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Editorial Português   Inglês    
Año 8 381 – 21 de Septiembre de 2014
Traducción
Elza Ferreira Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 

 
 

El racismo y el fútbol


En el inicio del mes el tribunal que juzga las cuestiones relacionadas al fútbol en Brasil sentenció una pena drástica – exclusión de la Copa de Brasil – al Gremio Foot-Ball Porto Alegrense, uno de los más tradicionales clubs de Brasil y dueño de uno de los himnos más bonitos de este país, compuesto por el genial e inmortal Lupicínio Rodrigues. Motivo de la pena: racismo.

El hecho, ampliamente divulgado por las emisoras de TV y por la gran prensa, ocurrió en un partido de fútbol donde el Gremio, en su propio estadio, perdió para el equipo de Santos.

Repitiendo una escena deplorable que está ocurriendo en varios lugares del mundo, como en Rusia y en España, un grupo de hinchas se manifestó de manera peyorativa, en actitud racista, cuya meta directa fue el portero del club paulista.

La decisión del tribunal fue elogiada por toda prensa, una vez que es seso común que ya pasó la hora de tratar con el rigor debido escenas como la mencionada, tanto cuanto la violencia que se averigua en los estadios, de manera gratuita, irresponsable y totalmente injustificable.

Si el hincha inclinado a actos así a él le gusta realmente de su club, es probable que irá pensar mucho antes de incidir en comportamientos semejantes, una vez que el más perjudicado será el equipo del corazón.

Hechos de esta naturaleza no pueden, sin embargo, quedar sólo en el ámbito deportivo, porque estamos delante de crímenes que deben ser apurados y generar todas las consecuencias que de ellos resultan, poniendo un fin a la impunidad, que ha sido la causa de innúmeras mancillas que están ocurriendo últimamente en el país, como la corrupción generalizada, la falta de ética en los negocios y la falta de respeto a las personas en sus variadas maneras.

En el caso del fútbol, los episodios de Porto Alegre contrastan con la fiesta que se vio en los estadios brasileños durante el último Campeonato Mundial.

La imagen que los extranjeros presenciaron en aquella oportunidad fue extremamente positiva. Lo que se vio en Brasil fueron los hinchas adversarios sentados lado a lado, cada cual vibrando por su selección, pero respetándose mutuamente.

Teníamos esperanza de que los ejemplos cosechados en aquella oportunidad pudiesen influenciar de manera positiva las disputas domésticas, reeditando un tiempo no muy distante donde íbamos a los estadios sin miedo de vibrar para ése o aquel equipo.

Evidentemente, muchos analistas defienden la idea de que la violencia, la falta de respeto, la falta de ética y el racismo que se manifiestan en los estadios son sólo un reflejo de lo que ocurre en el país como un todo. La joven que menosprecia y ofende el portero del equipo adversario, porque él no tiene la piel blanca, ciertamente actuaría así en otro sitio.

Infelizmente, están ciertos los que piensan así, lo que nos lleva a la convicción de que la lucha en favor de la paz, del respeto y de la ética debería constituir la bandera de todas las personas que desean un país mejor y más justo, y no sólo de los que actúan en los campos de fútbol.

Al fina y al cabo, si todos nosotros que nos declaramos cristianos tuviésemos presente la máxima evangélica “Haced a los otros lo que queréis que los otros os hagan”, la sociedad brasileña no más veía las escenas lamentables que los medios de comunicación nos enseña a diario y volvería a los estadios de fútbol la alegría que la violencia y el racismo lograron empañar.

Actos de racismo no caben en ambiente ninguno. Y en fútbol, además de crímenes, no pasan de un contrasentido, porque los hinchas que ofendieron el portero adversario parece que se olvidaron de que varios jugadores de su propio equipo – entre ellos, el excepcional Zé Roberto – también no tiene la piel blanca. 


 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita