavar, escarbar la tierra), palabra que en Geología se emplea para designar cuerpos o despojos de cuerpos orgánicos de seres que vivieron con anterioridad a las épocas históricas. Por extensión, designa también a las sustancias minerales que revelan huellas de la presencia de seres organizados, como las señales dejadas por vegetales o animales. (La Génesis, cap. VII, ítem 7, y nota de Kardec.)

C. ¿Cuántos y cuáles son los llamados períodos geológicos de formación de la Tierra?

Son seis los principales períodos geológicos designados con los nombres de período primario, de transición, secundario, terciario, diluviano y posdiluviano o actual. Los terrenos formados durante cada período también se llaman: terrenos primitivos, de transición, secundarios, etc. Cabe observar que el número de esos períodos no es absoluto, pues depende de los sistemas de clasificación. En los seis principales, arriba mencionados, sólo se comprenden los que están marcados por un cambio notable y general en el estado del planeta; pero la observación prueba que muchas formaciones sucesivas se operaron mientras duró cada uno de ellos. (La Génesis, cap. VII, ítems 12 a 14.)

 

 


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