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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 8 380 14 de Septiembre de 2014

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 

 

El cuarto del desorden
 

  

Felício, chico de nueve años, muy experto, en casa estaba guardando siempre en su armario todas las piezas que encontraba.
 

Su madre un día entró en el cuarto de él en el horario que Felício no estaba en casa, y quedó horrorizada con el desorden: ropas y juguetes tirados en el suelo, zapatos bajo la cama, libros apilados en la mesa de estudios.

¡Llegó cerca del armario, abrió la puerta y se llevó un susto! De dentro, cayó un montón de pedazos de metal, plástico, hilos, cajas, rodamientos y todo lo que él iba juntando.

 La madre esperó a que Felício volviera de la escuela para conversar con él. Cuando el hijo entró en casa, la madre lo llevó hasta el cuarto, pidiendo una explicación:

— Felício, ¿qué significa todo eso en tu armario? Tuve un susto: ¡al abrir la puerta para guardar algunas prendas de ropa limpia, cayó todo en mis pies!...

El chico miró para el suelo lleno de cosas y explicó:

— ¡Madre, es que me gusta inventar! ¡Veo un pedazo de metal y ya siento lo que puedo hacer con él! ¡Por favor, no lo tires fuera! Prometo encontrar un lugar para todo ese desorden.

— Está bien, mi hijo. Pero ahora vamos a almorzar, la comida está lista — la madre concordó.

Felício la acompañó pensando: ¿Dónde voy a colocar todos esos “tesoros” que junté? ¡Deshacerme de ellos, ni pensar!...

Se sentaron y, mientras almorzaba, Felício no paraba de pensar. Necesitaba decidir inmediatamente antes que la madre tirase todo fuera. Después de la comida, él se sentó en el escalón de la cocina que daba para el patio, pensativo.

De repente, Felício miró y vio.

— ¡¿Cómo no pensé en eso antes?!...

Se levantó y caminó hasta un pequeño cuarto donde su madre guardaba herramientas y otras cosas. Examinó todo y vio que un armario estaba casi vacío. Corrió hasta la cocina, donde la madre lavaba la vajilla, y habló:

— ¡Madre! ¿Puedo poner mis bártulos en el cuartito del fondo?

— Puedes poner tus cosas allá, si hubiera espacio — respondió la madre.

— ¡Gracias, madre! — dijo el chico, dándole un beso en el rostro.

Después de limpiar su cuarto, llevó todo para el cuarto del desorden, como su madre acostumbraba llamarlo. Pasó un paño húmedo en el armario, y pasó la tarde limpiando las piezas y colocándolas en el lugar. Después de todo listo, llamó a la madre para ver cómo había quedado.
 

Desconfiada, la madre entró. Pero Felício, orgulloso de su servicio, abrió la puerta del armario y la madre quedó con la boca abierta: ¡Estaba todo ordenado!... Todas las piezas en el lugar, separadas por tipos; las piezas más pequeñas, en cajas de papel con etiquetas. Los hilos, bobinados y acomodados en otra esquina, también en cajas, con clavos, tornillos etc.

La madre abrió mucho los ojos y llevó las manos a la boca, sorprendida:

— ¡Mi Dios!...

— ¿Te gustó, mamá?

— ¡Mi hijo, quedó de maravilla! ¡Tú hiciste un excelente trabajo! Me Gustaría que hiciera la misma cosa con tú cuarto.

— Felício, tu tienes habilidades inesperadas e importantes. ¡Aprovecha!

Felício sonrió, hallando gracia, pero respondió que le había gustado tanto lo que había hecho que iría aún a arreglar su cuarto. La madre lo abrazó, satisfecha:

Después del arreglo del cuartito del desorden, Felício pasó a gustar entrar allá y mirar sus cosas. Lo interesante es que, a medida que miraba las incontables piezas, imaginaba lo que podría hacer con ellas. Así, él comenzó a trabajar, pasando las tardes en ocupación permanente; primero hacía sus tareas, después corría para el cuartito. Así, en poco tiempo, él construyó varias piezas.

Un día, la escuela decidió hacer una Feria de Ciencias, incentivando la creatividad de los alumnos. El día marcado para la inauguración fue una fiesta. Toda la ciudad estaba invitada.

¡Al llegar, los padres fueron los primeros en ver los trabajos de los alumnos, y quedaron maravillados!

Pero, para sorpresa de la familia, quien ganó el Premio de Creatividad fue Felício, que construyó un pequeño robot.
 

Sus padres quedaron impresionados con todo lo que él había hecho, quieto en el cuartito del desorden. Y, al presentar los trabajos, cada uno explicaba para que servía la pieza y como había conseguido hacerla.

Felício volcó la celebridad de la escuela e, interesados, alumnos de los otros colegios iban a ver las invenciones de la feria y la adoraban.

Un periodista, presente, preguntó:

— ¡Felício, tú eres tan joven aún! ¿Cómo conseguiste crear esas piezas?

El chico pensó un poco, después respondió:

— Siempre me gustó juntar material de reciclaje. Diferente a otros alumnos, y hasta de adultos, al mirar las piezas para reciclar, yo ya observaba para lo que ella podría servir y como quedaría tras estar lista. Sin embargo, cuando tenía duda sobre qué crear, hacía una plegaria, y percibía a alguien a mi lado, incentivándome. “Ese amigo” — que yo no veía, pero sentía —, me orientaba a proseguir, y yo conseguía realizar lo que había planeado. ¡Sólo eso!...          

Al oírlo, todos quedaron encantados con Felício, que completó:

— ¡Creo que fui muy ayudado por ese Amigo que Jesús me envió!

Los que allí estaban se quedaron respetuosos, sintiendo que realmente algo muy especial ocurría con Felício cuando estaba trabajando. Eso incentivó tanto a los otros alumnos que, a partir de ahí, todos los años hacían la Feria de Ciencias.

Lo más importante es que Felício se preparó para dar clases para los otros alumnos, inclusive más mayores que él, enseñándolos a trabajar con reciclaje.

MEIMEI

(Recebida por Célia X. de Camargo, em 14/07/2014.)




                                                                                   



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Revista Semanal de Divulgación Espirita