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Entrevista Português Inglês    
Año 8 378 – 31 de Agosto de 2014
ORSON PETER CARRARA   
orsonpeter@yahoo.com.br      

Matão, São Paulo (Brasil)
 
Traducción:
Ricardo Morante - rmorante3@yahoo.com
  

 
 
Juliana Mandato Ferragut:

“Es necesario administrar de manera madura nuestro mundo psíquico”

Especialista en infectología, la cofrade y doctora dice que nuestros pensamientos y sentimientos comprometen para bien o para mal nuestra relación con los agentes infecciosos

 

Juliana Mandato Ferragut (foto), espírita desde la cuna, natural de São Paulo y residente en Vinhedo, en el interior del estado, es doctora especialista en infectología. Se vincula al Centro Espírita Allan Kardec, de la misma ciudad donde reside. Conferencista, expositora del ESDE y participante del  grupo   mediúmnico,  respondió  a  nuestras

preguntas sobre infectología a la luz del Espiritismo.

Para ubicar al lector, por favor sitúe en líneas generales la infectología.

La infectología es la especialidad médica que se ocupa del estudio de las enfermedades causadas por diversos patógenos como priones, virus, bacterias, protozoarios, hongos y animales. El infectólogo trabaja en la prevención primaria (educación de la salud, vacunación, etc.) y en la prevención secundaria (tratamiento de las enfermedades infecciosas y prevención de la incapacidad causadas por éstas). Es un área del conocimiento médico muy antigua, aunque aún muy necesaria hoy en día. En Brasil, la Infectología es una especialidad médica, reconocida por el Consejo Federal de Medicina, que determina que, después de los estudios de Medicina, el profesional debe hacer una residencia médica que tiene una duración de tres años. 

¿Qué le llama más la atención de esa rama del conocimiento humano y de la especialidad médica?

Para mí, como espírita, lo que más me sorprende en el trabajo diario en el campo infectológico es el manantial de aprendizaje en la relación médico-paciente. Desde la antigüedad las enfermedades infecto-parasitológicas han producido auténticos marcas de marginación y prejuicios en las comunidades. Desde antes de Jesús, cuando se daba el exilio de los portadores del mal de Hansen (antiguamente conocido como lepra, hoy este nombre entró en desuso por el prejuicio que se le atribuyó), así como la sífilis, la tuberculosis y el mismo SIDA, siempre vimos en la historia de la Humanidad a las enfermedades infectocontagiosas segregado a las poblaciones y sirviendo como pruebas y expiaciones muy dolorosas para nosotros, Espíritus encarnados en evolución. Por ello, el día a día con los pacientes es muy rico en aprendizaje de resignación y coraje.

¿Cómo surgió su interés por esa área específica?

Como la mayor parte de las grandes alegrías de mi vida, yo “caí en paracaídas”. Completamente conducida por la espiritualidad, siento que fui dirigida hacia una oportunidad que me envolvió con esa área, poco después del término de mi graduación. Siempre me gustó ese campo de trabajo, pues de hecho es una especialidad muy ligada a la medicina social, control de infecciones que prevalecen en la comunidad, medidas de prevención y educación higienodietéticas y de comportamiento.

¿Cómo podemos aplicar el conocimiento espírita en los desarrollos propios de las infecciones en la relación salud/enfermedad?

Hoy encontramos, como casi en todo en la medicina, un vasto campo de investigaciones y estudios en el medio científico espírita, entre el desarrollo de enfermedades infecto parasitarias y predisposiciones periespirituales asociadas o no a programaciones reencarnatorias. Es maravilloso percibir que alcanzamos ese espectro del conocimiento, comprobando una vez más que nada en el universo sucede por casualidad y no hay injusticia divina en nada de lo que nos ocurre. Pero sí hay, siempre, oportunidad de aprendizaje y reparación.

De sus estudios profesionales, ¿cómo el conocimiento espírita amplía su visión sobre el tema?

Completamente. Dirigiendo el tratamiento del paciente a la comprensión de que la salud del cuerpo es sólo un ítem más a ser cultivado por todos nosotros, es decir, reafirmando la salud del Espíritu como un bien a ser cuidado y valorizado, mi relación médico-paciente se desarrolla de manera completamente diferente a la de los  demás colegas de la profesión. Frecuentemente el contacto del médico con el paciente se da en un  momento muy delicado, donde hay la oportunidad única para el entendimiento del dolor/enfermedad como oportunidad de aprendizaje, de crecimiento. En esta bendita profesión tengo la oportunidad de conducir al paciente a esa reflexión mientras conduzco una terapia que de hecho, en la gran mayoría de los casos, reestablece el status de salud o por lo menos promueve un control óptimo de la enfermedad crónica. Por lo tanto, es un momento crucial el instante entre el paciente que se ve gravemente enfermo y el siguiente paso, en el que restablece la salud del cuerpo físico. La gran diferencia está en esta oportunidad de comprensión de lo que la enfermedad de hecho ha venido a enseñar a mi hermano, causando cambio internos sólidos, que él llevara consigo para siempre.

¿Algo resaltante de su experiencia que le gustaría relatarnos?

Trabajando hoy en el ámbito de la SUS, tengo la oportunidad de cuidar a varios hermanos en situaciones socioeconómicas muy difíciles, y que, con el diagnóstico de enfermedades que estigmatizan como el HIV/SIDA, han vivido auténticas desgracias como el rompimiento familiar y abandono, estadía en sistemas carcelarios de mucho sufrimiento y relación con criminalidad y drogas. Participar en el tratamiento de esos hermanitos, acompañando el restablecimiento de su salud física y contribuyendo en todo el proceso de autoperdón, reafirmación de valores ético-morales y reconstrucción de lazos familiares, fueron las mejores vivencias de mi vida profesional. Así como cuando la vida de la carne ya no era posible ser reconstituida, tuve inoportunidades únicas de compartir con algunos pacientes su momento de desencarnación, su percepción sobre las limitaciones del mundo de los vivos, sus despedidas de los que quedaron de este lado, y hasta su desenlace del contacto con los familiares que ya estaban esperándolo del otro lado de la vida y vinieron a recibirlos de mis brazos.

Con la experiencia ya acumulada del conocimiento médico y espírita, ¿qué le diría a cualquier persona que quiera protegerse de las infecciones en general?

Tal como nos orienta Kardec, es necesario acompañar a la ciencia y el entendimiento de la medicina terrena en primer lugar. Todas las medidas profilácticas higienodietéticas, educación y cuidados con la sexualidad, así como la abstención de los vicios, influyen directamente en todo proceso de salud-enfermedad, y lo mismo se da con las enfermedades infecciosas. El no beber, no fumar, mantener la higiene del cuerpo, practicar actividad física regularmente es válido en todas las especialidades médicas, y también en la Infectología. Siempre hay beneficios cuando tratamos el cuerpo físico, este regalo maravilloso que hace posible nuestra interacción con el mundo, con respeto, cuidado y cariño. No es sólo de la virulencia del agente infeccioso en sí que depende que se establezca la enfermedad infectocontagiosa; hay de hecho un acuerdo y un diálogo constante entre el microorganismo y el que lo aloja en todo el proceso. Y hoy  comprendemos que además de los cuidados que debemos exigir con el universo  celular hay también la necesidad de administrar de manera madura nuestro mundo psíquico. Nuestros pensamientos y sentimientos también influyen en las características de nuestro “jardín” y comprometen para bien o para mal nuestra relación con los agentes infecciosos.

¿Algo más que le gustaría añadir?

Sólo agradecer a Dios por la oportunidad de aprender y trabajar sirviendo con  Jesús siempre.

 


 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita